jueves, 4 de enero de 2007

El Sabueso de las Baskerville
Eduardo Mejía
No demasiado jóvenes

En 1980, poco antes de la muerte de Keith Moon, apareció Who are you, el último gran disco de The Who, aunque después, con Kenny Jones, editaron dos más, Face Dances e It’s Hard, que aunque fueron buenos, no como casi todos los del conjunto, desde The Who Sings My Generation.
Después aparecieron varios más, recopilaciones o reediciones de conciertos, y hasta algunas canciones en estudio. Hace unos días –13 de noviembre en México— se editó Endlesswire (Universal Republic, B0007846-10), el primero sin John Entwistle.
Un disco con sólo la mitad de la formación original, con Pete Townshend de 61 años y Roger Daltry de 62, sin el bajo veloz, rudo y preciso de Entwistle ni la batería vigorosa y creativa de Moon puede parecer audaz, y lo es, pero en otro sentido.
El álbum, que contiene 21 canciones (12 de ellas de una miniópera, y alguna de ellas en vivo) y un DVD con cinco piezas, cuatro de ellas clásicas, muestran a un Townshend que ya salta poco y baila menos (no asombran su calvicie ni sus canas ni sus arrugas: está así desde sus 45 años) y a un Daltry que con anteojos y ya inmovilizado parece abuelo travieso. Pero musicalmente tienen tanto vigor como cuando tenían 20 años, brincaban por todo el escenario, despedazaban la batería y rompían las guitarras, y alcanzaban los sonidos más rudos del rock.
Las letras no son tan anarquistas ni tan relajientas como en los años sesenta, ni tan provocativas como en los ochenta, pero son más incitadoras, más rebeldes y sus afirmaciones son más contundentes; en sus años de más fama se acercaron a las autoafirmaciones sexuales más que nadie (fueron maestros del punk, y lo admiraron en su apogeo, cuando los demás grupos se alejaban, timoratos), hablaron de las manos femeninas temblorosas y de las reacciones que provocaban las fotografías de las revistas eróticas; ahora hablan de la ansiedad de amor, pero también de su sinceridad, de la pasión pero también de la larga paciencia hasta encontrar la relación perfecta (o lo que más se acerque).
Si ellos dieron al rock y a la generación nacida entre principios de los cuarenta y mediados de los cincuenta su primer lema rotundo (“espero morir antes de envejecer”) ahora lo reafirman con uno más conmovedor: ni somos lo suficientemente jóvenes, ni estamos suficientemente viejos para amar.
Estas canciones están llenas de citas y autocitas (“I’m drunk with you / And I can’t explain / Who or where I am / Or how I’m in pain”, por mencionar una), pero no sólo en las letras, también en la música: el disco abre con notas que recuerdan el comienzo de Who’s Next, reputado como su mejor obra, y durante unos segundos parece que abrirán con “Baba O’Riley”, pero de inmediato remite a los ritmos más tranquilos de uno de sus álbumes menos apreciados, Who by Numbers, y a ratos traen a la memoria acordes tan explosivos como los de Empty Glass, el disco más personal y más explosivo de Townshend. La batería, a cargo de invitados porque el nuevo titular, Zak Starkey (hijo de Ringo, exbeatle y el mejor amigo de Keith Moon –éste, además, compañero de juerga de John Lennon en su famoso “long lost weekend”) estaba grabando con Oasis (es uno de los músicos más ocupados, porque también anda de gira con su señor padre), pero recuerda a la de los primeros discos de The Who: ágil pero marcando exactamente el ritmo, y los sintetizadores son como los de Who Are You, y eso que no están ni Rod Argent (el Who incógnito) y que Rabbit (un Who honorario) toca en una sola canción.
Como acostumbran, pueden pasar de una pieza frenética a una balada pastoral, y la voz de Daltrey sigue siendo rasposa, ronca y conmovedora, totalmente verosímil cuando se declara enamorado (tal vez más ahora); los coros, iguales de irónicos, no han perdido ni vigor ni juventud, aunque cuando canta Townshend se le nota la edad.
Sin embargo, no hay que dejarse engañar: no ha envejecido nada, y lo muestra en el hecho de sus experimentaciones, en que sus arreglos son más complicados, que toca más instrumentos, no sólo guitarra (excelente) y sintetizadores, sino viola y violín, batería –cuando murió Keith Moon dijo que lo haría, si fuera necesario— y se hace cargo de lo orquestación en algunas canciones.
También como siempre, las letras son suyas; y todo: disco, canciones, experimentación, contradice sus recientes declaraciones, acerca de lo poco interesante que es ver a un The Who envejecido: su fuerza, su sentido de la provocación, su arrogancia, son más enfáticas ahora que Daltrey es menos acrobático y que los bailes son menos frenéticos. Parece que después de 24 (o de 28) años, no ha pasado el tiempo.
Sólo hay que recordar que alguna vez le preguntaron a Townshend que si a los 20 años había escrito que deseaba morir antes de envejecer, qué pensaba de eso a los 60 años, y contestó que seguía pensando exactamente lo mismo, que hay que morir antes de envejecer.

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