domingo, 18 de mayo de 2008

Los 60 de Winwood

El 29 de abril (dos semanas antes de que cumpliera 60 años) apareció el noveno disco solista de Steve Winwood (no se toman en cuenta las ya muchas antologías, desde las prematuras Winwood y Winwood and friends, ahora imposibles de conseguir y sin edición en disco compacto, hasta Chronicles, Keep on runnings y las acostumbradas Millenium, Best, Colours y algunas más que son prácticamente la misma, con las mismas piezas y las mismas versiones, hasta The finner things, que es más bien recopilación y no antología). Nine lives (Columbia, 88697 22250 2), que presenta como máximo atractivo una pieza en la que vuelve a colaborar Winwood con su viejo amigo Eric Clapton.
Cuenta la leyenda que cuando Muff Winwood, ya músico profesional, llevó a su casa a su amigo Clapton, que comenzaba a brillar, el niño Steve le señaló algunos defectos en su manera de tocar el requinto.
Después, Steve y Muff con Spencer Davis y Clapton con John Mayall, se juntaban para sesiones improvisadas, o al terminar una actuación alguno de los dos se sumaba al conjunto del otro, y tocaban horas y horas hasta que se cansaban.
Así como hay amigos escritores que anhelan escribir algo al alimón y nunca pueden, así ellos han intentado desde hace 45 años tocar juntos. Y lo han hecho: hicieron un conjunto que se llamó Powerhouse, con Jack Bruce al bajo, Pete York como baterista (la tocaba para Spencer Davis) y Paul Jones con armónica; grabaron varias canciones de las que sobreviven tres que aparecieron en un disco colectivo, What’s shakin' (hay compacto); luego integraron un conjunto para que se luciera Howlin’ Wolf en London Session (en un conjunto que abarca a Bill Wyman, Charlie Watts, John Simon, Humbert Sumlin y, en una pieza, a Ringo Starr); en la edición de lujo de este disco se aclara que Winwood grabó sus intervenciones no en la misma sesión, sino posteriormente.
Hicieron el esfuerzo de formar un conjunto, célebre antes de que naciera, Blind Faith, porque ambos tenían fe ciega en su colaboración; de él se ha escrito mucho, bueno y malo; entre lo malo es que Winwood le arrebataba a Clapton los momentos estelares, se lucía en los duelos de guitarra o lo reducía a un acompañamiento de lujo, y para colmo en la única pieza que Clapton compuso (por tres de Winwood, una de Baker y una pieza clásica de Buddy Holly), Winwood la cantó con un sentimiento inmejorable. Aunque el disco que apareció es un clásico absoluto, los conciertos que dieron fueron desilusionantes para ambos.
Eso fue en 1969; en 1973, luego de la debacle de Clapton por bajarle la esposa a Harrison y vivir con esa angustia (“Have you ever love a woman? / But all the times you know, yes you know she belongs to your best friend”), de caer en la cocaína (“the dirty cocaine”, como canta ahora), Winwood acudió al llamado de Pete Townshend para ayudar a Clapton y a Layla, y formó parte del conjunto efímero, The Palpitation (con Jim Capaldi, Ronnie Wood –otro partner de Layla—, Rick Grech, Jim Karstein y Rebop Baah –como se ve, una variación heterodoxa de Traffic), en la que se lució tocando espléndidamente piano, órgano y guitarra, y cantando "Presence of the lord", de Clapton. Ray Coleman narra cómo Clapton se desesperaba ante la impuntualidad de Winwood para llegar a los ensayos, y se negaba a hacer algo si no llegaba “Stevie”, lo que provocaba la furia del nada tranquilo Townshend.

Diez años después tocaron juntos en un conjunto excelente, acompañados de Chris Staiton (uno de los rivales de Winwood al piano), Wyman, Watts, Ray Cooper y otros en un concierto, Arms, en homenaje a Ronnie Laine (otro fanático de Layla), donde ambos se lucieron como solistas, aunque quien se lleva el show es el percusionista Ray Cooper.
En el Crossroad 2007, casi al final, en los momentos estelares, Clapton, el anfitrión, aclara que el invitado Steve Winwood debió haberlo sido desde el primer Crossroad, y que en adelante no dejaría de invitarlo. En febrero dieron tres conciertos en el Madison Squard Garden; ya en las últimas veces lo que hacen es tocar las piezas de Blind Faith, improvisando y turnándose la guitarra (véanse como 30 fragmentos en You Tube). Y eso es lo que hacen en Nine Lives, en una sola pieza "Dirty City", que es la que promueven en Internet y que seguramente es la que saldrá como sencillo: se turnan a la guitarra, y Winwood añade algo de su Hammond 3, que es el instrumento que toca en las demás canciones y que tocó en su anterior álbum, About Time.
Winwood es uno de los músicos más hábiles y multifacéticos, por lo que es fácil distinguir sus trabajos con Spencer Davis (blues mezclado con rock), Traffic (una mezcolanza entre blues, jazz, algo de rock y música folclórica antigua), Stomu Yamashta (música sinfónica, electrónica y rock), Remi Kabaka (música africana), Fannia All Star (salsa), y se ha subordinado a proyectos ambiciosos con Joe Cocker, Jim Capaldi, George Harrison, The Who, aunque no deja de arrebatarles la batuta, si se dejan (escúchense los discos de Capaldi, en especial los tres primeros); y en todos ellos es distinto que cuando toca como simplemente como Steve Winwood.
Este Nine Lives (¿su último, su retiro, o significa que tiene muchas vidas?) es distinto de sus otros discos como “solista” (en los tres primeros tocó casi todos los instrumentos e hizo casi todas las voces); después ya tiene músicos de apoyo, y hasta una especie de conjunto, en el que sobresale José Neto (a quien ya también le produjo un disco y tocó en él), un guitarrista muy puntual. Es distinto por la manera en que da cabida a los instrumentos; en sus ocho discos anteriores alternaba los tiempos y dejaba que en los puentes resaltara la guitarra, el sintetizador, el piano, a veces órgano, casi siempre interpretados por él, pocas veces por invitados fugaces, que en alguna ocasión era una voz que alternaba con él, como Chaka Khan, en Back to the high life again.
Esta fórmula sólo la sigue en “Dirty City”, donde Clapton y él intercalan la guitarra, se avientan un duelo amable, y como fondo el Hammond 3 que a veces toma la parte solista.
En las otras más bien utiliza la fórmula de Traffic: órgano y vientos alternan con su voz, en el puente dialogan los dos con la guitarra, y ésta sirve de fondo a la voz asombrosamente fresca de Winwood, que no parece que haya debutado hace 46 años y no haya envejecido nada, cuando mucho ha madurado, si se compara con la voz que tenía cuando grabó “Keep on running”, pero tiene las mismas vibraciones que en “Gimme some lovin’”, y la misma tesitura que con “Pearly Queen” (de 1968); no hay diferencias entre esa voz y la de Roll with it.
¿Por qué es sobresaliente como tecladista? Ya sea en el órgano, el sintetizador o el piano, acaricia, no golpea las teclas, pasa de una nota a otra sin intervalos, y da una atmósfera continua; en cambio, con la guitarra golpea las cuerdas; por eso utiliza a Neto, quien las puntea con suavidad, lo que hace que el diálogos entre los instrumentos sea muy discreto y ayuda a resaltar su voz blusera.
A lo largo del disco da la impresión de que se escuchara un concierto con el mismo tema, pero en diferentes tonalidades.
Las letras, que no son suyas, hablan de un mundo tranquilo, lo que combina muy bien con la música, que tampoco tiene altibajos, con una serenidad que invita a escucharla en silencio, y hay que hacer grandes esfuerzos para distinguir la maestría en cada nota, sólo alterada por las percusiones que son las que remontan a las canciones de hace 20 años, cuando intentaba recuperar la calma después de los tiempos tormentosos en que se sentía fuera de lugar.
Como Paul Simon, Christine McVie, Joni Mitchell y Van Morrison, al cumplir 60 años Winwood suena más sereno, y más a Mozart que a Traffic, aunque use las fórmulas de Traffic; y demuestra que la cosecha del 48 fue bastante buena.

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