viernes, 25 de abril de 2008

Otra errata fecunda de Alfonso Reyes


No cabe duda: a Alfonso Reyes lo seguían las erratas.
En un célebre ensayo, “Escritores e impresores”, que es conocido (e incluso malamente reproducido como “la errata fecunda”; tomo XIV de sus Obras Completas) hace un recuento cómico, aunque no deja de reflejar la angustia a toro pasado, de algunas de las erratas que se colaron en sus escritos. “He ahí al enemigo”, exclama, y eso que no relata la fiebre que lo atacó cuando vio la portada de Ifigenia cruel (Editorial Saturnino Calleja, 1924).
Admite, o dice hacerlo, que “mar adentro de la frente”, de “Sol de Monterrey”, mejora el verso original, así como la “tibia” leche es mejor que la “nívea” leche.
Habla también de la historia obligada a descubrir nuevos mundos, que mejoraba la obligación de describirlos.
Pero hay otra errata que ha recorrido su obra con tanta insistencia que cuando uno se topa con el verso correcto, éste parece ser el incorrecto.
En “Glosa de mi tierra”, uno de sus poemas más conocidos y antologados, la cuarta estrofa comienza diciendo

¿Nacerán estrellas de oro
de tu cáliz tremulento
–norma para el pensamiento
o bujeta para el lloro?

y es así como la hemos leído en todos lados; así está en cuanta antología (a la mano) hemos consultado: Antología de la poesía mexicana moderna, de Jorge Cuesta, desde la segunda edición (gobierno de Veracruz, 1952) hasta la última reimpresión en el Fondo de Cultura Económica, una de ellas editada por Guillermo Sheridan; y en su traducción al francés publicada por el mismo Fondo en coedición con Écrits des forges poésie, Anthologie de la poésie mexicaine moderne, en versión de Émile y Nicole Martel (“de ton calice tremblant”; así está en La poesía mexicana moderna, de Antonio Castro Leal (Fondo de Cultura Económica, número 12 de la colección Letras Mexicanas, 1953); en las tres ediciones de Poesía mexicana del siglo XX, de Carlos Monsiváis (Empresas Editoriales, 1965, y Promexa, 1978 y 1985); en Antología de la poesía mexicana, de Francisco Montes de Oca; en Una ventana inmensa (prólogo de Octavio Paz y selección de Gerardo Deniz, Editorial Vuelta, 1993); en Antología de la poesía mexicana (Estudio preliminar, bibliografía y selección de don Agustín del Saz, Edit. Bruguera, 1972); en Laurel (Edit. Trillas, 1986, segunda edición, prólogo de Xavier Villaurrutia, epílogo de Octavio Paz –cuya página legal reproduce el colofón de la primera: “La Editorial Séneca confió la elaboración de LAUREL, Antología de la Poesía Moderna en Lengua Española, y la selección de las poesías que la forman, a los poetas Emilio Prados, Xavier Villaurrutia, Juan Gil Albert y Octavio Paz. Se terminó de imprimir el día 20 de agosto de mil novecientos cuarenta y uno, en los talleres gráficos de “CVLTVRA”, de la Ciudad de México.”).
Sobre todo, así está en Constancia poética (tomo X de las Obras Completas, Fondo de Cultura Económica, 1959); como se sabe, éste fue el último de los tomos que preparó el propio Alfonso Reyes, quien murió en los últimos días de 1959. Después se encargarían de la recopilación Ernesto Mejía Sánchez y José Luis Martínez, e incluso en Antología de Alfonso Reyes, del propio FCE, y dicen que preparada por Alí Chumacero.
En la página 7 se avisa que el tomo “reproduce y completa con nuevas páginas el libro Obra poética [México, Fondo de Cultura Económica, 1952, 8, XIII + 426 págs. Letras Mexicanas núm. 1. Colofón: 30-IX-1952]. Se han añadido, en efecto, poesías que no aparecen en aquel libro, ya sean inéditas, no recogidas antes en tomo, o bien posteriores al año de 1952.)
(Por cierto, Reyes se queja veladamente de que la fecha de publicación de los poemas aparecía, en Obra poética, en el índice: “Para facilitar la consulta, las indicaciones sobre procedencia y fecha, que en la citada Obra poética aparecían en el ‘Índice’ se han puesto al pie de cada poesía.”
La edición estuvo al cuidado de Carlos Villegas, uno de los correctores de aquel equipo editor que parece legendario.
Pero he aquí que Martí Soler (quien se encargó del cuidado de varios de los tomos posteriores a este X), prepara un volumen con la correspondencia entre Reyes y Emile Noulet, su traductora al francés, y advierte que hay una errata grave: debe ser “cáliz temulento”, no “tremulento”.
Reyes pide a Noulet que haga la corrección, pero hasta donde me informa Martí, la traductora siguió utilizando el “tremulento”; Reyes se queja de que la errata lo había perseguido toda la vida.
En efecto, en Huellas, su primer libro de poemas (“Nuestro amigo Reyes acaba de publicar un libro de erratas acompañadas de algunos versos”, escribió Ventura García Calderón, según refiere Reyes en “Escritores e impresores”), se lee “en tu cáliz tremulento” (pág. 60, Editorial Andrés Botas e Hijo, 1ª. Bolívar 9, 1922, Colección Biblioteca Nueva España) y a partir de allí nos ha llegado la bella imagen de un cáliz que, en las manos de un sacerdote, está tembloroso; ¿por el vino, por las manos trémulas de quien lo levanta? ¿Por el olor a santidad?
“Temulento” es más preciso, más contundente, por lo tanto, menos ambiguo, y por lo mismo puede pensarse que menos poético.
Se completa la imagen en el cuarto verso: “o bujeta para el lloro?”, lágrimas guardadas en una caja especial.
Tal vez por costumbre, pero después de pensarlo bien, es otra errata fecunda que mejora el verso, que lo hace más misterioso.
Pero a Reyes le siguió molestando, tanto que en Obra poética, que estuvo bajo su cuidado y del de Alí Chumacero, en la página 59, aparece

¿Nacerán estrellas de oro
de tu cáliz temulento
–norma para el pensamiento
o bujeta para el lloro?

Reyes tuvo cuidado de corregir el verso, 30 años después de la errata en Huellas y de ser reproducido con ella en cuanta antología fue recogido. Sin embargo, en 1959 no advirtió que se editara la versión original, y que no se perpetuara la errata, así como permitió que el índice se afeara con la inclusión de las fechas, cosa que corrigió en 1959.
La edición de 1952 dejó de circular hace muchos años; queda la de 1959 reeditada cuando menos una vez, y quedan las antologías que reproducen “tremulento”.
¿Vale la pena corregirlo? También es una lección: los grandes editores no lo son de su propia obra. Y además, vale la pena la relectura de “Glosa de mi tierra”, y por ahí de toda su constancia poética: Reyes es un gran poeta, pese a las erratas, y en estos ejemplos, gracias a ellas.
(Con agradecimiento a Martí Soler y saludos a José Emilio Pacheco)

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