tag:blogger.com,1999:blog-49523282841691497102024-03-13T09:07:39.745-07:00errataspuntocomLalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.comBlogger330125tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-35894231700142734502022-01-25T15:55:00.001-08:002022-01-25T15:55:16.454-08:00<p> Kyra Galván, insumisa y rebelde</p><p class="MsoNormal">En el llamado INBAL de los años setenta me invitaron a
visitar los talleres de literatura que coordinaban Augusto Monterroso, de
narrativa, y Juan Bañuelos, de poesía. Tuve el privilegio de ser amigo de
ambos, y de que mi visita no fuera de cortesía. La nómina de los discípulos
ahora asombraría a los lectores, por el buen tino, aunque no todos fueron
logrados pero sí todos célebres.</p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El
taller de Bañuelos dio a las prensas un volumen colectivo, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El cuello de la botella</i>, en donde sobresalía un poema, “Contradicciones
ideológicas al lavar un plato”, de una muy joven y entonces rebelde y
contestataria Kyra Galván, que militaba en un grupo notable más por sus
posturas que por sus logros, el “infrarrealismo”. Tuve en esa época el honor y
placer de reseñar el volumen colectivo y de resaltar el poema de Galván, poema
que en poco tiempo fue incluido en antologías preparadas por Carlos Monsiváis (P<i style="mso-bidi-font-style: normal;">oesía mexicana del siglo XX</i>), José
Joaquín Blanco (… ), Gabriel Zaid (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ómnibus
de poesía mexicana</i>) (posteriormente, Monsiváis la excluyó de una edición
posterior) y una antología de literatura mexicana (Promexa).</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Desde
luego, el poema era la joya de la corona del primer poemario individual de Kyra
Galván, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Un pequeño moretón en la piel de
nadie</i>, editado en 1982 en Editorial Contraste, que funcionaba en la célebre
librería Contraste que albergaba también el cine club Buñuel, ambos patrocinados
por el famoso Raúl Guzmán.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El
volumen, de 83 páginas, adquirió celebridad pese a su escaso tiraje de mil
ejemplares y su mala distribución, una edición sin la belleza que requería el
libro; parte de esa fama se debió a las “Contradicciones…”, que es uno de los
mejores poemas de temática femenina, la voz de una mujer que reclama la
independencia, la libertad, la individualidad de la mujer pero que no renuncia
a la necesidad de maquillaje, al reconocimiento del hombre, ni a la vanidad de
sentirse deseada, al deseo de saber qué se siente ser hombre, ese amigo / amado
/ enemigo / desconocido.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Veintitrés
años después el volumen fue reeditado por La Centena, colección dirigida por Víctor
Manuel Mendiola, coeditada por Verdehalago y Conaculta, con mejor papel,
tipografía más elegante, diseño más profesional. La única diferencia es que la primera
edición estaba dedicada a Tatiana Galván, Juan Bañuelos y Jorge Ayala Blanco, y
la nueva ya sólo a Tatiana, hermana de la autora.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Con
cierta injusticia, Galván adquirió fama por este libro, aunque siguió
publicando otros, de calidad semejante, con algunos hallazgos que la reafirman
como una de las mejores poetisas (término avalado y autorizado por María
Moliner, autora del mejor diccionario del español actual, en palabras de José
Emilio Pacheco) mexicanas; casi todos los poemarios fueron incluidos en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Incandescente</i> (Ediciones Cal y Arena,
2010), edición que no hace lucir la poesía por un diseño más adecuado para la
prosa que para la poesía; ese tomo recopilatorio resalta las virtudes de
Galván: contundencia, brevedad pero no el tono menor que es el que más han
usado muchas de las mexicanas que han escrito poesía: las ideas resaltan, se
asoman, se dejan ver oír y tocar; no son declaraciones de independencia sino de
vivencias, las ideas<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>se dejan escuchar
de una manera contundente, pero no liberan batallas, no relatan experiencias,
no son un llamado a la rebeldía, sin embargo el lector sale transformado después
de la lectura; no incitan pero modifican, provocan cambios aunque el lector no
lo note.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Inédito diamante</i> (I-Kygai, 2018), un volumen
posterior, colectivo como el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cuello de la
botella</i>, y que reúne poemas inéditos de Angelina Muñiz-Huberman, Mariángeles
Comesaña, Liliana Godoy, Ethel Krauze y la propia Kyra, que tuve el placer y honor
de prologar, los poemas incluidos hablan de heroínas que no pueden serlo, que
no alcanzan la emancipación, donde las mujeres siempre serán juzgadas, y más
prisioneras mientras más libres sean.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Ahora me hace llegar,
generosamente, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La cuestión palpitante</i>,
bajo el sello Bon Art, UACM y K-Kygai, su nuevo poemario; luego de un principio
un tanto dubitativo, resurge la escritora de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Un pequeño moretón en la piel de nadie</i>: la mujer que ante el espejo
se interroga, observa a las demás mujeres y sabe que les falta libertad aunque
les sobre voluntad, que se saben iguales a las demás pero al mismo tiempo son
integrantes de un género fuerte pese a sus debilidades, o precisamente por
ellas; la protagonista de las “Contradicciones ideológicas al lavar un plato”
(¿es necesario repetir que es uno de los poemas más importantes de la literatura
mexicana?) se asoma para recordarnos que la suya es una batalla triunfante precisamente
porque todos los días sale derrotada, y se levanta para proclamar una victoria
fugaz pero digna, insatisfecha ante las palabras reconfortantes, nueva víctima como
Cleopatra, Alicia, Helena, Julieta, Penélope; vuelve a vivir esas historias en
que aparentemente pierde pero subsiste su heroísmo, su voluntad, su necedad,
sus ganas de permanecer, de hacer perdurar sus batallas aunque no sienta que
haya ganado, porque su heroísmo consiste en volver a levantarse y no dejar de
luchar.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Más
allá de la temática, hay que insistir en que Kyra Galván es una extraordinaria
poetisa que por un lado personifica la lucha de todas las mujeres, y por otro
lo hace con una voz propia, singular, única en la literatura mexicana.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">¿Es molesto que el lector de 1977
encuentre que la autora de un clásico juvenil persista en la rebeldía de la madurez
después de 38 años? No: los clásicos reviven a diario, persisten a diario, se
reinventan a diario.</p>Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-8018512952382639122021-03-08T11:15:00.001-08:002021-03-08T11:15:21.847-08:00¿Modista o modisto; poeta o poeto?<p class="MsoNormal">Una de las mejores y más divertidas cintas de René Cardona
Jr., con Mauricio Garcés como protagonista, es <i>Modisto de señoras</i>; en ella aparece como diseñador de vestimenta
para artistas y mujeres de la alta sociedad, o cuando menos con suficiente
dinero para adquirir prendas que sólo utilizarán una vez, y que además son
presas del conquistador acosador fornicario que tiene acceso a las damas porque
los maridos cornudos lo suponen joto, homosexual, desviado o cuando menos
amanerado, al que supuestamente le gustan más los hombres que las mujeres.</p>
<p class="MsoNormal"> Esa cinta,
filmada a finales de los años sesenta, para ser exacto, en el 69, perdonando la expresión, se trasmite por televisión pese a los equívocos sexuales, a que
las actrices salen en paños muy menores y a que las manosea Garcés con la
complacencia de ellas y de sus maridos (a una la espía bajo la minifalda cuando
sube por unas escaleras [upskirt, se le llama a ese acto, al que el espectador
no tiene acceso]), y sostiene competencia con otros tres modistos ésos sí
invertidos.</p>
<p class="MsoNormal"> El
problema no es la trama; en esa época los homosexuales en el cine eran vistos
de manera cómica, grotesca, se prestaban al choteo, a la burla; no fue sino
hasta finales de la siguiente década cuando dejaron de ser objeto de burla o de
lástima: “lamentable mariqueta”, le dice Emilio García Riera al personaje
interpretado por Joaquín Cordero en una película de gánsteres, sólo porque se muerde
las uñas; “maricón de mejillas rosadas”, le dijo José de la Colina al <i>Mártir del Calvario</i> interpretado por
Enrique Rambal (no sé si recogió el texto, lo dijo en una mesa redonda en la
Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes el 10 de mayo de 1968, en la
que participaron Carlos Monsiváis, quien habló de las maestras; Juan Vicente
Melo, quien habló de su tía poetisa, Raoul Fornier, de quien no recuerdo su
texto, y De la Colina, quien comenzó su intervención afirmando que descubrió su
cursilería al admitir que le había gustado <i>La
novicia rebelde</i>); sólo después de <i>El
vampiro de la Colonia Roma</i> y de las primeras películas de Jaime Humberto
Hermosillo los homosexuales son personajes apreciables, complejos, y cuando no,
los vemos con simpatía como cuando <i>El
Caballo</i> Rojas llora frente al burdel de <i>las
siete Cucas</i> porque su amante se ha revertido ante las seis hermanas
guapísimas ejerciendo la liberación sexual, o cuando Alfonso Zayas en <i>Bellas de noche</i> le dice a Sasha
Montenegro, refiriéndose a Jorge Rivero, “si a ti te rompió el vestido a mí me
rompe la madre”.</p>
<p class="MsoNormal"> Aunque
a estas alturas la cinta resulta políticamente incorrecta, puede verse por la
correcta dirección, el buen guión, las buenas actuaciones, y las frases
plagiadas a los hermanos Marx, y las menciones de Carlos Monsiváis y José Luis
Cuevas. Lo que está mal es el título: ¿por qué <i>Modisto de señoras</i>? ¿No debería de ser “modista”? Lo alegamos mucho
con los correctores de <i>Novedades</i> y
uno de ellos, el Profesor Mendoza, le asestó a Manuel Gutiérrez: ¿acaso decimos
dentisto, futbolisto, beisbolisto? Aunque sea hombre, debe de ser <i>Modista de señoras</i>.</p>
<p class="MsoNormal"> Pasados
los años, sólo esa película debía de admitirse con el barbarismo.</p>
<p class="MsoNormal"> En
efecto, los diccionarios de la época, incluso el de la Real Academia de 1970
sólo aceptaba “modista”; el Corripio, que debería de ser el oficial para el mundo
de la edición, registra “modisto” pero como barbarismo; sólo que el DRAE de
1992 ya acepta “modisto” como “hombre que se dedica a la confección de vestidos
de mujer”. Para los que se dedican al diseño de la ropa de hombre está el
adjetivo “sastre”, pero no sé si las mujeres que diseñan ropa masculina deben ser
llamadas “sastresas”; finalmente, el DRAE llama o llamaba “choferesas” a las
mujeres que conducían autos (de manera profesional). Pero no, le dicen
“sastra”; así de ridículos. Y en ninguna edición reciente del DRAE admiten
beisbolisto, futbolisto o dentisto.</p>
<p class="MsoNormal"> </p>
<p class="MsoNormal"><i>Modisto</i> es una de
las palabras que muestran que la RAE y los redactores del DRAE se ponen
blanditos a la hora de ser estrictos con el lenguaje, y comienzan a ceder ante
las costumbres o las imposiciones, o ante la corrección política. Y una de esas
corrientes sale a relucir en estos tiempos, en que se pretende lograr la
equidad no con el equilibrio en salarios, en la importancia de los puestos de
más responsabilidad en empresas y gobiernos, en que no se menosprecie la
capacidad de las mujeres en todo tipo de actividades.</p>
<p class="MsoNormal"> Desde
hace mucho tiempo se recalcó que ciertos adjetivos resultaban elogios para los
hombres y vituperios para las mujeres: los ejemplos clásicos: un hombre apodado
“zorro” describe a alguien astuto, ingenioso (como el ahora ya no padre de la
Patria Miguel Hidalgo y Costilla), divertido, mientras que una “zorra” es una
mujer de cascos ligeros, por no decir prostituta; un “hombre público” es
alguien de renombre, famoso o cuando menos popular, mientras que una “mujer
pública” describía a una prostituta; un hombre que conquistaba a muchas mujeres
era admirado por su atractivo, su elegancia, su físico agradable, y que
resultaba irresistible para ellas, por macho o malditillo, y una mujer con
muchas conquistas ya no digamos simultáneas, sino que se le supiera que haya
tenido más de cinco novios (aun si fueran formales) era considerada una mujer
fácil de conquistar y de convencer; un hombre con múltiples experiencias
sexuales era visto como algo normal, mientras que a una mujer que no fuera virgen
antes del matrimonio ya se le consideraba devaluada; y hay muchísimos más
ejemplos de lenguaje denigrante para la mujer aunque para el hombre fuera
elogioso.</p>
<p class="MsoNormal"> Hay
otros ejemplos: la RAE tardó mucho en feminizar no profesiones, sino el título
que se le debería dar a una mujer que ejerciera la misma que un hombre; todavía
en 1970 el DRAE no aceptaba “ingeniera”, “jueza”, “doctora” (aunque sí médica);
una ingeniera era la mujer del ingeniero; una abogada era la esposa del
abogado; una jueza era la mujer del juez (una venganza de zarzuela: en el
“Duelo de paraguas” el hombre da su nombre y la pretendida pregunta ¿el
actriz?, y él contesta “el actor”; otro ejemplo: los actores ejercían su
atractivo sobre las mujeres seduciéndolas y abandonándolas; una actriz de
inmediato era juzgada pecadora aunque los prejuicios la inhibían o dejaban su
atractivo para actos ocultos y censurados).</p>
<p class="MsoNormal"><o:p> <span> </span><span> </span><span> </span></o:p>Que ahora haya más presencia femenina en casi todos los
ámbitos profesionales no aminora la agresividad del lenguaje; en el mejor diccionario
actual de sinónimos, los correspondientes a <i>zorro</i>
son, en uno de sus apartados, disimulado, artero, taimado, astuto, camandulero,
pícaro, pérfido, fullero, marrullero, sagaz, mañoso, ladino, hipócrita,
vulpino; los sinónimos de <i>zorra</i>:
prostituta, fulana, ramera, puta, cortesana, tía, pingo, pelandusca, coima,
buscona, calientacamas; para ahondar más, los sinónimos para <i>cortesano</i> son: palaciego, palatino,
noble, aristócrata, hidalgo, caballero, patricio, camarero y menino; los
sinónimos de <i>cortesana</i>: manceba,
prostituta, ramera, mujerzuela, meretriz, hetera, puta, zorra, buscona,
pelandusca, calientacamas, horizontal, tía, ninfa, pupila, bagaza, coima,
entretenida, mantenida, pendanga y pingo. El desequilibrio es notorio.</p>
<p class="MsoNormal"><o:p> <span> </span><span> </span><span> </span></o:p>Ya iba siendo hora de desfacer entuertos y que no se cayera
en discriminaciones; pero antes que la justicia etimológica o lexicográfica,
buscaron una igualdad que no lo es: feminizar oficios, palabras, orígenes; hace
unos días una ambiciosa política, al saludar el día del ejército, envió
felicitaciones a “los soldados y las soldadas”; claro que no podía usar
“soldaderas” porque tiene otro sentido, pero bastaba con decir “soldados”, que
abarca todos los géneros; ya antes, un presidente en ejercicio habló de “los
cetáceos y las cetáceas”; se ha llegado al ridículo de añadir el femenino de
todo sustantivo o adjetivo masculino; en Argentina y en España han pedido que
esa manera de hablar se traslade a las constituciones políticas de esos países,
a lo que se han negado los académicos y legisladores, por el sobrecosto y por
lo inútil de un gesto que en nada añade a la igualdad de género.</p>
<p class="MsoNormal"> (El
único aceptable es el usado por Salvador Novo en un soneto incluido en <i>Sátira</i>, del que tomo los tercetos
finales: </p>
<p class="MsoNormal"> Y como
en el vestíbulo nefando<br />
sonara ronco y múltiple
rugido<br />
ujieres acudieron en
desbando;</p>
<p class="MsoNormal"> Y
hallaron al Ministro divertido,<br />
verónicas y estoques
acordando<br />
con mozos –y con mozas—
del Partido.)</p>
<p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal">Lo que en los primeros 60 años del siglo XX, para no hablar
de otros siglos que no vivimos, ser macho es ser mexicano, altivo valiente y
bravo a ver quién lo tomaba a mal; ahora el machismo es alguien que se burla de
las mujeres, las sojuzga y les impide el paso a puestos y salarios superiores;
machismo es despreciar a las mujeres sólo por serlo, con el riesgo de que quien
reprende a una mujer por un trabajo mal hecho es sojuzgado, considerado
injusto, gansteril, aunque tenga razón en la reprimenda. Desde entonces
comenzaron a señalar al macho mexicano, a lo que se respondía con argumentos
contundentes: en el reino animal hay tres especies: macho, hembra y
hermafrodita; no soy hembra ni hermafrodita, por lo tanto soy macho; y nací en
México, por lo tanto soy macho mexicano…</p>
<p class="MsoNormal"> Que ya
haya juicios legales o sociales no significa que hayan terminado las
injusticias laborales, sociales, sexuales, sólo que hay un elemento nuevo:
cualquier elogio del hombre puede ser interpretado como insinuación sexual;
decirle guapa o hermosa a una compañera de trabajo conlleva el riesgo de ser
acusado de acosador, de que detrás del elogio haya una intención sexual, y que
cualquier oferta de trabajo está aparejada con un pago en especie. Nada dicen
de las insinuaciones de las mujeres, agravadas si se dirigen al jefe o capataz…</p>
<p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal">Las palabras llevan una carga indisociable, aunque haya
cambiado a lo largo de los últimos años; si antes se presumía de ser macho,
ahora admitirlo es admitir una culpa aunque no se cometa delito ni agravio; al
contrario, en muchos lados muchas mujeres consideran que deben otorgárseles
cargos aunque no sean más capaces que el jefe; las secretarias ya no guardan
secretos para auxiliar a sus superiores en sus funciones, más bien aspiran a
suplirlo oficial u oficiosamente. Y semánticamente, ser secretario, a menos que
se trate de un cargo político, era y es denigrante, sospechoso de inversión
sexual.</p>
<p class="MsoNormal"> Así, a
finales de los años sesenta, ser modisto, palabra que no existía para la RAE y
menos para el DRAE, era calificado de homosexual, palabra y conducta que ha
dejado de ser denigrante en esta tercera década del siglo XXI. Y ya es admitido
en la RAE y en el DRAE aunque aún no admitan ni una ni otro dentisto,
beisbolisto o futbolisto, ni dentista es ser esposa de un dentisto…</p>
<p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal">Ni la RAE ni el DRAE califican, sólo definen, pero en 1969 decir “modisto” calificaba a un hombre que ejercía un oficio aparentemente
destinado sólo a mujeres; por lo tanto,
era homosexual, maricón, invertido, joto… 52 años después el chiste pierde
gracia, aunque ni Mauricio Garcés ni los otros modistos de la cinta perdieron
gracia aunque haya que ver la película en un contexto diferente…</p>
<p class="MsoNormal"> En el
Casares, que desde luego no registra “modisto”, ni modista como esposa del
modisto, hay una curiosa errata: en <i>Poesía</i>
se registra poeta, y poetista, que seguramente hará enojar a muchos, menos a
quienes se dedican a pescar erratas o moscas (en el lenguaje de la corrección:
Martí Soler las coleccionaba, igual que Tito Monterroso); desde luego, en el
Corripio no se incluye “poeta” como mujer del poeto.</p>
<p class="MsoNormal"> Hay
curiosidades: se acepta <i>presidenta</i>
como mujer que preside algo, pero en 1972 la segunda acepción era “mujer del
presidente”; asistente, desde entonces y ahora, acepta el femenino, <i>asistenta</i>, pero las definiciones son
poco recomendables: mujer que sirve de criada en una casa donde no reside y
cobra por horas; y sigue siendo la “mujer del asistente”.</p>
<p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal">La insistencia de la igualdad lexicográfica ha tenido
simpatía entre la gente, pero se puede pensar que no seguirá durante mucho
tiempo; un aprendiz de periodista le sugirió a Mario Vargas Llosa que para
sintetizar una frase, en vez del machista “todos” usara “todes”, y puso cara de
ofendido ante las carcajadas del escritor y tuvo que aguantar la explicación
del masculino que abarca ambos géneros. Pero abundan quienes usan <i>todes</i>,<i> todxs</i> y hasta <i>tod@s</i>,
incluso en editoriales que se suponen serias. Hay excesos aún más excesivos: ya
se habló de las <i>soldadas</i>, pero
algunas hablan de las <i>miembras de la
jurada</i>, y otras que se refieren no a las maestras, sino a <i>la cuerpa</i> de maestras. Su ignorancia no
las ha llevado a resolver un dilema: ¿habrá que hacer nuevas ediciones del <i>Quijote</i>, de <i>Romeo y Julieta</i> (¿o será <i>Julieta
y Romeo</i>?), de <i>Ulises</i>? ¿Cuál será
el resultado? Por lo pronto, será una buena oportunidad para que lean esos
libros por una vez en su vida.</p>
<p class="MsoNormal"> Con
frecuencia se afirma que la RAE ya aceptó lo que llaman “lenguaje inclusivo”,
repudiado por académicos y en especial por Concepción Company, con muy buenos
argumentos, pero insisten con tanto ardor como cuando las poetisas se ofenden
cuando se les refiere con el término poetisas, e insisten en que se les diga
“la poeta”, barbarismo rechazado por Seco, Corripio y desde luego por Casares,
pero el DRAE ya acepta, en sus últimas ediciones, que poeta ya no es un hombre
que escribe poesía, sino una persona que la escribe y que tiene talento para
hacerlo; despuesito sigue poniendo <i>poetisa</i>
pero en un lugar y una definición vergonzantes (ojo: fijarse que para mencionar
dos palabras diferentes y de diferente género en plural se pone primero el
masculino, después el femenino y el plural es masculino; de eso no reniegan).</p>
<p class="MsoNormal"> Desde luego,
ni la RAE ni el DRAE han caído en el error de aceptar “el y la”, “los y las”, “las
y los”, ni mucho menos “todes, todxs o tod@s [impronunciables, dice Company Company de
los dos últimos], pero hay editoriales que invitan a ver “todxs sus libros”…</p>
<p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal">La principal razón para repudiar el adjetivo-sustantivo <i>poetisa</i> es porque afirman que es
denigrante; para designar a los malos poetas, hombres y mujeres, existe <i>poetastro</i>, bastante elocuente; <i>poetisa</i> (no <i>poetiza</i>) está en todos los diccionarios, incluidos los más
recientes del DRAE: está en todos los Corripio, Casares, Seco; éste afirma que
ya en la época “clásica” se le decía <i>poetas</i>
a las mujeres, pero al lado de otros adjetivos, sustantivos y pronombres denigrantes; y el <i>Diccionario de dudas</i> de Seco, de 1961,
afirma que decirle <i>poeta </i>a una
poetisa es sólo una moda; el Nuevo Seco, de 2011, es más contundente: sólo se
admite cuando se habla, en plural, de <i>poetas</i>,
hombres y mujeres, pero al hablar sólo de ellas es claro: <i>poetisa</i>.</p>
<p class="MsoNormal"> Más
contundente aún: Juan Domingo Argüelles afirma que así como el femenino de <i>sacerdote</i> es <i>sacerdotisa</i> y no “sacerdota”, el femenino de poeta es poetisa;
también lo afirma Martínez de Souza, y sobre todo María Moliner quien en su <i>Diccionario de uso del español</i> no admite
poeta en femenino: es <i>poetisa</i>. </p>
<p class="MsoNormal"><o:p> <span> </span><span> </span><span> </span></o:p>Pero las “poetas” han invadido hasta donde no deberían: la tercera
edición (o segunda, porque la segunda era sólo reimpresión sin cambios de la
primera) de <i>Antología del Modernismo </i>(2020, Ediciones Era),
hacen que José Emilio Pacheco le diga “poeta” a María Enriqueta, cuando en
primera y segunda ediciones le dice poetisa… Es imprescindible que para editar
a alguien, hay que conocer su obra; quien “modernizó” el
adjetivo-sustantivo-pronombre poetisa para María Enriqueta (“con el mismo tono
que sus contemporáneos [Urbina Gutiérrez Nájera, Othón] y que los
Contemporáneos [Novo, Villaurrutia, Pellicer], María Enriqueta dio el tono
femenino a unas generaciones que buscaron una nueva sensibilidad en un México
que se desgarraba persiguiendo un cambio definitivo…”), desconoce que Pacheco escribió:
“Varias amigas me han dicho que ven una injuria machista en el término poetisa
y piden que las llamemos simplemente poetas. Con Luis González de Alba creo,
por el contrario, que es un acto de respeto llamar poetisas a las mujeres que
escriben poemas, así como decimos la doctora y no la doctor, la abogada y no la
abogado, etcétera. (“Poetisas del Japón, <i>Aproximaciones</i>,
Libros del Salmón, 1984, pág. 145).</p>
<p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal">Hay quienes dictaminan que el lenguaje debe de modernizarse,
¿pero imaginan la tarea enorme e inútil de agregar “los y las” (o “las y los”,
para mayor corrección política) en libros como <i>El amor, las mujeres, la muerte y otros temas</i>,<i> </i><i>Cien años de Soledad</i>, <i>Madame
Bovary</i> o peor, <i>Guerra y paz</i>?</p>
<p class="MsoNormal"><span> </span><span> </span><span> </span>Y el colmo del lenguaje feminizante: aunque la pandemia se
debe a un virus, un coronavirus, y la enfermedad se llama Covid 19, ahora los
diarios lo llaman “la covid”. </p>Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-29146107432188396262020-05-17T15:45:00.001-07:002020-05-17T15:45:24.656-07:00¿Dios está de vacaciones?<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Garamond, serif; font-size: 12pt;">Uno
de los episodios más recordados de la televisión, gloriosa, de los años
cincuenta y sesenta, </span><i style="font-family: Garamond, serif; font-size: 12pt;">Dimensión
desconocida</i><span style="font-family: Garamond, serif; font-size: 12pt;">, narra la desventura de un hombre, perseguido por esposa y
colegas por su afición por leer, y que es el único sobreviviente de una
tragedia, una hecatombe, que destruye la vida humana, porque la explosión lo
encuentra en una bóveda subterránea donde no entra la explosión ni la
contaminación; para su desgracia se le rompen los lentes sin los cuales está
completamente ciego.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;">La
única noción que tenía de la “Gripe Española” que hace poco más de un siglo
diezmó la población mundial, era la vida de la excelente escritora Mary
McCarthy, huérfana ella y su hermana a causa de aquella enfermedad que abarcó medio
mundo; en <i>Memorias de una joven católica</i>
relata no esa tragedia familiar y mundial, sino las consecuencias, el mal trato
de sus parientes que la condujeron a la rebeldía y por ende a la literatura.
Todo lo demás son recortes periodísticos, pero no soy rata de hemerotecas; hay
que recordar que en aquella época México vivía más los terrores de las luchas
entre facciones revolucionarias, y las carencias de alimentos, ropa, vida común
y corriente pesaron más que los fallecidos por una enfermedad que no tenía
antecedentes cercanos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;"> Conozco otros relatos estremecedores
condensados en una cinta mala pero ejemplar, en la que un hombre debe sustituir
a Dios por unos días, y se pregunta si antes Dios se había ausentado por
vacaciones, y viene una respuesta contundente: ¿te acuerdas del siglo XIII?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;"> Apenas comenzado el sexenio los que
vivimos más en los libros que en la vida real nos estremecimos con la noticia
de que los nuevos inquilinos de Palacio Nacional estaban aterrados por la
cantidad de gatos que andaban por los jardines de lo que fue la residencia
presidencial y luego sólo las oficinas del Poder Ejecutivo, y pensamos que sólo
era una muestra más de su ignorancia, pues desconocían las consecuencias
sufridas en la Edad Media cuando decidieron exterminar a los gatos en Europa, y
en pocas semanas llegó la Peste Negra que exterminó a más de la tercera parte de la
población del mundo conocido entonces. Y fue un presagio de que México viviría
una tragedia que exterminara a gran parte de la población.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;"> Cuando llegan las cifras de la
cantidad de contagiados y quién sabe por quién, uno se estremece; pero se
aterra al ver que entre los ya centenares y luego millares de fallecidos se
encuentran amigos, conocidos, gente a la que uno admira por su obra, por sus
acciones, por su simpatía; el sentimiento es de inseguridad y al rato de
incertidumbre; si en la Edad Media la tercera parte de la población resultó
afectada, ¿ahora qué porcentaje abarcará por la velocidad y la contundencia de
un virus que no se conocía y luego resulta que sí, y que fue por culpa de las
costumbres exóticas en el Lejano Oriente (uno de mis mejores amigos vive allá,
y nos cuenta que comen de todo, si corre); que la ignorancia y la
prepotencia de los gobiernos o de los gobernantes contribuyó a que hubiera más
enfermos; que las noticias alentadoras de los científicos son desmentidas al
día siguiente; que ya pronto se acabará lo más grave, en unos cuatro o cinco
meses, y que mientras nos atengamos a lo que Dios diga, si es que no está de
vacaciones?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;">Al
leer la excelente obra de Adolfo Gilly, <i>Felipe
Ángeles, el estratega</i> (Ediciones Era, 2019) uno entiende la angustia vivida
por la ciudad de México en 1911, cuando los disparos de la Ciudadela daban en
todos lados menos en Palacio Nacional; cuando la gente salía en busca de
alimentos y se topaba con una bala perdida; cuando muchos hombres quedaron
atrapados en sus oficinas o en otras casas, y durante esos diez días (no quince,
como afirman los historiadores ignorantes) no supieron de sus parientes, y
luego se enteraron que fueron quemados sus cadáveres sin que hayan tenido culpa
o responsabilidad; esos relatos, ya leídos en libros de Fernando Benítez, Katz,
Brading, Knight, Ross, Silva Herzog, Blanco Moheno, Martín Luis Guzmán y sobre
todo Alfonso Reyes, parecían lejanos, ya superados.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;">Nos
invade una nueva palabra: pandemia, que al principio sonó menos fuerte que
epidemia, pero ahora suena a confinación, a encerrona, al aviso de una división
social, a la inminencia de una crisis económica como se vivió de 1911 a 1915,
en que las familias emigraban a provincia y de nuevo a la ciudad de México (que
iba de Izazaga a Peralvillo y del actual Circunvalación a la calzada de la
Verónica, hoy Circuito Interior). A familias que de un momento a otro se
arruinaron; a familias que se desintegraron (nada tan patético que aquella
cinta, <i>Vino el remolino y nos alevantó</i>,
con una canción premonitoria: “haremos de cuenta que fuimos basura, vino el
remolino y nos alevantó”), y al mismo tiempo quienes se aprovecharon y se beneficiaron
y se hicieron millonarios a costa de la mayoría, y de los políticos
oportunistas que incrementaron sus fortunas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;">A
los que no somos activistas nos tomó desprevenidos: por cuestiones de edad nos
ven feo los que se piensan jóvenes; tenemos restringidos los horarios, y vemos
cómo disminuyen las provisiones; ¿llegará el momento, como en la rebelión de
1854, en que la gente abandone a sus mascotas y a los viejos a la buena de Dios,
como insinúan las autoridades sanitarias?; ¿llegará un momento en que los
científicos consigan una vacuna que cure de este virus a costa de la braquicardia
o de un tumor fulminante en el hígado? ¿Habrá quién confiese sus pecados
pensando que ya llegó a su fin, y luego resulte que no?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;"> En lo personal no me queda más que
la lectura, la música y películas viejas; pero en una de esas ocurrencias en
que la tecnología falló, me quedé sin los retos diarios, sin noticias frescas,
víctima de la escasez de ingenio de quienes programan cine por tv, a ver las
mismas cintas toda la semana, y dobladas y además con letreritos; como me niego a escuchar música por internet,
debo elegir por la mañana los discos que disfrutaremos todo el día, con la
condición de que le gusten a Gibbs, nuestro tiránico gato, y contestar que no,
que por mucho que fuera amable Óscar Chávez no fuimos tan amigos como para
escribir una crónica de nuestros encuentros y que desenmascare sus travesuras; que conocí a Yoshio y disfruté de su simpatía y buena voz; que fui uno más de los muchos amigos de ArturoTrejo, mejor amigo que escritor, y miren que es un excelente escritor; que no conocí a Pilar Pellicer pero sí a su hija.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;"> Como la peste que azotó en Londres
hace cuatro siglos, ésta revela quiénes son solidarios, quiénes egoístas;
quiénes ayudan al prójimo, quiénes buscan su beneficio personal; la ineptitud
de los gobernantes, en especial de América Latina, los llevará a su ruina y
serán expuestos como los verdaderos culpables, como revela el diario de Daniel
Defoe; y como en ese libro, difícil de leer en estos momentos por lo actual de
la problemática, y también como en esa época, la escasa empatía de quienes en
razón de su edad se creen invulnerables, incapaces de cooperar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;">Todo
eso se hace más difícil porque el primer día de la contingencia se cayó un
miserable, casi insignificante tornillo de mis anteojos, y el que pusimos de
repuesto también se cayó, y no tengo otro repuesto, y los anteojos de remplazo
amenazan con doblarse, caerse, y dejarme inútil para el cine por tv, para leer,
y como una incapacidad devela las otras, tampoco podría oír bien.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: ES-MX; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">Soy un no creyente; más hereje que ateo, pero no
creo que las oraciones sirvan más que como consuelo y confort, pero si de algo
sirve, estoy dispuesto a ser menos descreído si alguien logra que Dios regrese
rápido de sus vacaciones, y que nuestros actuales gobernantes sean castigados </span><span style="font-family: Garamond, serif; font-size: 12pt;">por
su ineptitud y su torpeza política y social (aunque no por eso deje de ser
hereje).</span><br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;"><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-17463499739740870312020-04-09T17:23:00.001-07:002020-04-09T17:23:44.607-07:00El gesto más femenino <br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Garamond, serif; font-size: 12pt;">Desde
el libro de Álvaro Custodio, hasta los más recientes títulos de Jorge Ayala
Blanco, he sido lector de los críticos del cine mexicano; desde el entusiasmo
acrítico de Carlos Monsiváis hasta los amargados que rechazaban todo excepto
Buñuel. Y creo que he visto tanto cine como ellos, por gusto más que por
obligación; y así como cito al azar frases de novelas y poemas o canciones
cuando alguien me confiesa algún episodio turbio o inconfesable de su vida,
también digo, casi inconscientemente, frases de alguna película; carezco de
expresión corporal, entonces no imito el gesto festivo de Andrés Soler cuando
pellizca la nalga de alguna extra, ni me hago el disimulado como cuando Pedro
Infante pasa atrás de una fila de asistentes a una fiesta y respingan todas las
mujeres (¡en una cinta de Fernando de Fuentes, él, que trata a sus personajes
femeninos con tanta delicadeza!), ni menos puedo quebrar la cintura como Juan
Orraca al exclamar “qué mortificación” en <i>Me ha gustado un hombre</i>, o como Arturo Martínez cuando exclama
“de limón la never” en <i>Quiéreme porque me muero</i>, ni sé llorar en silencio como
Sara García.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>He leído miles, quizá decenas de
miles de páginas sobre cine mexicano, y otras tantas sobre otros cines, y sé
cómo han cosificado a la mujer: desde la abnegada y sufrida esposa que a lo
mejor días antes de morir estalla y le hace ver a su viejo todo lo que la ha
maltratado, hasta la mosquita muerta a la que le sorprenden en su jugarreta
para casarse con un buen partido (y lo peor de todo, sin necesidad); sé que hay
apenas una variedad de papeles femeninos: la esposa que se aguanta todo, la que
se arrepiente de no arrepentirse en el último momento, hasta las jovencitas
desenfrenadas que tendrán que pagar con la humillación y obligar a los padres a
pagar una deuda nomás por confiar en la sinceridad de un hombre; reconozco la
escasa variedad de papeles de Yolanda Varela (quien sólo en una cinta, la peor
de su carrera, enseñó las pantarraf, que es el primer paso a la perdición), sé
que María Félix sólo tuvo una expresión facial verosímil en toda su carrera;
que Dolores del Río muestra las ganas de bailar con Fred Astaire cuando debe
aguantar al malencarado Pedro Armendáriz, siempre con la cursilería a flor de
piel; sé que Marga López sólo es verosímil cuando se aguanta las lágrimas o
cuando se arrepiente de haber dado un mal paso; sé que Rosita Arenas invita al
soft-porn con su expresión coqueta, y que Rosita Quintana va a sorprender a su
marido cuando le salga lo machorra.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Todos los críticos, en especial los
mexicanos, ha escrito lugares comunes sobre los personajes femeninos, pero a
todos se les ha pasado el gesto más común en ellas: lo hacen maravillosamente
Sara García y Prudencia Griffel; con él muestra su masoquismo Andrea Palma; es
el último acto de Ema Roldán antes de rebelarse; es el gesto con que se esconde
la inconformidad de Angelines Fernández; es la aceptación de Silvia Derbez de
que la juventud se fue, y no lo hace Silvia Pinal porque es demasiado libre, ni siquiera cuando está dispuesta a todo con tal de divorciarse de Cruci;
aunque pudiera pensarse que está reservado para las esposas que ya no son recién
casadas, lo han hecho casi todas las actrices de cuando el cine era cine; lo
hace incluso Pedro Infante pero pasa inadvertido; lo hace con gracia Julián
Soler, y es del que se salva Joaquín Pardavé, nomás eso faltaba.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Estoy asombrado de que no lo haga
notar en ninguna de las cintas reseñadas o estudiadas por Emilio García Riera,
de que se le haya pasado a Jorge Ayala Blanco, de que Monsiváis, tan fijado, no
lo haya resaltado, y ni pensar en las pocas cintas mexicanas reseñadas por José
de la Colina, mucho menos Francisco Sánchez y está muy lejos de haberlo
observado el rebelde sin causa Luis Arrieta Erdozáin. Mucho menos lo hacen notar
las mujeres, no digo críticas, cuando menos reseñistas: lo han hecho casi todas
las actrices: salen inesperadamente de la cocina, requeridas por el esposo
colérico a causa de un mal hijo o de una hija engañada; o cuando llega un
visitante al que no esperan; cuando surge un imprevisto y debe enfrentarse al
destino: secarse las manos con el delantal: ése es el auténtico gesto de
sumisión, de abnegación, de resignación; lo hacen hasta las intrusas que entran
a trabajar de sirvientas a casa del amante, nomás por quitarle lo coscolino y
hacerle ver que la esposa seca los trastes mejor que ella; lo hacen hasta las
farsantes que quieren desenmascarar y poner en aprietos a quien le hace
propuestas indecorosas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Desde luego, y me expongo a que las
lectoras me refuten y muestren que esa escena se repite en algunas novelas, no
hay en la literatura, al menos para adultos, que las mujeres se sequen las
manos porque vieron interrumpidos sus quehaceres, que en general se limitan a
lavar los trastos después de comer.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Las mujeres modernas, al menos las
protagonistas de las novelas de Jorge Ibargüengoitia, se abstienen de esa labor
meramente femenina porque son personajes de la cultura; otras, porque hubo una
intrusión que impide la función de los delantales (o mandiles), que consiste en
que ya no son de tela sino ahulados; por ello, ya no se secan las manos. La
modernidad las alcanzó.<o:p></o:p></span></div>
<br />Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-18206330718315605402019-12-27T18:21:00.003-08:002020-01-05T08:41:18.481-08:00<br />
<h1>
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-weight: normal;">También a JEP lo seguían las erratas</span></h1>
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">José
Emilio Pacheco tenía la costumbre de enmendar las erratas más visibles, cuando
alguien le pedía que le dedicara algún ejemplar de alguno de sus libros.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">La
tarde de un lunes de mayo de 1970 (una semana con pocos días hábiles porque el
1 era lunes, festivo, y el viernes era 5, en esas épocas, también festivo, por
lo de la batalla de Puebla con lo que el puente natural era enorme; no estaban
ni Benítez ni Rojo, sólo él y una visita: Juan Manuel Torres), en el tapanco de
la casona en Vallarta 20, domicilio de la revista <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Siempre!</i> y en donde, alrededor de una mesa no muy grande, Fernando
Benítez, Vicente Rojo y el propio Pacheco (y ocasionalmente Carlos Monsiváis)
revisaban originales, los marcaban, los corregían, y Rojo los imaginaba sobre
las sábanas que formaban el suplemento <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La
Cultura en México</i>, le puse enfrente un ejemplar de la segunda edición de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El viento distante</i>, lo tomó y buscó la
página 62, en el relato “La reina” y con su flair negra enmendó una errata; en
vez de “…llegaste para que nadie dijera que me cortejeabas…” tachó la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">e</i> sobrante y quedó “cortejaba”; se fue a
la página 93, “Virgen de los veranos”, y en el segundo párrafo de esa página,
el sexto renglón, agregó un “<span style="font-variant: small-caps;">de”</span>
para que fuera la frase verdadera, “[dán-]dome órdenes paquí y pallá como si <span style="font-variant: small-caps;">de</span> verdá…”; aun se fue a la página 105,
de “No entenderás”, y en el cuarto renglón del último párrafo tachó “botes” y
en su lugar, con letras mayúsculas pero diminutas puso <span style="font-variant: small-caps;">“latas”</span>; tres erratas en un libro no es para alarmar a
nadie, excepto para los que habitan el país de los editores y correctores.</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">En
Ediciones Era no había la costumbre, ni la hay, de anotar quién era el
responsable de la edición, pero es de creer que el libro lo corrigió el mismo
Pacheco, quien siempre se mostró orgulloso, aunque discreto, de su oficio de
editor. Era el responsable, ante la indiferencia de Monsiváis, de las
correcciones en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La Cultura en México</i>.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Ese
mismo día me firmó <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El reposo del fuego</i>,
primera edición (que compré por 13 pesos, seguramente en la Librería Zaplana),
del Fondo de Cultura Económica, 1966, aún regido por Arnaldo Orfila Reynal, y
que estuvo a cargo el propio Pacheco, según reza el colofón. Tampoco hizo
enmiendas a <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los elementos de la noche</i>,
publicado por la <span style="font-variant: small-caps;">unam </span>en 1963, en
la colección Poemas y Ensayos dirigida por su jefe y amigo Jaime García Terrés;
la edición estuvo al cuidado de Jesús Arellano y del propio Pacheco.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Jesús
Arellano, uno de los poetas más curiosos que ha existido en México, era un
excelente corrector, autor de un manual de corrección que no ha perdido
actualidad excepto por el hecho de que los libros ya no se hacen en linotipo
(que exigía más cuidado, pues una letra de más o de menos no podían
condensarse, como ahora con los libros hechos en computadora, y no con
programas tipográficos, como el Compugraphic, a principio, en los años
ochenta). Y Arellano estuvo al cuidado de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Antología del Modernismo</i>, una de las mejores que se han hecho en
México, y que es motivo de esta nota.</span><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-acWzmxmmvcM/Xga7Wt9lloI/AAAAAAAAAUw/UnSYC8wi4sE7-d94JQrB6I0k0LeTnVYeACLcBGAsYHQ/s1600/Errata2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="872" data-original-width="1600" height="174" src="https://1.bp.blogspot.com/-acWzmxmmvcM/Xga7Wt9lloI/AAAAAAAAAUw/UnSYC8wi4sE7-d94JQrB6I0k0LeTnVYeACLcBGAsYHQ/s320/Errata2.jpg" width="320" /></a></div>
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">El
cuarto libro que me autografió esa tarde fue <i style="mso-bidi-font-style: normal;">No me preguntes cómo pasa el tiempo</i>. Fue el tercer ejemplar de ese
libro que compré; me gustó muchísimo y quería que mis amigos lo leyeran, así
que le di un ejemplar a Patricia Proal y después otro no recuerdo si a Rubén
Maní o a Arturo Olvera. Y para no seguir comprando, le pedí a Pacheco que me lo
firmara, y él me dijo que prefería no hacerlo para que lo siguiera obsequiando.
Ese ejemplar, libro preferido entre casi todos sus lectores, también sufrió
enmiendas: en “Crónica de Indias”, en el verso “a cuando natural se nos opuso”
corrigió: <span style="font-variant: small-caps;">cuanto</span>, con tinta negra;
cuando la vi le dije que ya la había advertido. Puso cara de simpatía y asombro,
y me dijo: “me da gusto que la haya visto”. En “Vanagloria o alabanza en boca
propia” aumentó: “Infatigable”; quedó “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">infatigablemente</i>”.
“Mejor que el vino” mejoró con un acento que falta en el último verso: “a
guardar tales ansias para solo tu lecho nocturno” a “a guardar tales ansias
para <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sólo</i> tu lecho nocturno”.</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-d6agGL73brM/Xga7ee2rr2I/AAAAAAAAAU0/KZx6SLYil5kVuTMYs4mSlo83oHm5z5LhACLcBGAsYHQ/s1600/Errata3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="988" data-original-width="1600" height="197" src="https://1.bp.blogspot.com/-d6agGL73brM/Xga7ee2rr2I/AAAAAAAAAU0/KZx6SLYil5kVuTMYs4mSlo83oHm5z5LhACLcBGAsYHQ/s320/Errata3.jpg" width="320" /></a></div>
Es de
recordar que, como Gabriel Zaid, Pacheco tampoco aceptó las sugerencias de la
Real Academia de la Lengua en cuanto acentos que considera innecesarios, y los
siguió usando. En las “Aproximaciones” aumentó con “Sobre la traducción de
Robert Lowell” el título “De la ‘Décima Sátira’ de Juvenal”. Y en el epígrafe
de “Legítima defensa” agregó el artículo “the” en la última línea: “For time is
endless and <i style="mso-bidi-font-style: normal;">the</i> world is wide”. Tres
erratas y dos añadidos en todo el tomo no son para avergonzar a nadie, pero a
Pacheco lo atormentaron. Mi edición tiene tres dedicatorias, la de 1970, una
posdata de 1980 y otra del mismo 1980, meses después.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-SkWBI5Z0ou4/Xga7m3-1BvI/AAAAAAAAAVA/G7z20SOxQJcfRoJDx4TTpWiLeNNaBcO5QCLcBGAsYHQ/s1600/Errata%2B4.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1094" data-original-width="1175" height="297" src="https://1.bp.blogspot.com/-SkWBI5Z0ou4/Xga7m3-1BvI/AAAAAAAAAVA/G7z20SOxQJcfRoJDx4TTpWiLeNNaBcO5QCLcBGAsYHQ/s320/Errata%2B4.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Irás y no volverás</span></i><span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">, publicado por el
Fondo de Cultura Económica en 1973, bajo un equipo ya comandado por José C.
Vázquez, tiene en cambio diez erratas, entre moscas (término para describir una
letra de más, o una por otra, o acentos inútiles), títulos incompletos, versos
incompletos, marcados minuciosamente en mi ejemplar por la mano de Pacheco; no
describiré sino una sola anotación: la leyenda en el colofón donde dice que fue
el propio Pacheco quien corrigió el libro, quedó, gracias a una dele, “La
edición <span style="font-variant: small-caps;">no</span> estuvo a cargo del
autor”.</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-VkXRZxih9Uc/Xga70_foQYI/AAAAAAAAAVM/1bUSnIqSnoYjstB7LEyf7kYgTC2iKxDEgCLcBGAsYHQ/s1600/Erratas%2B6.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="987" data-original-width="1449" height="217" src="https://1.bp.blogspot.com/-VkXRZxih9Uc/Xga70_foQYI/AAAAAAAAAVM/1bUSnIqSnoYjstB7LEyf7kYgTC2iKxDEgCLcBGAsYHQ/s320/Erratas%2B6.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Islas a la deriva</span></i><span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">, publicada por Siglo
XXI Editores, sin ninguna errata, proclama orgullosa que la edición estuvo a
cargo de Martí Soler y el propio Pacheco.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">A
partir de entonces Pacheco no me dejó adquirir sus libros: o me los entregaba
en un restaurante o me los hacía llegar mediante la editorial, algunos
dedicados, otros después, previa cita, como dice el pleonasmo más citado en
estos tiempos. Los dos últimos, me dijo con un tono de asombro, que sólo yo los
había reseñado. Regresaré después con sus diferentes <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tarde o temprano</i>, uno de ellos, el único revisado por mí, en
circunstancias simpáticas (pese a que, por diferentes versiones, se me
adjudicaron varios, pero era más un mensaje de amistad que otra cosa).</span><br />
<br />
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Morirás lejos</span></i><span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">, su extraordinaria
novela a la fecha no valorada como se merece, tiene varias anotaciones, casi
todas curiosas; como era costumbre en Joaquín Mortiz, una de sus editoriales
favoritas, no se consigna el nombre del responsable de la edición; también como
se sabe, el trabajo sobrepasaba a don Joaquín Díez-Canedo y a Bernardo Giner de
los Ríos, y entonces favorecían a diferentes escritores a quienes encargaban
dictámenes (con resultados variables), redacción de las solapas o la corrección
del manuscrito o de las páginas (también con resultados variables; eso se sabe
por indiscreciones de Vicente Leñero en el peor de sus cuentos; por una reseña
de José de la Colina a <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Desconsideraciones,
</i>de Juan García Ponce, y mi experiencia: en Equipo Creativo hicimos las
portadas de algunos libros, en especial <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cadáver
lleno de mundo</i>, de Jorge Aguilar Mora); la primera de varias erratas que
Pacheco marcó en mi ejemplar está en la primera página: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">fútbol</i>; para los lectores actuales debe sorprenderles que lo haya
corregido suprimiendo el acento, porque ahora varios periódicos, como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Universal</i>, usan el acento en esta
palabra, lo mismo que en beisbol, y sobre todo, las televisoras y las agencias
noticiosas usan ese acento hispano y argentino, pero que en México no debe
usarse, tal y como atestigua el Diccionario de la Real Academia Española; en la
penúltima página hay otra corrección: <span style="font-variant: small-caps;">ideal</span>
por “irreal”, que en efecto cambia el sentido de la frase.</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-kZx0ZxBYDqs/Xga8DOG2oAI/AAAAAAAAAVY/HbB0jzAMWMUQoseyyc4HMzpdKoKJE6gbwCLcBGAsYHQ/s1600/Errata%2B7.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="801" data-original-width="1500" height="170" src="https://1.bp.blogspot.com/-kZx0ZxBYDqs/Xga8DOG2oAI/AAAAAAAAAVY/HbB0jzAMWMUQoseyyc4HMzpdKoKJE6gbwCLcBGAsYHQ/s320/Errata%2B7.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Pero
hay otras marcas: en la página 50 un <span style="font-variant: small-caps;">de</span>
por un <span style="font-variant: small-caps;">en</span>; en la 94 suprimió una
coma; en la 111 suprimió una <span style="font-variant: small-caps;">n</span> y
en la 135 cambió un <span style="font-variant: small-caps;">de</span> por un <span style="font-variant: small-caps;">en</span>. Nada que cambiara el sentido, pero
no dejó de marcarlos.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Esa
primera edición vio enmendadas esas erratas diez años después, en la segunda,
de 1977; por alguna razón, que mucho me asombra aún, José Emilio deseaba que yo
tuviera el primer ejemplar (fuera de los suyos) de esa edición, y no envió los
siguientes, ni siquiera a Noé Jitrik, a quien está dedicado, hasta no
asegurarse que ya estuviera en mis manos; ejemplar que leí como si fuera la
primera vez que leyera la novela, y me siguió fascinando, aunque no tanto como
la tercera, ya en Ediciones Era, con el asombro de que fue en esta versión
cuando entendí todas las referencias, los juegos, los párrafos espejo, los
homenajes a varios escritores, y la verdadera intención del libro, Me duele no
haberlos entendido antes, para comentárselos.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">En
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El principio del placer</i>, primera edición,
en Joaquín Mortiz, hay también unas pocas erratas, marcadas por él: un
asterisco que faltaba en la página 30, del relato que da nombre al volumen; un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Schubert </i>por el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Schumann</i> que estaba equivocado, en la 102; un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">stories</i> por el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">stores</i> en
la 103; en la 117 enmendó un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">comprarlo</i>
en vez de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">compararlo</i>. Pero entre esta
primera edición y la segunda de Ediciones Era hay un cambio importante: en vez
del “A Arturo Ripstein”, cacofónico, queda “Para Arturo Ripstein”, ya no
cacofónico aunque subsiste la sinalefa, inevitable, sin embargo.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Caso
curioso: los cambios en las dedicatorias, que deben diferenciar los lectores,
tanto en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Morirás lejos</i> como en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Las batallas en el desierto</i>,<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> </i>pero más curioso el de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tarde o temprano</i>, segunda edición, de
2000, que añade un crédito curioso: “Edición de Ana Clavel”, aunque en el
colofón hace constar que la edición estuvo al cuidado de Gerardo Cabello,
legendario editor del <span style="font-variant: small-caps;">fce</span>, Mario
Aranda y Ana Clavel; pese a los tres lectores, se escaparon seis erratas, que
en su momento hice llegar a Pacheco y él a los encargados; nueve años después
apareció una tercera (aunque en los créditos se dice que es cuarta) edición,
con el crédito de Ana Clavel como editora; hice constar que repetía seis erratas,
aunque diferentes de la edición anterior; Pacheco me dijo que eso era muy
curioso, porque se había usado la misma tipografía electrónica de la edición
anterior, y las nuevas erratas no venían en los libros añadidos, cuya
tipografía electrónica fue proporcionada por Ediciones Era, y estaba limpia; me
pidió que le dijera los errores, para que la edición definitiva, en España,
apareciera completamente limpia. No he podido conseguir la edición, no sólo por
afán de coleccionista, sino por tener una edición en donde yo hubiera
intervenido, aunque fuera mínima y anónimamente.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">La
más grave de todas sus erratas estuvo, y está, en la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Antología del Modernismo</i>, cuya primera edición apareció en la Biblioteca
del Estudiante Universitario, de la <span style="font-variant: small-caps;">unam</span>,
en 1970, y que preparó en Canadá; antología extraordinaria, tanto por el
estudio que hace de la época, del Modernismo, y de los autores incluidos; una
de las cuestiones más importantes es la reivindicación de Amado Nervo, al que
había atacado en su primera antología, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La
poesía mexicana del siglo <span style="font-variant: small-caps;">xix</span></i>,
editado por Empresas Editoriales, a cargo de Rafael Gimenes Siles, uno de los
grandes héroes del libro español y luego del mexicano, y por el entonces más
famoso crítico literario, Emmanuel Carballo.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Son
muchas las cualidades de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Antología del
Modernismo</i>, desde la actualización de la lectura de muchos poemas, como la
selección misma de los poemas, la explicación histórica de los poetas, los
poemas, algunas frases, que hacen que el lector entienda poemas llenos de
misterio, o desentraña la historia de algunos escritos, como el “Idilio
Salvaje” de Manuel José Othón, aunque se abstiene de algunas explicitaciones con
sentido erótico, como en muchos de los poemas de Ramón López Velarde, y en
especial, el prólogo extraordinario que ubica a los Modernistas mexicanos en el
contexto político, sobre todo los que por una u otra causa apoyaron a
Victoriano Huerta (y que cobra actualidad en estos momentos, en que el
presidente de la República descalifica a los intelectuales y científicos y los
compara con los que atacaron a Madero y “prefirieron a Díaz o a Huerta”). Por
donde se le vea, es una antología extraordinaria, inigualable aunque las dos
reediciones de la antología del siglo <span style="font-variant: small-caps;">xix</span>,
ambas para Promexa de René Solís, Patricia Bueno, Pilar Tapia y otros, sean
bastante buenas, como lo es <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Poesía
modernista</i>, poco conocida y un tanto limitada.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">En
los párrafos finales de la Introducción Pacheco agradece la “particularmente
ardua corrección de pruebas” a cargo de Maruja Valcarce y Jesús Arellano, y
además de la lectura previa de Miguel González, Porfirio Martínez Peñalosa,
Julio Ortega, Fernando Rafful y Juan Manuel Torres, Pacheco acota que Antonio
Acevedo Escobedo, Miguel Capistrán, Enrique Caracciolo, Ernesto Flores,
Henrique González Casanova, Ernesto Mejía Sánchez, Carlos Monsiváis, Ernesto
Prado Velásquez (coautor del primer <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Diccionario
de Escritores Mexicanos</i>), Efrén Rebolledo Jr., María del Carmen Ruiz
Castañeda, Kazuya Sakai (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">sic</i>),
Rodolfo Usigli y Héctor Valdés le proporcionaron “datos que no habían aparecido
en ningún otro libro” y de la abrumadora bibliografía al pie de la nota
correspondiente a cada poeta, que revela cientos de lecturas.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">La
primera edición, en dos volúmenes, constó de 5,000 ejemplares, que se agotaron
en relativamente poco tiempo; la misma <span style="font-variant: small-caps;">unam</span>,
en coedición con Era, publicó una segunda edición siete años después, de la que
Pacheco se mostró a disgusto, porque no le habían consultado, según me dijo,
para hacer correcciones; no fue sino hasta hace poco menos de dos años, cuando
emprendí la relectura de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Antología</i>,
que me percaté del error: en la página <span style="font-variant: small-caps;">xlv</span>,
al hablar de José Juan Tablada y la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Revista
Moderna</i>, específicamente el poema “Misa Negra” (no incluido en la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Antología</i>), menciona una carta a Jesús
Urueta, Marcelino Dávalos, Alberto Leduc, Francisco M. de Olaguíbel y José Peón
del Valle “para condenar la hipocresía de un público que tolera garitos y
prostíbulos y se alarma ante un poema erótico”. ¿El lector encuentra el error?
Ante la ausencia de la reedición de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Revista
Moderna</i> en la colección que auspiciaron José Luis Martínez y Jaime García
Terrés de las Revistas Literarias Mexicanas del Fondo de Cultura Económica,
sólo hay tres posibles fuentes, a las que los editores no acudieron para
verificar la cita, pero es accesible en todo caso en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Diálogo de los libros</i> de Julio Torri, y en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Obra completa</i>, del mismo Torri, ambos publicados por el <span style="font-variant: small-caps;">fce</span>. En su “Discurso de ingreso en la
Academia Mexicana de la Lengua”, Torri menciona a los editores de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Revista Moderna</i>, Urueta, Leduc,
Olaguíbel, Peón del Valle y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Balbino </i>Dávalos.
A todos los lectores, correctores y consejeros se les fue el error.</span><br />
<br />
<div style="text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Es muy explicable que
se confundan los dos Dávalos: más o menos contemporáneos (1866-1951, Balbino,
fue poeta, ensayista y traductor, y editor en varias revistas de la época,
entre otras la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Revista Moderna de México </i>/
Marcelino, 1871-1923, fue poeta, narrador y dramaturgo y colaborador de las
mismas revistas); ambos, poco conocidos y me parece que no editados en el
México actual.</span></div>
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Pero
la carta que mandó Tablada (“Cuestión literaria. Decadentismo”) se publicó el
15 de enero de 1893 en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El País</i>, y
como señalan destacadamente Julio Torri y Pilar Mandujano Jacobo en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El artista en la sociedad moderna</i>, uno
de los destinatarios de la misiva es Balbino Dávalos. Mucho después de las primeras dos ediciones, apareció el tercer tomo de las Obras Completas de Tablada, ahora a cargo de Adriana Sandoval y que recoge la Crítica literaria, y donde está la susodicha carta, en la página 61, y el primer destinatario es Balbino Dávalos.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">La
errata o error se repitió en la segunda edición de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Antología del Modernismo</i>, y que Pacheco esperaba que se agotara y que
afirmaba no haber aprobado, pero se perpetúa en una muy reciente tercera
edición, ahora por Ediciones Era y El Colegio Nacional, a cargo del novelista
José Ramón Ruisánchez. Será hasta la cuarta edición que se corrija ese error.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Es
de notar que como a su escritor favorito (uno de ellos), Alfonso Reyes, a
Pacheco lo seguían las erratas.</span><br />
<br />
<br />
<br />
<span style="font-family: "garamond" , "serif"; font-size: 14.0pt;">Para
Joaquín Díez-Canedo Flores y Jesús Quintero</span><br />
<br />
<br />
<b></b><i></i><u></u><sub></sub><sup></sup><strike></strike>Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-85861614597049205582019-10-01T11:53:00.001-07:002019-10-01T11:53:36.675-07:00Mal pensado que es uno
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-size: 14pt; margin: 0px;">La poesía nació para
cantarse, y de hecho la lírica fue, desde el principio, la más popular. Y si la
poesía canta de los sentimientos, es lógico que se detenga, y disimule, en el
amor erótico; pocas veces es explícito (Neruda, López Velarde, Rebolledo, Lugones),
pero cuando lo es, no hay manera de disfrazarlo.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-size: 14pt; margin: 0px;"><span style="margin: 0px;"> </span>Intentaron disimularlo en su forma popular, en las
canciones; la música ayuda a distraer al escucha, pero si se pone atención, es
sorprendente cómo se describe el amor físico, o cuando menos cuando se pide, se
ruega, se exige.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-size: 14pt; margin: 0px;"><span style="margin: 0px;"> </span>Basta con recordar a los cantantes más populares para
encontrar unos cuantos ejemplos: la arrogancia de Jorge Negrete al presumir “me
he de comer esa tuna aunque me espine la mano”; la metáfora en voz insinuante
de Pedro Infante: “yo quiero ser un solo ser y estar contigo”; la petición
demandante de Javier Solís: “llévame si quieres hasta el fondo del dolor, hazlo
como quieras, por maldad o por amor” (o sea…); la sugerencia rotunda de Agustín
Lara (“te dije muchas palabras, de esas bonitas con que se arrullan los
corazones; pidiendo que me quisieras, que convirtieras en realidades mis
ilusiones”); la picardía de Rubén Fuentes (“cariñitos de un instante, y no
volverlos a ver… los amores más bonitos son como la verdolaga; nomás les pones
tantito y crecen como una plaga; y tienes otra ventaja si cultivas este amor;
que cuando ya se te pasa con un jalón se acabó”); las insinuaciones del
autoerotismo (“voy a apagar la luz para pensar en ti” “porque yo disfruto aun
sin tu presencia”: Armando Manzanero); la elegancia de Luis Arcaraz (“soy
prisionero del ritmo del mar, de un deseo infinito de amar y de tu corazón”);
la fresez de Lolita de la Colina (“qué muchacho vivaracho, eres todo un
pulpo”); las confesiones vergonzantes (“que fui paloma por querer ser gavilán”)
o la confesión de cuando ya no (“soy un volcán apagado”); o el orgullo de los
amores prohibidos (“tú me acostumbraste a todas esas cosas, y tú me enseñaste
que son maravillosas… de tu mundo raro y por ti aprendí”; “qué más da que la
gente nos diga: conozco a los dos”) o la plena vulgaridad (“así le baja tu
hermana al otro buey su maicito” de, quién lo dijera, Lorenzo Barcelata, quien
también proclama: “quiero que sepas cuando oigas estas coplas, que tú ya no
soplas como mujer”).</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-size: 14pt; margin: 0px;"><span style="margin: 0px;"> </span>Los mexicanos no son los únicos que llevan sus súplicas a
la canción: en 1960 Elvis Presley (Now or never), y en 1964 Roy Orbison (Pretty
woman), exclamaron “Be mine tonight", aunque ya antes Cole Porter había dicho
“Let’s Misbehave”, e Irving Berling anunció “Heaven, I’m a heaven”, explícito
de una canción muy explícita: Cheek to cheek. Y la muy sensual Kate Bush
condensó en cinco minutos todo el monólogo final de Molly Bloom del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ulysses</i>, que es una de las partes más
pornográficas del libro, según el criterio de las autoridades estadounidenses
de los años veinte y treinta.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-size: 14pt; margin: 0px;"><span style="margin: 0px;"> </span>Se sabe que cuando invitaron a los Rolling Stones a un
programa gringo les pidieron moderación, y entonces cantaron “Let’s mmmmmm the
mmmmm together”, pero no disimularon el “sé que me satisfarás como yo te
satisfaré”. Pero ellos hasta en las portadas de los discos eran atrevidos, y en
su primer éxito inmortal hablaron del sitio de las chicas atrevidas.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-size: 14pt; margin: 0px;"><span style="margin: 0px;"> </span>Pero no se esperaban que los Beatles fueran también
explícitos: “I’m to make love only with you”, dijeron en su primer disco, lo
que era falso, porque le advertían a sus esposas o novias que los cariñitos de
un instante, en giras, no contaban como infidelidades.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-size: 14pt; margin: 0px;"><span style="margin: 0px;"> </span>Y disfrazaban sus aventuras sexuales en canciones como
Ticket to ride, Please, please me, I’ll keep you satisfied, Day Tripper,
incluso en Twist and shout (hay que recordar que rocanrol y twist describen
movimientos sexuales).</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-size: 14pt; margin: 0px;"><span style="margin: 0px;"> </span>No tanto como The Doors, que eran unos obsesivos con el
sexo: Enciéndeme, Puerta trasera (sí, lo que nos imaginamos), Ámame dos veces;
Está bien buena… Ni siquiera podemos hacernos disimulados con un conjunto tan
fino como Turtles, que dice, sin tapujos, Happy together, que puede ser felices
juntos, pero no juntos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">y</i> felices; es
más adecuada la traducción Orgasmo simultáneo, título similar a la canción de
John Lennon aunque firmada por Beatles, Come together.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-size: 14pt; margin: 0px;"><span style="margin: 0px;"> </span>Aunque nada es tan vulgar como una canción colombiana en
una versión de Pedro Infante: “Que me está diciendo la condenada / ese mordisco
no sabe a nada… chupa que chupa que es más sabroso”, o una de la primera época
de los Locos del Ritmo: “Qué dirían de mí, qué dirían de ti, que diría la gente
si me viera todo el día haciéndote el amor, el amor, haciéndote el amor, el
amor”.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<br /></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-size: 14pt; margin: 0px;">Mal pensado que es uno.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<br /></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<br /></div>
Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-1492258019889258032019-03-17T07:33:00.000-07:002019-03-17T07:33:53.996-07:00Imprecisiones cinematográficas de Carlos Monsiváis
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;">En un ensayo publicado en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Nexos</i>, cuando se rendía homenaje nacional a Carlos Monsiváis, José
Emilio Pacheco dijo que, al revisar la bibliografía de su amigo, desconocía
varios de los títulos, aunque seguramente no el de <i>Principados y potestades,</i> el primero de los que publicó, pues fue
editado por Librería Madero, en la que Pacheco publicó varios <span style="margin: 0px;"> </span>volúmenes breves que no están considerados ni
siquiera por sus más entusiastas seguidores. Ese pequeño tomo no está en la
bibliografía oficial de Carlos. En principio, algunos de esos títulos los tengo,
unos por la generosidad del <span style="margin: 0px;"> </span>propio
Carlos, y uno, rarísimo, por la de Eduardo Langagne. Pero me faltan varios.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>En la
más reciente edición de la desastrosa feria de Minería encontré el más reciente
de esos títulos, integrado por sus escritos sobre cine: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Carlos Monsiváis: reflexiones acerca del cine mexicano</i>, compilado
por David R. Maciel y con el sello de la Cineteca Nacional; fechado en 2017, aunque
en la página legal se dice que es de 2018, y en el colofón se confirma que terminó
de imprimirse en febrero de 2018. Comparten créditos el gobierno de la
República y la ahora tan desacreditada Secretaría de Cultura<i style="mso-bidi-font-style: normal;">. </i>La edición estuvo a cargo de la
Subdirección de Publicaciones de la Cineteca, con muy mal tino, más bien con
inexperiencia. Por fortuna tiene un insólito tiraje de sólo mil ejemplares, por
lo que los editores tienen oportunidad de corregirlo para una segunda edición.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>En su
autobiografía precoz, Monsiváis afirmaba que cuando aceptó conducir el celebérrimo
programa de Radio UNAM, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El cine y la
crítica</i>, no sabía nada de cine. Muchos de los textos incluidos en este
volumen lo demuestran.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>En
primer lugar, era aficionado al cine, y perteneció al grupo de cinéfilos que en
los años sesenta editó una revista, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Nuevo
</i>cine, pero sus conocimientos estaban limitados por sus aficiones popsociológicas; ve, más que filmes, buenos o malos, conductas masivas, reflejos
de la historia patria, máscaras en vez de rostros, personajes en lugar de
actores; cae en el lugar común de afirmar que el cine mexicano es malo, pero no
da razones técnicas o estéticas, sólo míticas.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>Para
comenzar por el principio, el antologador debió de haber leído el material
antes de entregarlo, porque hay textos que parecen repetidos; no lo son, porque tienen pequeñísimas diferencias, pero es que Monsiváis entregaba casi los mismos
textos a diferentes revistas (no sólo de cine: un célebre ensayo, “He leído un artículo
formidable pero no ha sido éste” lo publicó primero en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La cultura en México</i> y después en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Eros</i>); pero aparte de estos casos, parece el mismo porque siempre
se refiere a las mismas cintas: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Allá en
el Rancho Grande</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">María Candelaria</i>,
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Enamorada</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Distinto amanecer</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ahí está
el detalle</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Calabacitas tiernas</i>,
una y otra vez. A lo largo de los años es incapaz de variar su visión, y siempre
dice lo mismo de Pedro Infante, Pedro Armendáriz, Jorge Negrete, María Félix,
Dolores del Río, Fernando Soler, Sara García, Joaquín Pardavé; algunas vagas menciones
a don Andrés Soler no reparan las omisiones: Andrés Soler nunca tuvo actuación
mala, aunque no siempre en buenas películas.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>Conocido
misógino, Monsiváis tiene preferencia por las actrices que hicieron de damas
malas en las cintas de los años cuarenta y cincuenta (Ninón Sevilla y sus
lugares comunes repitiendo lo que dijo Truffaut; Meche Barba, Rosa Carmina,
Leticia Palma) sin destacar su erotismo, sólo sus bajas pasiones; no hay referencias
a las heroínas, apenas unas vagas menciones, y no a las mejores ni a las
villanas cuando se salen de su marco teórico; por ejemplo, no hay elogios por
la Gloria Marín comediante, ni al Jorge Negrete festivo cuando se sale de su
papel de charro noble (pareciera que sólo vio <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Historia de un gran amor</i> y
no <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La mujer que no miente </i>o <i style="mso-bidi-font-style: normal;">¡Qué hombre tan simpático</i>, ni de Negrete<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> Un gallo en corral ajeno </i>o<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> Los tres alegres compadres</i>).</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>Cuando
habla de Fernando Soler sólo importan sus papeles de padre enérgico que vive
días<span style="margin: 0px;"> </span>trágicos por el mal comportamiento
de su hijo consentido, y a veces, del padre que sucumbe a la tentación de una
mala mujer, pero no hay palabras para el extraordinario bailarín de conga, rumba
o de bailes típicos en los que coquetea con las campesinas; Sara García sólo
llora en silencio, pero no hay menciones a la abuela consentidora, ni a la
simpática vecina chismosa, ni a la que pronuncia una de las mejores frases del
cine mexicano: “viejas tenían que ser para ser tan chismosas”, o la que baila muy alegre una polka con Soler o un son con Antonio Espino; desde luego, alguien que se
proclamó como la imagen viva del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">joie de
vivre</i> de la Cuatlicue, y que no le entraba a las tarántulas (cita que ahora
pocos entenderán), no iba a reparar que el baile más cercano a las alturas de
Fred Astaire es el paso del avioncito que se revienta Andrés Soler en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Las viudas del chachachá</i>.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>Pudibundo
y mojigato, Monsiváis no entiende los albures o los acosos sexuales de
Cantinflas, o los de Tin Tan (el primero, diciendo a Carolina Barret,
Christiane Martel, Amparo Arozamena <span style="margin: 0px;"> </span>o
Alma Rosa Aguirre que están bien buenas; el segundo, haciendo insinuaciones eróticas
a Silvia Pinal, o a Rosita Fornés, quien apenas aguanta la risa), y omite
cuando Pedro Infante admira los traseros de Irma Dorantes y Carmelita González,
o cuando Antonio Badú exclama, a mitad de una canción, “ése es mi hermano el
chiquito” y que, alburero, Infante simula asombro antes de contestar “¿eh?”
(por eludir la censura no dijo “¿mande?”).</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>Para
Monsiváis no existe picardía en el cine mexicano, que la hay hasta en los más
amargos melodramas; no hay menciones a las caras de José María Linares Rivas o
Carlos López Moctezuma llenas de turbación al admirar los traseros de Gloria
Marín o de Lilia Prado (un destacado poeta mexicano dice que a Prado “la debe
la heroicamente insana costumbre de hablar solo”) (paréntesis obligatorio, y a
propósito de pum, ese verso se lo corrigieron a Carlos Monsiváis en su segunda
edición de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Poesía mexicana del siglo <span style="font-variant: small-caps; margin: 0px;">xx</span></i>). Para Monsiváis, todo nuestro
cine es trágico, aun el cómico, y se pierde a Manolín y Schillinski, a Borolas,
y a toda una inmensidad de actores que hicieron el deleite de los espectadores;
no cita siquiera a Mauricio Garcés, y eso que éste lo cita, junto a José Luis
Cuevas, en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Modisto de señoras</i>, aunque
Monsiváis dice “modistos”, cuando la palabra correcta es “modistas”. Se perdió al
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Caballo </i>Rojas, al <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Flaco</i> Ibáñez<i style="mso-bidi-font-style: normal;">, </i>a Zayas, a Carmen Salinas y ciertos momentos de Sasha Montenegro
y de cierta Julissa (“para eso son, pero se piden”). </span><i style="mso-bidi-font-style: normal;"></i></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>Aunque
haya muchas referencias cinematográficas en muchos de sus escritos (alguna<span style="margin: 0px;"> </span>equivocada: en su autobiografía dice que “una
frase como ‘tócala otra vez, Sam’ es tan importante como ‘Desde lo alto de
estas pirámides’”; se refiere a <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Casablanca</i>,
sólo que esa frase nunca la pronuncian en la célebre cinta ni Bogart ni Bergman),
Monsiváis se enfrenta al cine como un espectador privilegiado por su inteligencia,
no por sus conocimientos del cine.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>Incluso
comete muchos errores: insiste en afirmar que la coestrella de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Esquina, bajan</i> y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ahí lugar para…dos</i> (título mal citado todas las veces) es Amanda
del Llano, quien sí fue protagonista junto a David Silva, pero de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Campeón sin corona </i>(en una reunión en el
café París, con Anamari Gomis y Margarita García Flores el 10 de mayo de 1978,
le señalé su error, pero nunca lo corrigió en sus escritos); afirma que la
coestrella de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ahora soy rico</i> es
Silvia Pinal, quien es protagonista secundaria de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Un rincón cerca del cielo</i>, pero no de la secuela.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>Tiene
errores de apreciación; afirma que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los
hijos de María Morales</i> es un desastre, que los Soler también lo son, y que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Escuela de rateros</i> es una de las mejores
comedias de Pedro Infante, cuando allí tiene una de sus peores actuaciones; en
su escala de mitos no coloca en ningún sitio a Emilio Tuero, quien representó
durante un lustro a la clase pobre en ascenso a media-baja, y entre los
villanos apenas menciona de paso a Alfonso Bedoya y dedica unas cuantas
palabras de elogio a Miguel Inclán, pero le pasan inadvertidos<span style="margin: 0px;"> </span>Arturo Martínez, López Moctezuma, Linares
Rivas; y no se diga la ausencia de las mujeres, excepto a las que cataloga como
ídolos prehispánicos; Silvia Pïnal aparece sin su desenfreno, su desparpajo, su
natural erotismo desbordante que pone a temblar a Tuero, en una película mala
que se salva sólo por esos instantes cercano a la impudicia (Pinal presumiendo
sus hermosas piernas, Martel su escote prodigioso); ¿qué sería de Resortes sin
Lilia Prado, de Tin Tan sin Rosita Quintana o Ana Berta Lepe, de Rafael Baledón
sin Lilia Michel? ¿Y las comparsas <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Chicote</i>
y Agustín Isunza? ¿Y los indispensables extras <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Carlhillos</i> y Hernán Vera, tal vez los extras más prolíficos y no sólo del cine mexicano? No se sabe: en este libro no existen.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<br /></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;">Pero hay otro aspecto peor: a los textos a ratos divertidos
aunque sean repetitivos y también a ratos desabridos, hay que sumar la pésima
edición: no sólo las erratas, que persiguieron a Monsiváis en varias ediciones
(la primera de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Amor perdido</i> llevaba
una nota alarmante en las dedicatorias: <span style="font-variant: small-caps; margin: 0px;">piedad
para la errata</span>), aquí aparecen casi en cada página: pareciera que
escanearon los textos, y pasaron el corrector de Word 2007; breve enumeración:
en los epígrafes del primer ensayo compilado, “El cine nacional” se dice “Si una mujer nos
traiciona, pues la perdonamos y ya, al fin y al cabo es mujer…”; la frase real
de Jorge Negrete es “Cuando una mujer nos traiciona, la perdonamos y en paz, al
fin y al cabo es mujer…”; otro epígrafe es: “Quiubo, ¿se es o no se es?”, bien
citado, pero se dice pronunciada en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Carisma</i>,
cinta inexistente; la dice Negrete en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Canaima</i>;
a Herman Bellinhausen le cambian el apellido a Hellinhausen, y hay una variación
de acentuaciones como muestrario de lo que no se debe hacer, así como títulos y
palabras cambiadas al gusto del escaneo sin cuidado y de una revisión nada
profesional. Y hay datos que asombran: Monsiváis afirma que la segunda edición
de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Historia documental del cine
mexicano</i> de Emilio García Riera, publicada por la Universidad de
Guadalajara, tiene 22 volúmenes, aunque en realidad son 17, más otros dos de
autoría colectiva. Y así, una cantidad de errores entre leves y graves, y casi
todos corregibles.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><span style="margin: 0px;"> </span>Una
tipografía pequeñísima, difícil de leer sin confusiones, y un interlineado
desafiante, podría explicar la abundancia de erratas; sin embargo, no justifica
los errores de Monsiváis que un buen editor podría haber corregido; Monsiváis
se lo hubiera agradecido.</span></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<br /></div>
<br />
<div style="margin: 0px;">
<span style="font-family: Calibri;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Carlos Monsiváis:
reflexiones acerca del cine mexicano</i>, por David Maciel, 2018, 285 pp,
Gobierno de la República, Secretaría de Cultura, Cineteca Nacional.</span></div>
<b></b><i></i><u></u><sub></sub><sup></sup><strike></strike><span style="font-family: Calibri;"></span>Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-23940975840265335562018-10-20T05:32:00.000-07:002020-05-17T16:27:15.767-07:00Caramba, doña Leonor...<br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12pt;">Fue durante los años setenta;
se había extendido el uso de las calzas, mal nombradas pantimedias, cuyo
material no ocultaba el borde de las pantaletas, y los muy oportunos
fabricantes se dieron a la tarea de ofrecer unas que fueran más discretas y no
se delatara esos bordes que, por lo demás, pocas veces eran atractivos y mucho
menos eróticos. En donde iban las panties las calzas lo dibujaban.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Hay que apuntar también que fue antes de la aparición de
las pantaletas “tipo francés”, que eran largas y dejaban parte de los glúteos
fuera de la protección de la tela; o de las primeras tangas, que popularizaron
las brasileñas en sus playas y después en la vida cotidiana, y que eran
diferentes de las actuales tangas y más aún del llamado hilo dental, que ya no
se usa para lo que se usaban las pantaletas primeras, ni menos aún de los
bloomers o de lo que los novelistas franceses llamaban pantaloncitos, o sea
para proteger de infecciones una zona de por sí sensible.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>(Ya lo he dicho: pantaleta viene de pantalones, que
vienen del cómico Pantaleón que usaba unas calzas tan aguadas como las prendas que
usó en los años cincuenta y principios de los sesenta del siglo XX Antonio
Espino <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Clavillazo</i> —y suena muy
pedante decir que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Clavillazo</i> es una
derivación de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Palillo</i>, al que quería
imitar—; a falta de un nombre que no perturbara a quienes lo pronunciaran,
comenzó el “pantaloncito” que al principio llegaba a las rodillas, luego a
medio muslo y luego se limitó a la zona entre la cintura y el principio de los
muslos; los españoles les llaman “bragas” pese a que las mujeres nada tienen
que bragarse aunque muchas son más valientes que hartos hombres, sino que lo
diga López Obrador que sufre mucho cuando sus adelitas comienzan a
alebrestarse.)<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Una prenda que no se veía mucho porque las faldas eran
largas y llegaban, ya muy atrevidas, debajo de las rodillas, de cualquier
manera causaba emociones encontrarlas cuando los hombres las atisbaban (al
subir a los camiones, al sentarse de manera poco elegante, al bajar de los
autos, si es que se atrevían a abordarlos), pero no sucedía con frecuencia;
durante muchos años no cambió de forma, sino hasta que las minifaldas las
delataban, o cuando los pantalones, que las ocultaban, se empezaron a usar
debajo de la cintura, y aparecieron al mismo tiempo pantalones y pantaletas
“bikini”, en homenaje a la prenda que inundó las playas europeas y que eran más
breves que los ya por sí atrevidos trajes de dos piezas, que dejaban al
descubierto el ombligo. Las calzas o pantimedias sustituyeron a las medias (o
medias calzas) y a las ligas y a los ligueros, que excitaban a los voyeristas
de entonces.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El cine, que va al parejo de los cambios sociales, apenas
se atrevió a insinuar las pantaletas de Marilyn Monroe en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">The seven itch</i>, del muy atrevido Billy Wilder (uno de los primeros
en no enfadarse con la infidelidad femenina en una memorable <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Kiss me, stupid</i>, donde una de las
protagonistas —la discreta Felicia Farr—muestra las pantaletas durante poco más
de un segundo). Pero circularon las fotografías de la escena, en que el aire
levanta la falda de Monroe y quedan expuestos pantaletas y algo de glúteos.
Pero ya a finales de los sesenta una muy provocativa Natalie Wood luce un
upskirt inesperado en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Bob & Carol
& Ted & Alice</i> y más visible pero más púdico en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La carrera del siglo</i>.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: 12.0pt;">Más
discretas son las escenas en que muestran las pantaletas Wood y Rita Moreno en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">West Side Story</i> mientras bailan algo que
llaman chachachá.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: 12.0pt;">El
cine mexicano fue más atrevido: en los años cuarenta Virginia Manzano baila
swing en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Un beso en la noche</i> y en una
vuelta permite que el espectador se sorprenda durante un segundo; Rosario
Granados se abre una túnica y ataranta al de por sí atarantado Luis Sandrini en
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El baño de Afrodita</i>; Mapy Cortés en
alguno de sus bailes suspende el aliento de los espectadores, y más aún,
nuestra chica del suéter Lilia Michel le da vuelo al vuelo de su falda, pero lo
culmina con un gesto entre apenado y pícaro; en los cincuenta, Elsa Aguirre se
queda en sostén y pantaloncitos (negros, para hacerla más excitante) frente a
un alarmado Pedro Infante en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cuidado con
el amor</i>, y antes, en 1939, Elisa Christy y Virginia Serret se muestran en
camisón transparente que no disimula pero hace como que, ante el estupor de
Jorge Negrete.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: 12.0pt;">Más
atrevida para su fama, pero acorde con la moda, Angélica María expone sus
pantaletas tres veces (en una banca de la Alameda en un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sittin’</i>, rodando en el pasto, trepando un muro) en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cinco de chocolate y uno de fresa</i>; en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La verdadera vocación de Magdalena</i> un
aspirante a cantante le baja el pantalón de la piyama y queda en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">grannies</i> blancas; Leticia Robles se
agacha en una de las poses favoritas de los erotómanos, y muestra su ropa
íntima en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La sangre enemiga </i>aunque su
competidora Meche Carreño fue más atrevida, y mucho años después, sin motivo,
en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El día de las sirvientas </i>imita la
postura de Robles. Antes, en varias cintas, su indiscreción era más natural (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">La vida cambia</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La mujer perfecta</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El mar</i>)
y menos provocativa.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: 12.0pt;">Elsa
Aguirre hace un vulgar <i style="mso-bidi-font-style: normal;">upskir sitting</i>
en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El cuerpazo del delito</i>, donde se
mostró muy bella pero inepta para la comedia, como bien dictaminó Emilio García
Riera.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;">En la vida real las
minifaldas exponían piernas y pantaletas de adolescentes y adultas; para ellas
era normal; para el hombre, menos apto para los cambios sociales, significaba
espionaje, voyerismo, y muchos lo tomaron como invitación a la contemplación o
coqueteo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En ésas estaba el mundo cuando los publicistas,
derrotados por la realidad, inventaron unas calzas que tenían pintada una
imitación de pantaletas, y lanzaron la campaña: “Caramba, doña Leonor, ¡cómo se
le notan!”. La frase perduró mucho más tiempo de lo que duraron esas prendas
que pocas mujeres adoptaron, pero algo cambió; lo que antes era natural se
volvió incómodo, y muchos pronunciaban el eslogan más por molestar que por
advertir que veían más de lo que pretendían.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;">En la época en que las
pantaletas (ahora las llaman “grannies”) ocupaban más espacio que el que ocupan
ahora las truzas, los colores eran discretos: blancas, por lo regular,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>ocasionalmente rosa pálido o azul pastel; negras,
sólo las muy atrevidas y las que aparecían, ocasionalmente, en la pantalla del
cine; si las portadoras eran descocadas o no estaban seguras de su discreción
(a veces bailaban swing en las fiestas), usaban coquetos holanes; el material,
muy limitado; nylon o algodón; éste, más recomendado para la higiene, no para
el erotismo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: 12.0pt;">En
la época de la minifalda ya eran más vistosos: con estampados coquetos o
divertidos, con imágenes de corazoncitos; algunas, atrevidas, portaban
letreros, por lo general en inglés, por lo sintético (“Knickers!”, se burlaban
algunos adelantándose a la expresión espontánea y más bien imaginada del
espectador; “Kiss me”, invitaban pero de lejos, las highesculeras, como les
decía Parménides García Saldaña; o con unos labios pintados); en español no
eran tan atrevidos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: 12.0pt;">Los
materiales eran más diversos; alguna marca insinuaba “algún día alguien los va
a ver; ese día puede ser hoy”, y para mayor atrevimiento eran semitransparentes
excepto en el puente; eran épocas en que el vello era incitador y erótico,
antes de que por malas influencias del extranjero, como se decía antes,
comenzaran a depilar, primero con el pretexto de la tanga brasileña; después,
por imitación de las modelos de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Self-play,
boy</i>, como llaman en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Mad</i> a la
revista menos atrevida de las que exhibían desnudos femeninos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;">¿<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Grannie</i> o tanga?”, pregunta DiNozzo a McGee, presuponiendo que éste espía a Ziva, a quien ayuda a que espíe por la ventanilla alta de una
puerta; “let me see your knickers”, dice DiNozzo a Caitlin, en una escena
imaginaria porque ella ya fue asesinada, y en un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">fly skirt</i> muestra una pantaleta blanca con un estampado
infantiloide al frente; hasta la más o menos púdica Shelley Long (excepto en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Night shift</i>, donde aparece varios
minutos en pantaletas bikini, que dejan al aire las piernas pero nada de
glúteos; o en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">The Money pit</i>, donde
copula vestida con Tom Hanks; o en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Hello
again</i>, donde no muestra pantaletas porque no trae, aunque sólo se atisba un
segundo o menos cuando se le abre la bata) las despoja de erotismo con una
exposición banal, sin chiste, aunque era muy bella en esa época.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>La aparición de Daryl Hannah sin pantaletas en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Splash</i>, en donde John Candy trivializa
el espionaje con el truco de agacharse a recoger una moneda, comenzó una lenta
pero aparentemente duradera desaparición del erotismo con la visión de
calzones; la visión de los calzones blancos y con holanes de Katty Russell en
una escena accidentada, o la proliferación en el show de Benny Hill los fueron
haciendo inocuos y hasta cómicos los upskirts. El reflejo de las pantaletas de
Anna Faris en una espada, y la sonrisa pícara de unos extraterrestres, recalca
que se acaba el erotismo si se vuelve trivial y cómico.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Uno de los lugares usuales del espionaje de pantaletas
había sido el transporte público; las aglomeraciones han propiciado algo no
erótico, más brutal, el manoseo o el acercamiento sin permiso; antes, cuando un
hombre reclamaba que alguien observara a su acompañante, se exponía a que le
contestaran “ella es la que está enseñando”; ahora, hasta la mirada más fugaz e
inintencionada es motivo de acusación, a veces hasta de chantaje; desde hace
meses hay también la acusación de que muchas de las escenas eróticas fueron
realizadas bajo presión, con amenazas de no sólo despedir a las actrices que se
negaran a filmarlas, sino de obstaculizar su carrera. La proliferación de
escenas donde se simulan cópulas, o con desnudos sin motivo ni justificación,
fue resultado de presiones, y además acompañadas por cobros en especie; ciertas
o no las acusaciones, el espectador ve con otros ojos esas escenas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Aunque es cierto que pocas actrices inteligentes se han
sumado a las acusaciones o al movimiento #metoo (ni Susan Sarandon, Emma
Watson, Brigitte Bardot, Sharon Stone, Jeanne Triplehorne, Sophia Loren, Gina
Lollobrigida), es verosímil que haya habido productores o directores que se
hayan aprovechado de esas actrices que ahora reclaman, también es cierto que
muchas han mentido o exagerado.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Lo cierto es que se teme hacer un piropo, invitar un café
o una copa, ofrecerse a acompañar a una compañera de trabajo a su casa, y más
todavía preguntar a qué hora van por el pan. Parecen inconcebibles escenas en
las que Alfonso Zayas, Alberto Rojas o César Bono interpreten papeles de
afeminados; suenan imposibles cintas como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
miedo llegó a Jalisco</i> o <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Me gustan
valentones</i>, donde la resistencia a discutir a madrazos suena a poca
masculinidad; incluso ya no parecen adecuados comentarios como el de Emilio
García Riera sobre el papel de Joaquín Cordero en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">No me quieras tanto</i> (“lamentable mariqueta”) o el de José de la
Colina sobre el Cristo de Enrique Rambal en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
mártir del Calvario</i> (“Cristo no era el maricón de mejillas rosadas…”).<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Ante esa deserotización de la vida cotidiana ha surgido
un movimiento muy atrevido: visten pantalones tan ceñidos que se dibujan no
sólo los glúteos, también las tangas, los hilos dentales; o con los vestidos
pegados los glúteos, enormes y desproporcionados, se mueven de manera arrítmica
y poco atractiva, pero no dejan de llamar la atención; o los shorts descubren
parte de uno de los glúteos, o a veces los dos; los escotes son muy
pronunciados, y a veces traen pantalones de peto sin sostén; han regresado las
crinolinas que destapan las piernas y permiten atisbar sin indiscreción. Eso,
en la vida privada, porque en los medios masivos las entrevistadoras se sientan
con descuido, a la menor provocación hacen un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">outfit</i>, las que pronostican el clima se ponen de perfil para que el
espectador ponga más atención a los prominentes glúteos que a las indicaciones
sobre tormentas o calores; se prestan a jugar carreritas indiscretas, se ponen
faldas cortitas y calzones vistosos que no se pueden obviar; hacen competencias
para ver quién es más indiscreta, salen de las piscinas usando tangas que
destacan nalgas que resultan grotescas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Cuentan, las públicas, sus desventuras eróticas, cómo
fueron seducidas o cómo sedujeron (alguna, despechada por los famosos a los que
se les ofrecieron), cuántas veces copulan en una noche, y con cuántos y en qué
posiciones; se dejan fotografiar en revistas cuando las manosean, las cargan
enseñando lo que dejan al desgaire, y contradicen el movimiento que intenta
frenar el acoso.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Las faldas pegadas, los pantalones ceñidos, los descotes,
como se decía, se vuelven más visibles porque no ocultan; por eso uno recuerda
aquel eslogan: Caramba, doña Leonor, ¡cómo se le notan!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-63392631167477637362018-07-17T16:35:00.001-07:002018-07-17T16:35:09.818-07:00Agustín’s Past Master 1, 2 y 3 (qué paso tan chévere)<br />
<div class="MsoNormal">
Casi todos los conjuntos, sobre todo de rock (aunque no se
excluyen de otros géneros y sobre todo, de cantantes de distintos ritmos: Pérez
Prado, Los Panchos, Pedro Infante), han permitido o propiciado un producto
extra en su discografía, una reunión de (grandes) éxitos; gracias a ellos se
conocieron en México canciones de Rolling Stones antes que llegaran los discos
originales y originarios; llegó casi al mismo tiempo el disco que reunía
canciones de Beatles y Four Season, y hay oldies but goldies, más los dos
dobles después de la separación, y con el temor de una reunión, en diferentes
versiones; hasta Lennon, iconoclasta, tuvo su recopilación de piezas más
conocidas, por no decir de Crosby, Stills, Nash & Young con su disco de
éxito aunque sólo llevaban dos LP.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El más
rocanrolero de los escritores mexicanos, José Agustín, acaba de publicar una
segunda versión de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Hotel de corazones
solitarios </i>(Grijalbo, 2018, 355 pp. más blancas y colofón), donde se reúnen
muchos de sus textos acerca de la música; antes antes antes, casi al mismo
tiempo que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Inventando que sueño</i>,
apareció en la ahora mítica y añorada Cuadernos de la Juventud, editada por la
sección juvenil del <span style="font-size: x-small;">PRI</span> (<span style="font-size: x-small;">INJM</span>, ahora Injuve; colección dirigida por Píndaro
Urióstegui, y donde también publicaron Gerardo de la Torre, Juan Tovar, José
Joaquín Blanco, Rosario Castellanos, Emmanuel Carballo, René Avilés Fabila,
Agustín Yáñez), <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La nueva música clásica</i>,
inocente pero fresca y sincera visión del rock cuando éste era atacado, aún,
por prensa, radio y televisión; ingenua y valiente, hay que agregar, porque sus
juicios de valor eran arriesgados, además de informativos; visión fresca, pero
bien documentada, y que puso al alcance de los lectores una suma de opiniones
sobre cantantes, compositores y conjuntos que sobrepasaban la que tenían los
lectores, atenidos a las no muy bien surtidas Yoko, Hip 70 y muy pocas más
tiendas de discos (ahora, casi desaparecidas). Contenía una muy divertida
traducción de “I’m the walrus” y una interpretación de discos bastante
atrevida, pero eficaz.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Una
segunda versión (Universo —subsidiaria de Diana— 1985, 436 pesos de entonces),
más informada, más culta y tal vez mejor escrita, no mejoraba la frescura y
audacia de esa primera versión, que lo apenaba un tanto por afirmaciones
tajantes como aquella de “la única y verdadera cantante mexicana”, aunque
tampoco la desmentía.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El
apego de José Agustín al rock era tan evidente que los epígrafes de sus libros
eran canciones (Rolling Stones, Dylan, Traffic <i style="mso-bidi-font-style: normal;">et al</i>) y los personajes decían, de vez en cuando, versos de algunas
canciones, no siempre sus favoritas.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>(Confesión
inesperada: la primera vez que oí el disco de Blind Faith fue en su casa, en
compañía de Jesús Luis Benítez, una tarde-noche de noviembre de 1972.)</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Además,
ha publicado otras notas en otros libros, como la primera versión del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Hotel de corazones solitarios</i> (Nueva
Imagen, 1999), <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La ventana indiscreta</i>
(Conaculta, 2004), <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La Casa del Sol
Naciente</i> (Nueva Imagen, 2006), <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Contra
la corriente</i> (Diana, 1991) y, de pasadita, en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Vuelo sobre las profundidades</i> (Lumen, 2008), <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los grandes discos del rock</i> (Planeta, 2001). (Ahora que reviso la
bibliografía incluida en la tercera de forros descubro un título que no tengo, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La contracultura en México</i>, por lo que
ignoro si habla de rock; más bien, si sólo habla de rock o apenas lo menciona.)</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
No todos estos textos son ensayos formales, muchos, sobre
todo los primeros, son reseñas, pero no se limitan a reseñar algún disco,
también proporcionan información que beneficia al lector, porque da
antecedentes de los roqueros, detalla sus obras más importantes, y luego entra
en detalles; ésos, los primeros, están escritos con el lenguaje que molestaba a
sus primeros críticos, con desenfado, con lenguaje coloquial y a ratos
alburero, y con juegos de palabras muy al estilo de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La tumba</i>, casi siempre frescos, pero a veces distraen del sentido
de la nota.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Como se
trata de un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Past Master 1 & 2</i>, la
mayoría de las notas fueron recogidas, perdón, en los libros mencionados antes,
y juntas, muestran una de las facetas de José Agustín: mago de la palabra, uno
de los mejores narradores que ha existido en México, convence al lector de lo
que dice, aunque haya más adjetivos que argumentos; no es característica
exclusiva suya: casi todos los que hemos escrito sobre música hacemos lo mismo,
porque es difícil, además de aburrido, e inútil, demostrar las cualidades de
los músicos, a menos que lo que se desee resaltar sean cualidades literarias:
los desenfrenos eróticos de Lara, la picardía de Rubén Fuentes, la rebeldía y
afán de libertad en Francisco Gabilondo Soler, la iniquidad entre la riqueza
musical y la ineptitud literaria de Alfredo Carrasco, el erotismo fresco pero
no inocente de María Greever; más difícil aún en el rock, en donde hay tanta
variedad no excluyente: admirar a Ry Cooder no impide admirar a Eric Clapton,
ni la admiración por éste excluye a Steve Winwood (de quien habla poco Agustín,
por cierto).</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Sin
embargo, hay un texto que sobresale, el que dedica a José Agustín Ramírez, su
tío suyo de su, por quien firma sus libros sin apellido, como lo explica en la
primera de sus autobiografías.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>No, no
es por hablar de música mexicana no roquera; ya lo hace en un texto sobre José
Alfredo, que no puedo desmentir sino acompletar aunque en algo lo contradigo:
para mí, más que una profunda tristeza o nostalgia, Jiménez asfaltó la canción
ranchera, la puso en el ámbito citadino sin más nostalgia que alguna que otra
pieza de remembranza (“Camino de Guanajuato”, por ejemplo); trasladó al
provinciano a las calles de la Guerrero, le puso horario de oficinista, pero no
le quitó el azoro ante las costumbres citadinas, y se atrevió a mostrarse
humillado, a rogar sin cansarse a una mujer, a la que sólo le pide no un
poquito de esperanza, sino lograrla (oséase…) o dejar de vivir: lleva el amor
hasta sus últimos extremos, aunque después de conseguirla vaya tras otra con la
misma pasión, pero es de temerse que no con la misma eficacia sexual que la
presumida por Álvaro Carrillo (“tanto tiempo disfrutamos este amor”, por
ejemplo). Repito que su visión no excluye la mía, ni<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>al contrario. Un acierto de Agustín es
calificar de blues a la música de Jiménez; aporto que, como Ray Davis en
“Lola”, se atrevió a lo ambiguo: “di que vienes de allá, de un mundo raro…
porque yo a donde voy hablaré de tu amor como un sueño dorado”; los tiempos han
cambiado; quienes no se atrevían a mostrarse como eran, y sólo lo insinuaban, se calificaban como “raros”.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Pero el
texto sobre su tío, el excelente compositor guerrerense, es uno de sus textos
no narrativos más bellos, cálidos, y de gran eficacia literaria: conmueve al
lector, retrata al personaje como un bohemio, al que a ratos lo sepulta la
afición por el alcohol, o lo distrae la pasión por alguna mujer, de las que
tuvo varias sin hacerlas infelices, como sucede con los que conquistan a
muchas. El relato sin ficción tiene tanta belleza como sus textos
autobiográficos: es alegre aunque lo que narra no sea el de una vida feliz
(aunque tampoco fue infeliz), lo describe como alguien alegre aunque a veces le
gane la inquietud y la melancolía, que no la nostalgia. Las anécdotas que
cuentan consiguen que el lector imagine al personaje sin haber visto retratos
suyos; consigue también que se sienta el ámbito de sus canciones, y hace que uno
las busque para volver a escucharlas con otros oídos; es un rescate formidable
de un músico formidable, del que insinúa que por su falta de ambición una de
sus mejores canciones se la haya adjudicado como suya su amigo y compadre Lorenzo
Barcelata, lo que es muy creíble porque de Barcelata no se conocen muchas
piezas de esa calidad, y las que sobresalen son por su carácter alburero (“En
medio de la sabana / gorgorea un coconito / y todos los días su nana/ le baja
maiz del cerrito / así le baja tu hermana / al otro buey su maicito… cuando dos
quieren a una / y los dos están presentes / el uno cierra los ojos / y el otro
aprieta los dientes” –“Coconito”— ; “Cuando te quise te pusistes muy mañosa / y
por el mundo te me echastes a correr / busca otro maje porque ora no me toca, /
tú ya no soplas como mujer… ese tiempo feliz ya no me importa / no estás de
moda, ya no es ayer / por qué me sigues y me dices que no me horcas / y tú ya
no soplas como mujer… busca un espejo pa’ que veas estás muy chocha / ya no me
cuadras como me cuadraste ayer / quiero que sepas que tengo otra muy piocha / y
tú ya no soplas como mujer” –“Ya no soplas”— “Ay qué buena está mi ahijada /
pa’ qué la habré bautizado” –“El arreo”—), y las afortunadas coplas de retache
de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Allá en el Rancho Grande</i>, aunque
es más afortunada la frase con que le contesta Tito Guízar al propio Barcelata:
“eso que me dijiste en verso quiero que me lo repitas en prosa”. Ramírez tiene
una calidad a la altura de los mejores compositores contemporáneos suyos, pero
sobre todo el retrato que traza su sobrino es por la persona, el generoso, el
que alienta y ayuda, el que está cuando se necesita, el que reconforta y
alienta, el que es imprescindible y se le extraña cuando ya no está.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Está
incluido un texto tanto de cine como de literatura, “El asesino de Sherlock
Holmes”, que tuvo la generosidad de dedicarme, por una columna de reseñas
librescas que sostuve por algún tiempo, “El sabueso de las Baskeville”, título
que me regaló Hugo Martínez Téllez, y que se refiere a un tipo de letra casi en
desuso; habla de uno de los personajes más entrañables de la literatura,
pionero del género policial y de deducción, imposible de imaginar ahora por sus
vicios privados (cocainómano, misógino, sospechoso de homosexualidad no
confesada, desprecio por la autoridad, menosprecio por los inferiores a él,
oséase casi todos); habría que recurrir a él para saber por qué en ese texto,
por supuesto uno de mis favoritos, se acumularon las pocas erratas que hay en
el volumen; la más curiosa de todas: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Clonan</i>
Doyle.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En fin,
en este <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Past Master</i> está el Agustín
menos apreciado, que si es algo menos bueno que el formidable narrador que
siempre ha sido (confesión no pedida: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">De
perfil </i>es una de las tres novelas que releo cada año, y cada vez le
encuentro algo que no había visto o entrevisto), es también imprescindible, por
lo que enseña y lo que contagia (entusiasmo, pues). </div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span></div>
<br />Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-83540901435286428032018-06-26T10:43:00.003-07:002018-06-26T10:43:40.435-07:00Casa de citas, o cariñitos de un instante<br />
<div class="MsoNormal">
¿Cuántos hombres has tenido?, pregunta Meryll Noe Blake a
Liz Hamilton; ¿Después de cuántos eres puta?, pregunta a su vez el personaje de
Hamilton: ¡Tres!, dice rotunda Blake (Blake es el personaje interpretado por
Candice Bergen; Hamilton, el que interpreta Jacqueline Bisset, en <i>Ricas y famosas</i>, cinta dirigida por el
por lo regular sutil y delicado George Cukor, en 1981). No hay disimulo: la
palabra que no se atrevían a pronunciar antes de esa fecha era <i>slut</i>, o sea puta, o guarra en el
lenguaje madrileño.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Esto, a
colación del más reciente libro de Humberto Musacchio, en el que con
exuberancia lexicográfica y filológica enumera las diferentes maneras de llamar
a las que venden placer a los hombres que vienen del mar, como descaradamente
cantó Lina Boytler en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La mujer del puerto</i>
(Arcady Boytler, 1934), en el breve <i style="mso-bidi-font-style: normal;">De
banqueta y canapé</i> (Luna Media Comunicación, 2017), tan breve que puede
sostenerse con una sola mano.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Con
picardía (le llama “bello” al vello púbico), hace gala de conocimientos a lo
largo de cinco siglos y cacho de cómo se referían hombres y algunas mujeres a
las que se dedicaban al comercio carnal; abreva (verbo muy de su gusto pero que
ahora disimuló) en historiadores, registros, poemas, novelas, de autores desde
la Colonia hasta las primeras décadas del siglo XX, por lo regular con justicia
aunque se le escape uno que otro adjetivo no siempre amable. Por géneros,
épocas, estilos de vida y hasta barrios citadinos, describe cómo se le llamó a
quienes despertaban bajas pasiones entre funcionarios del gobierno, del clero,
de la milicia y sobre todo entre los hombres que no encontraban cómo desfogar
sus ardores (”Great balls of fire”, los describe Jerry Lee Lewis), fuera un desahogo
o una urgencia (“It’s now or never, be mine tonight”, urgió Elvis Presley), o
para encontrar el aroma de labios que no fueran de la gélida esposa, o a buscar
calor del nido que se deja en el olvido.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Llama
la atención el número de calificativos con que se cataloga a las mujeres a
quienes la vida en su avalancha arrastró (favor de hacer una pausa para evitar
la sinalefa); Musacchio, hombre con conciencia, aclara que la mayoría de las
pecadoras lo eran por cuestiones sociales y económicas (aunque cualquiera mal
haga), como las protagonistas de las obras de Gamboa, de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Micrós</i>, de los poemas de Plaza y de Acuña; no se distinguen, en las
consecuencias, de las víctimas del engaño que van por la vida recordando a un
hombre y arrastrando a un niño, que se creyeron las promesas de quienes las
usaron y las olvidaron (aunque hay que hacer un espacio a una categoría especial, la de "la costurerita que dio su mal paso / y lo peor de todo, sin necesidad", la personaje de un poema de Evaristo Carriego, compilado por Luis Miguel Aguilar en su excelente antología de poesía popular, y recordado, el poema, por Jorge Luis Borges en sus lecciones sobre <i>El tango</i>, editado recientemente por Lumen).</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Hay que
hacer notar la diferencia notable de la escasez de adjetivos en los
diccionarios, incluidos los de sinónimos y antónimos, con los recogidos
(¿sustantivo?) en los diccionarios de Corripio (29) y Casares (cerca de cien),
muy superiores a los del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">DRAE</i> y otros
más puritanos, sobre todo en las definiciones. Y eso que Musacchio no se detuvo
en el delicioso <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los adjetivos de la
lengua española</i>, de Honorato Colmenares (edición de autor, 1979), quien encuentra
en cada uno un motivo para asestárselo a las pobres damiselas (“Fácil, galante,
cortesana, liviana, casquivana. Son adjetivos que se emplean eufemísticamente
para no usar el más crudo de mujer pública ni los nombres substantivos:
prostituta, ramera, piruja, etc.”); se hubiera divertido bastante.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Aunque
menciona unas cuantas películas en las que las mujeres caen en el arroyo
(algunas después son rescatadas por hombres decentes que además le componen
canciones que cantan Emilio Tuero y Fernando Fernández –Jorge Negrete, una sola
en toda su carrera y eso que le tocó la época de oro de las pecadoras, perdidas,
aventureras, callejeras, pero con el gesto alegre de Ninón Sevilla o Meche
Barba), se le escapan muchas que narran las que sobreviven a la tragedia
gracias a su carácter y a la mala memoria de sus maridos. Sobre todo, las que
pueblan canciones que narran las vivencias de las que sólo son pasivas,
cariñitos de un instante y no volverlas a ver, las que como aberrantes vivirán,
y consciente o inconscientemente viven con el temor de una indiscreción que las
convierta en las señoras Bovary de la actualidad.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Otro
punto en el que hay que ahondar (sin albur ni insinuación): ¿el límite de
relaciones copulares (oséase, fuera de matrimonio, o antes) es de tres, en la
actualidad? ¿Los amigovios, los amigos con derechos, los experimentos, las
parejas que viven con el terror de la estabilidad, son lo mismo que las
aventuras premaritales de antes; las fiestas y despedidas donde por no dejar se
dejan, las convierten en las mujeres dignas de los adjetivos que recoge
Musacchio? Los matrimonios prematuros durante las Guerras Mundiales y los
períodos inmediatamente posteriores, que fueron definidos por Carlos Barocela
con tanta precisión: “hay tanta adolescencia apresurada y tanta soledad
arrepentida”; las épocas de crisis social, política, económica han
desestabilizado las relaciones de pareja, por no mencionar que las presiones
provocan que se inicien mucho antes que lo que se acostumbraba en las épocas de
López Velarde, que recurría a las damas galantes sin precaver la gota
categórica, o conformarse con evocar a la prima a la que se "la deba" la
costumbre heroicamente insana de hablar solo, a falta del amor amoroso de las
parejas pares. Nadie se escandaliza de que no se expongan sábanas con manchas
de púrpura. Oséase, ya nada es lo mismo.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Claro,
no se le puede reprochar la ausencia de pasajes de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Casi el paraíso</i>, de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La región
más transparente</i> o <i style="mso-bidi-font-style: normal;">De perfil</i>, en
la que si no hay una apología, hay una visión casi cómplice de las prostiputas:
ya son muy recientes; en cambio se le puede reprochar que nos haya escamoteado
el cartel de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El camino del infierno</i>,
anunciado pero no incluido, y la omisión de un cartel de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El baño de Afrodita</i>, con las argentinas piernas de Rosario Granados,
única cinta donde ésta no es pudibunda y sí tentadora, y el calificativo que
merecería la poseedora de la bruna cabellera y las lianas del cuerpo retorcidas
en el torso viril que la subyuga con una gran palpitación de vidas.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Como es
costumbre en las ediciones de los pescadores de perlas, se fueron varias
erratas, la más curiosa: la ausencia de un acento en el nombre del encargado de
la edición.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
(Ojo: todo el escrito, como ha visto el lector atento, es
una casa de citas.)</div>
<br /><br />
(Otro ojo: esta reseña fue censurada en alguna que otra publicación.)Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-20980567884723001622018-06-16T18:29:00.001-07:002018-06-16T18:29:04.832-07:00Mis villanos favoritos (IV). Carlos López Moctezuma<br />
<div class="MsoNormal">
Hace pocas semanas, en una charla en redes sociales, gente
informada calificó a Carlos López Moctezuma como un eterno villano del cine
mexicano, aunque los contertulios adivinaban que como ser de carne y hueso debe
de haber sido simpático y gentil. Tuve la oportunidad de ser inoportuno y
recordar en esa plática que en algunos papeles está lejos de ser el villano que
todos recordamos: en <i>Padre nuestro</i> es
víctima de la maldad e incomprensión de los hijos, por los que debe
sacrificarse; en <i>Modisto de señoras</i> no
sólo debe solapar que el falso amanerado D’Maurice le venda vestidos carísimos
a su casquivana esposa Claudia Islas, sino que Garcés se la faje con el
pretexto de medirle la ropa, y además abstenerse de asesinarlo para que no
cayera sobre él la sospecha de que también a él se le cayera la mano; en <i>¡Qué viene mi marido!</i> es víctima del
falso suicida Arturo de Córdoba, quien se queda con la herencia de Amparo
Morillo; en <i>Campeón sin corona </i> es el mánager del altanero boxeador David
Silva (una metáfora de Rodolfo Casanova); en <i>Así se quiere en Jalisco</i> es el patrón entre malvado y generoso que
no puede hacer cumplir el derecho de pernada sobre María Elena Marqués, y
además es vencido por su subalterno Jorge Negrete.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Como
villano, allí no fue eficaz; lo es en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Pata
de palo</i>, donde muy comprensiblemente quiere chantajear a Eduardo Arozamena
para que le permita ejercer el derecho de pernada sobre Lilia Prado, una de las
más sensuales actrices del cine mexicano (se afirmaba que sus medidas eran
similares a las de cualquier Miss Universo, aunque medía 25 centímetros menos);
en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El gendarme desconocido </i>es vencido
por el inepto policía Mario Moreno, quien además le da baje con la muy cachonda
Mapy Cortés; es villano en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cuando los
hijos se van </i>sólo porque se esconde y hace creer que no fue él sino Emilio
Tuero quien sale del cuarto de Gloria Marín, y además permite que crean que el
inocuo Tuero robó el dinero que roba él; pero lo peor es que, muerto Tuero por
el otro villano Miguel Inclán, se arrepiente en plena cena de Navidad, para
tormento de Fernando Soler.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En las
más de 200 cintas en que intervino, López Moctezuma ejerció con eficacia su
oficio de malo: contra Jorge Negrete, contra María Félix, a quien pretende
hacerla partícipe del derecho de pernada; sobre cuanta mujer lujuriosa, con
inocencia o maldad, lo hacía víctima de bajos instintos, más que a cualquier
otro villano, Rodolfo Acosta aparte.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>López
Moctezuma es villano, torvo a veces, pero casi siempre redimible, sentimental,
dispuesto al arrepentimiento (excepto en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Pata
de palo</i>, donde muere al caerse de una azotea, como caían los villanos de
esa etapa de nuestro cine, copiando a Jorge Arriaga, el malo malo de <i>Ustedes los ricos</i><a href="https://www.blogger.com/goog_2126652450">)</a><a href="http://./">.</a> Y el lector
comprenderá que tenía motivos para desear a Prado, que estaba en uno de sus
mejores momentos; por otro lado, su físico se asemejaba más al de los galanes
que al de los otros villanos; uno de los actores más altos de la época, rasgos
finos, ojos claros, y su gesto fiero era menos fiero que el de sus colegas
malvados; si se le despoja de la etiqueta de villano, su mirada sobre las damas
jóvenes es menos perverso que el de Germán Valdés, para quien sus acompañantes
son fugaces y momentáneas; o el de Pedro Infante, quien observa más las
cualidades corporales que las conductas virtuosas de sus conquistadas; es más
expresivo que Jorge Negrete, quien nunca logra convencer al espectador de su
amor o cuando menos de su deseo por sus cointérpretes; por lo menos, es mucho
más simpático si se le compara con los héroes o víctimas de sus dos cintas y
actuaciones más sobresalientes (desde mi punto de vista, aclaro): en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Un divorcio</i> niega a plegarse a los
chantajes de la siempre chantajista Marga López, quien no accede a vivir con
él, a pesar de su bondad, su cariño por su hijita, su solvencia moral y
económica, mientras no se muera su esposo inútil, porque ella no cree en el
divorcio, y lleva su martirio al hecho de no presentarse a la primera comunión
de la lacrimosa hijita, quien asiste sola a la ceremonia sólo porque sus papás
son divorciados; López Moctezuma, con argumentos sólidos, hace tambalear la fe
del sacerdote Julio Villarreal (uno de nuestros mejores villanos) al explicarle
el porqué de su (¡horror!) ateísmo.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Más
simpático es el villano que interpreta en una de las máximas joyas de nuestro
cine, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La estatua de carne</i>, donde
padrotea a la muy atractiva Elsa Aguirre, a quien apoda <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Yoconda</i> porque la quemó con un cerillo de La Central, que tenía una
copia del cuadro de Leonardo; la explota, la hace ir a las garras del
antipático escultor Miguel Torruco sabiendo que su amor no tiene futuro (si se
me perdona la expresión); se burla de los cambios de ella, de los que debió
advertir porque ella dejó de masticar chicle y se puso a leer (además), y le
tiene más cariño a un ratoncito blanco que a ella (Aguirre es culpable de que
Torruco le sea infiel a la virtuosa Silvia Pinal, y luego de que ésta pierda
sus manos al tratar de salvar la estatua culpable del drama, y por ello perder
su oficio de pianista; Aguirre lleva a Torruco al paraíso de los infieles, que
era Acapulco antes del PRD; sin embargo, nadie la tacha de villana), y se burla
de todos las tragedias a su alrededor, hasta que el villano Mantequilla (Miguel Ángel, por mal nombre en la cinta, que es un deleite de humorismo al parecer involuntario) mete un
gato a la jaula donde está el ratoncito; imposible que el espectador no le
tenga más simpatía a López<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Moctezuma que
a Torruco.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>López
Moctezuma, además, fue un excelente actor que hizo que lo odiáramos aunque los
testimonios aseguren que era un esposo fiel, entregado, y gente simpática y
amable.</div>
Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-39215407739425367562018-05-12T16:18:00.001-07:002018-05-12T16:18:16.958-07:00Más villanos favoritos: Miguel Inclán y Arturo Martínez<br />
<div class="MsoNormal">
<b>Miguel Inclán</b></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Si Alfonso Bedoya tiene la mejor actuación como villano en <i>El tesoro de la Sierra Madre</i>, Miguel
Inclán es el favorito por la multitud de papeles que hizo como el malo: uno de
los momentos en que el espectador odia más a un personaje es cuando don Pilar,
condescendiente, dice que a cambio de la caridad de permitir que vivan en sus
cuartos <i>La Muda</i> y <i>Chachita</i>, desalojadas mientras Pepe el Toro está
en Lecumberri (una de tantas veces), <i>Chachita</i>
puede servir de sirvienta, pese a la mortificación de <i>La Romántica</i> (a quien más bien la conocemos como <i>La Chorreada</i>); después, don Pilar,
enloquecido por falta de marihuana (él dice piloncillo), arremete contra <i>La Muda</i> y le causa la muerte (<i>Nosotros los pobres</i>).</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Ésa no
es la peor villanía que comete Inclán; en una cinta en que se llama Don
Carmelo, agarrar a golpes de bastón a cuanto niño en situación de calle
encuentra, aunque esté ciego, y pretende cometer abuso sexual en una
adolescente que lo provoca para que escape uno de esos niños pobres y
abandonados de la mano de Dios y de sus padres (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los olvidados</i>).</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Poco
antes, cuando se llama Filiberto, se aprovecha de todos los alfareros para
explotarlos y obligarlos a que le den la mayor parte de sus ganancias, hasta
que un pocho ayuda a las víctimas a defenderse del usurero; para malas, su hija
lleva las de perder ante una gringa desabrida que le baja el novio (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Guadalajara pues</i>).</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>También
como don Damián soliviantó a las multitudes para que lincharan a una bella (es
un decir) indígena por suponer que antes que él, otro la vio encuerada; y no se
le hizo con ella pese a que logró encarcelar al novio de ella, le echó a perder
su cosecha y lo obligó a que perdieran su cochinito, su único patrimonio (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">María Candelaria</i>).</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Chueco Gallegos</i> fue uno de los
matones contratados para asesinar, en pleno Teocaltiche, a los papás de Chava,
y luego, a punto de ser ajusticiado, ruega por su vida y a traición intenta
rematar a Chava, pero no por nada a éste le dicen <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Ametralladora</i> (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ay,
Jalisco, no te rajes</i>).</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Pero
tal vez éstos no sean sus papeles de malvado más terribles y a ratos
insoportables, sino el que interpreta a don Patricio, quien sin ninguna piedad
arrebata un radio a la más lastimera madrecita mexicana, cuando estaba oyendo a
su hijo consentido dedicarle desde México una canción en pleno 10 de mayo (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cuando los hijos se van</i>). Cabe decir
que, además, alteró los papeles e hizo crecer una deuda de manera fraudulenta
para abusar de Sara García.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ni sangre ni arena</i> es un torpe jefe de
policía que confunde a Cantinflas con un torero pedante llamado <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Manolete</i>. También contra Cantinflas se
vuelve a confundir al creer que el manso Margarito es el buen bandido <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Siete Machos</i> (que da título a una de las
más divertidas cintas de Mario Moreno). En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Aventurera</i>
es un feroz vigilante bajo el mando de la cruel Andrea Palma, para mantener
sumisa a Ninón Sevilla, a quien desea, muchos dirán que con razón, y la somete
a maldades sin fin.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>No
siempre la hizo de malo: en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Mexicanos al
grito de guerra</i> es el presidente Benito Juárez, quien escucha atento a un
vendedor ambulante que le lleva noticias de una conspiración extranjera.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Sobre todo, en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Salón México</i> es don Lupe, policía bueno que somete al villano
Rodolfo Acosta y protege a la lastimera callejera y mala bailarina Marga
López, y hasta la suple para visitar a la hermanita inocente Silvia Derbez,
para que no se entere de que López se vende para mantenerla.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La tienda de la esquina</i>, Inclán es un
marido al que lo engañan casi en sus narices, único drama en una cinta llena de
juegos de palabras (“¿tiene bisteceses? Sólo de reseses”), canciones de doble
sentido, amores que triunfan, presencias femeninas bellas y divertidas, y le va
mal a los que se portan mal; Inclán, quien aquí también se apellida Juárez, la
hace de bueno aunque nadie se lo cree.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Inclán,
a quien le pusieron nombres femeninos en casi todas sus cintas (Lupe, Carmelo,
Pilar, Margarito, Patricio) o como castigo, la hace de policía, de presidente,
de escritor patriota, pero sobre todo es uno de los grandes villanos de nuestro
cine, y tan buen actor, que fue llamado dos veces por John Ford para papeles
breves pero lucidores.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Con su
voz grave, su acento pausado y su mirada entre lujuriosa y malvada, es uno de
los mejores actores que ha habido en nuestro cine, y es un villano inmortal,
capaz de habitar nuestras peores pesadillas.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<b>Arturo Martínez</b></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Es fácil caer en la tentación de colocar a don Arturo
Martínez como villano por su dirección de una de las cintas más torpes del cine
mexicano, <i>Me caí de la nube</i>,
glorificando a Cornelio Reina y desperdiciando a Claudia Martell y a Rosenda
Bernal (aquella que cantaba “Los laureles”, con el ritmo adecuado y ladeando
rítmicamente la cabeza, pero enfundada en hot pants, aquella horrenda moda de
principios de los setenta), pero bien vista, pese a escenas burdas, tenía
sentido del humor y estaba dirigida a un público nada exigente, que no
distinguiría los cambios abruptos en las caminatas, ni en el detalle de los
zapatos Canadá que usaba el héroe.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Pero
hay que admitir que Martínez era villano temible cuando se requería; por
ejemplo, como esbirro de don Julio Villarreal para entre ambos, y otros más,
mantear a Germán Valdés porque intentaba rescatar a Carmelita Molina en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Soy charro de levita</i>, y al final, salir
derrotado de manera inesperada.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Martínez
tenía un físico esmirriado, delgadísimo, como para aterrorizar a nadie, y en las
peleas casi siempre era apaleado por los muchachos (como se llamaba a los
héroes de las épocas en que más maniqueos eran unos y otros); pero no necesitaba
la fuerza bruta, con sólo su gesto fiero, sus maneras suaves, su voz de tenor
acostumbrado a las frases cortas y contundentes, la mirada fija que conllevaba
la amenaza no de golpes, sino de la tortura lenta y cruel, la sonrisa socarrona
y la risa obscena, que terminaba en la mirada lujuriosa en piernas y pechos de
las heroínas, y la manera de usar el sombrero de lado, como ocultando esa
mirada lujuriosa que significaba “mía o de nadie”.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Pocos
villanos con un debut tan deslumbrante: es Luis Coronado, despreciado por María
(la fría e inexpresiva Miroslava), y quien se venga charrasqueando a Juan
Robledo (tal vez por lo horrendo que canta “vengan canciones… de puro gusto y
hasta relincho”), en una escena previsible (“cuídate Juan que ya por ahi te andan
buscando… no tuvo tiempo de montar en su caballo, pistola en mano se le echaron
de a montón”), y todavía alardea cuando una bala atraviesa su corazón, pero
disparada a traición por Martínez, sin saber que varias cintas después su hija
estaría a punto de casarse con uno de tantos hijos de Robledo, pagando así sus
culpas. (Confesión vergonzante: en una misma función en el Cine Tepeyac vi
ambas cintas sobre Juan Charrasqueado, el protagonista de una de las canciones
que dio al habla coloquial tantas frases que se hicieron parte de nuestro
lenguaje cotidiano, y perduran pese al paso de las décadas. Me conmovió casi hasta el llanto, además de perder una
bufanda con la que me protegería del sereno; por fortuna no enfermé.)</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Martínez
abraza a las heroínas con una impudicia sólo igualada en nuestro cine por don José
María Linares-Rivas; las hace sentir que al poseerlas las degradará, se sienten
asqueadas por la sola insinuación, y por la pronunciación lasciva de la palabra
“chiquita”; es también repelido por los “muchachos”; es el perfecto traidor, es
quien delata y además por placer, pero quien no perdona la traición en las
bandas a las que pertenece; es quien mata no sólo a traición sino con la turbia
mirada de sadismo.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En más
de la mitad de sus 180 apariciones fílmicas la hace de villano, pero es quien
más reciente la infidelidad de la esposa casquivana (Meche Barba) y quien finge
ser narcotizado para matar a balazos a la infiel y a su amante en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Casa de vecindad</i>; es quien sufre los
desprecios de Rosita Quintana en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Escuela
de valientes</i> sólo para ser atropellado por su caballo para que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Piporro</i> se lleve injustamente los créditos; es quien
legítimamente desea a Ana Luisa Peluffo y a Silvana Pampanini (ambas ceden ante
el arrogante y chocante Armendáriz en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sed
de </i>amor); es el burócrata que pone la trampa al ministro que aspira a la
presidencia; bueno, ni siquiera cuando es bueno (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tiempo de morir</i>) se le quita el gesto de malo.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Fue tan
buen actor que en sus últimos créditos alcanzó una distinción que no pocos
consiguieron: Don: Don Arturo Martínez, algo comparable a Fernando y Domingo
Soler, pero ni Pedro Infante ni Jorge Negrete ni Pedro Armendáriz.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Debo
agregar que, sin embargo, como villano es previsible, por lo maniqueo de sus
personajes; pero también, que dos de sus actuaciones más memorables fueron no como
“malo”: en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Policías y ladrones</i>, antes
de ser derrotado por Adalberto Martínez y Ricardo Moreno (nadie más popular que
él en sus tiempos de gloria, nadie más castigado por la vida luego de unos
pocos meses de celebridad), tortura a <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Resortes</i>
y a la guapa y poco apreciada Lucy González, y para que los vecinos no los
oigan quejarse, pone en un Garrard una canción de moda, “Cógele bien el
compás”, con la Orquesta América, y mientras, Martínez y sus esbirros<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Manuel Dondé (que no la hace de Miguel Alemán), Jose Luis Fernández, Mario
Castillo y el temible <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Lobo </i>Negro,<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> </b>bailan con sabor y cadencia que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Resortes</i> era incapaz de expresar; uno
lamenta que lleguen los buenos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Y
en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Quiéreme porque me muero </i>es un
odioso y amanerado jefe de personal de Sears Roebuck, que maltrata a los
empleados, y al ser desplazado por el poco simpático héroe Abel Salazar, se
niega a ser degradado a elevadorista: “de limón la never”, dice, quebrando la
cintura.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Muchos
grandes momentos como villano, y dos ridiculizando a villanos, le ganaron la
gloria cinematográfica, además de por alguna que otra cinta dirigida con decoro
(por ejemplo, Julissa mostrando, por una vez sin vulgaridad, sus bombachas en
pleno Lago de Chapultepec).</div>
(Ambas semblanzas fueron publicadas por José Antonio Gurrea en <i>El Universal Querétaro</i>.)Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-9774845227936463432018-04-30T17:17:00.003-07:002018-04-30T17:17:39.208-07:00Mis villanos favoritos (I) Alfonso Bedoya<br />
<div class="MsoNormal">
El mal conocido, peor recordado y pésimamente imitado Abel
Quezada, en una magnífica serie de cartones, advertía que aunque en las
películas el muchacho se quedaba con la muchacha al derrotar al villano, en la
vida real el malo se queda con las muchachas.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En el
cine pocas veces el malo derrota a los buenos, pero se queda con la admiración
del cinéfilo; para hablar de ejemplos de nuestra generación, Gene Hackman como
Lex Luthor merecía mejor destino, aunque el Chistopher Reeve de la serie de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Superman</i> no era el boy scout de los
cómics, y sobre todo se ganó nuestras simpatías al usar su visión de rayos X
para observar el color de las pantaletas de Louise Lane, coqueteó con una Lina Luna
crecidita con una sensualidad que no tenía de adolescente, y usó sus
superpoderes para llevar a Margot Kider al éxtasis.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Pero
Luthor, acompañado de una muy erótica Valerine Perry (casi siempre mal
aprovechada), hace temblar, literalmente, al mundo del que quiere apoderarse,
casi mata al héroe de una manera cruel, y casi seduce a una fría pero no por
ello menos cálida villana Sarah Douglas, además de urdir una trampa que le
falla porque Supermán es tramposo y mentiroso. Lex Luthor es culto (ama a
Mozart, y sus compañeros de cárcel le silban algún pasaje mozartiano), buen
lector, excelente científico y tiene sentido del humor.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Hackman
tiene cara de malo y así tiende una trampa a Tom Cruice, tan inocente, y para
ello busca seducir a la memorable villana Jeanne Triplehorn (inolvidable su
coito con Michael Douglas, que hace palidecer los convencionales de Sharon
Stone en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Basic Instint</i>), en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La firma</i>; bueno, Hackman hasta de héroe
(<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Mississippi<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>en llamas</i>) es duro, cruel, vengativo y
amedrentador.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Hackman no es el mayor villano del cine estadounidense, y
casi podría decirse que es muy menor frente al villano mayor de la historia del
cine, Alfonso Bedoya (o Bedolla, según algunos créditos en otros filmes; el
cine mexicano ha solido adolecer de ortografía, tan grave como la de los
seguidores de los candidatos a la presidencia de México), conocido como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Indio</i>, y para Carlos Monsiváis, una de las
mejores presencias cinematográficas por su “indudable mexicanidad”; ya en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Canaima</i>, como el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cholo Parima</i>, hace sufrir a Jorge Negrete de tal manera que ni la
tibieza de Juan Bustillo Oro puede quitarle esa sensación de sordidez, esa
maldad tan terrible, esa crueldad que impone su presencia para ser así uno de
nuestros grandes villanos.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Esa
maldad la trasladó a la Sierra Madre donde aterrorizó al mismísimo Humphrey
Bogart, hombre malvado si los hay (en el cine; en la vida real, pocos con su
dignidad al oponerse al Joseph McCarthy perseguidor de izquierdistas en el cine
y en la política), cuando lo persigue para quedarse con su magro tesoro; el
director John Huston debe haberse divertido muchísimo con ese excelente villano
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Golden Hat</i>, que surge de súbito para
engendrar inseguridad y temor en los buscadores de oro, que no necesitaban
mucho para traicionarse entre sí; Bedoya se justifica: es que semos muy
chacales, y luego de asesinar a Bogart, escupe un amenazador “¡montoneros!” al
grupo de soldados que lo apresan, sin olvidar el epíteto que poco antes asestó a los buscadores de
oro: palomitas.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Uno de
los momentos culminantes de esa maravilla que es <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El tesoro de la Sierra Madre </i>tiene lugar cuando Bedoya y sus
secuaces cavan sus propias tumbas y él afirma que el calor que sienten no es
nada comparable al que sufrirán en el infierno, y segundos antes de la orden de
fuego al pelotón de fusilamiento, pide: “mi susteniente mi susteniente, ¿me da
permiso de agarrar mi sombrero?”, permiso que le es concedido, lo que aligera
la tragedia que viven personajes y espectadores. Dice Jim Beaver que Bedoya se
roba todas las escenas en que aparece, aunque sean con Bogart, Walter Huston o
Tim Holt.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Ese
papel lo repitió en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Furia roja</i>,
aunque su villanía está del lado de los juaristas buenos (decir ahora esto,
cuando quieren convertir a don Benito en mal político, mal presidente y con limites
intelectuales, es incorrecto, lo que asumo sin temor); también es villano en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El gendarme desconocido</i>, como pandillero
que asalta y balacea, y peor, chulea y acosa a la muy chuleable y acosable Gloria
Marín; Bedoya es villano en casi todas sus cintas mexicanas (hizo un buen
puñado de apariciones en Hollywood, bajo grandes directores), pero mi favorita
es su breve aparición en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Como México no
hay dos</i>, en la que indignado vocifera contra Tito Guízar, quien le
pregunta, en plena ciudad estadounidense, si es mexicano, y Bedoya contesta
enfurecido con términos antimexicanos, aunque repentinamente suelta un “pelados
éstos”, o algo parecido, con indudable mexicanidad.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Entre
los muchos villanos admirables, sobre todo en el cine mexicano, Bedoya es uno
de los mejores y más memorables.</div>
<br /><br />
(Nota aparecida en <i>El Universal Querétaro</i> el 25 de abril.)Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-38351148839414630162018-04-20T09:05:00.003-07:002018-04-20T09:05:56.374-07:00El asombroso Mario Vargas Llosa<br />
<div class="MsoNormal">
Desde que descubrí al novelista Mario Vargas Llosa en 1970
con <i>La Casa Verde</i>, no ha dejado de
asombrarme, aunque no siempre por sus muchas cualidades literarias; desde <i>El hablador</i>, que no sólo no me atrajo
sino que me rechazó, y sus siguientes novelas apenas me motivaron, hasta
encontrarme con <i>La fiesta del Chivo </i>(hasta
el momento su última obra maestra), pero <i>El
héroe discreto</i> me gustó, hasta que la digerí para rechazarla, por ser una
defensa del patriarcado, en el ámbito familiar donde los hijos deben obedecer
al padre sin importar su edad, y después me aburrió sus <i>Cinco esquinas</i> (la literatura erótica no se le da); sus <i>Conversaciones en La Catedral</i> me sigue
pareciendo una de las mejores novelas contemporáneas, y no me canso de releerla
cada año.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Acaba
de publicar un nuevo libro, harto polémico, pero muy lejos del provocativo e
inteligentísimo <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La civilización del
espectáculo</i>, donde fustiga la inocuidad de las redes sociales, de la cultura
de lo superfluo y de la vacuidad de las opiniones sin sustento acerca de todo,
importante o no.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El
nuevo <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La llamada de la tribu </i>parece
un libro provocador a propósito, pues son ensayos sobre siete ensayistas que
fueron, a contracorriente, defensores de políticas impopulares en ciertos
ámbitos y ciertas épocas; no me asombra el tema: desde mediados de los años
setenta comenzó a criticar sistemas y gobiernos entonces populares y apoyados
más que nada por intelectuales (entonces asombró, y la observación se la debo a
Xavier Velasco, que nunca insultara a sus opositores [“el magnífico escritor” y
otros adjetivos a veces exagerados] pese a lo sólido de sus argumentos) aunque
no siempre el tiempo le dio la razón.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>No son
discutibles los méritos de los ensayistas a los que dedica estos textos; lo son
otras cuestiones: elogios desmedidos a las políticas económicas de Ronald
Reagan (o quien sea que haya gobernado Estados Unidos en esos años) y a
Margaret Thatcher, que sólo aprovecharon el impacto brutal de los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">baby boomers</i> pero no previeron la brutal
caída de muchas de sus audacias en inversiones, en casas de bolsa y sobre todo
la debacle de la industria hipotecaria; elogio a pensadores cuyo único mérito
fue oponerse, con debilidad, a otros pensadores que no fracasaron, sino que el
mundo cambió de manera inesperada, y no de manera definitiva.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Lo que
asombra de este nuevo libro de Vargas Llosa es que es totalmente opuesto al
novelista que creó <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La ciudad y los perros</i>,
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Conversación en La Catedral</i> y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La fiesta del Chivo</i>, obras en las que el
autor penetró en la mente y en las ideas de represores (los profesores del
colegio militar, e incluso una escena brutal contra un intelectual buleado por
su escasa masculinidad ante alumnos que se preparaban para reprimir; un oscuro
director de gobierno que es el que sostiene un régimen autoritario; un dictador
asesino y represor), sin hacerlas suyas, y apenas intente simpatizar con ideas
e ideologías contrarias a las suyas (y que no siempre son las de los personajes
estudiados).</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Asombra
también que quien estudió la mente de escritores como Flaubert, Faulkner,
García Márquez carezca de imaginación para hablar de estos personajes y se
limite a seguir lo que otros, o ellos mismos, escribieron sobre ellos, y apenas
se acerque a sus obras de manera superficial, poco penetrante, y siempre
dándole la razón a cada uno, aun cuando de pronto se contradiga en esos
confusos errores. También, la enorme distancia entre ellos (y, en estas
páginas, entre el mismo Vargas Llosa) con el mundo de la imaginación, o sea las
artes plásticas y la literatura, ya no se diga el cine y el teatro.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Hay
momentos que perturban: cuando habla de “violaciones fragrantes” (pág. 52; puede
ser una errata, pero no deja de asombrar, y que las ahora feministas detractoras
de Vargas Llosa no lo hayan advertido —según confesión de ellas, lo combaten
pero no lo leen); cuando reprocha que alguno de sus homenajeados se haya
acercado a las revistas del corazón (¿se habrá mordido la lengua, ahora
que aparece tanto en ellas?). Hay en cambio momentos brillantes, como cuando
describe al 68 como un movimiento cuya más profunda huella haya sido contra el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Manual de Carreño</i>, y que escriba
“iniquidades” en vez del incorrecto “inequidades” o "inequitativas".</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Lo más
asombroso es su prosa: llena de cacofonías, ripiosa, con tropiezos, a la
carrera. No es la del Vargas Llosa que nos deslumbró hace cerca de 50 años.</div>
<br /><br />
Publicado en <i>El Universal Querétaro</i> el 19 de abril de 2018.Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-68627610798789768132018-03-19T18:11:00.004-07:002020-04-09T17:31:05.777-07:00Condenar el pasado<br />
<div class="MsoNormal">
En días pasados programaron en televisión de paga una de las
primeras cintas con Jorge Negrete, aún con aspiraciones a cantante de ópera
(véase mi artículo en <i>Contenido</i>, hace
casi tres décadas, de cómo Negrete fue todo lo que no quería ser); de hecho, tres cintas
antes de <i>¡Ay, Jalisco, no te rajes!</i>,
que lo consagró como charro; en <i>Juntos
pero no revueltos</i> conoció a Elisa Christy, madre de su única hija, y que
aparece en camisón transparente junto a la después enigmática y provocativa
Virginia Serret aunque sus dos apariciones eróticas fueron reducidas a una; fue
galán de la muy bella pero inexpresiva Susana Guízar y amigo de Rafael Falcón,
quien tenía todo para ser galán, menos el atractivo animal del propio Negrete y después de Pedro Infante.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En la
cinta aparecen el extraordinario Agustín Isunza, el estrella de radio Arturo
Manrique <i>Panzón Panseco</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Chicote</i> aunque no como
escudero de Negrete como lo fue después; Manuel Esperón haciendo dos o tres
chistes; el pianista Juan García Esquivel, después célebre en Estados Unidos y
de mala memoria en México; Hernán Vera, en una de sus 306 apariciones en el
cine mexicano, de las que sólo he visto 243; Miguel Inclán de revolucionario no
villano; una inquietante Emilie Egert en su única aparición cinematográfica, haciendo
de gringa coscolina que le pone los cuernos al marido Clifford Carr, y quien
mucho después sería el padre de Marga López en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los tres García</i>; y varios más; es una de las pocas cintas
auténticamente cómicas con Negrete (es decir, no involuntarias como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Historia de un gran amor</i>), como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">No basta ser charro </i>y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Un gallo en corral ajeno</i>; curiosamente
se pinta de negro para cantar ante un público que aplaude y se va; Falcón canta
“gringuita, yo no sé lo que daría por saber hablar inglés” antes de besar a
Egert (Luis Aguilar la canta en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ATM</i>,
pero no tan bien) y con un verso inolvidable: “con tu histérico goodbye”; antes
de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">NCIS</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Chicote</i> arma un automóvil en un cuarto pequeño del que después no podrá
sacarlo; él mismo canta una divertida pieza, “si tú tienes curvas yo tengo un
tobogán” mientras que Manrique, Jorge Treviño y otro cantan, acompañados por Esperón
al piano, “Ah qué la coneja tan vieja tan vieja” en un supuesto alemán muy
divertido (hasta donde recuerdo, sólo se vuelve a cantar en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El charro y la dama</i>, en voz de Pedro
Armendáriz, que no sabía cantar, y quien pronuncia allí la célebre frase “nunca
fuera caballero de damas tan bien servido”, enunciada antes por sir Lanzarote;
Armendáriz concluye: ”yo también tengo mi cultura, no se crea”).</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Pero la
cinta tiene algunos ángulos que ahora podrían prohibir: Guízar es deshonrada en
su pueblo, aunque su tío lo dice de otra manera: “burlada”, lo que no le importa
a Negrete, quien la toma por esposa y se vuelve padre adoptivo de su hijo (inevitable:
si es deshonrada queda embarazada); Falcón se consuela con Lucha María Ávila,
hermana de Guízar, niña curiosa e impertinente y que no pasa de los 12 años,
con lo cual se supondría que Falcón es pederasta o cuando menos pedófilo, lo
que no es lo mismo; hay un par de escenas que supondrían una homosexualidad no
muy disimulada entre Negrete y Falcón; Manrique comanda una banda de niños a
los que explota y los pone a cantar en la calle y a vender billetes de lotería, en complicidad con un supuesto ciego;
hay apología del delito porque argumentista y director (Ernesto Cortázar y Fernando
Rivero) simpatizan más con el hábil ladrón <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Chicote</i>
que con el torpe policía José Arias (quien se despidió del cine en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Al este del paraíso</i>, con James Dean); hay
promiscuidad y varias mujeres comparten cama, lo mismo que algunos hombres, aunque Negrete y Falcón sólo comparten
cuarto; se burlan de la autoridad encarnada en Arturo Soto Rangel (en su
séptima cinta de las 261 en que intervino, de las que he visto sólo 169) mientras
proponen el nombre del niño a registrar (en honor de la portera Paz, alguien
sugiere “Pazo” o “Pazillo”).</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Una
cinta muy divertida de la que dice Emilio García Riera que se adivinan las
carcajadas de los miembro del staff. Cierto, pero es provocativo que la exhiban
en estos tiempos porque no se castiga al burlador de la heroína, que se insinúen
amores ilícitos, que le pongan los cuernos a un gringo baboso, que no se castigue a un galán que sienta en sus piernas a una
inquietante preadolescente, que quien sale ganador es un licenciado en leyes
que transa a todos; cinta políticamente incorrecta.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
No la linchan como lincharon a Mario Vargas Llosa en redes
sociales por afirmar que en estos tiempos de nueva inquisición estaría
prohibido hasta <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Lolita</i> de Nabokov,
una de las obras maestras del siglo XX porque la leen con otros ojos; Vargas Llosa
ha mostrado en sus novelas amores lésbicos (mal narrados, pero en fin), no
persigue a las prostitutas (las que cobran y las que no), ve a los dictadores
desde su propia perspectiva (Odría, Trujillo), e incluso la pederastia (en sus
menos buenas novelas); su afán de experimentar con tiempos, lenguaje,
perspectiva; su intromisión en las almas de hasta sus más insignificantes
personajes, su excelente prosa (la mayoría de las veces), han sido impugnados,
sólo por advertir la persecución de las nuevas savonarolas. Dice Lourdes que a
este paso las únicas novelas permitidas serán en las que los hombres sean desterrados,
en que haya una sociedad de puras mujeres que se embarazan sin la intervención
de los hombres, y que cuando paren hombres los abandonan porque no los
consideran necesario. (Por cierto, eso sucede en una novela escrita por una
mujer.)</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Lo
lamentable es que no había argumentos, sólo descalificaciones contra Vargas
Llosa; lo más cínico es que la mayoría de las que lo impugnaron confesaron no
haber leído sus libros, sólo algunos de sus artículos en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El País</i>. No hay críticas a las artistas (de alguna manera se les califica) cuyas cualidades las muestran cuando menos una vez por semana, con o sin calzones.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Pese a
sus esfuerzos, no pueden borrar el pasado, ni condenarlo; lo único, que deje de
haber supremacía de un sexo contra otro, de un país sobre otro, de un partido
político sobre otros; pero al condenar la literatura, el arte subversivos, lograrán
lo que los alimentos <i>light</i>: hacer aburrido todo sin que mejore la salud. Rosario Castellanos estaría muerta de la risa (o de la vergüenza).</div>
<br />Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-54369775337334286272018-02-21T12:19:00.002-08:002020-04-09T17:35:27.296-07:00Las nalgas son importantísimas<br />
<div class="MsoNormal">
Durante mucho tiempo hubo palabras impronunciables en las
conversaciones cotidianas; sobre todo, las partes del cuerpo ocultas por la
ropa, aunque no necesariamente las partes pudendas. Podían consultarse en los
diccionarios, que no eran muy explícitos, y que apenas describían, de la manera
más fría, esas partes que las faldas y vestidos ocultaban, pero resaltaban.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>A falta
de la presencia de la palabra “nalgas” en revistas y periódicos, e incluso en
la literatura, se usaba el gélido “glúteos”, o el más pícaro “asentaderas”,
pero en la literatura popular, Gabriel Vargas popularizó “tambochas”, que no se
encuentra en los diccionarios de mexicanismos ni de expresiones populares, pero
que los lectores de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La Familia Burrón</i>
leíamos sin necesidad de explicación. Usaban también “tepacuanas”, que sí se
encuentra en el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Diccionario de
Mexicanismos</i> de la Academia Mexicana de la Lengua, pero no en el más real y
sabroso <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Útil y muy ameno vocabulario para
entender a los mexicanos</i>, de Héctor Manjarrez.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Curiosamente
llega a la literatura con más contundencia en los libros de Jorge
Ibargüengoitia que en los de Gustavo Sainz o de José Agustín, quienes usan
metáforas para evadir la palabra.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La ley de Herodes</i>, el personaje de todos
los relatos cubre las nalgas de Pampa Hash varias veces con “pantaletas”, que
es lo primero y lo último que ve a esta extranjera a la que pierde porque la
posee el ritmo, pero en “La vela perpetua”, dice que a Julia, que lo atormenta
por años, “le faltaban pechos, le faltaban piernas, le faltaban nalgas y le
sobraban dos o tres idiomas que ella creía que hablaba a las mil maravillas”;
sufre menos con la protagonista de “¿Quién se lleva a Blanca”; Blanca, que
tiene amoríos con varios personajes apenas mencionados, permite al protagonista
que la lleve a su casa, pero al entrar a ésta, “le toqué las nalgas”, lo que
causa hilaridad a unos niños testigos del acto; el reproche de ella es “¿Por
qué eres así?”, pero nada más, lo que revela que estaría dispuesta a más.</div>
<div class="MsoNormal">
En <i>Estas ruinas que ves</i>, luego de una parranda, Malagón (Guillermo Orea en la excelente versión cinematográfica) se queja: "¿Por qué no me dijeron que le estaban viendo las nalgas a Sarita?" (Grace Renat en la cinta; también la muy bella Blanca Guerra las muestra dos veces, pero la descripción en la novela es menos erótica; lo de Sarita es una escena gratuita e innecesaria, en ambas obras). </div>
<div class="MsoNormal">
En su
mejor novela, <i>Dos crímenes</i>, Ramón
Tarragona le dice a su sobrino Marcos que su sobrina Lucero le está poniendo
las nalgas en las narices, escasamente disfrazada metáfora para referirse al
coqueteo, o mejor dicho, nada disimulada insinuación. Marcos, sin embargo,
copula con la madre de Lucero, en escenas en que lo cómico desplaza a lo
erótico. En la cinta basada en esta novela, Dolores Heredia encarna con
picardía a Lucero, y en la escena referida muestra el trasero, pero vestida;
Margarita Isabel es Amalia, cómica y erótica al mismo tiempo; es también de las
pocas veces en que la palabra se escucha con nitidez en el cine mexicano.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El
músico y poeta Vinicius de Moraes fue muy claro en su “Receta de mujer”; en la
mucho más conocida “La chica de Ipanema” menciona dos veces el balanceo de la
protagonista, balanceo de los glúteos, desde luego, pero no los menciona, como
si se mencionan en “La Bossa Nostra”, de Les Luthiers, que combina ambos
textos, y culmina con “nalgas marinas, y un pubis…”, que detiene un sacerdote
con un “detente pecador”, aunque un coro celebra “pubis pro nobis”.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En la
“Receta…”, Moraes describe la perfección del cuerpo femenino, con adjetivos
supremos para brazos, ojos, labios, talle, cuello; la mujer debe ser “ligera
como un resto de nube: pero que sea una nube con ojos y nalgas. Las nalgas son
importantísimas”, acota, sin necesidad de ningún otro adjetivo.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Es
curioso, sin embargo, que hayan llegado a la música más erótica entre las
expresiones contemporáneas, como la menos sutil de las metáforas: Beny Moré en
“La engañadora” describe a una mujer a la que todos los hombres la tenían que
mirar porque estaba gordita, muy bien formadita, “en resumen, colosal”; gordita
y bien formadita es sólo una manera, poco elegante pero nada obscena, de
referirse a los glúteos, aunque al final de la canción se sabe que no son
tales, sino rellenos, como en un cuento de Cristina Pacheco.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Los
antiguos no se complicaban: ni glúteos ni nalgas: “con las que me siento”,
definían las señoritas decentes. Y las señoritas decentes las definían como "pompas", lo que se prestaba a juegos de palabras, y hasta una mención musical harto pícara: "Pompas" ("ricas"), de Eduardo Vigil y Robles, que popularizó en 1919 la muy pícara María Conesa. Un dicho mexicano describe a la perfección que
las mujeres valen por sus cualidades intelectuales y que sean hacendosas, más
que por lo sinuoso de su cuerpo: “busca a la mujer por lo que valga, y no sólo
por la nalga” (<i>La que de amarillo se viste. La mujer en el refranero mexicano</i>, compilación de Ángeles Sánchez Bringas y Pilar Vallés, UNAN-CNCA, 2008).</div>
<br />Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-51958559311255526322018-02-10T05:02:00.000-08:002018-02-10T05:02:33.895-08:00La otra obra maestra<br />
<div class="MsoNormal">
Sucedió durante varios meses, todos los lunes, en un
restaurante especializado en paellas, en pleno centro de la ciudad de México;
aunque hubo varios protagonistas, dos son los actores principales; los demás,
curiosos testigos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Los actores eran suramericanos;
uno, publicista, periodista y a ratos escritor; tenía algunos libros
publicados, pero ninguno vendía más que unas cuantas decenas de ejemplares; el
otro era un diletante que vivía de aplicar sus conocimientos, su amplísima
cultura, su ortografía estricta aunque flexible, y su prodigiosa memoria, en la
corrección de libros; ambos, con mucho sentido del humor; ambos, mitómanos; el
primero era prestidigitador; el otro, sólo mago; la diferencia radicaba en la
audacia del primero y en el rigor del segundo.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Ambos
se reunían en alguna de las tres (en realidad seis) librerías cercanas; las
tres, propiedades de españoles cultos, amables, atentos a los gustos de la
clientela; dos de ellos, estrictos (a uno lo vi que corrió a un posible cliente
porque copiaba datos de un libro,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>supuestamente hojeándolo para ver si lo compraba); el otro, contagiado
del humor de sus clientes, armaba tertulias a diario, fuera con cineastas, con
críticos de cine (que no es lo mismo), pintores, poetas, jóvenes novelistas que
lo convirtieron en personaje de sus novelas o de sus autobiografías.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El
prestidigitador y el mago se juntaban los lunes en alguna de las librerías;
jugaban a las adivinanzas, porque no se ponían de acuerdo en donde sería la reunión,
pero muy pocas veces fallaron; después de revisar las novedades, las novedades
viejas, de escuchar los corrillos de la última semana, esperaban a que cerraran
la librería y caminaban unos pasos hacia el restaurante especializado en
paellas, y allí proseguían la plática en lo que bebían dos o tres cervezas,
cuando mucho, y luego se despedían, en la terminal de los camiones que iban,
unos hacia el norte de la ciudad (salían de Avenida Hidalgo), otros hacia el sur (salían de Avenida Juárez); el prestidigitador iba a
San Ángel, y lo acompañaba un joven editor y escritor aún sin la fama que se
merecía; el mago iba hacia el norte, y lo acompañaba un empresario simpático y
divertido; en el camino comentaban la tertulia.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Un día
el prestidigitador faltó a la cita durante cinco semanas; ni su compañero de
viaje sabía el motivo de la ausencia. A la sexta se presentó radiante, más
alegre, menos chismoso, con un aura adornándole la melena negra y alborotada;
el mago adivinó: “¡estás escribiendo una novela!”.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El
prestidigitador asentó, y comenzó a platicar la trama: “se me ocurrió durante
un viaje”; los contertulios (puros escritores ese día) se fascinaron con la
anécdota, fantasiosa e increíble, pero que el prestidigitador hizo verosímil.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Al
abordar el camión, cerca de la medianoche, su compañero de trayecto le dijo, casi
en tono de reproche: “cómo te envidio, yo no podría contar la trama de una
novela porque se me ceba”, y le aclaró el significado del mexicanismo.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El
prestidigitador se alarmó, porque era, como todos los de su provincia,
supersticioso (por ejemplo, nunca copulaba con los calcetines puestos); llegó a
su casa y rompió las cuartillas que había pergueñado en esas semanas, y volvió
a escribirlas, con redacción diferente y cambió algunas de las anécdotas,
aunque la trama principal la conservó, con modificaciones, lo que lo llevó a
ensayar una nueva estructura.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>A la
semana siguiente, apurado por los contertulios, no sólo contó las nuevas
peripecias (aunque no era el adjetivo adecuado, dictaminaron el editor y el
mago) de la novela, y no sólo eso, sino que leyó las nuevas cuartillas. Sólo
que para que no se le cebaran, eran diferentes a las que escribía en su casa;
sus contertulios, cada vez más numerosos, impulsados al ser testigos de la
nueva obra maestra, disfrutaban las aventuras de aquella familia singular.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Se
cumplió el plazo, terminó la novela, y luego de unos meses llegó con un
tambache de ejemplares para los contertulios más asiduos; alguien empezó a
leerla, y reclamó: “esto no es lo que nos leíste”; “no, claro, porque se me
cebaba”. Todos festejaron la ocurrencia, menos el mago, que a la semana
siguiente llegó con unas cuartillas encuadernadas: “aquí está lo que nos
leíste”, dijo: todos los lunes llegaba a su casa, y gracias a su memoria
prodigiosa, reproducía lo que el prestidigitador había leído, comas más, comas
menos.</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Así que
existen dos versiones: la que conoce todo el mundo de habla hispana, y otra, la
que oímos los que íbamos a las tertulias, aunque ya sólo la recordamos el mago
y yo, con todo y puntos y comas e interjecciones.</div>
<br />Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-25112726268544327902018-01-02T08:33:00.000-08:002018-01-02T08:33:17.181-08:00Pacheco, traductor de Eliot <div class="MsoNormal">
En 1989 se publicó en la más o menos efímera colección Cuadernos
de la Gaceta, del Fondo de Cultura Económica, la primera versión de José Emilio
Pacheco de los <i>Cuatro cuartetos</i>, de
T. S. Eliot. Desde entonces le quedó el deseo de hacer una nueva versión
(“aproximación”, decía) más cercana al original, y eso que ya era mucho mejor
que las realizadas por Vicente Gaos (Realp, 1951, Barral Editores, 1971 y
Premià, 1977) y José María Valverde (Alianza Editorial, 1977).</div>
<div class="MsoNormal">
Esta
nueva aproximación, por la benemérita Era y El Colegio Nacional (y con presentación
de Luis García Montero, una edición simultánea en Alianza Editorial que poco
llegará a México) hace más que correcciones, precisiones; el lector encontrará
pequeñas diferencias con respecto a la edición anterior, ya legendaria y
agotados muy pronto sus dos mil ejemplares (y a la que se llamó “traducción”);
cambios apenas perceptibles, pero importantes.</div>
<div class="MsoNormal">
En
realidad, lo que llama la atención son las abundantes notas y sobre todo la
biografía, concisa pero llena de datos que acentúan la importancia de uno de
los más grandes poemas del siglo XX.</div>
<div class="MsoNormal">
En las
notas el lector encuentra la causa por la que Pacheco trabajó tanto en la
“aproximación” de este poema, o conjunto de poemas: como con Antonio Machado,
César Vallejo y Luis Cernuda, en Eliot hay una intención muy precisa de definir
el tiempo, en que el presente se eterniza ante la desaparición del pasado y la
imposibilidad del futuro, tema que abunda no sólo en la poesía de Pacheco, sino
en sus obras en otros géneros; también, la Segunda Guerra Mundial, sus
antecedentes y sus consecuencias a plazos mediatos e inmediatos (varios cuentos
de <i>El principio del placer</i>, “Tarde de
agosto” en <i>El viento distante</i>, <i>Las batallas en el desierto</i> y sobre todo
<i>Morirás lejos</i>); la no tan inesperada
e inadvertida presencia de varios capítulos mitológicos, también presentes en
la obra de Pacheco, y en especial la erudición, que ilustra pasajes que
pudieran parecer oscuros en el poema; erudición borgeana, y con la misma
intención: mostrar que la cultura, antes que entorpecer la lectura, la hace
menos densa, más clara.</div>
<div class="MsoNormal">
Si se
compara con las “versiones” y “traducciones” de Gaos y de Valverde, es clara la
superioridad de la “aproximación” de Pacheco: un solo ejemplo: los versos
iniciales “El tiempo presente y el tiempo pasado / Están tal vez ambos
presentes en el tiempo futuro / Y el tiempo futuro contenido en el tiempo
pasado” (Gaos); “El tiempo presente y el tiempo pasado /están quizá presentes
los dos en el tiempo futuro / y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado”
(Valverde), en Pacheco quedan “El tiempo presente y el tiempo pasado / Acaso
estén presentes en el tiempo futuro. Tal vez a ese futuro lo contenga el
pasado.” Dice lo mismo pero mejor, sin calcar el “both” de Eliot, que en
español queda implícito y obvio. En alguno de sus célebres “Calendarios” Pacheco
recordaba que para ser buen traductor no es indispensable el manejo del idioma
del que se traduce, sino el dominio del idioma al que se traduce.</div>
<div class="MsoNormal">
Sin
mencionarlos, Pacheco hace evidente que sigue la ruta de “el mejor artesano”,
según calificación de Eliot al fuego purificador de Ezra Pound, quien aconseja
que la poesía debe estar tan bien escrita como la prosa, sin redundancias,
sinalefas innecesarias, sin rimas involuntarias, que pueda leerse con claridad
aunque el poema sea difícil, hermético, lleno de citas eruditas. Pound en <i>El arte de la poesía</i> (Joaquín Mortiz,
1970) y en <i>Introducción a Ezra Pound</i>
(Barral Editores, 1973), traducciones de una parte de <i>Ensayos literarios</i>, seleccionados por Eliot, da lecciones claras
sobre cómo leer y escribir poesía, consejos seguidos fielmente por Eliot y por
Pacheco.</div>
<br />
<div class="MsoNormal">
Eliot o
una de sus esposas dio preferencia a Vicente Gaos para que vertiera los <i>Cuatro cuartetos</i> al español; él y Valverde
tradujeron palabra por palabra a Eliot; Pacheco reescribió el poema, como lo
hubiera hecho Eliot (lector, por cierto, de los Modernistas, aunque no apreció
a su coetáneo López Velarde, tan parecidos en ciertos aspectos). Excelente
libro, excepto por la abundancia de erratas, sobre todo en la Cronología.</div>
Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-58340858518019770392017-10-18T09:10:00.001-07:002017-10-18T09:10:15.602-07:00De movimientos varios<div class="MsoNormal">
Cada vez que he escrito “seísmo”, correctores de casi todos
los diarios en donde he colaborado o trabajado lo cambian al más periodístico
“sismo”; ¿para qué discutir, para qué enviarlos a los diccionarios, para qué
alegar cuál es más correcto, si siempre que lo he escrito ha sido bajo
circunstancias poco amables?</div>
<div class="MsoNormal">
No es
fácil describir lo que se siente cuando hay cientos, miles que lo sufren más
que uno; no es fácil hacerse la víctima; sólo cuando Diego estaba en Chile durante
el seísmo de 8.8 que sacudió aquel país, pude escribir y describir la angustia
primero, la incertidumbre después, el alivio salvador, y luego la espera
ansiosa de su regreso, al mismo tiempo que la solidaridad de tantos amigos,
incluso a muchos que aún no conocía o que no he conocido, que hicieron tanto
por él y por nosotros.</div>
<div class="MsoNormal">
Desde
los seísmos de 1978-79 comencé a leer libros serios, y sabía lo que estaba
pasando; no pude evitar angustia, no por haber estado cerca de sufrir, Lourdes
y yo, un golpe inesperado; ni por ver que los libreros de la entrada, con más
de dos mil libros, se habían caído; ni estupor al ver que nada más, excepto un
reconocimiento de <i>El Financiero</i>,
había caído; ningún otro librero, ni siquiera el que tiene mal acomodados más
de 200 diccionarios o enciclopedias; era angustia al creer que, enterrado entre
tantos libros, pudiera estar, inmóvil o golpeado, el pobre Gibbs; nos tardamos
en encontrarlo más de 20 horas escondido, en la parte de atrás de un librero
muy firme, comprado en La Lagunilla hace más de 35 años; atrás de una colección
de ediciones raras, viejas y nuevas de Daniel Cosío Villegas.</div>
<div class="MsoNormal">
Parece
haber sido, lo digo con frivolidad, un temblor antibibliotecas; a varias
amistades se le cayeron libreros, uno o varios; es nuestra oportunidad, al
reacomodarlos, de deshacernos de varios ejemplares, no por golpeados, eso no le
quita valor, sino porque veremos su inoperancia, su inutilidad, y quedarnos
sólo con los libros valiosos, literariamente. Lo demás, muestras de aprecio y
cariño de muchas amistades, de las que nunca había dudado; difícil nombrar a
todos, pero no podemos dejar de mostrar gratitud a Julieta Huerta y a Ivette
Jiménez, que nos ayudaron a recuperar la confianza y, en lo que se puede, la
tranquilidad.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Lo grave es lo que se ha descubierto: la cobardía de los
políticos, que se escondieron un par de días, cuando menos, y reaparecieron
pálidos, con gesto de pavor, temblando de miedo, y trataron de aprovechar, en
lo que pudieran, y ganar el voto de la
gente que, más que nunca, los desprecia por cobardes, timoratos y oportunistas,
y que se fueron a hacer campaña donde creen que no los iban a alcanzar las
réplicas sísmicas ni políticas; ya sabemos quiénes son, los hemos estado observando
más que nunca.</div>
<div class="MsoNormal">
Se ha
puesto en evidencia la corrupción; si ya conocíamos la de los políticos, más
aún la de la iniciativa privada, los que se aprovecharon de lo pendeja que es
la gente desmemoriada y compró donde en 1985 se habían caído los mismos
predios, sólo que ahora más elegantes. Y también la de los sindicatos de
maestros, los buenos y los malos, que cada año piden a los padres que se
cooperen con la pintada, con una enyesada, con material del que sea para
apuntalar una barda, para remendar una pared, para disfrazar humedades, y se
han quedado con los recursos que dan las autoridades de la SEP; y ésta, por
omisa, por carecer de supervisión, por no mandar al carajo a los líderes
sindicales, enriquecidos de la manera más vil, a costa de la seguridad de los
más indefensos, los estudiantes desde preescolar hasta los más altos estudios.</div>
<div class="MsoNormal">
Vivo en
la Miguel Hidalgo, se supone frontera entre terreno firme y terreno lacustre,
que no había sido golpeada por seísmos anteriores; ahora los daños fueron
inesperados por muchos motivos, sobre todo la cercanía del epicentro y lo
superficial del epifoco (lo advertía el libro <i>Cordilleras, terremotos y volcanes</i>); edificios supuestamente sismorresistentes
fueron golpeados en los estacionamientos, en fachadas, pero otros parecen
dañados en la estructura, pero las autoridades no se han hecho presentes, y hay
temor en los edificios aledaños de que sólo vayan a darle manita de gato a esos
edificios, y los vendan como nuevos o como restaurados; la delegada, que se fue
a Chiapas o a Oaxaca, sólo se ha hecho presente para presumir del nacimiento de
unas perritas en un albergue para mascotas, y para decir que le interesa ser
“jefa” de “gobierno”, al fin que ya se sabe lo fácil que es ocupar ese “cargo”. Y las escuelas de la delegación, las últimas en ser revisadas, porque creen que vivimos en zona de lujo.</div>
<div class="MsoNormal">
Y a
propósito, ¿qué tal si le hubieran permitido al actual “jefe” de “gobierno”
instalar su gigantesca rueda de la fortuna; a la hora del seísmo, el pánico
hubiera sido peor que los daños, si es que esa ruedota hubiera aguantado el
terremoto.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Otro movimiento contundente e inesperado: actrices o
aspirantes a serlo o que nunca lo fueron, luego de muchos años decidieron acusar a uno
de los productores más renombrados de Hollywood: Harvey Weinstein; confieso que
lo desconozco porque me interesan más los directores y ciertos actores, sobre
todo los de reparto más que las estrellas; lo denuncian y acusan por algo que
el cine mexicano ha denunciado, así sea de manera involuntaria: lo hizo en <i>Allá en el Rancho Grande </i>(Fernando de
Fuentes), en que el patrón pide se respete el hasta ese momento vigente aunque
ilegal derecho de pernada; en <i>También de dolor se canta</i> (René Cardona),
en que un actor ofrece a una pueblerina introducirla en el cine, se insinúa que
a cambio del agradecimiento incondicional, sólo que ella, al contrario que
muchas actrices de esa y otras épocas, tiene quien la proteja, Braulio Peláez (<i>neé</i>´Pedro Infante), que a su vez es
acosado por la estrella de las dos películas, la ficticia y la real, sólo que
él, orgulloso no acepta sino a cambio de la renuncia sincera de ella; ya lo
había denunciado el cine mexicano en <i>México
de mis recuerdos</i> (Juan Bustillos Oro), en la que una aspirante a vedette
requiere de un protector que, ingenuo, pide que se le cumpla lo que se le
ofrece, o cree que le ofrecen.</div>
<div class="MsoNormal">
Lo
denuncia más recientemente <i>Un mundo raro</i>
(Armando Casas), en que el productor de un programa televisivo se cobra diario
con la actriz los emolumentos carnales (por cierto, Televisa organizó un foro
crítico en el que defenestró a un talentoso periodista por denunciar lo que
años después denuncia Televisa en esa cinta mediocre pero reveladora). (Por
cierto, en la época de <i>También de dolor
se canta</i>, la actriz de reparto Irma Dorantes vivía un idilio extramarital
con Pedro Infante, después de que éste había cometido delito de pederastia con
una bailarina adolescente.)</div>
<div class="MsoNormal">
Más
ejemplos sobran: los relata Sophia Loren en su espléndida autobiografía; en <i>The people almanac</i>, David Wallechinsky e
Irving Wallace narran que Marilyn Monroe, al recibir un contrato definitivo,
exclamó que los siguientes blow jobes los haría por gusto y no por otro
contratito, como hasta entonces; en <i>Hollywood
Babilonia</i> se narran historias escalofriantes de los trabajos forzados que
tuvieron que realizar estrellas femeninas y masculinas para que les dieran
papeles, y luego cómo esos estrellas, sobre todo las masculinas, se vengaban de
quienes los habían forzado; por ejemplo, Clark Gable obligaba a los estudios a
despedir a algún director que lo había sodomizado u obligarlo a que lo
sodomizara.</div>
<div class="MsoNormal">
Lo que
hizo Weinstein no tiene nombre; o lo tiene: abuso de poder; si sus necesidades
sexuales las podía satisfacer sólo ofreciendo a cambio contratos en cintas bien
pagadas, es un problema grave; más grave es que tenía poder para conseguirlo;
ese poder lo ejerció con algunas estrellas guapas que en el último momento
pudieron negarse, o salieron del cuarto de hotel a donde habían aceptado
acudir; algunas aceptaron darle masaje, o que se lo diera él, y luego se
negaron sin que él las haya forzado a quedarse; es decir, aceptó un no como si
fuera no.</div>
<div class="MsoNormal">
Weinstein
citaba a sus pretendidas en un cuarto de hotel, como sucede en <i>Crepúsculo de un dios</i> (Emilio
Fernández), en que el propio Fernández lleva a una actriz a su suite para
leerle un guión, y el gerente del hotel (interpretado por Fernando Fernández—
el gerente— del hotel—interpretado por el Camino Real— advierte que tengan cuidado,
“ya saben cómo se pone cuando toma”); casi siempre, según relatan las
ofendidas, en negociaciones para una cinta; muchas lo rechazaron, no se sabe
cuántas no; algunas lo denuncian; quién sabe cuántas no.</div>
<div class="MsoNormal">
Repito,
la historia ha sido contada decenas de veces: desde <i>Sunset Blvd. </i>(Billy Wilder) hasta <i>Singin’ in the rain</i> (Stanley Donnen y Gene Kelly); y no
necesariamente han sido los directores y productores los protagonistas de estas
historias: desde el <i>floor manager</i> del
estudio de televisión, los camarógrafos, los guionistas, que se ofrecen a
presentar a las actrices incipientes: “yo tengo influencias, yo te ayudo a
conseguir un papel, a convertirlas en actrices, a grabar un disco”. Insisto,
los dos tomos de <i>Hollywood Babilonia</i>
están llenos de historias sórdidas, de frustraciones, de prostitución
disimulada, de chantajes, de violencia, de orgías que terminan en violaciones,
en asesinatos.</div>
<div class="MsoNormal">
¿Por
qué ahora se lanzan contra un productor poderoso, con toque mágico para hacer
buenas cintas y productivas en popularidad, premios y dinero? ¿Hay algo detrás?
¿Atacó a alguien poderoso y aprovechan para lapidarlo, igual que a Bill Cosby,
también esclavo de bajas pasiones, y sedujo por las buenas o las malas a
decenas de aspirantes, y que lo acusan décadas después? ¿Se trata sólo de que todos
deciden que ya estuvo bien, que se llegue al triunfo por méritos
histriónicos y no por los físicos, como dicen que llegaron Rodolfo Valentino,
Pedro Infante y Germán Valdés, según fotografías indiscretas en que se ve por
qué tenían éxito con las mujeres? ¿O por su eficacia al momento de la gloria de
la intimidad, como cierta cantante ha confesado que tuvo que fingir para poder
cantar y triunfar y luego escoger y jurar que no miente porque se siente
idolatrada? ¿Tiene algo que ver, y sólo así se justificaría, la orden para que
Donald Trump presente pruebas de que no acosó, no manoseó, no se le insinuó, no
persiguió, no abrazó a la fuerza, no besó a la fuerza a mujeres de muchos
oficios, de que no le llamaba para decirle que ella tan bonita y él tan rico y
poderoso, de que no comprobó que los atributo fueran firmes, como lo hizo un alto
arzobispo mexicano, al que lo sorprendieron en ese acto y hasta publicaron su
fotografía? ¿Trump se salvará sólo si Weinstein se salva?</div>
<div class="MsoNormal">
¿Terminará
para siempre el acoso sexual en las redacciones de periódicos y revistas; en
oficinas gubernamentales en donde cualquiera acosa a cualquier subordinada (o subordinado,
como en <i>Disclosure </i>—Barry Levinson),
aunque sea con pretexto laboral? ¿Se
acabaron las actrices con papeles importantes cuya prueba aprobaron sin talento
histriónico? ¿Se acabaron los talleres literarios donde se premia a las de
físico más aceptable que el literario? ¿Ya sólo habrá buenas actrices y actores
con talento natural, no importa si guapos o normales? ¿O saldrán más revelaciones de que alguien llegó al
estrellato porque no salió corriendo del hotel, o del departamento del
productor-director-floormanager-canchanchánconinfluencias? ¿Cuántos prestigios
caerán, si es que caen, si es que no se detienen las acusaciones o, como
sucedió con Cosby, no sostuvieron las acusaciones o se quedaron calladas por un
arreglo fuera de la corte? ¿Trump se salvará de las acusaciones al parecer bien
fundamentadas, y de que si no cedían, él decía que al cabo que ni quería, porque
estaban gordas, chaparras, prietas o fufurufas? Oliver Stone y Woody Allen han
sido cautos: primero juzguen y después fulminen, no vaya siendo…</div>
<div class="MsoNormal">
Ora que
si se trata de negocios, de los estudios tradicionales contra Netflix o
Instagram o esa nueva modalidad de cine…</div>
<br />
<div class="MsoNormal">
Colofón:
en los años ochenta pocos programas televisivos en Estados Unidos como <i>The Price is right</i>, cuyo conductor
aparecía con tres edecanes hechas con un solo molde: altas, rubias, esbeltas
pero con curvas resaltadas por la ropa ajustada, pero discretas; una de ellas
de pronto acusó al conductor de propasarse, acosarla, manosearla; al azoro fue
inmediato: todos los televidentes observaban que era ella la que se le
repegaba, lo abrazaba, se arrejuntaba; las otras dos edecanes fueron las más
asombradas: pero si él era un caballero, nunca se propasó, era ella quien lo
acosaba… </div>
Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-25323151863237430812017-09-13T18:13:00.001-07:002017-09-13T18:13:42.488-07:00Actualidad de Luis Spota; Semejanzas maravillosas<div class="MsoNormal">
En enero de 1960 apareció en la <i>Revista de la Universidad de México</i> un ensayo, a página completa,
del entonces joven promesa Carlos Monsiváis en que, de forma contundente,
descalificaba a Luis Spota, “el novelista del futuro”, y se burlaba de la
variedad de temas que abordaba en sus novelas y, en paréntesis crueles, lo
proyectaba hacia el futuro y lo ponía como compañero y amigo de James Joyce, y
candidato al Premio Nobel de Literatura; en uno de sus tomos sobre el cine
mexicano, Emilio García Riera también se burla de Spota; los años sesenta no
fueron los más propicios para una lectura seria, reposada, sobre la narrativa
de un autor que ciertamente abordó diversas temáticas: la tauromaquia, la
Revolución, el sindicalismo, la corrupción policial, los braceros, la vida política,
los artistas; en esa descalificación se olvida que Spota fue pionero de la
novela sobre dictadores (sólo Asturias escribió del tema antes) anticipándose a
García Márquez, Roa Bastos, Vargas Llosa; se adelantó a Sergio Magaña y a José
Emilio Pacheco con el estruendoso tema del hombre que tenía encerrada a su
familia para salvarla del mundo de perdición.</div>
<div class="MsoNormal">
Luis
Spota fue leído de manera descuidada por la crítica, se le excluía de los
recuentos anuales, y se le menospreciaba por la enorme cantidad de lectores que
tenía cada una de sus novelas; una, <i>Casi
el paraíso</i>, se reeditó cinco veces en cinco años consecutivos en su
editorial original, el Fondo de Cultura Económica, y diez veces en Diana; sus
últimos libros tenían tirajes de decenas de miles de ejemplares; cierto, gran
parte de su popularidad se debió a su aparición en mesas redondas televisadas;
algunas de sus novelas y guiones cinematográficos fueron filmados, algunos de
ellos dirigidos por él mismo. Otras actividades le dieron renombre:
profesionalizó el boxeo, protegió a deportistas, y fue el de la iniciativa de que un médico los
certificara antes de que subieran al ring. Dirigió un suplemento cultural en
donde colaboraron críticos y narradores de renombre y otros se abrieron caminos
en sus páginas, y dirigió una de las revistas más audaces de su época, por los colaboradores
y los temas que abordaron en sus páginas.</div>
<div class="MsoNormal">
Fue reconocido
como un excelente narrador antes que un estilista, pero era difícil soltar sus
libros. Una de sus mejores novelas, si no la mejor, <i>Lo de antes</i>, fue llevada al cine en una cinta excepcional, <i>Cadena perpetua</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
En sus últimos años publicó una
saga, <i>La costumbre del poder</i>, que en
seis novelas aisladas pero unidas, habla del poder, la sucesión presidencial,
los golpes debajo de la mesa, las descalificaciones entre los contendientes: de
<i>Retrato hablado </i>hasta <i>El rostro del sueño</i> (pasando por <i>Palabras mayores</i>, una de las mejores
obras de la literatura mexicana) hace un relato que si bien retrataba aquellos
turbulentos años de los sexenios de Díaz Ordaz y Luis Echeverría, y en estos días
parecen retomar el clima de esa época.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
La última novela de Spota, <i>Paraíso 25</i>, cuenta las nuevas aventuras
de Ugo Conti, el protagonista de <i>Casi el
paraíso</i>, en una visita a México, y habla de una violencia incontenida,
asaltos a deshoras y en cualquier lugar, prepotencia de los políticos y sus
guardaespaldas, y parece anticipar lo que se vive ahora, y ya no sólo en la
ciudad de México, que es donde la coloca Spota, sino en casi todas las ciudades
pequeñas, regulares y grandes del país; lo mismo parece haber anticipado en <i>Casi el paraíso</i>, con la sumisión de los
acaudalados hacia los famosos, así sean farsantes; igualmente, Spota prefiguró
a los políticos que en unos cuantos años acumulan fortunas impensables en unos
pocos años.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Siglo XXI Editores acaba de
reeditar las seis novelas de <i>La costumbre
del poder</i>, y se verá no sólo su actualidad, también la prosa de Spota, uno
de los mejores narradores de nuestro siglo XX; ojalá alguna editorial se
aventurara a una edición anotada de <i>Casi
el paraíso</i>, que estableciera por qué es una de nuestras mejores novelas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Una de las mejores parejas del cine mexicano, aunque
alejadas de la imagen glamorosa de galán y belleza, la formaron Joaquín Pardavé
y Sara García, con divertidas y conmovedoras actuaciones; matrimonio en <i>El barchante Neguib</i>, en <i>El baisano Jalib</i>, en <i>El hombre inquieto</i>; novios en <i>El ropavejero</i>; cómplices en <i>Dos pesos dejada</i>, en <i>La familia Pérez</i>, representan a un matrimonio
en que ella, pretenciosa, desea colocar a sus hijas casaderas con pretendientes
ricos; él es un dejado de quien se aprovechan la esposa, el jefe, los
compañeros de trabajo, y es defendido tímidamente por las hijas y por una
compañera de trabajo; García cree que esa compañera es amante del marido, y lo
corre de la casa, pero en realidad esa compañera lo ayuda a recuperar la
confianza y a callar a la esposa mandona. Gilberto Martínez Solares, uno de los
mejores directores de comedias, también lleva crédito del argumento y del
guión; en ninguna parte se dice que la trama está casi calcada de una de las
mejores novelas, y la más conocida, de Jean Austen, <i>Orgullo y prejuicio</i>; ni Carlos Fuentes, tan buen cinéfilo, lo
advirtió en su prólogo a la novela, editada por la UNAM en la colección
Nuestros Clásicos.</div>
<div class="MsoNormal">
El cine
mexicano ha sido especialista en hacer adaptaciones de las grandes novelas o
cintas, a veces dando el crédito debido, pero otras no; de <i>My man Godfrey </i>Rogelio González tomó y adaptó la trama para hacer
la muy divertida <i>Escuela de vagabundos</i>
(y sus remakes <i>¡Qué hombre tan sin
embargo!</i> y <i>El criado malcriado</i>),
pero fue en <i>Nosotras las sirvientas</i>,
de Zacarías Gómez Urquiza, donde el director y sus colaboradores Guz Águila y
Ramón Obón tomaron una escena de <i>My man
Godfrey</i>, cuando las villanas tratan de culpar a la muy bella Alma Rosa
Aguirre de un robo, pero los malos son desenmascarados.</div>
<div class="MsoNormal">
Uno de
los escritores favoritos de los argumentistas mexicanos, y del público en
general, en la primera mitad del siglo XX fue Alejandro Dumas, de quien adaptó
el cine nacional varias historias, sobre todo <i>Los tres mosqueteros</i> (<i>Cuatro
contra el imperio)</i> y <i>El conde de Montecristo</i>,<i> </i>y una muy curiosa: <i>Camino de Sacramento</i>, de Chano Urueta, donde Jorge Negrete hace el
doble papel de los hermanos mellizos que resiente, uno, las sensaciones y
tentaciones del otro, como en la obra de Dumas <i>Los hermanos corsos</i>; pero no dan el debido crédito ni en <i>Calibre 44</i> (Julián Soler, con argumento
de José María Fernández Unsaín, con Lalo González <i>Piporro</i>, doble héroe de la cinta) ni <i>Fray don Juan </i>(René Cardona, con argumento suyo y de Fernando
Galiana), en que Mauricio Garcés interpreta a un coleccionista de cariñitos de
un instante, y a su hermano sacerdote que piropea a feligresas y se embriaga
cuando su hermano bebe. Pero tampoco dan crédito a Dumas por una cinta más
célebre, <i>Ansiedad</i>, de Miguel
Zacarías, con Pedro Infante interpretando a dos hermanos totalmente opuestos,
así como al padre de ambos, o el de los hermanos Andrade en <i>Los tres huastecos</i>,<i> </i>de Ismael Rodríguez, con argumento suyo y de Rogelio González.</div>
<div class="MsoNormal">
El
recuento de copias, adaptaciones, plagios involuntarios o no, sería enorme,
sobre todo porque muchos argumentistas de la autollamada Época de Oro del Cine
Mexicano eran hombres cultos, buenos escritores, como Edmundo Báez, Xavier
Villaurrutia, José Revueltas, Mauricio Magdaleno, que solucionaban trabas de la
trama tomando alguna escena de la literatura universal o del cine
estadounidense.</div>
<br />
<div class="MsoNormal">
Uno de
los escritores más saqueados, con crédito o sin él, ha sido Guy de Maupassant,
excelente narrador ahora poco citado y poco leído, pero del que John Ford tomó
un cuento, <i>Bola de cebo</i>, para el
arranque de <i>La diligencia</i>, cinta que
se dice vio 40 veces Orson Welles mientras filmaba <i>El ciudadano Kane</i>; lo interesante, y me parece que no advertido, es
la semejanza de la heroína de <i>Los muros
de agua</i>, de José Revueltas, con la protagonista de <i>Cama 26</i>, de Maupassant, que mata más soldados prusianos que el
ejército francés, contagiándolos de sífilis.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Con agradecimiento a José Antonio Gurrea, por la difusión que le ha dado a estos textos en <i>El Universal</i> de Querétaro, y a Lourdes, que me abre los ojos.</div>
Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-84759798868058361822017-08-07T18:16:00.002-07:002017-08-07T18:16:53.727-07:00Historia de otra infamia<div class="MsoNormal">
En una página muy
bien lograda de <i>Los relámpagos de agosto</i>,
Jorge Ibargüengoitia retrata lo que pensaron los políticos mexicanos unos
segundos después de que José de León Toral asesinó al presidente reelecto Álvaro
Obregón: ¿y ahora quién va a quedarse en la presidencia? Plutarco Elías Calles
lo solucionó con el nombramiento de Emilio Portes Gil como presidente interino,
formó un partido en el que todos los aspirantes, rejegos o no, se alinearon, y
logró que se nombrara candidato a un hombre del régimen pero que no formaba
parte ni de la elite militar (aunque era general) ni de la intelectualidad
(aunque era abogado y había sido embajador, en un tiempo en que las tareas
diplomáticas las ejercían intelectuales de prestigio) ni estaba entre los
líderes sindicales: Pascual Ortiz Rubio.</div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> Aunque no carecía de méritos, lo
apabullaron sin necesidad de redes sociales, con sobrenombres humillantes,
chistes y anécdotas que la gente tomaba muy en serio, con infamias que daban
como verídicas: una de las historias más ingeniosas fue la que dijo Luis
Cabrera, sobreviviente del carrancismo: temía que si el presidente fuera José
Vasconcelos (exsecretario de Educación, exrector de la UNAM, orador, escritor,
intelectual brillantísimo), temía que lo haría desterrar; que si fuera
Adalberto Tejeda (exgobernador de Veracruz, exdiputado, exsecretario de
Gobernación, líder laboral), temía que lo mandara fusilar; y que si el
presidente fuera Pascual Ortiz Rubio, temía que lo llamara a su gabinete.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> Ortiz Rubio pensó que todo era
en serio, pero se encontró con que Elías Calles se tomaba más en serio su papel
de Jefe Máximo de la Revolución, y peor, que casi todos los miembros del
Partido Nacional Revolucionario pensaban lo mismo que Calles; entre el
presidente y el Caudillo había serias diferencias que creo inútil repetir si
está al alcance de los lectores el excelente libro de Tzvi Medin: <i>El minimato presidencial: historia política
del maximato, 1928-1935</i> (Ediciones Era, 1982); si le da flojera a los
analíticos actuales pueden rastrear los Inventarios que José Emilio Pacheco
dedicó al tema más o menos por las fechas en que apareció este libro (Medin hizo después otro estudio indispensable sobre el sexenio alemanista, que
los analíticos actuales también ignoran, dadas las tonterías que escriben sin
arrepentimiento ni rubor).<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> Los rumores, los chistes, las
infamias tuvieron tanto efecto que se creó el clima de desgobierno, el
presidente apenas tenía el apoyo de unos cuantos (para su mayor grandeza, la
del general Cárdenas, entre otros pocos), y el clima de linchamiento. Recrea Pacheco
el ambiente del 1 de septiembre de 1932: con los cañones de la Ciudadela
apuntando hacia el Zócalo, hacia Palacio Nacional; Ortiz Rubio, al que le
achacan la cobardía de ausentarse tras el atentado del día de su toma de
posesión, cuando lo balacearon —el verbo adecuado— y que le valió uno de los
más memorables epigramas de Salvador Novo (¿Pueda la bala asnicida, no por
perdida ganada ni por ganada perdida, el detener la mordida?) y reapareció
cuando ya no podía quitarse el epíteto de sacatón, pero tuvo la valentía de
presentar su renuncia; el caos duró apenas unas horas, cuando la elite política
decidió que el interinato recaería en el general Abelardo R. Rodríguez y ya Calles
se encargaría de escoger a alguien menos manumiso que Ortiz Rubio (a propósito
de que la valentía consiste en huir: ¿Edgeworth, Shakespeare, fray Luis de
León?).<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> Se dijo que el mayor logro de su
gobierno era el túnel que comunica 16 de septiembre con 5 de mayo, para que los transeúntes no cruzaran los seis
o siete metros entre una banqueta y otra, en la esquina con San Juan de Letrán (Salvador Elizondo recuerda, en uno de
sus relatos, el calificativo: el túnel del baboso, y también recuerda que la gente
advertía que si se tocaban los barandales de la escalera podían contraer
sífilis); y los apodos (Nopalito, el Baboso) eran menos injuriosos que el
letrero en el cerro de Chapultepec que una escritora ignora que fue letrero y
afirma que eran afirmaciones.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> Las injurias, las infamias, han hecho
que la gente ignore que no fue manso lacayo de Calles, que evitó una guerra
civil, que hubiera sido terrible, y no le reconocen un logro que pocos han
igualado y que algunos gobiernos han ignorado; la Doctrina Estrada, muy mentada
en estos días, pero sin entender de qué se trata, aunque es muy simple: el
principio de la no intervención, y que dirigió la conducta de la nación ante
los procesos electorales de otros países: México no interviene si el proceso es
legal; pero lo legal no comprende los golpes de Estado ni los golpes militares,
aunque sí las rebeliones contra dictaduras.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">Por la Doctrina Estrada México mantuvo relaciones con la República Española
en el exilio y no con la administración de Franco; por ello, México reconoció
la Revolución cubana, pero no el golpe de Pinochet y patrocinadores contra el
gobierno de Salvador Allende; por ello, por reconocer los gobiernos legítimos,
dio acogida a los transterrados españoles y a los perseguidos por las
dictaduras suramericanas; gracias a la Doctrina Estrada la política exterior
mexicana fue tan digna durante tantos gobiernos hasta que la ignoraron los
gobiernos emanados del Partido Acción Nacional.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">¿Por qué cuesta trabajo entender lo que sucede ahora? La muy manida frase
de George o Jorge Santayana, de que las naciones que desconocen la historia
están condenados a repetirla, explica que ignoran que lo que ahora pasa en Venezuela y que México
lo vivió en 1913, cuando Victoriano Huerta, en un remedo de legalidad, dio por
buenas las renuncias del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente
José María Pino Suárez y asumió, luego de otro remedo de legalidad, la
presidencia del país (por cierto, también se ignora que por ello no hay
vicepresidencia: al derrocar al presidente los alzados deben también eliminar,
por las buenas o por las malas, al vicepresidente); desconoció a los senadores
y obligó a los diputados, algunos de los cuales eran sus seguidores, a
reconocerlo; así sucede ahora: desconocen a los legisladores para poner a otros
a modo; la Revolución maderista, que había durado unos meses, al estallar esa
crisis, se prolongó con otros nombres, otros hombres, otros propósitos, otras
promesas, hasta 1917, o 1919, o 1921, o 1923, o 1928, o 1929, o 1939, como se
quiera. Eso va a suceder en Venezuela, de la que se desconoce todo, excepto las
angustias que pasan los ciudadanos, que intentan llegar a otros países y en cuanto puedan, sacar a sus familiares; o aceptar trabajos hasta mal pagados,
con tal de salir de donde consideran peligroso y fuera de la dignidad; ahora
opinar allá es peligroso, y mucho más lo es para quienes juzgan, critican,
señalan. Las advertencias de que burlarse del jefe mínimo de esa autollamada
revolución que de socialista no tiene ni el nombre, puede costar años de
cárcel; cuando sobrevivir significa sumisión; esas señales las han ignorado
quienes ignoran que un presidente ha sido juzgado como el segundo peor de la
historia, basados en consejas, chistes buenos o malos, y malos historiadores.<o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<span lang="ES">Cierto: ignorar el pasado es obligarse a vivirlo de nuevo, o exhibirse como
ignorantes.<o:p></o:p></span></div>
Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-90853654163606552622017-07-22T09:36:00.001-07:002017-07-22T09:36:38.155-07:00Está bien, hablemos de beisbol (y otros asuntos)<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
Uno de los temores, no siempre
confesados, es que al paso del tiempo nos hagamos conservadores, que no
aceptemos que lo nuevo puede ser mejor que lo anterior, que lo que vivimos
cuando esperábamos cambiar y hacer cambiar.</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
No
sólo es que con el paso del tiempo aceptemos que los clásicos dijeron cosas más
interesantes e inteligentes, sino que lo dijeron mejor, que fueron más audaces
y experimentales, que mantuvieron un espíritu de experimentación que nosotros,
o nuestros contemporáneos, no nos atrevimos a ahondar más; es también que
tememos que nuestros ejemplos caigan estrepitosamente. Fue lo que le sucedió a Ford Frick cuando vio que Mickey Mantle y Roger Maris estaban cerca de romper
la marca de cuadrangulares de Babe Ruth, advirtió que, si no lo
hacían en 154 juegos, se pondría un asterisco para decir que la que valía era
la de Ruth; se le conoce como el “infame asterisco”, que quitaron muchos años
después, aunque en los libros de récords aparecen las dos marcas: más
cuadrangulares en temporada de 154 juegos: 60, de George Herman Ruth; marca en
162 juegos, 61 de Roger Maris (incluso dijeron que si el que igualaba la marca
era Mantle, como sí era yanqui de toda la vida, no habría asterisco).</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
Supongo
que los nuevos libros, que ya no llegan a México, dicen que los 73 de Mark
McGwire y los 66 de Samuel Sosa o los muchos de Barry Bonds deben tener un asterisco, porque los conectaron
bajo el estímulo de sustancias que mejoran el rendimiento, como les fue
comprobado a ellos y a otros, a los que les ha estado vedado el acceso al Salón
de la Fama (aunque se corre el riesgo de que los nuevos periodistas, menos
éticos y menos radicales, terminen por aceptarlos; si se admite que el viagra
proporcione las mismas sensaciones, ¿por qué no que los esteroides ayuden a los
inválidos o con disminución de sus funciones?).</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
Un
novato de los Yanquis, el famoso Judge (que hace que los forofos usen pelucas
como de jueces británicos) ya superó el número de jonrones para un novato en
ese equipo, que eran los 29 de Joe DiMaggio en 1936; ¿es mejor que el Yanqui
Clipper, que Joltin Joe? A riesgo de parecerme a Pedro Septién expondré algunas
teorías; Septién alegaba que el beisbol del siglo XIX había sido mejor que el
del último tercio del siglo XX, y todo por los números. ¿En el siglo XX, o
peor, en este XXI, alguien ha bateado tanto como el .440 de Duffy de 1894? ¿O
cuando menos el .424 del diminuto Willie Keeler a principios del XX?¿Quién ha
ganado 60 juegos como Hoss Radbourn en 1884? ¿Alguien se ha acercado al
promedio de carreras limpias admitidas de 0.96 de Dutch Leonard en 1914, y
menos ahora a los 815 juegos completos de Cy Young?</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
A
Septién se le olvidaba comentar que antes antes antes la distancia del
montículo al home era bastante menor, diez pies menos; que la altura del
montículo era mucho mayor, y eso hacía la diferencia. Sobre todo, ponchaban
más. Tampoco que los foules no contaban como strikes y por eso había mejores
porcentajes de bateo.</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
Un
aspecto más: cuando Joe DiMaggio debutó, y hasta que se retiró, había ocho
equipos por liga, mucho menos jugadores y mucho menos aún lanzadores. Las
expansiones han permitido más franquicias, que las ligas lleguen al Oeste y no
se haya quedado el beisbol como un deporte para minorías y ubicados casi todos
hacia la costa Este, que muchas ciudades tenían dos equipos (San Luis, Boston,
Chicago, Nueva York [tres]) o quedaban más o menos cerca (Cincinnati,
Pitsburgh, Cleveland, Detroit); que al haber menos jugadores sólo llegaban los
mejores a las Mayores, y la expansión permitió que se establezcan otros con
buenas cualidades, pero no excepcionales. Septién no alcanzó a ver algo más
grave; si antes los lanzadores se ufanaban en completar los juegos, y había
pocos relevistas, ahora se lleva la cuenta exacta de los lanzamientos efectuados
(¿también las reviradas y las de calentamiento entre entradas?) y al llegar a
cien, los cambian o ponen a calentar a los ya muchos relevistas. Hay tres o
cuatro relevistas por equipo y por juego, y por ello los bateadores se
enfrentan a bolas rápidas más veces, y es más fácil conectar jonrón a bolas
rápidas que a cambios o curvas o nudilleras o a sliders (el batazo más poderoso
que pegué fue, como zurdo, a mi amigo Alejandro del Valle; cuando años después en
una comida se lo recordé me respondió: “claro, yo tenía una bola muy rápida”,
lo que me provocó una depresión que me duró el resto de la velada); cuando a
los abridores se les iba acabando la velocidad comenzaban las curvas
endemoniadas, los cambios que hacían que los bateadores tiraran mucho antes de
que la bola llegara al cátcher, las bolas que parecía que iban a golpear al
bateador y entraban por el centro (alguna vez le pregunté a Isaac Arriaga si le
había pasado, y me comentó que era espantoso alejarse sólo para ver un strike
perfecto; cuando se lo pregunté a Marco Antonio Pulido me dijo que no sólo se
había retirado: se había tirado al suelo), las nudilleras que hacían que los
bateadores se tropezaran tratando de alcanzar el lanzamiento. Ahora cuando las
pitcheadas no alcanzan las 90 millas por hora, retiran al pitcher y mandan a un
relevista que tira bolas de 99 millas; no sea que los muy delicados vayan a
cansarse.</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
Alguna
vez, una caricatura de <i>Mad</i> se burlaba
de los bateadores altos, robustos, protegidos con casco, con guantes para que
no se resbale el bat, y con porcentajes de .220; pareciera que ya los
beisbolistas están cuidados como nadie se imaginaba: ¿qué pensarían Mantle, que
jugó la mayor parte de su carrera vendado como momia? ¿O Ty Cobb, que se barría
con los spikes levantados, o John McGrow, que dejaba lastimados a los
corredores que se le barrían en tercera base?</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
Por cierto, los cronistas hablan de
bateadores que ocasionalmente pegan jonrones: “de vez en cuando se enredan”;
desde luego, no jugaron nunca, o cuando menos no se enredaban, que era la
manera en que los que no éramos poderosos llegábamos a conectar algún
cuadrangular; es imposible de describir, sólo cuando se pierde de vista el
lanzamiento, el codo hace un movimiento inesperado, y uno siente que se ha
enredado, sabe de qué se trata; el que lo hacía gráficamente era Agustín <i>El Avestruz</i> Rivera: se notaba cuando se
enredaba. Hace años no veo más que trancazos descomunales; claro, también
muchos ponches; era típico que los jonroneros se poncharan; uno de los más
poderosos, Reggie Jackson, se ponchó cinco veces por cada jonrón conectado; se
le reconoce que era muy valioso, porque cuando no ayudaba a su equipo ayudaba
al contrincante, y es el primer jugador con más de dos mil ponches (sin ser
pitcher) en llegar al Salón de la Fama. Ahora de cualquiera que conecte un
cuadrangular dicen que se enredó (muchas de estas observaciones se las debo a
Diego.)</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
La ausencia de revistas
especializadas, que pasaron a ser bimestrales en vez de mensuales, los cambios
de formato, la carencia de publicidad, y la renuencia de las distribuidoras a traerlas, o de Sanborns a
venderlas, hace que nuestra ignorancia del beisbol actual nos tome por
sorpresa: al ver la transmisión de los juegos de los Dodgers nos asombra la
cantidad de novatos que, en bola, desplazaron a los jugadores de hace una o dos
temporadas; incluso Adrián González, titular por su bateo pero también por su
fildeo, ha sido desplazado. Todo tiene una explicación: cuando en 2011 Juan
Gabriel Castro fue notificado de que ya no estaba en los planes del equipo,
pensó que su futuro se restringía a la Liga Mexicana (Doble y Triple A son para
prospectos), pero los Dodgers le hicieron una oferta: que se encargara de
adiestrar a los novatos de las sucursales; en 2016 los Dodgers le ofrecieron
algo inusitado, o inédito o inaudito: que fuera coach de calidad; ignoro cuál sea esa
función, pero sospecho que en realidad lo están preparando para que sea
manager; Dodgers suelen tener manager que duran muchos años, y posiblemente
piensen eso de Castro, ya que como preparador y entrenador dio el resultado de
que ahora son los novatos los que dan frescura y vitalidad a un equipo que ya
no depende de superestrellas como Adrián, e incluso han mandado a la banca a
Pederson, quien llegó a ser clasificado el mejor jardinero central de las
Mayores, en muchos años.</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
Vi por primera vez
a Héctor Lechuga en <i>Chucherías</i>, en
1960 (gracias a que la SEP mandó reparar la viejísima casona que alojaba a la
escuela M521 —tan pobre que ni nombre tenía— y nos mandaron, de manera
interina, a la cercana Fernando Bez, con horario de 11 a 15 horas, por lo que
podía ver la entonces incipiente televisión matutina) haciendo pareja con
Chucho Salinas; su número especial era la entrevista, en donde comenzaba a
insinuar el nombre de algún político; el intocable Ernesto P. Uruchurtu era el
favorito, aunque no llegaban a pronunciar su nombre: “no me diga nombres, no me
diga nombres”, era el estribillo de Salinas; una muletilla de Lechuga, ya
haciendo trío con Alejandro Suárez y Manuel Valdés, era “a malito a panza”, en
la parodia vulgar pero divertidísima de <i>El
bueno, el malo y el feo</i>; aunque improvisaban, el dador de chistes y
muletillas era por lo general Mauricio Kleif; disfrazados de mujer (ahora los
perseguirían y los calificarían de misóginos) Valdés y Lechuga acosaban a
Suárez: “Maritza” –decía Valdés—, “clos de dor”, y se le montaban a Suárez que
simulaba ser galán.</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
Nadie recuerda que fue el pionero en el cine
mexicano en acariciar, sin disimulos, glúteos femeninos; no necesitaban
castigar a la dama joven con nalgadas, como Negrete, Infante y Armendáriz,
entre otros (a Lilia Michel, Marga López y Rosita Quintana, respectivamente,
aunque no las únicas; “respete mi dolor”, exclamaba, entre coqueta y quejosa,
Quintana), ni simular el acto y que sólo se notara por la reacción de alguna
extra, como lo hicieron Negrete (a Lucha Reyes), Infante y Andrés Soler (a bellas extras); en una de las
menos buenas pero no menos interesantes películas de Rogelio González, con
guión de Ricardo Garibay, en el tercer episodio de <i>La mujer de seis litros</i> (cinta donde Kitty de Hoyos muestra las
pantaletas en el primer episodio, y acarician las piernas y se deja entrever la
pantaleta de la adolescente Liza Pleshete —en su única aparición en el cine— en
el segundo episodio); Lechuga, además, se desnuda cuando menos un par de veces,
y al final, en un cabaret, se gasta las ganancias producto de su chantaje a
feligreses, con una trabajadora social, la exuberante Sandra Chávez, a quien
soba los glúteos con detenimiento. Antes nadie se había atrevido en el cine
mexicano a ninguna de ambas cosas, y en el cine mundial, sólo Stan Laurel, con
más gracia y picardía, aunque también inocencia.</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
Lechuga, si hubiera
conservado su frescura y el ritmo de la comedia, agarraría de bajada al “jefe”
de “gobierno” de la ciudad de México, quien está en campaña electora perpetua
violando las leyes del INE, con la única cualidad de mostrar cómo sería su
gobierno; en una ciudad que han ido transformando en espacio para automóviles,
ahora resulta que quiere limitar y hasta suprimir cajones de estacionamiento,
con la idea de que, al desincentivar el uso del auto, usaremos más transporte
colectivo, que es incómodo, lento, torpe, inseguro (ahora entran a asaltar en los vagones del Metro), criminal, impuntual. Lo malo es que somos quienes pagamos; su ignorancia, por ejemplo, de que
el operativo para desmantelar o disminuir uno de los carteles (así se llaman)
que se apoderó de parte de la ciudad, lo agarró como se decía antes, con los
pantalones bajados como al Tigre de Santa Julia; y por cierto, por allí, ya
advirtieron que hay una lucha entre grupos por ver quién asalta más; de nuevo
sorprendido, se llevó entre las patas a la administradora de la Miguel Hidalgo,
quien tampoco sabía qué sucede en la delegación a la que desorganiza. La Miguel
Hidalgo es víctima, además, del rencor del “jefe” de “gobierno”, que aumentó 50
por ciento más al transporte del rumbo: mientras los autobuses para otros lados
cobran 6.50, los que salen de la corta ruta de la estación Sevilla a Polanco
cobra 7 pesos; sin contar con que los ancianos fuimos despojados de la
gratuidad que nos daba la edad. Lo más curioso es que ante la posibilidad de
que liberen a cuatro mil reos que no eran peligrosos pero ahora graduados
en las cárceles que ya no rehabilitan sino que especializan, el “jefe” de “gobierno” sólo alcanzó a
decir “a ver cómo le hacen”, y se escondió. Hasta sus contlapaches lo han
criticado.</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
Aparte del
semidesnudo colectivo de las popof que mostraron su cuerpo en las primeras
escenas no oficiales de la televisión mexicana, o del desnudo involuntario de
Silvia Pinal en un teleteatro, pocos veces las actrices de teleteatro,
comedias, o entrevistas por televisión mostraron las piernas; los espectadores
tenían que conformarse con Evangelina Elizondo dirigiendo en traje de baño (o
algo así) a su orquesta para admirar sus piernas, o los ballets de Constanza Hall
o los bailes de las hermanas Larrañaga o Laura Urdapilleta o de Mónica Serna que salían en malla o
traje de bailarinas, o las apariciones de Lola Flores, o de otras bailarinas de
flamenco, quienes se daban vuelo con el vuelo de sus vestidos (es curioso que
Flores fuera pródiga en mostrar sus tarzaneras en la televisión, pero sólo una
vez en el cine). Ahora hasta las modositas se tiran al suelo, bailan y dejan
que las levanten, o se sientan con descuidos cuidadosos, y muestran sus tangas
y lo que dejan al aire las tangas. ¿Por llamar la atención del público o de los
empresarios?</div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 1.0cm; margin-right: 1.0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
Conozco a varios
integrantes de la Academia Mexicana de la Lengua, soy amigo de algunos de
ellos, y hasta admiro lo que hacen, no todos, en la literatura o la
investigación; no admiro lo que hace la institución, más preocupada por lo
políticamente correcto: por ello me atrevo a proponer que ahora que destituyan
a Nicolás Maduro (no digo que deroguen, porque eso sería reconocerle
legalidad), sea integrante de alguna de las academias, hispanoamericanas o
española (mejor si ésta), ya que muestra audacia en sus propuestas lingüistas:
hace unas semanas cambió el diccionario venezolano al decir que decirle
adolescentes a los adolescentes era ilógico porque, se preguntó, “¿de qué
podían adolecer esos muchachos?” y derogó la palabra por “jóvenes en
desarrollo”. En eso no está solo, por lo menos tres escritores mexicanos han
dicho que adolescente deviene de adolecer, o seda que adolecen de lo mismo. Pero más audaz se mostró al decir que la destrampada excanciller, por defender a
su “régimen”, lo hizo como “tigra”; es tanto como decirle poetas a las
poetisas. </div>
Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-57122342747901260802017-07-02T09:48:00.001-07:002017-07-17T05:26:16.517-07:00Renán, hallazgos casuales, los aguaceros de junio, la ortografía de Margarita y una posdata<div class="MsoNormal">
Me parece que ya lo he contado muchas veces; después de una
sesión de trabajo, Gustavo Sainz me dijo que me presentara en Avenida Hidalgo
18-A, frente a la Alameda y casi junto a Las Américas, una cantina que, con todo
lo demás, desapareció para dar paso a la secretaría de hacienda. Que fuera de
parte de él para hablar con el propietario de Libros Escogidos; de él sabía por
las autobiografías del propio Sainz, de Gustavo Sainz, y por referencias de
Vicente Leñero.</div>
<div class="MsoNormal">
Con
temor, me acerqué; Leopoldo Duarte, de corbata pero la camisa arremangada, me
sonrió cuando entré; le dije que iba de parte de Sainz: ya sé, eres el autor de
una novela de la que me leyó un capítulo hoy, y describió la escena de ese
capítulo, en el que el protagonista atisba las piernas de una compañera de
escuela, la falda levemente arriba de las rodillas.</div>
<div class="MsoNormal">
Una
semana después Sainz me dijo que Polo se había apantallado porque llevaba un
libro de Thomas Mann, y se dedicó a buscarme libros suyos, que desde luego no
tenía. La invitación a que fuera cuantas veces quisiera para platicar fue
inmediata, no así a la tertulia sabatina, pero un día me dijo que cayera por
ahí de mediodía.</div>
<div class="MsoNormal">
Entre
todos los que asistían había figuras célebres, glorias literarias en su más
puro y menos ensayado comportamiento; sobresalía el más rubio, nervioso tras
una coraza de simpatía; Raúl, como todos, le decía Polito a Duarte, pero no trataba,
como casi todos los demás, de hacer sentir su cercanía; de hecho, no era de los
últimos en salir de El Horreo, y nunca se quedó después, como lo hacía Chucho
Vargas, el inolvidable, cuya generosidad le costó la vida, según me
contó Mota, años después; no todos eran literatos, pero los que no escribían ni
menos publicaban, no eran menos pedantes (en el sentido original de la
palabra). De todos, Vargas y Raúl Renán, el más sereno y menos ostentoso, eran
los más amigables, los que siempre estaban pendientes de la charla, y los que
menos trataban de imponer puntos de vista.</div>
<div class="MsoNormal">
Como de
Otaola, de Juan Manuel Torres, de Benito, pronto me hice amigo de Raúl. Cuando
varios de ellos mostraron antipatía, Renán se hizo más y más amigo; nunca presumió de todas las
cosas de las que me fui enterando a lo largo de los años: que fue una guía de
los primeros pasos de José Emilio Pacheco, paciente escucha de Carlos
Monsiváis, consejero de Sergio Pitol, hombre de confianza de Elías Nandino,
amistoso rival de Sainz, todo eso mientras preparaban la revista <i>Estaciones</i>, ahora legendaria; que
durante largo tiempo fue el hombre más cercano a Gabriel García Márquez, con
quien se veía diario, compartían chamba, itinerario, eran vecinos en la calle
de Renan, y fue de los primeros escuchas de la trama de <i>Cien años de soledad</i>, trama paralela porque GGM, supersticioso, no
leía lo escrito sino una novela similar pero no igual.</div>
<div class="MsoNormal">
Al
contrario de casi todos los demás contertulios, no cargaba libros, no compartía
sus ambiciones, pero su plática ligera invitaba a las confidencias; con
frecuencia, Lourdes y yo fuimos invitados a su casa, donde Aída se desvivía por
mostrarnos su simpatía y solidaridad, y nos extrañaba que no fuera invitada a la muy misógina
tertulia (también fuimos invitados a casa de Chucho Vargas, de Luisa Huertas,
que tampoco asistía a la librería).</div>
<div class="MsoNormal">
Durante
casi dos años, todos los sábados Raúl nos visitaba en Presa Nejapa, después de
haber ido a su tertulia con Carlos Isla, Miguel Flores Ramírez, el gigantesco
Francisco Hernández; mientras bebíamos dos cervezas, leía lo que llevaba
escrito, en esa semana, de mi segunda novela, de la que fue personaje
involuntario, pero aparece hasta con su nombre, como vuelve a aparecer en mi
cuarta y creo que última novela.</div>
<div class="MsoNormal">
Una de
las pocas veces en que hemos estado en un café, Lourdes y yo escuchamos
divertidos la charla de Aída y las peripecias de sus hijas, torbellinos desde
pequeñas, aunque fuimos vengados por María José, cuando en pleno Bellas Artes
saludó a Raúl con un “quiubo panzoncito” que Raúl celebró y recordó siempre.</div>
<div class="MsoNormal">
Su
discreción hizo que anduviera por todos lados pero nunca robaba las escenas,
era un espectador crítico que, sin embargo, no expresaba su opinión a menos que
se la exigiera; nunca le pedí un juicio sobre mis libros, aunque las pocas
veces que nos llegamos a ver después, en los últimos 25 años de nuestra
amistad, me dejo saber que no había dejado de leerme. Un día, en Literatura de
Bellas Artes, a donde acudí en busca de fotografías de Rosario Castellanos, me
lo topé: te doy un aventón, me dijo; ya en su auto le reclamé: cómo eres
coscolino, Raulito; sólo emitió una risa discreta, aunque franca, como de
alguien sorprendido en una travesura; las empleadas de Bellas Artes, las
becarias, las asistentes a su taller, le coqueteaban sin reservas, a sabiendas
de que no estaban frente a un lobo, como hay muchos en nuestras letras.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Hace pocos días Malva Flores inauguró su presencia en las
redes con un “hoy es un día triste: murió Raúl Renán”; un correo impertinente a
Mariana Bernárdez corroboró el hecho: murió en la madrugada, rodeado de sus
hijas, en absoluta tranquilidad, como fue siempre su vida pública; alguien dijo
que no era posible, que Raúl era inmortal; así lo parecía: inmortal, pero
discreto.</div>
<div class="MsoNormal">
De
aquella tertulia se han ausentado ya muchos: el propio Polo, el eterno Ota,
Chucho Vargas, Francisco Cervantes (a quien Raúl protegió en sus últimos días,
pese a que Francisco había alejado a todos, hasta al paciente Otaola, quien lo
retrató con sarcasmo como <i>Chinchulín</i>
en su <i>Tiempo de recordar</i>), Sainz,
Leñero, Juan Manuel Torres, Beto Bojórquez, el inolvidable Armando Villagrán,
el inestable Paco Alvarado; Adrián Brun, Delfina Careaga y Arturo Valdés,
autoexiliados, como José Agustín, asiduo pero no contertulio; el amistoso
enemigo de Polo, Carlos Hernández, también está alejado. Fuera de la tertulia,
vi en Libros Escogidos a Francisco Labastida, y una vez, furtivo, al huraño
pero cálido Juan Bañuelos, con quien tuve una amistad muy cercana durante
algunos años, antes de que también se exiliara. Ya tampoco está.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Conocí a Raúl una tarde de marzo de 1970, y durante ocho
años nos vimos una vez a la semana; después, en promedio, una vez cada dos
años. Parecía alejarse de su pasado, le dolía la ingratitud de muchos de sus
amigos que, encumbrados, dejaron de leerle sus obras maestras en preparación.
Raúl, en cambio, buscaba a los más jóvenes, a los que, ansiosos del estímulo,
los consejos útiles, lo consideraban más un compañero apenas mayor y más sabio;
nadie de los que hablaron de él después tuvo alguna palabra ingrata, todos vertieron
elogios; cuando cumplió 75 años, una fiesta tumultuaria los celebró, y allí
estaban sus amigos, sus alumnos, sus compañeros. Ninguno de ellos fue su rival.
La última vez que lo vi feliz.</div>
<div class="MsoNormal">
Un día
lo encontramos en Los Panchos; como nosotros, hacía antesala; aunque quien lo
acompañaba era una de sus hijas, no pidió que compartiéramos mesa, aunque al
final, cuando se iban, se detuvo para platicar con nosotros casi media hora. Ese
día noté algo que me asalta ahora, que trato de recordarlo con la cordialidad
con que me trató desde siempre, cuando me vaticinó calidad y empeño: una mirada
triste que se hace patente en las fotografías con que ilustraron la noticia de
su ausencia, una mirada triste que nada tenía que ver con aquel lector
empedernido, discreto, más amigo que rival en las especialidades con que lo
retaban autores consagrados y eternos aspirantes.</div>
<div class="MsoNormal">
La
última vez que le vi sonreír los ojos fue cuando me contó que, en el
aeropuerto, García Márquez se desprendió del ejército de guaruras que lo
rodeaba para ir a abrazar a Raúl, su compañero indispensable de la época cuando
no era la celebridad que necesita guaruras: Renán 71, gritó, y se acercó para
abrazarlo, con un abrazo con que le reconocía que, sin él, <i>Cien años de soledad</i> no sería lo que es.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Tres elementos del beisbol nacieron por casualidad; el más
contundente y peligroso, el de aficionados que se convierten en fanáticos,
enfebrecidos, a veces violentos (sobre todo en el sóquer, que no por nada se
llama así), que van al parque a ver el triunfo de su equipo, no a disfrutar del
juego; el dueño de los Cafés de San Luis, Chris von der Ahe, llamó fanáticos,
en el sentido primitivo de la palabra, a los seguidores del equipo; el manager
Ted Sullivan, para evitar que los fanáticos se ofendieran, propuso suavizar el
término y acuñó el “fan” con que ahora se describe hasta a los simpatizantes de
los malos comediantes que empobrecen a nuestra televisión, y hasta a los
lectores de las imitadoras de las malas escritoras. “Fan” (prefiero forofo) se
usa desde 1882. Claro, esta historia la he contado cuando menos dos veces en
este espacio; pero hay otros dos aspectos que no existían y que sin ellos el
beisbol no sería lo que es: cuando un lanzamiento cruza por la zona buena, el
ampáyer grita STRIKE, y estira el brazo derecho; cuando el lanzamiento es malo,
hace una seña menos notoria con la mano izquierda y grita, menos fuerte, que se
trata de bola. Cuando decreta un out el gesto con la derecha es más corto pero
más contundente, y el pulgar levantado que sobresale del puño derecho hace ver
a todos, jugadores y espectadores, que el bateador o el corredor ha sido “out”;
por el contrario, el gesto es enfático al extender ambos brazos, pero sin
llegar a la altura de la cintura, para marcar que el corredor está a salvo.
Todos, propios y extraños, saben lo que significan esos gestos: la leyenda dice
que, a cada lanzamiento, el jardinero central de Cincinnati, William Ellsworth
Hoy, interrumpía el juego para saber qué había gritado el ampáyer; harto, Cy
Rigler, empezó a usar esas señales, para que Hoy se enterara; obviamente, Hoy
es el mejor sordomudo que ha jugado en las Ligas Mayores; su 5’4 no fueron
obstáculo para batear más de dos mil hits, 60 triples, cerca de 200 dobles, y
pese a su estatura, 40 jonrones, para un promedio de .288 de por vida,
excelente para finales del siglo XIX; se dice que con su poderoso brazo hizo lo
que no lograron DiMaggio ni Mays ni Mantle ni Clemente ni Snider ni Al Kaline, ni en México <i>la Mala</i> Torres ni el <i>Diablo</i> Montoya ni Arando Lara:
poner out a tres corredores en un juego (Diego sacó a dos, pero en juego de dos
entradas). Rigler popularizó los gestos, y los forofos del beisbol los vemos sin
saber cómo se originaron. Hay un problema con la leyenda: Hoy y Ringler no
actuaron en las Mayores al mismo tiempo, pero como dice John Ford, cuando la
verdad es diferente de la leyenda, siempre es preferible la leyenda.</div>
<div class="MsoNormal">
Hay un
tercer detalle: la presencia femenina en el beisbol: la dueña de un equipo en
los años setenta obligó a los jugadores a que se cortaran el cabello, que no
usaran barba, y quería obligarlos a que asistieran a misa los domingos; el bajo
rendimiento la convenció de que no podía tratarlos como a párvulos (¿en ella se
habrán inspirado para aquella cinta en que una mujer quiere que su equipo
pierda para venderlo?). Hay más mujeres en los parques de beisbol, en todo el
mundo, que en los estadios de sóquer, que por algo se llama así; y están
enteradas y disfrutan el juego, que es harto complicado; ¿cómo empezaron a
simpatizar con un deporte que pueden entender pero no jugar, como demuestra
James Thurber? Por la presencia de un pitcher Tony Mullane, al que apodaban “El
Apolo del Box”; el dueño de Cincinnati en 1886, Aaron Stern, advirtió que
cuando lanzaba Mullane, en las tribunas había una gran cantidad de mujeres que
iban a admirar al alto (para la época: 5´10) y apuesto zurdo; entonces ideó un
buen truco: lo ponía a lanzar especialmente contra equipos débiles; así, se
hizo de una buena cantidad de triunfos: cinco años seguidos ganó más de 30
juegos, aunque en cuatro de esas temporadas perdió 20 juegos; en total, en 13
años, tuvo marca de 288-228, ponchó a 1803 bateadores pero dio 1408 bases por
bolas, y tiró una barbaridad de wild pitches: 343; a las mujeres no les
interesaba más que admirarlo, y Stern lo ponía a lanzar, repito, contra equipos
flojos, pero declaraba ese fecha “Ladies Day”, para que fueran más mujeres.
Años después Don Drysdale y Sandie Koufax tenían éxito con las forofas, sin
dejar de ser buenos lanzadores; en los años sesenta sobresalió Bo Belinsky,
regular tirando a malo, pero tuvo romances con Ann Magret, Tina Louise, Connie
Stevens (¿alguien se acuerda de ella?) y sobre todo la vampiresa Mamie von
Doren, y no recuerdo si casó con ella; sí, que su eficacia fuera de los
diamantes hizo que bajara su rendimiento como jugador.</div>
<div class="MsoNormal">
Aquí,
en 1965, las tribunas del jardín derecho se llenaban de jóvenes popof
(pirrurris, diría López Obrador) que iban a admirar al right fielder de Tigres,
Héctor Barnetche, cuya carrera duró año y medio.</div>
<div class="MsoNormal">
Aunque,
claro, el más exitoso fue DiMaggio, que
conquistó nada menos que a Marilyn Monroe; a costa de su carrera: su
productividad bajó de .301 a .263, y de 32 jonrones a 16. Se entiende, claro.</div>
<div class="MsoNormal">
Ahora
Derek Jeter y Álex Rodríguez compiten con los futbolistas que tienen cariñitos
de un instante con estrellas del cine y la farándula; al primero, una le dejó
un legado millonario, pero en infección venérea; sin embargo, como con los
futbolistas queda la sensación de que no las atraen con su juego sino, como
dice la canción de Rubén Fuentes, “vienen por su dinero”. Aunque claro, los
estimulantes que engrandecieron los números ofensivos de Rodríguez pudieron ayudarlo a mejorar su rendimiento
fuera de los diamantes.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Se burlaron de Margarita Zavala por un cartel donde se decía
“el que no trance”, y dijeron que era “transe”, de “transacción”; en el
confiable y <i>Útil y muy ameno vocabulario
para entender a los mexicanos</i>, de Héctor Manjarrez, Grijalbo, 2011, se dice
“<b>transa, tranza</b>: Engaño, fraude, timo,
trácala, trinquete”. Y es que no es lo mismo una transacción, que puede ser
tranquila, honrada, sin engaños, que la tranza, que siempre es una trácala;
como dicen los clásicos, hay que saber leer los diccionarios. Claro, Zavala no
había leído el útil y ameno libro de Manjarrez, si no, hubiera contestado como
se merecían sus críticos.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Los aguaceros de junio se agandallaron en las delegaciones
que más se han opuesto a los delirantes proyectos del “jefe” de “gobierno” del
Distrito Federal. ¿Habrá sido castigo divino, o contribuyeron al desastre los
trabajadores del “gobierno” capitalino al no desazolvar y sí en cambio acumular
basura en las coladeras, para así propiciar las inundaciones que recuerdan a
las de 1952?</div>
<div class="MsoNormal">
<br />
"El avión que transportó a los participantesdel Symposium desde Ciudad de México hasta Mérida, comenzó a dar tumbos cerca del Pico de Orizaba: furioso, José Luis Cuevas alegaba que él no estaba dispuesto a morir en un accidente tan estúpido como éste, porque los diarios sólo dirían en sus titulares: <i>Trágico accidente aéreo en que perecen numerosos intelectuales ilustres </i>y a continuación<i> </i>una lista en la que figuraría, entre muchos, su nombre; y lloraba recordando todos los viajes en avión que había desperdiciado sin morir, ya que entonces los periódicos hubieran traído el encabezamiento: <i>Genial pintor José Luis Cuevas perece en accidente aéreo." </i>Eso lo relata José Donoso en Historia personal del Boom (Lumen, 1972). Sorpresivamente, Cuevas, sin aspavientos como hubiera querido, murió anoche. Cuando Lourdes estaba embarazada de Diego nos lo topamos en la Juan Martín, antes de una exposición; "va a ser niño", dijo, y pidió ser el padrino, lo que no le gustó a su esposa Berta;después, lo veíamos esporádicamente, y siempre tuvo gestos amistosos, no sólo amables; palabras amistosas, cálidas, en el ingreso de Vicente Rojo en Colegio Nacional. La última vez, en Moliere 222, en donde me reconoció como el que cierra el video donde se recreó el Mural Efímero, con palabras célebres: "sólo lo fugitivo permenece y vive", y su saludo cálido y cercano; y otro recuerdo: el día que Ana Elda Jiménez y yo conocimos, gracias a Víctor Manuel Ruiz Carmona, a José Emilio Pacheco, éste se excusaba: perdónenme, soy un pésimo anfitrión; si fuera José Luis Cuevas les ofrecería un café, un refresco, mi sillón preferido; asombrado, por la imagen difundida por diarios y televisión, de un belicoso y arrogante Cuevas, expresé mi asombro, y Pacheco repitió: Cuevas es una dama, atento, amable, correctísimo. Y Fue cierto.<br />
<br /></div>
Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-3930685659607167092017-05-01T17:50:00.001-07:002017-05-01T17:50:18.889-07:00Diccionario mexicano; más observaciones de Inventarios; sexismo oficial<div class="MsoNormal">
Aunque soy
entusiasta de los diccionarios (afición más o menos reciente, y contagiada por
la colección acumulada por Antonio Bolívar en Redacta, que ocupaba todo un
cuarto bastante grande, las cuatro paredes de piso a techo, y a la que
contribuí con la sugerencia —creo recordar que a eso se redujo— del <i>Diccionario secreto</i> de Camilo José Cela
(nombre cacofónico; el diccionario me lo presumió Bernardo Ginés de los Ríos),
y la aportación del <i>Diccionario del
argentino exquisito</i>, de Adolfo Bioy Casares; Bolívar me honró imponiendo mi
nombre en el ex libris, y con la venta baratísima de los primeros tomos del
Corominas —no había aparecido el último—, y el obsequio del Moliner, que trajo
de España cuando era inconseguible en México), no tengo tantos como algunos coleccionistas
y usuarios célebres, como dicen que era don Jaime García Terrés, pero paso del
centenar.</div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> Es cierto que no sabemos usar
diccionarios; en alguna ocasión, en <i>El
Financiero</i>, en la sección de Deportes habían deshojado un <i>Pequeño Larousse Ilustrado</i> que obsequié,
aunque sólo de las primeras 40 páginas, que eran las que consultaban; pedí a
los administradores que sustituyeran ese ejemplar, ya viejo además, por uno nuevo,
y dotaran a otras secciones de al menos uno; al ver que tardaban pregunté el
motivo, y me contestaron que no conseguían uno de la misma edición del que
aporté un par de años antes y que ya tenía algunos años en casa, y lo había
sustituido por el <i>Gran Diccionario
Enciclopédico Ilustrado</i> que publicaba <i>Selecciones
de México</i> (segunda edición, la azul; la primera la obsequiamos a la escuela
donde Diego cursó el primer año de secundaria; eso nos confirmó que cuando donamos libros nos
peleamos con esas personas o instituciones), y que pese a los muchos años que
ya llevamos con él, nos ayuda prácticamente en toda consulta; por desgracia, no
lo han actualizado, creo, o no lo han traído, así como descontinuaron el
excelente <i>La fuerza de las palabras</i>,
mejor que el primer <i>Diccionario de dudas</i>
de Manuel Seco.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> Los que saben dicen que hay que
actualizar diccionarios en casa cada cinco años, cuando se tiene sólo uno, como
pasa en la mayoría de los hogares; el contagio por la afición por los
diccionarios me ha hecho adquirir algunos curiosos; y eso es lo valioso de los
míos: más que muchos, tengo algunos que causan envidia entre los buenos
coleccionistas; tengo, a cambio del de germanías de Gredos, carísimo en la
Feria de Minería, y que hace por lo menos cinco años que ya no traen, algunos
especializados en el lenguaje del hampa, uno de ellos confiscado en su momento
por la policía, no por censura, sino para que las autoridades entendieran a los
vatos que se burlaban de ellas en su presencia (ahora lo censurarían las nuevas
autoridades mojigatas por una sola línea: <i>joven</i>,
adjetivo con el que los hampones se referían a los afeminados); ese útil libro
parece haber sido consultado en su momento por Carlos Fuentes y por Octavio
Paz; otros se refieren al lenguaje de las malas expresiones o por delincuentes
en España, aunque por desgracia nunca pude conseguir el más atractivo, que era
el que sirve de mofa a los filólogos por cómo se expresan en general los
españoles que se creen elegantes (y supongo ya rebasado por las modalidades de
hablar en disílabos: boli, peli, cumple, prosti, progre y otras ridiculeces);
la mayoría de esos diccionarios de jergas o germanías los ha publicado la
benemérita Alianza Editorial.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> Tengo diccionarios de
incorrecciones; uno, maravilloso elaborado por Fernando Corripio, mi filólogo
favorito; otro por alguien que se dedicaba a demostrar que los adjetivos sirven
para calificar de manera contundente a las casquivanas, coquetas, ligeras de
cascos y practicantes de los cariñitos de un instante, las de las adolescencias
apresuradas, aunque no tanto las víctimas que amaron deseando también ser
amadas; otro, también puritano, que demuestra cuántas palabras que usamos ahora
provienen de otros idiomas o son de acuñación (entonces) reciente, pero como ya
había palabras que servían para lo mismo, caen en incorrecciones; es menos
perverso pero también divertido.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> De Corripio tengo varios: el
(para mi gusto) mejor diccionario de sinónimos y antónimos, el ya referido de
incorrecciones, justo y no pacato; uno de ideas afines tan bueno y más compacto
que el <i>Ideológico</i> de Casares, que
conseguí hace poco tiempo luego de haberlo buscado durante años (sólo una vez
lo había visto, en la Librería <i>del</i>
Sótano, hace años y entonces carísimo); uno más, filológico, no tan exhaustivo
pero igual de útil que el Corominas; tengo varias ediciones del <i>DRAE</i>, que me sirven para ver cómo ha envejecido
la institución aun cuando hace esfuerzos por modernizarse, y la mayoría de las
veces sólo para ceder a las presiones, por lo regular efímeras, de ciertas
instancias; por ejemplo: tardaron mucho en admitir <i>presupuestar</i>, y entró al lexicón (así le dicen los cursis para
evitar repeticiones no innecesarias) cuando ya ni los funcionarios ni los
economistas usan esa palabreja, que por cierto era inútil porque ya existía <i>presuponer</i>; acceden a que <i>acceder</i> signifique, además de aceptar, ingresar,
inútil y cursi porque ya existía <i>ingresar</i>;
la muy lejana acepción de <i>vestuario</i>
como vestimenta, porque la principal era el lugar donde deportistas, cantantes,
actores y políticos y casquivanas amantes de los cariñitos de un instante cambiaban
de vestimenta; ahora es la primera y la segunda acepción. Cedió a las presiones
y ya iguala a hombres y mujeres cuando menos en el adjetivo poeta, y ya no
distingue si son uno u otra, aunque sí distingue entre actores y actrices; pero
por pelear una igualdad que se debe de dar en la calidad de sus obras, la RAE
ya los compara con los poetastros; antes cuando menos <i>poeta</i> era el hombre (y <i>poetisa</i>
la mujer) que componía obras poéticas y estaba dotado de las facultades
necesarias para poetar; ahora ya cualquiera es poeta aunque no las componga ni
en el aire ni en el momento. Ahora además son <i>personas</i>, cuando hay otros términos menos rotundos y sonoros, como
digamos, por ejemplo, gente. Poeta, al generalizarse, o por ponerlo como <i>persona</i>, anula al autor y lo minimiza,
porque además <i>persona </i>tiene
demasiadas acepciones que desindividualizan, si se me permite el término.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> A falta de capacidad (física y económica)
para albergar la Británica (es más cómoda la Oxford), ni mucho menos la
Espasa-Calpe, cuya mayor utilidad es para los hipocondriacos (describe de tal
manera los síntomas de todos los malestares ficticios o reales, del alma o del
cuerpo, que es un desperdicio no sentirlos, asustarse y fastidiar a los médicos
hasta que se les recuerde que de tanto ahi viene el lobo aunque quede el
consuelo de “no que no”), acudo a enciclopedias menos aparatosas, cuya única
limitación es lo temporal; queda el consuelo de suscribirse para recibirlas
digitalmente (acepción nueva) o en unos cuantos disquetes, que terminan siendo
más latosos y más tardados que las ediciones impresas; también existe la
enciclopedia wikipedia, que es utilísima por el acceso inmediato aunque alguien
versado en consultar lo impreso le gana en velocidad, y tiene ésa el defecto de
que no atiende lo minucioso, desatiende a las figuras menores pero no menos
importantes, y hace más caso a las figuras populares; y no es tan exacta como
dicen sus forofos, que afirman que tiene diez mil (¿o cien mil?) errores menos
que la Británica, aunque ninguno ha sido capaz de enumerar los mil
principales fallos; además, wikipedia es pacato y está sujeto a cambios que
desactualizan o llevan a errores que ya se han perpetuado en novelas o ensayos.
Al menos, derroté a uno de sus principales forofos al consultar la fecha de
nacimiento de un músico: mi enciclopedia de rock (una de ellas) es más fácil y
rápida de consultar que la wikipedia, que además fue inexacta su búsqueda. (No
dejo de reconocer que una enciclopedia que no presume de serlo, la Imdb, es más
exhaustiva y precisa que cualquier enciclopedia de cine, pues contiene los
nombres de hasta los más invisibles extras de cualquier película, siempre y
cuando sea estadounidense, francesa, inglesa, pero es menos precisa con las
italianas, las españolas, y de plano desdeñosa con el cine mexicano: por
ejemplo, no revela el nombre de la altota que baila bien sabroso con Germán
Valdés, y lo carga al final, en las últimas escenas de <i>El mariachi desconocido</i>; mal no menor, aunque comparta la falla con
las anotaciones en la <i>Historia documental
del cine mexicano</i>, primera y segunda ediciones, de Emilio García Riera;
tampoco nombra a la bailarina, bien seria ella, que camina frente a Valdés
mientras éste canta “Piel canela” en la misma cinta, y a la que describe
con un amplio ademán al extender los brazos a la altura de las caderas, cuando
entona el verso que habla del mar y su “inmensidad”. La Imdb tampoco tiene el
nombre de todos los técnicos ni, peor, hace caso de las canciones interpretadas
en casi ninguna cinta, error terrible porque la música es parte, para bien o
para mal, de toda cinta. Tampoco trae el error más grave de Buñuel aunque se
ensaña con muchos otros directores por fallas de continuidad o sin importancia.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> Tengo otros varios diccionarios
especializados en actores, bailarinas, beisbolistas; o en filósofos o
escritores, o de literaturas del mundo y sus alrededores (en uno de ellos ocupo
exactamente el mismo espacio que el que le dan a mi muy admirada y amiga Rosa
Montero), o inventores, o músicos, o científicos; gramáticas, o vocabularios
especializados; o recuento de disparates, atestan varios plúteos además de doble
fondo en un librero dedicado a puros libros de esta naturaleza, y otros andan
dispersos, por su tamaño o su especialidad, en otros libreros, además de que se
cuelan algunos que tendrían que estar en otro sitio, como el <i>Diccionario de trucos</i> gracias al cual
acabo de limpiar mis sombreros de paja.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> Por falta de capacidad (física y
monetaria) no tengo el más necesario para mis chambas, el Santamaría,
aunque tengo otros que se ostentan como de mexicanismos, casi todos fallidos.
Tengo en cambio varios llamados <i>Pequeño
Larousse Ilustrado</i>, a falta del que cedí a Deportes de <i>El Financiero</i>, algunos de ellos cortesía de los muy gentiles amigos
de Anaya (¿o insinúan que no sé usar el lenguaje?), pero acabo de conseguir uno
que me parece útil, divertido y ejemplar, el <i>Larousse práctico para México y América Latina</i>, publicado hace un
año pero que no está en ninguna librería en las que lo busqué luego de verlo en
el pasaje del STCM (para coincidir con los que se ahorran vocales), pero que
estaba cerrado por ser día de guardar. Es realmente pequeño aunque en los
diccionarios no debe contarse ni anotarse el número de página, pero apenas
llega a 450, en tamaño pequeño (7.4 </span><span lang="ES">ₓ 5.4 pulgadas),
tipografía extremadamente pequeña (seis puntos), pero en verdad son útiles las
más de veinte mil entradas con más de cincuenta mil significados, cinco mil de
ellos exclusivos de México y alrededores, y con acepciones asequibles y
precisas; no trae <i>audicionar</i>, aunque sí <i>presupuestar</i>,
que supongo debe haber algunos que aún la digan; aunque de <i>birria</i> se diga que es una cosa mal hecha, acepta que es un guiso
que se hace con carne de borrego o chivo (no con res o puerco, guácala), pero
al menos no dice que <i>hot dog</i> es mexicanismo, y acepta que <i>hot cake</i> se
diga jotkeik y no panqueque, como leíamos en <i>La pequeña Lulú</i>; admite “palomitas” y no las “rosetas” que nos
acomplejaban en los cómics de nuestra infancia.</span><span lang="ES"><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> Las definiciones son concretas (aunque
prefiero las extensas y divertidas del de <i>Selecciones</i>),
por lo regular precisas, y no tienen el complejo absurdo de pretender ser ley
aunque solamente lo utilice el 47% de usuarios, si sólo se compara con México,
muchísimo menos que con el resto de América Latina, y además, de manera
incorrecta y cursi; no solapan los solecismos como si no supieran que son
errores. Otra ventaja de este pequeño y práctico: la tabla de conjugación es
real, no ilusoria, y demuestra que el verbo <i>venir</i> no es uno para España y otro
para América, lo que será útil para algunos académicos; en lo que está mal es
en la acentuación grave de “futbol” y de “beisbol”, claro, por su ignorancia
del idioma inglés; corrigen en cambio el “chofer” que acentuaron gravemente en
el pasado, y desechan el correcto pero feo “chofera”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES"> En lo que no cambian es en la
definición de las llamadas malas palabras, que son las primeras que uno busca
al abrir un diccionario, y más cuando se es niño; ya no vienen definiciones
incomprensibles como “pelo del empeine” y otras huidizas; aunque son más
correctas y menos cobardes, no son las que uno emplea y que caracterizaban a la
literatura mexicana de los años sesenta y que siguen sin aparecer, desinhibidas
y coquetas, como se les usa a diario hasta en las campañas electoras oficiales
u oficiosas, en las cámaras legislativas, en los periódicos (sobre todo en las
oficinas, no siempre en las páginas) y ya hasta en la televisión sin miedo a
que los censuren pero que demuestran mal gusto. Por cierto, hay que echarle
una vista a la octava acepción de bueno/a, y advertirle al “jefe” de “gobierno”
capitalino que en ningún diccionario se acepta ni por equivocación el término
“sintiente”, a ver qué siente. (El de Sinónimos de Corripio acota más de
treinta sinónimos para <i>callonca</i>, más
del triple que otros diccionarios.)<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES">En el primer tomo
de los <i>Inventarios </i>aparece una
acotación del propio José Emilio Pacheco en la que reconoce como barbarismo el
término “autoinmolar”, que había usado una semana antes, y tan grave como
autosuicidio, que él atribuye a un ex presidente aunque más bien se lo
asestaron a un académico y director de la más importante editorial mexicana;
sin embargo, vuelve a aparecer en el tercer tomo; los editores podrían haberlo
eliminado, si lo hubieran advertido; a lo largo de los tres tomos aparece
varias veces “así mismo”, que es otro barbarismo, que me parece nunca utilizó
Pacheco aunque sí posiblemente alguno de sus editores; más lo divertiría aunque
también lo mortificara alguna palabra que, mal dividida tipográficamente da
lugar a malos entendidos, como “reputa-ción”, o la mala división de una palabra
que termina con “no”, también da lugar a equívocos, como “mexica-no” que
produce una frase negativa; también una lectura atenta hubiera evitado
repeticiones o, peor, contradicciones. Pacheco, obsesionado con las erratas,
tenía la costumbre de corregir de puño y letra en los ejemplares que sus
lectores le ponían para que pusiera firma o dedicatoria; en estos <i>Inventarios</i> tendría que entregar fe(s)
de erratas, con las disculpas que acostumbraba ofrecer al corregir esas
erratas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES">Comerciales en
que advierten de los peligros de la nula educación sexual (cierto, ya nadie
dice “gracias”), de los desconocimientos de los riesgos de adquirir
enfermedades venéreas (un sabio mexicano, simpático y sincero como él solo, me
contó que gracias a la profesión de médico de su padre, él y varios de sus
amigos, muchos de ellos puntales de la ciencia y el arte mexicanos, se salvaron
de esas enfermedades), ellos, o el de andar por la vida arrastrando un niño por
amar queriendo también ser amadas con las consecuencias de las soledades
arrepentidas; sin embargo, de todo culpan a la mujer, por precipitosas o por no
avisar que, pese a pertenecer a familias recatadas, de hermanos celosos y
padres vigilantes, portan males si no incurables cuando menos incómodos; en
ningún caso culpan a los hombres. ¿Habrá sanción para los publicistas
culpables? ¿Se darán cuenta las intransigentes que ven culpables menos donde
los hay?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES">Y hay que
advertir: un grupo malicioso, malintencionado, con todas las culpas de todas
las generaciones que los anteceden, y que andan por la calle provocando: un vigilante
en el Metro da el paso a las usuarias con una expresión extra: “pase, reina”;
algunos de quienes colectan para la Cruz Roja entregan el simbolito con la
expresión “para que se vea más guapa”: hay que combatirlos, denunciarlos,
exhibirlos, aunque las que han recibido esos piropos se sientan halagadas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES">Sergio Romano, mi
jefe y amigo, mucho más amigo que jefe (que nunca fue) anda retirado
momentáneamente, recuperándose de una intervención quirúrgica, y con la orden
de reposar mientras se cumple el tratamiento; que disfrute leyendo y oyendo
música, actividades ambas en que pocos lo hacen con mayor capacidad y placer;
después seguiremos enloqueciendo a su auditorio.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES">Los gandallas de
Gandhi, con toda maldad, se solazan exhibiendo a los escritores mexicanos,
tanto en su revista como en la versión electrónica de facebook, porque los
ponen a opinar de lo que deberían de saber, o sea de libros: a una le preguntan
cuántos libros tiene y dice que muchos, como trescientos o quinientos; otra
opina que los ilegibros en papel cebolla y doble columna son muy bonitos; y otro,
indudablemente culto, se puso nervioso y al mostrar una rarísima edición de <i>El joven</i>, de Salvador Novo, lo confundió
con <i>Return ticket</i>.</span></div>
Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4952328284169149710.post-74627297843182527552017-03-31T13:37:00.001-07:002017-04-01T08:34:22.732-07:00Inventarios, Pacheco historiador; adiós a Juan Bañuelos<div class="MsoNormal">
La aparición de los tres tomos que seleccionan una parte
significativa pero menor de la columna Inventario, que José Emilio Pacheco
publicó en los últimos meses del <i>Excélsior</i>
dirigido por Julio Scherer, y en <i>Proceso</i>
desde su fundación hasta el fallecimiento de Pacheco, en enero de 2014, ha sido
esperada desde el anuncio de que habría preventa en la feria del libro en
Guadalajara; son tres tomos con cerca de 650 páginas cada uno, pero en un
formato inusualmente mayor que el acostumbrado en Ediciones Era, del mismo
tamaño que los <i>Cuadernos de la cárcel</i>,
de Gramsci, aunque con caja más pequeña y letra más grande.</div>
<div class="MsoNormal">
No hay
engaño: el título del libro respeta el nombre de la columna; no hay noticias de
que vayan a recopilarse las columnas muy semejantes, prácticamente iguales, que
publicó en <i>México en la Cultura</i>
(aunque la mayoría fueron reseñas, más que columnas), la <i>Revista de la Universidad de México</i> (parte reseñas y crítica y
parte columna), <i>La Cultura en México</i>,
<i>El Heraldo Cultural</i>,<i> Nexos</i>,<i> Plural</i>,<i> Letras Libres </i> y otras desperdigadas en alguna revista tipo <i>Caballero</i> y en otras publicaciones
aparentemente dirigidas a un público femenino, pero con las mismas intenciones
y la misma calidad que las que ahora se recopilan. Tuvieron diferentes nombres,
casi todas mencionadas por Hugo J. Verani en <i>La hoguera y el viento</i> (UNAM, Era), ni consideradas tampoco en el <i>Diccionario de Escritores Mexicanos</i>, que
en cambio incluye vida y obra de Julián Hernández, el más renombrado de los
heterónimos de Pacheco. (Este diccionario excluye lo que no consideran
cultural, y dejan fuera gran parte de la obra de muchos autores dignos de
respeto sólo porque no se publicó en revistas culturales.) Además,
colaboraciones esporádicas en otros diarios, revistas y suplementos. Si se
llega a recoger todo puede igualar el número de volúmenes de las <i>Obras completas</i> de Alfonso Reyes. Y los
no incluidos son los que más falta hacen, porque finalmente en las páginas
electrónicas es posible consultar, guardar e imprimir prácticamente todo lo que
publicó en <i>Proceso</i>. </div>
<div class="MsoNormal">
Hay una
reacción que me toma por sorpresa: muchos lectores esperaban más ensayos sobre
literatura que sobre historia, política y vida cotidiana; no es de asombrar: a
los literatos no los consideran historiadores, aunque hayan hecho estudios
notables y novedosos sobre estos aspectos; no sólo Pacheco: él mismo decía que
a Fernando Benítez no lo tomaban en serio pese a sus libros sobre la Colonia y
sobre la Revolución Mexicana, con el tema central de vida y obra de Lázaro
Cárdenas. Y no son los únicos.</div>
<div class="MsoNormal">
Juntos,
nos revelan un aspecto que se sale del esquema (los esquemas que limitan y
reducen a fórmulas la obra de Pacheco, en especial la poesía “ready-made” y las
lecturas unidimensionales de la narrativa, aspecto del que también me considero
culpable, porque hasta que comencé la lectura de la tercera versión de <i>Morirás lejos</i> me di cuenta de guiños
inequívocos sobre libros e influencias que no había visto, ni yo ni nadie).</div>
<div class="MsoNormal">
Muchos
lectores de su poesía ven con menos interés la narrativa, y viceversa; menos
observan los ensayos, y creo que han considerado más el periodismo cultural,
quizá porque es más sencillo, y aplica la fórmula de Borges y Reyes, influencias
notorias, de que el periodismo debe ser amable con el lector; en efecto, los
inventarios y columnas semejantes hacen que el lector se sienta culto e
inteligente.</div>
<div class="MsoNormal">
Pero el
otro aspecto es el de historiador, pues no se limita a repetir y glosar
historias conocidas o las poco conocidas: ahonda en hechos y personajes, encuentra
explicaciones que, sutiles, otros pasan por alto, y que comprenden actitudes
personales, amistades o rencores, situación económica, enamoramientos que
influyen en el comportamiento en batallas, el entorno cultural que modifica el
pensamiento de los protagonistas y, sobre todo, no juzga desde el presente, y
muchas veces no juzga, sólo explica y juega a lo que pudo haber sido y no fue.</div>
<div class="MsoNormal">
Como
historiador hace lo que otros no; por eso son tan entrañables estos
inventarios, porque está el Pacheco al que hemos valorado por debajo de sus
otras actividades.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Repito: se agradece la excelente redacción, la gramática
amable, la consideración para con el lector a quien pone al tanto de lo que
suele ignorarse; conecta la historia con la literatura, y a ésta con la
política y con la sensualidad; como sucede con el periodismo, y es algo de lo
que siempre estuvo consciente, hay hechos, datos, palabras, frases,
observaciones, que envejecen o pasan de moda; en uno de los inventarios más
recordados, “La vida en México durante el periodo presidencial de Rafael
Baledón”, pierde actualidad no frente a los sucesos (Trump ha aparecido en 12
filmes, uno de ellos nada menos que de Woody Allen), sino frente a las
personas; obviamente la referencia a Baledón le dice algo sólo a los cinéfilos de
muy buena memoria, y a los que no son víctimas de Netflix, Blim y esas redes,
para quienes el cine viejo es el de los años noventa; con el buen chiste de que
Reagan sucumbe haciendo la prueba del añejo no muchos podrán recordar que antes
de que John Gavin aceptara el cargo de embajador en México había filmado un
comercial de ron Bacardi, cuya calidad la garantizaba su añejamiento; otra
referencia cercana, la de Alcoholy Queen, asombrará a quien no se acuerde del
comercial de Viejo Vergel, “como el viejo decía” (y que no hubo segunda campaña
por culpa mía y de Antonio Flores González).</div>
<div class="MsoNormal">
La
referencia a Elvira Luz Cruz es muy dramática, pero las averiguaciones
posteriores muestran que el caso, sin dejar de ser dramático y atroz, tenía
otras características que las que conoció Pacheco, y todos, en esas fechas.</div>
<div class="MsoNormal">
Hay
algunas características de la edición que no se puede dejar de señalar: en el
primer tomo, cuando Pacheco habla de décadas, dice “los treintas, los
cincuentas”; en tomos posteriores ya los escribe en singular; abundan frases y
títulos en que nombres propios son convertidos en adjetivos, y se hicieron
correcciones injustificadas, y en cambio perpetuaron erratas que a Pacheco no
le hubiera disgustado que se enmendaran. Igualmente, se actualizó la ortografía
según recomendaciones de la RAE que Pacheco no aceptaba. Ausencias notables:
notas al pie e índice de nombres (uno de temas hubiera abarcado mucho, sin gran
utilidad); las notas de los editores hubieran puesto al lector en conocimiento
de datos históricos (devaluaciones, asonadas, rumores que la gente tomó como
reales, amasiatos de estrellas con políticos, y no por el mero chisme) que
dieran contexto a inventarios que 40 años después llegan descontextualizados.</div>
<div class="MsoNormal">
Otra
curiosidad; en el primer tomo Pacheco dice con alguna frecuencia “sino todo lo
contrario”, que era como se decía que había dicho el presidente Echeverría
acerca de la devaluación, o de inundaciones o de cualquier otro asunto; el
rumor fue tan hondo que se sigue adjudicando la frase a Luis Echeverría, cuando
en realidad la dijo el entonces secretario de Agricultura y Ganadería, Manuel
Bernardo Aguirre, y fue “antes al contrario”, como cita Pacheco en los tomos
posteriores; la corrección nada hubiera alterado, antes al contrario. Hay, sin
embargo, asuntos inesperadamente actuales, como en el segundo inventario sobre
Mussolini, que al definirlo a él y al fascismo parece que habla de Donald Trump
o de dos o tres precandidatos a las elecciones de 2018, en el país y en la capital:
igualitos.</div>
<div class="MsoNormal">
Abundan,
desde luego, los inventarios que se refieren a la historia cultural y que siguen
siendo indispensables, aportan datos que antes de Pacheco no eran de dominio
público; se agradece también la inclusión de los que narran capítulos
autobiográficos, en los que nos regala claves para entender su obra, cómo se
conectan entre sí, y sus orígenes; como no son explícitos, seguimos repitiendo
los lugares comunes y sus influencias, nada ocultas, no las acabamos de
entrever, pero las dijo con claridad.</div>
<div class="MsoNormal">
Otra
circunstancia; muchos inventarios son inolvidables, pero pueden leerse como si
fueran nuevos; algunos, muy enclavados en una época, han perdido actualidad y
se leen con gusto por la prosa y la inteligencia, no por el asunto tratado. Y
recalco que para la mayoría de los lectores entusiastas para quienes Pacheco es
uno de sus autores favoritos, si no el favorito (nótese que él no usaba la
palabra “fan”), los inventarios quedaron en la memoria colectiva; se decía
desde principios de los ochenta que <i>Proceso
</i>se leía de atrás para adelante: “Boogey el Aceitoso”, “Inventario” y la
columna de García Márquez, para rematar con el editorial más inteligente, el de
Naranjo. Así, en las ausencias de Pacheco cuando viajaba al extranjero o porque
terminaba un libro, se echaba de menos hasta que algún conocido anunciaba que
ya había regresado; son pocas las que los lectores de entonces desconocemos, y
para los lectores que conocieron la columna a finales de los noventa, casi todo
es novedad y una aportación valiosa.</div>
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En las
palabras introductorias no se explica el criterio de la selección, sólo el más
notorio, el cronológico, pero abundan los que se refieren a algún inventario no
recopilado, lo que deja al lector con la obligación de buscarlo en la red,
fácil de localizar pero no de leer (por la transcripción no pulcra); suponemos
que los muchos que tienen coleccionadas todas las columnas, insistirán
en que dejaron fuera algunas tan buenas como las incluidas. Por mi parte, me
gustaría que además se compilaran, aunque fuera sólo para las redes, muchas de
las que formaron la columna, con otro nombre y otras publicaciones. (De hecho,
en la página de facebook <i>José Emilio
Pacheco: textos a la deriva</i>, ha habido una recuperación asombrosa y loable
de textos muy antiguos, de <i>Estaciones</i>,
<i>La Palabra y el Hombre</i> —cuya historia
y relación con Pacheco está por escribirse— y aún antes, y desde luego del <i>Diorama</i> y de <i>La Cultura en México</i>).</div>
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Uno se entera, con estupor y dolencia, del fallecimiento de
Juan Bañuelos, un poeta excelente y magnífico amigo; en lo particular lo
recuerdo en Editorial Novaro, siempre dispuesto a platicar, recomendar lecturas
(sobre todo, de poesía religiosa), a chismear sobre amigos; nunca salí sin un
paquete de cómics, obsequio suyo; allí me confió que una de sus grandes
influencias o coincidencias fue José Hierro, al que me hizo leer de otra
manera. Sus sonetos a la muerte del padre son extraordinarios; confieso que sólo
una vez los pude leer en voz alta, aunque varias veces estuve a punto de que se
me quebrara la voz. Pese a su temática social, a sus poemas sobre la muerte, sobre la
iniquidad, sobre la represión, Bañuelos era simpático, afable, cordial,
divertido.<br />
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El viernes 31 llegó, escueta, la noticia del fallecimiento de Rubén Amaro (Sr., le dicen las agencias gringas); hijo de Santos Amaro, que no llegó a las Ligas Mayores por el color de su piel, y padre de Rubén Amaro Jr., jardinero, asistente de gerente, luego gerente y ahora coach de tercera de los Medias Rojas (en preparación hacia su carrera como mánager), jugó unos pocos años en las Mayores; los cables resaltan que fue el ganador del Guante de Oro como short stop de los Filis de Filadelfia en 1964, pero olvidan decir que ese año logró la mayor hazaña, pues lo premiaron aunque era suplente de Boby Wine, un excelente parador en corto, y quien jugó 108 partidos en esa posición; Amaro estuvo en 79 juegos en el campo corto, 58 en primera base supliendo John Hernstein y a Frank Thomas, y algunos pocos juegos en tercera y en primera base, más uno en el jardín; aunque su porcentaje fue de .264 y empujó apenas 34 carreras, lo hizo en momentos clave, y fue la razón por la que su equipo peleó hasta el último día por el campeonato de la Liga Nacional, aunque terminó un juego abajo de los Cardenales de San Luis; pese a Johnny Callison, Dick (o Richie) Allen, Thomas, Vic Power, Wes Covington, Filis lo escogió como su jugador más valioso, y la Nacional lo recompensó: es el único suplente en ser Guante de Oro sin ser titular. Excelente fildeador, heredó de su padre la habilidad al campo y se la legó a su hijo. Aunque estuvo 12 años en las Mayores, prosiguió su carrera como coach, buscador, y entrenador de fildeo en las Menores con varios equipos, como los mismos Filis y los Oseznos de Chicago. Además, fue de los pocos seres de carne y hueso en aparecer en Chanoc, junto al sabio Monsiváis y a Carlos Albert, al que confundieron con el robot, Sócrates. Fue de mis primeros ídolos deportivos, y nunca he dejado de admirarlo<br />
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Lalohttp://www.blogger.com/profile/11589923161090422900noreply@blogger.com0