miércoles, 10 de enero de 2007

Errata por errata

Hoja por hoja, suplemento que se inserta en varias publicaciones, en cada número ofrece obsequiar un libro a los primeros cinco lectores que detecten diez errores ortográficos, tipográficos o gramaticales. El numeroso equipo que realiza la revista hace un trabajo cuidadoso, y la verdad a veces da flojera estar marcando las erratas o pifias, y además no se lo merecen, porque su labor es digna de respeto, y ya se sabe que los errores son errores y son inevitables, y más en el ejercicio de hacer una edición, porque se cuelan de la manera más cruel e inesperada.
En su más reciente número, sin embargo, se acumularon en un par de páginas algunos considerables, dignos de llamar la atención.
En la página 18 se coló un “biósfera”; ya es admitido en la edición del Diccionario de la Real Academia de 2001, pero ya sabemos que se ha convertido en un diccionario de uso, no normativo; en ediciones anteriores sólo se registraba, o mejor, sólo se admitía “biosfera”; claro, hay la excusa de que se pronuncia mal, como esdrújula, y por eso su incorporación al léxico legal, pero moralmente sigue siendo una errata. Hasta el mismo diccionario remite a lo correcto.
En la misma página, en la misma nota (“Un cruel puñal”, sobre las puñaladas al idioma, reseña de Juana Inés Dehesa) está la frase “tanto gramaticales como sintácticos o inclusive de pronunciación”; inclusive se refiere “a lo último mencionado”; lo correcto hubiera sido “incluso”.
Líneas más adelante, JID habla de un índice onomástico que revela a “todos y cada uno”; si son “todos”, son “cada uno”, y si son “cada uno”, obvio que son todos”; por más que la frase sea común, no deja de ser una redundancia.
En la nota “Español para dummies”, Pablo Martínez Lozada, en el penúltimo párrafo, se refiere a una desafortunada frase en la cuarta de forros que debe “achacarse” a la editorial; lo correcto es “debe achacársele”.
En la página 19 hay una nota de Claudia Canales por debajo de sus posibilidades; Canales es autora de un libro espléndido, El poeta, el marqués y el asesino. Historia de un caso judicial, publicado por Era, cuya lectura es muy recomendable por varias cualidades: inteligencia, sabiduría, cultura, y una redacción que hace de esta lectura un deleite. Pero al comentar Terribilísimas historias de crímenes y horrores en la ciudad de México en el siglo XIX, de Agustín Sánchez González, se contagio de la sintaxis y se colaron varias pifias de redacción: cuatro líneas antes del final del primer párrafo, se refiere a las comadres chismosas, y agrega “aunque no desplazó del todo a éstas”; redacción muy común, pero en bien de la economía debía de ser “no las desplazó del todo”.
En el segundo párrafo, dice textualmente “La modestia y legitimidad del propósito, si bien plausible, encuentra en el método”… Dos errores en un mismo enunciado: la modestia y la legitimidad son dos conceptos distintos; por lo tanto, lo correcto hubiera sido “si bien plausibles, encuentran”; digo, en bien de la concordancia.
Líneas más adelante hay un párrafo entre paréntesis, pero el punto final lo ponen fuera del paréntesis; si la frase comienza dentro, el punto debe ir dentro.
Poco después, luego de menciona un libro de Carlos María de Bustamante, dice: “A cambio de fragmentos como éste, y de otros tomados de las cartas de Madame Calderón de la Barca…”; a pesar de la coma, sobra el acento de “éste”; pese a los signos de puntuación y de las frases circunstanciales, lo concreto es “a pesar de este y otros fragmentos”.
En el párrafo final se repite un error: “no corresponde con el contenido de éste”; vicio muy común en periódicos, entorpece la lectura; “no corresponde con su contenido”
Y ya nomás por no dejar, en la página 3, el cuarto párrafo comienza no sólo con una cruz encerrada en un rectángulo, sino con una incongruencia: “a y una escena terrible…”; el último párrafo se repiten las cruces encerradas en cuadrángulos.
Esto no quiere decir más que las fiestas decembrinas afectan a todos, incluso a los editores cuidadosos.

Eduardo Mejía

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