lunes, 25 de julio de 2011

De piernas y de pudorosas

Me molestan los mimos; los que andan por Coyoacán e imitan a los transeúntes son los peores porque se burlan de la gente sin que nadie los provoque; tienen rutinas aburridas y repetitivas. Por influencia de Alexandro (Jodorowski; antes bastaba con el nombre) se admiraba a Marcel Marceu, al que se catalogaba como el mejor mimo del mundo; Mel Brooks le rinde homenaje en una película en la que el único que pronuncia una palabra es él. Pero por asociación de ideas, al escuchar su nombre, uno recuerda a Sophie Marceu, una de las actrices más bellas, desinhibidas, solventes (adjetivo que le gustaba a Emilio García Riera), y que ha sido generosa tanto con buenas actuaciones como al mostrar su belleza en plenitud, en películas y en presentaciones; es la única que ha protagonizado un desnudo en alguna de las ya demasiadas cintas de James Bond, y opaca hasta a Denisse Richardson.
En Marquise, curiosamente, no hace ningún desnudo; curiosamente, digo, porque el papel que interpreta es el de una actriz que en la Francia del siglo XVIII gana celebridad ejecutando una machincuepa; en la cinta se ve cómo la hace, pero no completa; y la celebridad es justa porque hay que recordar que en ese siglo aún no se inventaba la ropa íntima femenina, no al menos como la conocemos ahora; muchas faldas, crinolinas, camisas, pero no pantaloncitos.
En México hubo una antecedente del personaje, que se insinúa verídico, interpretado por Sophie Marceau; lo consignan varios autores que recogen leyendas y tradiciones de México, sobre todo en la Colonia, no todos con la picardía de Artemio de Valle-Arizpe.
El chiste de las que hacían machincuepas estaba en que eran muy bellas, tanto la francesa, que no por nada iba a verla el mismo rey de Francia (según la película) como la que en México debió hacerla para recibir la herencia de su tío. Pero no sólo se trataba de la belleza, sino de que muchos que las contemplaron fue la única mujer a quienes vieron desnuda en toda su vida; incluso los casados y con muchos hijos nunca contemplaron la belleza de la esposa, por raro que hoy nos parezca.
La publicidad anunció hace poco que veríamos a Gloria Trevi como nunca antes la hemos visto, y uno piensa entonces que aparecerá vestida; lo mismo puede decirse de otras actrices muy bellas pero que no lo han pensado para actuar muy desnudas, como Nastasja Kinsky, a quien sus familiares llaman cariñosamente Nasty, y quien se ha desnudado con gran naturalidad. En México, en una rara combinación de talento, belleza y mucha desinhibición, Blanca Guerra ha aparecido muy hermosa tanto vestida como sin ropa, en buenas y en muy malas películas.
Uno de los libros, lamentablemente agotados y que sólo abarcó un número limitado de reseñas, La guía del cine mexicano. De la pantalla grande a la televisión, de García Riera y Fernando Macotela, semejante a las guías de Leonard Maltin, tiene la característica de anunciar que ciertas películas no se exhibirían, al menos íntegras, por televisión, por las actrices desnudas; pero los comentarios son pícaros y cómplices; en El hombre de los hongos, por ejemplo, dicen que “Isela Vega, Ofelia Medina y la pantera aparecen desnudas”. Lástima que no vio García Riera cómo ya no cortan las escenas antes prohibidas, con desnudos integrales, y ahora se ve que no muy justificados.
Pero no siempre son los desnudos el atractivo de ciertas películas; más bien llaman la atención algunas cintas donde actrices por lo regular recatadas muestran un escote, o enseñan las piernas, apenas unos segundos, y uno lamenta que no hayan sido más generosas.
En El baño de Afrodita, la muy pudorosa Rosario Granados, que en muchas cintas exagera de melodramática (la viuda recatada enamorada de Pedro Infante; la bella pero anodina enamorada de Jorge Negrete), hace un papel más divertido que el de la estrella del reparto, el argentino Luis Sandrini, quien no hacía reír mucho; él, en el jardín de un manicomio, camina con un cigarrillo en los labios; saca un cerillo, y lo frota en una estatua; aunque lo enciende, se le apaga rápido; frota otro, y lo enciende, en los glúteos de Granados, vestida como diosa griega, e inmóvil en medio del jardín; comienzan a caminar juntos, y al poco, ella abre la bata y le muestra unas piernas asombrosamente frondosas y bien formadas, de argentina de antes de las más recientes crisis. No he visto todas sus cintas, pero sí las principales, y en ninguna de ellas enseñó las piernas, realmente bellas.
No hay que pensar mucho para recordar qué otras actrices fueron parcas mostrando su cuerpo, aunque fueran bastante bellas como para sentirse orgullosas de él; en La venenosa, Gloria Marín aparece en traje de trapecista, mostrando las piernas, y al subir al trapecio, José María Linares Rivas desde abajo la contempla perturbado, más que eso, con toda razón; en otra escena, muy curiosa, también muestra los muslos: canta y baila “El apagón”, de Esperón y Cortázar, en ¡Qué hombre tan simpático! (exhiben con frecuencia la cinta en Cablevisión, pero también está la escena disponible en youtube; no así, por desgracia, la escena de La venenosa); el vestido, largo y holgado, tiene una abertura que muestra la pierna derecha de Marín, muy exuberante; dura pocos segundos pero ayuda a entender que Negrete, Hugo del Carril y Abel Salazar se enamoraran de ella; en El caso de una mujer asesinadita también nuestra un poco de pierna, tirada en el suelo, pero apenas un poco más de la rodilla; Lilia Michel, quien usaba faldas muy justas y suéteres muy apretados para recalcar su belleza, baila un swing en Sí, mi vida, y al girar con rapidez enseña unos muslos que desmentían sus papeles de ñoña; y es una lástima que no haya sacado más provecho de sus piernas para completar su gesto de picardía. Muestra las piernas en Un beso en la noche, al bailar swing junto a sus supuestas hermanas Mapy Cortés y Virginia Manzano; Cortés fue muy generosa en muchas de sus cintas, aunque siempre hacía un gesto como de turbación, durante un segundo, como para hacer énfasis en que le habíamos visto las piernas, y luego proseguía su baile; en esa cinta Michel tenía 19 años y piernas como de 25; más atrevida fue Manzano, quien en un giro muestra las pantaletas apenas una fracción de segundo; me temo que sea ésa la única cinta donde se atrevió a tanto.
Amparo Rivelles, de tan solemne y cursi aburría hasta en las telenovelas; por eso asombró el desnudo que hizo, ya mayorcita, en Presagio; menos espasmos causó Carmen Montejo en la misma película, pero también fue su único desnudo, aunque en más de una ocasión, en traje de baño, enseñó las piernas.
María Félix, en María Eugenia, su segunda cinta, aparece en traje de baño, pero sentada, y disimula lo delgado de sus piernas; en Enamorada se levanta la falda para que Pedro Armendáriz le vea el chamorro, pero apenas a la rodilla; sin embargo, ya muy mayor, en Safo 63, muestra por qué no había enseñado los pechos, con tantas oportunidades que tuvo, para el cine mundial.
Marga López ha presumido de actriz, pero le ha costado trabajo con las comedias; en dos de ellas fue generosa mostrando las piernas: en El niño perdido se asoma a una escalera, con la bata abierta, lo que provoca una de las frases inusitadas de Germán Valdés: “¡Qué puerta! Digo, ¡Qué piernas!” (dar puerta era, antes, incitar sexualmente la mujer a un hombre, sobre todo si no tenía una relación seria con él; en el Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua ignoran esta definición; en cambio afirman que puerta es un ”portón rústico hecho con dos postes verticales separados a cierta distancia uno del otro, que tienen una serie de agujeros por los cuales se deslizan horizontalmente unos palos con los que se abre o cierra el paso”. Voooy, como diría la Tucita). Eso fue a principios de su carrera en México; algunos años después aparece nadando supuestamente desnuda con Pedro Infante en una de las cintas más cursis que hayan filmado ambos, juntos o separados: La tercera palabra; muestra las piernas por unos segundos, tan pocos que no se puede decir si eran o no bellas; la tercera ocasión fue en Los fantasmas burlones, donde al final Manuel y Germán Valdés bailan con ella "Azul pintado de azul" en diferentes ritmos, incluido un twist; pero al simular que están en Francia bailan un remedo de can-can, durante el cual ella, de espaldas a la cámara, se levanta el vestido mostrando por única vez unas pantaletas; tampoco es muy excitante que digamos; al pensar en esas escenas uno recuerda la frase de Juan Marsé sobre Barbra Streissand: “a pesar de que ha mostrado mucho las piernas, nada sabemos de ellas”.
Participante en muchísimas películas desde muy niña, Angélica María no mostraba las piernas; al verla caminar en Los signos del Zodíaco se podría darle la razón: gruesas, rectas, sin pantorrillas, sin formas; sus admiradores preferían olvidar la escena en que aparece en traje de baño en una cinta de Juan Orol, en una playa artificial que, como recordaba García Riera, las olas, que eran más bien espuma de detergente, se negaban a alejarse como las de verdad; pero cayó en manos de José Agustín, y anduvo de hot pants y minifalda en Cinco de chocolate y uno de fresa; en una escena rueda en el pasto con Fernando Luján, luego de platicar en una banca; en ambas escenas se ven sus pantaletas blancas; vuelve a mostrarlas cuando trepa el muro del convento donde vive con otra personalidad; García Riera exclama que en esa película se ve muy linda; en Alguien nos quiere matar no es pródiga en esas escenas, pero se sube a un árbol, y desde abajo Carlos Bracho la espía con el mismo gesto que José María Linares Rivas ve a Gloria Marín; en Ya sé quién eres (te he estado observando), en su luna de miel, se asoma a un balcón vestida con la camisa de la pijama de Octavio Galindo, para placer de un huésped del hotel que ve complacido sus muslos contundentes; minutos después, en un faje poco erótico, vuelve a mostrar las piernas muy desnudas, en varias posiciones; finalmente, en La verdadera vocación de Magdalena, en una escena que suprimen en su paso por la televisión, Javier Martín del Campo aprovecha que está dormida y le baja cuidadosamente el pantalón de la pijama; se alcanzaban a ver las pantaletas y algo de muslos muy redondos, cuando irrumpe Carmen Montejo; al final de la película, vestida de cantante de rock, se levanta el vestido para provocar a su marido, y lo que logra es excitar a todos los miembros (perdón) del conjunto de rock que la acompaña supuestamente en Avándaro.
Como acotación, pocos años después, interpretó a una azafata en una telenovela, Ana del aire; dos de sus compañeras eran Susana Dosamantes y Lupita D’alessio; aunque las tres usaban minifalda, era D’alessio la que dejaba ver las pantaletas al sentarse de frente a la cámara, sin taparse. Memorables escenas, pero no por lo erótico.
Rival de Angélica María en muchos aspectos, Julissa en cambio daba vueltas violentas en algunas canciones; le gustaba usar ropa interior negra, más notoria cuando las películas no eran en color; en más de una cinta se desnudó.
María Elena Marqués tenía piernas muy bien formadas, pero se las regateó al espectador excepto en dos cintas: Doña Bárbara, en donde interpreta a la hija de María Félix, y es medio salvaje, por lo que no se cuida cuando ocasionalmente se le sube la falda, provocando miradas pecaminosas en los actores que la acompañaban en esas escenas; también muchos años después, en Las manzanas de Dorotea, en una escena aislada, simula ser una nativa salvaje y por ello libre de mostrar las piernas en un traje de baño como de los Picapiedra; si la escena es mala, burda, no lo son sus piernas.
La venezolana (sin acento en la pronunciación) Rosita Arenas no tenía la costumbre de subirse la falda, aunque lo hizo en Vístete Cristina, excitando a un fácilmente excitable Andy Russel; en El bruto, sin mostrar más que las rodillas, perturba a Pedro Armendáriz, a Luis Buñuel y al espectador; finalmente, en Al compás del Rock and Roll, sale bailando swing creyendo que es rock, con una especie de traje de baño; a su lado están Martha Roth, un poco más atrevida, y Leonor Llausás, quien ya había tenido experiencias con las piernas al aire en Ensayo de un crimen. Más curiosa es una escena de Los chiflados del Rock and Roll, donde muy vestida, canta "No volveré", llorando porque cree a Luis Aguilar enamorado de otra; pero las lágrimas no se mueven ni un milímetro, están congeladas.
Pero el recuento apenas comienza.

El Diccionario de mexicanismos de la Academia tampoco incluye “retratar” en su léxico; alguna que otra recopilación incluye “retrato” como sinónimo de un golpe en la cara; pero el más auténtico lo desconocen Guido Gómez de Silva, Manjarrez y Mejía Prieto, entre otros; “retratar” se dice, o se decía cuando las faldas eran otras, así como las costumbres, del momento en que una mujer se agachaba y mostraba el trasero a uno o varios hombres; no era necesario que se le vieran las pantys, sólo que se dibujaran los glúteos en una falda muy justa (no tenía chiste con las faldas amplias); en los sesenta, con la minifalda y las mallas, mostraban más. Tenía especial significado cuando era consciente de que la estaban observando.

Con frecuencia mensual o bimestral, íbamos Tito Monterroso y yo a La Ópera, a eso del mediodía; nos tomábamos dos o tres cervezas y picábamos botana, o comíamos unas quesadillas, picosísimas en esa cantina; nos salíamos alrededor de las cinco de la tarde; se despedía diciendo que era una sensación muy placentera estar “a media tarde a medios chiles”; medios chiles, dice el Diccionario de Mexicanismos de doña Concepción Company, se refiere a algo inconcluso, no estar a medio tono; no es lo mismo “media estocada”, que es estar casi borracho; sólo en la segunda acepción de “a medios chiles” es estar ligeramente borracho, lo que es inexacto; la doctora Company debería probar lo que es estar a medios chiles. Las otras dos acepciones son inaceptables. “Estocada” tampoco viene en el dicho diccionario.

El sábado hubo, después de muchos días, una jornada sin blanqueadas en las Ligas Mayores, pero ocho juegos terminaron por diferencia de dos o menos carreras. Algo inusitado; a principios de campaña hubo una batalla en los estacionamientos del parque de los Dodgers, donde golpearon hasta dejar inconsciente y con secuelas a un forofo de los Gigantes; hace unos días los atraparon y serán juzgados; siempre se presumió de lo pacíficos que son los parques de beisbol, donde la pasión no conduce a la violencia. Ha comenzado a aparecer; mucho me temo que sea consecuencia de la necedad de llenar estadios con ignorantes de ese deporte, a los que llevaban con la supuesta emoción del jonrón. Ahi se lo haigan; si no los contienen, si no revierten esa tendencia, en poco tiempo serán tan inseguros y violentos como en los estadios de futbol.

martes, 19 de julio de 2011

Palabra de mujer (más de refraneros misóginos)

La lectura del reciente libro de Susana Corcuera, De pícaros y malqueridos, reafirma la idea de que la mujer es un instrumento del Diablo que sirve para desencaminar al hombre y llevarlo a la perdición; durante una época la iglesia la persiguió, la acusó de usar artilugios para perder al hombre, y ponían como ejemplo a Eva haciendo comer higos (o fruto prohibido) con la tentación de que adquirían sabiduría y una mayor independencia, además de la reproducción y placer en sus intentos.
La picaresca abunda en poemas en los que la mujer tiende trampas, y también que permite que le tiendan otras, todas en persecución del placer carnal; no disimula la participación de clérigos que, aprovechando la ocasión, abusan de las fieles que acuden en busca de consejo; pero como ya dije, será ocasión de otro escrito más detallado.
Los refranes, que apuntan Ángeles Sánchez Bringas y Pilar Vallés en su condensado La que de amarillo se viste, aspiran a decir una verdad, y que sirva de consejo o de aviso o de consuelo de aquel que ha cedido a la tentación, ha caído en una trampa, o sufre por ello; muchos dan a entender que no hay mujeres inocentes, que desde chicas saben qué hay que hacer para conquistar a los hombres, y mientras a más, mejor; y como se pensaba que un hombre era más hombre mientras más mujeres tuviera, y podría presumirlas, sino en nombre sí en número, la mujer en cambio si pasaba de uno en sus redes ya era considerada fácil, promiscua, o cuando menos débil.
Abundan los chistes en los que se habla de las jóvenes incapaces de resistir asedios: “Quiero confesarte los amores que he tenido antes de ti –dice la muchacha—; ya me los confesaste la semana pasada –arguye el novio—; los que he tenido desde entonces”. “No es lo mismo La Santa Sede que la santa cede”; el cine mexicano abunda en ejemplos de muchachas seducidas que sólo son redimidas por la nobleza del hombre que perdona su desliz, a veces engañada por las promesas del galán (El caso de una adolescente; Una virgen moderna; Tu hijo debe nacer; Ellas también son rebeldes; Con quién andan nuestras hijas; Tres días tiene la vida; Hasta que perdió Jalisco; Maldita ciudad; Al rojo vivo); a veces, son víctimas de engaños o de violación (Dos tipos de cuidado; Siempre hay una primera vez; Aventurera); la caída por lujuria se paga caro (Santa; Hay lugar para…dos; La Diana cazadora; Ahora soy rico). Son escasas las cintas donde el placer gozoso no tiene repercusiones funestas (Fin de fiesta, Lo mejor de Teresa, Para servir a usted); pocas veces el cine ha visto el sexo extramarital con humor, y cuando incurre en él, hay una víctima (“La sorpresa”, en Trampas de amor).
Los refranes nos advierten que hay que tener cuidado con las mujeres; a ellas, que los hombres son muy malos, prometen muchos regalos (es inevitable: cada que puedo cito a José Agustín) y luego no cumplen, que sólo se aprovechan de ellas. Continuaré citando sólo unos cuantos; pero entre ellos, intercalaré más que un refrán como tal, algún ejemplo literario, sin identificarlo porque los lectores lo identificarán por ellos mismos; no cito el ejemplo de la mujer que no defendió su honra como defendió la indemnización que le dan por haber sido violada, por no dar la razón al juez que exoneró a un remedo de cantante arguyendo que la violada no hizo lo necesario para defenderse.
Una acotación antes de la recreación: la mayoría de los refranes están rimados; las rimas son sencillas y previsibles, aunque haya algunas elegantes, asombrosas, inesperadas, pero son pocas; y una de las cosas que hacen parecer aburridos los refranes es su monotonía en el ritmo, y tienden a ser octosílabos, que hacen poco variado el decir; pero cuando rompen ese ritmo son difíciles de memorizar, y también de pronunciar. También, que parecen intemporales; por eso no es raro encontrarlos en novelas y poemas de siglos atrás; raros son los que necesitan explicación, por eso molesta que intenten hacerlos explícitos, pues aun los de tiempos muy remotos son fáciles de entender. Otra característica: son reiterativos, y muchos parecen variantes de otros, por lo que no puede saberse cuál fue primero; se presume que son de autoría anónima, y por eso uno se sorprende que se sepa quién los escribió (Esopo, Aristóteles); muchos simplemente los han registrado y han hecho que con ellos se expresen sus personajes (Lope, Cervantes); tampoco es raro que lleguen a la lírica popular y que al cabo de los años se dé por hecho que nacieron de ella; también es cierto que cuando el autor está muy identificado, no es fácil que se popularice. Y otra advertencia: no siempre sigo la puntuación de las autoras, porque en muchos de los refranes una coma o un punto o un signo de admiración hace que se pierda la fluidez; dejé fuera muchos que semejan a otros de los incluidos, pero no dejé que me ganara la pudibundez e incluí, me temo que con desparpajo, algunos bastante vulgares, pero no me negarán que graciosos, que es una de las características principales de un buen refranero.


Las bromas y la mujer, cuando sean menester
Las lágrimas de las putas al cielo llegan juntas
Las malas amigas y los malos novios abundan como las pulgas
Las ocasiones hacen a las putas y a los ladrones
Le gusta el trote de macho, aunque le zangolotee
Le salen canas y cuernos tanto a viejos como a tiernos
Llámame puta aunque no sea, mejor que vieja fea
Lo mejor de la mujer está en el medio; ni tan mala, ni buena que cause tedio
Lo que el diablo no puede hacer, hácelo la mujer
Lo que en el hombre es pasión en la mujer es capricho
Lo que la mujer no consigue hablando, lo conseguirá llorando
Los casados son como los marranos: de día pelean y de noche duermen juntos
Lunar en la boca, señal de loca
Mal ganado será guardar mozas locas para casar
Mal regaña el amo a la moza, si a veces con ella retoza
Mal se guarda a las doncellas cuando no se guardan ellas
Mala para el metate, pero buena para el petate
Marido con pereza, es una mala pieza
Marido que no es casero canta en otro gallinero
Mariposa que busca la llama, en ella se abrasa
Más matan faldas que balas
Más tiran nalgas en lecho que bueyes en barbecho
Más vale puta sin parecerlo, que parecerlo y no serlo
Más vale querer a un perro, y no a una ingrata mujer
Matrimonio a edad madura, cornamenta o sepultura
Mejor de vieja rogado que de moza desdeñado
Mi comadre la bandida, santa en la muerte y puta en la vida
Mientras más remangas las enaguas, más enseñas las nalgas
Moza que asoma a la ventana, de ser vista tiene gana
Muchas hay de brazos mancas, pero ágiles de las ancas
Mujer a quien le das lo que te pide, mujer que te dará lo que le pidas
Mujer alborotada pronto es preñada
Mujer asomada a la ventana, o es puta o está enamorada
Mujer bella con exceso, mucho sexo y poco seso
Mujer celosa, leona furiosa
Mujer con belleza, humo en la cabeza
Mujer con muchos amigos cuenta con dineros y con abrigos
Mujer hermosa y con talento, parece cosa de cuento
Mujer joven y hombre maduro, segura la insolación
Mujer que a la venta se pone a cada rato, venderse quiere barato
Mujer que con curas trata, poco amor y mucha reata
Mujer que de noche se pasea, es muy puta, vieja o fea
Mujer que quiera a uno solo, y banqueta para dos,/ no se hallan en Guanajuato ni por el amor de Dios
Mujer que sabe latín ni tiene marido ni tiene buen fin
Mujer recatada, mujer deseada
Mujer y carta cerrada, abiertas no valen nada
Ni a puerta que te han cerrado, ni a mujer que te ha olvidado
Ni mujer de nalga dispuesta, la mente te engañe charlando con seducción
Ni buscarlas si se han ido, ni echarlas si no se van
Ni cabalgues en potro, ni alabes a tu mujer a otro
Ni de estiércol buen olor, ni de puta buen amor
Ni fea que espante, ni bonita que atarante
Ni las feas están seguras cuando el hombre las procura
No busques para casarte mujer que pueda humillarte
No compres caballo de muchos fierros ni te cases con muchacha de muchos novios
No hay mujer que no lo dé, sino hombre que no lo sabe pedir
No hay mujer tan buena como la ajena
No hay puta sin medalla ni pendejo sin portafolio
No medies en la cuestión, si marido y mujer son
No te cases con mujer de manos grandes, pues todo le parecerá poco
No te cases con mujer que te gane en el saber
Ojo alerta con la moza y con la puerta
Pa’ comer y pa’ coger no hay tontos ni cansados
Palabra de mujer ni vale ni un alfiler
Palos de amor no duelen (éste a lo mejor necesita explicación)
Para el mal de amores no hay doctores
Para librarse de faldas hay que quitarlas o alzarlas
Para no ser infeliz, evita cualquier desliz
Para qué las cortas verdes si maduras caen solitas (éste no parece refrán, sino consejo)
Para tener cien yernos no es necesario tener cien hijas
Peras y viudas caen de maduras
Por el besar, comienza la doncella a resbalar
Por favor te abrazan y quieres que te aprieten (éste tampoco es refrán, pero es divertido)
Preferible caer en los brazos de una mujer que en sus manos
Quien en mujer confía, confía aquél en ladrones
Quien con mujer bella casa, de su honra se descasa
¿Quieres conocer a Inés? Vive con ella un mes (éste tampoco es refrán, pero también es divertido)
Quieres hacerte amar, date a desear
Secreto dicho a mujer, secreto deja de ser
Ser tan poco el amor y que se vaya en celos (no es refrán, y tiene muchas variantes)
Sexo sin amor, flor sin perfume
Si es doncella, dígalo ella
Si la vaca fuera honesta, no tendría cuernos el toro
Si no hay calor en el nido, lo busca fuera el marido
Sin contar a la mujer, lo más traidor es el vino
Solitas bajan al agua sin que nadie las arree (tampoco es refrán, pero es muy hermoso)
Sólo una cuenta tienen que llevar las mujeres, y ésa siempre la pierde
Tanto tiempo de atolera y no saberlo menear
Tetas de mujer tienen mucho poder
Va la moza al río, y cuenta lo suyo y lo mío
Vecina: bocina
Yo que se lo proponía, y ella que lo apetecía (éste tampoco es refrán, pero sí ilustrativo)

Aunque hay parecidos, están ausentes varios; cito dos: uno, en las redacciones de los periódicos: ¡Con estos bueyes hay que arar! Y uno de los muchos mencionados por Salvador Novo, y que dijo en ocasión del enamoramiento fugaz de un amigo por una italiana: ¡Bendito sea Dios que hay ganchos que en cualquier clavo se atoran!

Hace una semana Juan Gabriel Castro decidió retirarse luego de 17 temporadas, no todas completas, en las Ligas Mayores. Manos de Oro, le decían sus compañeros; alguna vez sus coequiperos lo nombraron el Mejor Relevista del equipo, aunque era short stop o tercera base o camarero; no se quedó un día sin chamba; ya es asistente especial del manager general de la organización, y estará encargado del desarrollo de los jugadores jóvenes; se une a otros mexicanos que desempeñan ese puesto, o uno similar, en las organizaciones de las Mayores, como Mario Mendoza, Juan Navarrete, Rubén Amaro y Jorge Orta. A George Brett le achacaron calificar a los bateadores con porcentajes bajos como la “Línea Mendoza”; no fue él, sino otros; Brett, por el contrario, decía que Mario Mendoza, que bateaba .210, con su fildeo equivalía a que bateara.400, y señalaba que él, Brett, hubiera sido el último bateador de .400 de no haberse topado con el guante mágico de Mario Mendoza, quien se lo impidió con grandes atrapadas. No hay que olvidar que el jugador mexicano es fino; los matalotes han durado poco, se apagan rápido y sólo dan de qué hablar mal.
Y por cierto, ciertos primeras bases (Pujols, Filder, Kornerko, Howard) desentonan con la descripción de cómo debían ser los inicialistas: altos, delgados, fuertes, elegantes (Lou Gerigh, Stan Musial, Keith Hernández, Joe Pepitone, Willie Clark, Steve Garvey), inteligentes y desdichados en su vida personal; pero el beisbol tiende a regresar a sus raíces: ya short, segundas y jardineros centrales han dejado de ser matalotes.

Llevamos un mes, y ya parece que vamos saliendo, nomás falta lidiar con los dinosaurios que no quieren dejar de serlo; pero asombra y enaltece la reciedumbre de Mónica, y reconfortan y enorgullecen los amigos dispuestos a todo. Y vale repetir el final de la autobiografía de Sainz citando a Stevenson: ¿De qué puede enorgullecerse un hombre si no está orgulloso de sus amigos?

martes, 12 de julio de 2011

Como dijo don Teofilito (refranero misógino)

Una de las canciones más populares interpretadas por Pedro Infante, y prolongada en El mil amores, es “Tres consejos”, de Rubén Fuentes; los refranes son “Más vale pájaro en mano que ver un ciento volar”, “Si rasuran al vecino pon tu barba a remojar”, “Del plato a la boca se cae la sopa”; en realidad hay más: “no te hagas más ilusiones, primero me has de agarrar”; “en las cosas del cariño nunca debes de confiar”; “más vales ser desconfiado, así nunca sufrirás”; “aquel que no oye consejo nunca a viejo llegará”; “dalo poquito a poquito, y nunca se acabará”. Don Rubén confunde consejos con refranes, aunque es cierto que no hay límites definidos entre esos géneros de la literatura popular. Los consejos no se escuchan, o mejor, no deben escucharse; muchos escritores, pintores, directores, aconsejan a los jóvenes que no oigan consejos, pero no dejan de impartirlos; en realidad, nadie está a salvo de dar consejos (sí de ignorarlos, por supuesto): desde qué remedio seguir para curarse de los resfriados hasta los que invaden la vida privada (“yo sé lo que te digo”).
Los refranes, en cambio, tienen prestigio literario; Alfonso Reyes escribió un ensayo donde apunta todos los dichos del Quijote que han pasado al refranero mexicano, y hay compilaciones breves, gigantescas, especializadas en género, en época, en regiones; una de las obras venturosas de la Academia Mexicana de la Lengua es el Índice de mexicanismos, que contiene frases, dichos y refranes al por mayor. Y hace dos ediciones del Diccionario de la Real Academia obsequiaban un Refranero general ideológico español, cuyo único defecto es su volumen exagerado. En general, ése es el defecto de los refraneros, así como de los diccionarios de germanías: son demasiado extensos, repetitivos y llegan a aburrir, excepto a los especialistas, a los estudiosos del género, porque además intentan explicar lo que es explícito (excepto en algunos ambiguos: no está el horno para bollos, que da a entender que no es el momento oportuno para dirimir una disputa, pero es contradictorio, porque por lo regular se aplica cuando uno de los interlocutores está encabritado y caliente, y el refrán sugiere que está frío; ¿o será porque de tan caliente va a quemar los panes?), y las explicaciones son pudibundas, recatadas.
Excepto esos estudiosos, los refraneros los consultamos para encontrar la frase con que pudimos haber callado a un interlocutor con una frase oportuna, brillante, sarcástica; la encontramos, pero a destiempo; además de lo inoportuno del caso, hay tantas contradicciones en los refraneros, que aun cuando tuviéramos a la mano una, el interlocutor puede encontrar, en esas mismas páginas, una igual de brillante, oportuna y sarcástica, pero en sentido inverso.
Con todo y su fama, los refranes no siempre dicen la verdad; o dicen tantas verdades que es cuestión de encontrar uno que se acomode a lo que pensamos y sostenemos; por otra parte, hay tantas variedades que una discusión digamos política puede degenerar en otra filológica, por una leve variante en el refranero, según la época, la región o el género.
En el cine mexicano hay varios ejemplos de personajes que se nutren del refranero: desde el no muy afortunado Pito Pérez (mejor en el original, pero muy popular por la interpretación de Manuel Medel), hasta las muy afortunadas actuaciones de Andrés Soler en diversas cintas, desde Carabina 30-30 hasta Los tres alegres compadres, pasando por el motociclista Pedro Chávez aconsejando a Luis Macías de que deje a su novia, o usando refranes para enamorar a adolescentes, definir a una piruja, o como pretexto para no trabajar; pero ejemplos hay muchos, buenos y malos. En la canción popular, José Alfredo Jiménez, Chava Flores y Cuco Sánchez han utilizado refranes para hacer espléndidas canciones, como “No soy monedita de oro”, por citar una. (“El amor quita el hambre, yo por eso nunca me enamoro”, uno de los dichos de Pedro Chávez, no lo he encontrado en ningún refranero; hay que alabar su originalidad.)
El refranero, como tantas cosas, sufre el peligro de ser incluido entre las malas costumbres actuales: quienes vivieron niñez, adolescencia y primera juventud admirando a héroes y villanos fumadores tienen que tragarse eso de que Johnny Weismuller es mejor que Gary Cooper, John Wayne y Bogart, porque nunca se le ve fumando en la pantalla; Paul McCartney hace unos años anunció su decisión de modificar la portada de Abbey Road para eliminar el cigarrillo que luce en la mano derecha; los admiradores novatos de Pedro Infante aclaran que no era machista, sino que los guiones hacían que lo pareciera, y ha perdido brillo la frase con que Jorge Negrete lo califica: “porque cuando una mujer nos traiciona, la perdonamos y en paz, al fin y al cabo es mujer; pero cuando la traición viene del que creemos nuestro mejor amigo, ¡ah Chihuahua, cómo duele!”); los únicos que aguantan la presión de la corrección política son Les Luthiers, quienes en cada presentación suelen elogiar el físico femenino, o hacer calificaciones extremas (“anda fornicando a tontas y a locas, que finalmente son las más fáciles”) sin ser abucheados, hostigados ni boicoteados por grupos extremistas, que quieren modificar hasta la gramática por antifeminista.
Porque el refranero es antifeminista; fustiga a los dos géneros, pero se ensaña con la mujer; desde luego, también la hace la picaresca y la poesía erótica de los siglos de oro, aunque en ella a veces el erotismo es placentero, no sólo ventajoso. Pero eso es tema para una entrega (perdón) posterior (perdón, hablo en el sentido recto –perdón– de la palabra). Por ahora me limito al refranero.
No es que sea el mejor, pero es más sintético, tiene una introducción correcta pero aburrida (perdón), y abusa de las explicaciones, pero está muy bien ordenado por temas, subtemas, cualidades, defectos, características físicas y de conducta, y al final, en orden alfabético: me refiero a La que de amarillo se viste, con subtítulo de La mujer en el refranero mexicano, compilado por Ángeles Sánchez Bringas y Pilar Vallés, y publicado con cierto acierto por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (¿por qué ponen Conaculta en mayúsculas, como siglas, cuando es un acrónimo?), pues tiene erratas que sólo se explican por descuido (Peréz, por ejemplo), y con una tipografía más adecuada para relato que para un refranero (para los fanáticos de la biblioteconomía: ¿dónde colocar los refraneros? ¿Con los diccionarios? En realidad, son lo contrario a un diccionario), pero que se deja leer. (El Índice de mexicanismos traía un disquete donde podían leerse, agrupados por las referencias, los temas y otras categorías, refranes y frases, en una lectura muy cómoda; ya no funcionan con las nuevas computadoras, hay que conformarse con leerlo a la antigüita, en las páginas de un libro no muy cómodo y algo desordenado.)
Tiene menos de 250 páginas, si no contamos las preliminares, lo que en realidad son pocas para un refranero; cada categoría está muy explicada, aunque las autoras repitan refranes, explicaciones y motivos; ordenados alfabéticamente, son apenas 44 páginas, lo que ayuda a que el lector no se aburra; en los capítulos las notas no son muy abundantes, y en general tienden a consignar variantes en otras regiones o en otras épocas, aunque como buenas filólogas, menosprecian variantes más divertidas, como las pronunciadas en el cine mexicano (en especial, por Joaquín Pardavé o Sara García, mexicanizando refranes supuestamente árabes, pero en realidad variantes de los mexicanos, o Fernando Soler, que los dice con tanta gracia como su hermano Andrés) o las emitidas por las canciones populares; no es su intención, pero no consignan cuando son usados por la literatura mexicana, pródiga en el refranero, actualizándolo, adaptándolo o modernizándolo, como “Lo Cortés no quita lo Cuauhtémoc”, de La región más transparente, de Carlos Fuentes, y luego con muchas otras variantes, o el catálogo de refranes en Las tierras flacas, con mucha gracia por Agustín Yáñez, o los que deja escapar también con gracia y malicia Salvador Novo, en su lírica o en su sátira.
Aunque no abundan, a veces incluyen dichos, consejos, ejemplos de la picardía, y hasta albures, lo que muestra lo borroso de las fronteras en el léxico vernáculo estudiado por especialistas.
A continuación, una primera selección políticamente incorrecta, de este refranero que parece disfrutar de la calificación de las mujeres en el refranero mexicano:
A cualquier hora el perro mea y la mujer llora
A la luz de la tea, ni la más fea es fea
A la más cuerda, no has de dar cuerda, que es más fácil que se pierda
A la mujer, como a la carabina, tenerla cargada y en una esquina
A la mujer, el diablo le dio el saber
A la mujer y a la cabra, soga larga; mas no tan larga que se pierdan mujer y cabra
A la mula y a la mujer a palos se han de vencer
A marido ausente, amigo presente
Al hombre sesudo, la mujer lo hace cornudo
Al que Dios da buena ayuda, la mujer se le hace muda
Algo ha de tener la fea cuando el hombre la desea
Amor, dinero y pesetas y un mujer de grandes tetas
Animales ingratos, las mujeres y los gatos
Beata de las que el diablo arrebata
Boca besada, mujer entregada
Bonita y hacendosa soltera, casada lo contrario
Busca mujer por lo que valga y no sólo por la nalga
Cada rato muda el viento, y la mujer al momento
Cásate y verás lo que es coger a huevo, aguado y caro
Con esa carne ni frijoles pido
Cortan más las viejas que las tijeras
Cuando hablan las putas viejas, Dios se tapa las orejas
Cuando maduran, todas caen
Cuando se pide con fe, no hay mujer que no lo dé
De doncella que anda en lenguas, ni hagas culpa ni defiendas
De la mujer mucho bueno has de esperar, y mucho has de temer
Debajo de una manta, ni la hermosa asombra ni la fea espanta
Desgraciado el gallinero donde la gallina canta y el gallo cacarea
Dios nos ha dado mujeres para amarlas, y paciencia para aguantarlas
Doncella manoseada, cual si desdoncellada
Donde mujer no hay, va el diablo y la trae
El casado con bonita muchos ojos necesita
El chiste no está en ser cusca, sino en saberlo menear
El consejo de una vieja pierde a la buena doncella
El hombre en la plaza y la mujer en su casa
El hombre es libre de la puerta para afuera
El hombre persigue a la mujer hasta que ésta lo alcanza
El hombre quiere a mujer sana, y la mujer al hombre que gana
El que tiene mujer fea no sé cómo se recrea
El vino y la mujer, el juicio hacen perder
En casa de tu enemigo, a su mujer ten por amigo
En la mujer no hay color como el que da el rubor
Entre el sí y el no de una mujer, no cabe la cabeza de un alfiler
Eres como la gata mora, si te la meten gritas, si te la sacan lloras
Fealdad no es castidad
Hombre casado, hombre acabado
Hombre celoso, o es cornudo o quiere serlo
Huerto, mujer y molino, requieren uso continuo
Ira de mujer, ira de Lucifer
La buena teta, que en la mano quepa
La cusca regenerada, de cusca no tiene nada
La memoria, cual mujer, suele a veces ser infiel
La mujer buena no tiene ojos ni orejas
La mujer, como el vino, engaña al más fino
La mujer honesta, en su casa y no en la fiesta
La mujer llora antes del matrimonio, el hombre después
La mujer o ama u odia, no conoce medio alguno
La mujer que toma su cuerpo dona
La mujer, si es hermosa, te la pegará; si es fea, te cansará; si pobre, te arruinará, y si rica, te gobernará
La mujer y la mentira nacieron el mismo día
La mujer y las tortillas calientitas han de ser
La que da beso, da d’eso
La que es buena esposa, es limpia y hacendosa
La que mucho los ojos mece, es puta o lo parece
La vergüenza y la doncellez, se pierden sólo una vez
Las mujeres en sus ratos, arañan más que los gatos
¿Las quieres enamoradas?, que se sientan despreciadas

Aluego seguimos

(Cusca, dice el DRAE, es hacer algo que molesta; el Pequeño Larousse dice que en México es "prostituta"; pero los diccionarios de mexicanismos, tan hispanos ellos, no lo recogen [perdón], ni los panhispánicos ni los de dudas. Por cierto, qué papelón.)

(Casi a diario, tres blanqueadas, ocho o nueve juegos por ventaja de una o dos carreras; bueno, Ichiro Suzuki batea .270; es año de pitcheo.)

(Dèja Lu hasta a sí mismo se copia.)

(Como en el cuento de Fredric Brown, las computadoras hacen lo que desean: la que me domina envió al periódico, aunque ya estaba borrada o suprimida, una columna que ya se había publicado. Si logro saber cómo lo hice, podré dominar el mundo. Por lo pronto, ofrezco una disculpa a quienes lo advirtieron; a los que no, para qué.)

martes, 5 de julio de 2011

¿Cómo, cómo, cómo?

Lo dijo primero Elvis Presley y lo repitió muy poco después Roy Orbison; aquél, en “Now or Never” (con música de “Torna a Sorrento”); el segundo en “Pretty Woman”, sin ningún rodeo: “Be mine tonight”; antes que Presley, Buddy Holly anuncia con más elegancia pero más contundencia: “That´ll Be the Day”, y casi al mismo tiempo que Orbison, Paul Anka cantó “Tonight, my love, tonight” (como diciendo “hoy toca”, como el del chiste de la convención de sexólogos; en traducción, Alberto Vázquez fue más repetitivo: “esta noche, mi amor, esta noche mi amor”; lástima que el resto de la canción sea tan inocuo, sin la malicia de Anka “kiss me kiss me kiss me warm, let me feel like I be born”); por esos mismos años el mundo se estremeció con la alegría de Tony por María expresada en “Tonight” y “Maria” de West Side Story (“Today the minutes seem like hours, the hours go so slowly, and still the sky is light, Oh moon, grow bright, And make this endless day endless night” / “I’ve just kiss a girl name Maria, and never be the same again…”).
No son metáforas, son la enunciación del amor físico en un mundo y una cultura que culminaba la era de una vida precipitada, en la que la certidumbre de la muerte propiciaba una prisa por entregarse; en las biografías de los músicos ingleses nacidos en los años cuarenta abundan quienes fueron de padres desconocidos, de soldados estadounidenses que salieron precipitadamente al término de la guerra sin conocer a los hijos que engendraron, sino muchos años después, cuando los vástagos ya eran famosos; en los siguientes años vieron nacer la era del amor, el “amor libre” que, en labios de los personajes del cine mexicano, era sexualidad sin compromiso, “el sexo sin boda” que cantó muchos años después un sobreviviente extemporáneo de los cincuenta y sesenta, Joaquín Sabina.
La canción mexicana, entendida como la que se hizo o se popularizó en México, en la XEB y en la XEW (aunque algunas se hayan escrito en Venezuela, Colombia, Puerto Rico o Cuba) pocas veces fue tan directa, pero abundaron las metáforas; parte del siglo XIX y casi todo el XX hubo versos alusivos, frases insinuantes, muchas veces con picardía, para hablar del amor físico, de la entrega momentánea (“entrega inmediata”, califica Pedro Infante a su romance con una empleada de correos en Dos tipos de cuidado), de los cariñitos de un instante, a veces del autoerotismo, a veces de la infidelidad, o de la promiscuidad (“Cien mujeres han pasado por mi vida”; cien es el número de esposas, queridas, segundos frentes que le calculan tanto a Pancho Villa como a Emiliano Zapata); los expertos hablan del amor infeliz y del amor desdichado como categorías superiores de la canción popular, pero en ellas caben muchas subcategorías que, como en la entrega anterior, enumeraré de una manera arbitraria, porque los autores son muchos y todos respetables; al incluirlos no los califico de perversos; sólo hay que recordar los casos de censura que impedía decir las cosas por su nombre, como el muy conocido de Lara (“aunque no quiera Dios”) o el no demasiado conocido de “renuncio a Dios, porque al tenerte yo en vida”); hubo otra censura, o autocensura, que disimulaba tratando de evadir la censura no oficial que de cualquier manera se ejercía en las radiodifusoras o en las televisoras; ésas, que permitieron en cambio tanto doble sentido de Tin-Tan, Óscar Pulido, Clavillazo, Infante, Negrete y sus guionistas, que dijeron lo que quisieron y que ni Gobernación ni las ligas de la decencia entendieron. Hay quien dice que tampoco lo entendieron los compositores; me niego a creer que no sabían lo que estaban diciendo. Y eso que no recurro a los despropósitos causados por la pobreza gramatical con que por lo regular están escritas muchas canciones: “como aberrante viviré”.
No hay ninguna hipocresía en la canción que rememora Pancho Conde Ortega, sabio en demasiadas materias: “Como un perro”, de Severo Mirón, en la voz de Chelo Silva, pero también en la de María Victoria: “Por tener la miel amarga de tus besos, hoy se tiene que arrastrar mi dignidad; por piedad, por compasión, no me desprecies; me moriría sin tu amor, no me abandones. No, por Dios, no te me vayas, te lo ruego; que la vida como un perro pasaré; sin hablarte, sin llorar, sin un reproche; siempre tirado a tus pies, de día y de noche” (Severo Mirón, periodista, compositor, locutor, es autor de varias canciones que merecerían más popularidad, como “Vieja, pobre, flaca, fea” –“ojalá te vea, me reiré de ti”– aunque su vida privada haya sido violenta y sórdida); no hay duda de que Severo Mirón hablaba de un amor ilícito; como ilícito es el relatado por otro periodista, Ramón Inclán, “Aún se acuerda de mí” (“Aún se acuerda de mí, aún me tiene cariño, y una carta recibí en que reclama mi olvido. Aún se acuerda de mí, pero qué noble querer: yo no merezco su amor, merezco más su rencor, y aún se acuerda de mí. Reniego ahora de toditos mis agravios, de la dicha que yo siempre le he causado”; en esta obra, la rima es traicionera y hace pensar en las consecuencias de la adolescencia apresurada). A continuación, algunas de esas frases entresacadas, pero no descontextualizadas, de varias canciones mexicanas. Hay entre los autores algunos cuya fama se ha desvanecido, otros que quedaron anónimos, pero muchos de los más renombrados compositores, justamente por estar entre los mejores, como mis muy admirados Rubén Fuentes y Alfonso Esparza Oteo. Y desde luego, José Alfredo Jiménez y Cuco Sánchez, aunque cabe la sospecha de que entre sus muy hermosas frases, no en todas estuvieron muy conscientes de lo que decían y de lo que daban a entender.
“Me conformo aunque sea con un tantito; sería tan bonito, cariñito, estoy bien seguro que después me pedirías de mi amor otro poquito”; “Cuando sientas el calor de otras caricias, mi recuerdo ha de brillar donde tú estés”; “Quiero que conozcas [a] mucha gente, yo quiero que te besen otros labios para que me compares”; “Esta noche con la luna te vas a pasear conmigo, aunque le parezca mal al bueno de tu marido”; “Ya te he dicho que no siembres las uvas en el camino, porque pasa el pasajero y corta el mejor racimo”; “Quisiera ser gato verde para entrar por tu vidriera, para estarte acariciando antes de que amaneciera”; “Pregúntale a las estrellas si por las noches me ven llorar; pregúntales si no busco, para adorarte, la soledad”; “Bonitos modos los que tiene pa’ querer, que por ahi dicen que a mí me robó el placer”; “Las dichas ajenas fueron los testigos de todas las penas que pasé por ti”; “La culpa tienen los hombres que burlan a las mujeres; esta canción que te canto se llama ‘al cabo no puedes’”; “Al ver tu pecho de amor henchido ser tuyo siempre fiel te juré… ¡Ay, cuantas veces la luz del día nos sorprendió…!”; “Quiero ser otra vez el que inquiete la paz de tus sueños”; “A l’ora quiasté sabe la’spero en la barranca montado en la potranca pa’ darnos al amor… Nomás allá se lo haiga si trai al chilpayate, y a l’ora quiste sabe comienza a maloriar”; “La novia que espera temblando de amores”; “Allí donde yo amé con febril locura, allí donde me amaron por vez primera, donde tuvo su cuna un idilio breve…”; “¿Yo pa’ qué quiero amores que sean fingidos? ¿Yo pa’ qué quiero amores que tengan dueño?”; “Dime si ya no me quieres para no volverte a ver… yo no soy el primer hombre ni tú la primer mujer”; “Yo no voy a tu ventana porque no puedo treparme, mejor ábreme la puerta pa’ que veas que sí se montar… mi caballo tordillo corriendo por las veredas, con un moño en el morrillo échame un torito fuera”; “Y aunque otro quera cortarla yo la divisé primero, y juro que he de robarla aunque tenga jardinero; yo la he de ver trasplantada en el huerto de mi casa, y si sale el jardinero, pos a ver, a ver qué pasa”; “El amor para que dure debe ser disimulado… Indita, por un trabajo me cobraste cuatro reales; indita no seas tan cara, yo puse los materiales”; “Y en la orillita de un río, a la sombra de un pirul; su querer fue sólo mío una mañanita azul. Y después en la piragua nos fuimos a navegar, ¡qué lindo se movía el agua cuando yo la volví a besar!”; “Quiero ser chofer de tu automóvil y agarrar las curvas de bajada”; “Cuando me aprietan bailando yo me siento sofocar; pero si bailo con Pepe, con Pepe no siento na’; y no es que Pepe no apriete sino que sabe apretar”; “Me ofreciste acompañarme desde la iglesia a mi choza; pero como no llegaste tuve que venirme solo”; “Ya me embriagué con otro hombre, ya no soy Naela para ti”.
La canción ranchera también está llena de referencias al amor físico, acompañado del amor sentimental; donde hay más traiciones, más mancornadoras, y más presunción de donjuanismo. Veamos unos pocos ejemplos:
“Dame la mano, morena, para subir a tu nido; no duermas sola, duerme conmigo”; “Se te olvidaba que el maguey sabía lo que juraste en nuestra noche, y que a su modo él también podría recriminarte con un reproche. No sé si creas las extrañas cosas que ven mis ojos, tal vez te asombren; las pencas nuevas que al maguey le brotan, vienen marcadas con nuestros nombres”; "Rumbos y amores distintos ando en el mundo probando; ya ves mancornadora, y a qué te supo ese trago”; “Las caricias que me hacías son las que se me revelan que estoy contigo, que me estás acariciando”; El cariño comprado ni sabe querernos ni sabe ser fiel”; “Al encontrarme un amor le digo véngase usted, y al rato digo pos no, que no se puede”; “Ya me diste cariño, ya me diste ternura, ya me hiciste feliz; ya después de tus besos y de tantas caricias qué me importa morir”; “No te guardo rencor, yo sé que el dinero cubre los anhelos de tu corazón”; “Eres linda, eres bonita, lástima que seas tan loca, eres como las campanas, todos llegan y te tocan” (en los sesenta Brigitte Bardott cantó, en español “eres chiquita y bonita lástima que seas tan loca, pareces guitarra fina que cualesquiera te toca” con un sabor insuperable); “Para mí la pulpa es pecho y espinazo la cadera; si se larga con cualquiera, que les haga buen provecho”; “Y sé que noche con noche va creciendo más y más”; “Dame más amor, pero más y más; quiero que me beses como tú me besas y después te vas”; “Una gallina variada empolló un guajolotito; eso sucede a menudo con cualquier animalito”; “Ya ves que no es lo mismo amar que ser amado”; “Deja que caiga la noche pa’ que empiece nuestro amor...”; “Las muchachas de hoy en día son como la tuna blanca, cuando ven un peso duro, vámonos pa’ la barranca”; “tengo el pelo completamente blanco, pero voy a sacar juventud de mi pasado… ya verás lo que vas a aprender cuando vivas conmigo”; “Qué bonito entregarse todito completo”; “tú no sabes que por maje me hicieron guaje”; “Me la quiero llevar pa’ mi casa, pa? cantarle y pa? darle la lata”; “Me he de comer un durazno desde la raiz hasta el hueso, no le hace que sea güerita, será mi gusto y por eso… La voy a ver, le voy a hablar, para un asunto particular”; “Cuando dijiste tú adoro este momento, cuando te tuve en mí, en mí pero muy dentro”; “Pues los amores que me entretienen como las olas del mar van y vienen”; “Ni tú ni nadie arrancarán de mi alma los besos que te di; los besos, las caricias y tantas otras cosas que presenció la noche que te entregaste a mí”; “Tengo miedo de buscarte, y de encontrarte, donde me aseguran mis amigos que te vas”; “Ojalá que mi amor no te duela”; “Acaba de una vez, de un solo golpe”; “Quiero que sepas que al verte ajena mi falso orgullo se doblegó”; “¿Quién es ese amigo que ayer te tenía abrazada? Pero, ay qué caray, qué retraidora mujer”; “Cuando estés en los brazos de otro hombre y te creas la más consentida, espero en Dios que te maten dormida, por infame y traidora a mi amor”; “Como soy hombre formal no me gusta tener una, me gusta tener de a dos por si se me enoja alguna”; “Yo me casaría contigo, primero por lo civil”.
Y qué decir de los chachachás.

Nosotros tenemos la culpa. ¿Cómo creímos en quien por tradición pertenece a una tribu de megalómanos, mitómanos, oportunistas, infieles? Debimos haber hecho caso a lo que dice Faulkner: “Hay que confiar en los malos, nunca cambian” (ni las mosquitas muertas).

El domingo no hubo blanqueadas en las Ligas Mayores, pero nueve juegos terminaron con diferencia de una o dos carreras. Ayer lunes otros nueve con diferencia de dos o menos carreras; y de tres blanqueadas, dos por 1-0. Éste es más “Año de Pitcheo” que el “Año de Pitcheo”.

Ahi la llevamos, ahi la llevamos.