jueves, 20 de marzo de 2008

Las ediciones totalizadoras de Paz (2)




Con la edición de 1958 de Libertad bajo palabra, Paz dio por cerrada una etapa de su obra poética; en 1962, con Salamandra, entró a una rica etapa de todo tipo de experimentación estructural, lingüística, llena también de silencios, de monólogos internos; poesía difícil de declamar, exige entrega del lector, sin embargo. La edición, de una Joaquín Mortiz recién nacida, estuvo corregida, como la mayoría de los libros de ese sello, por el propio Joaquín Díez-Canedo, director de la editorial, y por Bernardo Giner de los Ríos, y como todos los de la colección La Otra Orilla, es sobria: portada amarilla sin más detalles que el título, el nombre de Octavio Paz, y abajo el emblema de la editorial, calado en blanco; carece de solapa y de cuarta de forros. Era una edición para lectores de poesía.
Los mil ejemplares de Salamandra duraron más de siete años, pues la segunda edición, corregida, es de 1969, y tuvo tres mil ejemplares; ya más conocido por su renuencia a participar en las Olimpiadas Culturales de 1968, su renuncia a la embajada en la India, su regreso a México y el anuncio de la formación de un partido político de izquierda, junto a Carlos Fuentes y a Heberto Castillo, lo convirtieron en uno de los héroes culturales de un México que parecía estaba por cambiar. Así, los tres mil ejemplares duraron menos tiempo: en 1972 apareció la tercera edición. Hay que especificar que a raíz del Premio Nobel, todos los libros de Paz en esta colección han aparecido encuadernados en pasta dura.
Su siguiente título, Viento entero, es otra plaquette, editada en Delhi, por The Caxton Press, sin paginar, fechada en 1965, limitada a unos cuantos ejemplares y que no ha circulado en México más que en unas cuantas manos privilegiadas. Puede leerse en Ladera este.
También para unos cuantos fue Blanco, famosa edición diseño de Vicente Rojo y Bernardo Giner de los Ríos, de una sola página de 522 centímetros de largo, con tipografía roja y negra, y que puede leerse de tres maneras, cuando menos. Viene en un estuche de cartón, y es de las ediciones más bellas, no sólo de Paz sino de la industria editorial mexicana. Apareció en 1967.
La segunda edición, de 1972, tenía una ventaja sobre la primera; el estuche tenía cejas a los lados, para facilitar el manejo del libro. Las dos ediciones fueron de Joaquín Mortiz. Un raro y explícito colofón aclara que la primera edición es de 550 ejemplares, numerados del 001 al 550, más 29 ejemplares de la A a la Z, que no estaban destinados a la venta.
La tercera edición, coeditada por El Equilibrista y El Colegio Nacional, imita a la primera pero tiene una explicación adjunta que duplica el precio. Está firmada por Paz, también a mayor precio.
Los Discos Visuales, cuatro discos de cartón con aberturas en las que, al girar, se van leyendo un poema en cada uno; fueron publicados por Era en 1968, en edición limitada a 200 ejemplares, y que son envidia de los que no lo tienen, y que son capaces de cambiar su edición del libro-maleta El castillo de la pureza, con tal de verla y manipularla. Su manufactura carísima ha impedido su reimpresión.
En 1969, luego de la renuncia de Paz a la embajada en la India, por la matanza de Tlatelolco, aparecieron dos libros con marcado tono político: el primero fue La centena, antología de cien poemas publicada por Barral Editores; la selección, del propio Paz, da la apariencia de una militancia política muy radical de izquierda. El poema con el que Paz renunciaba a participar en la Olimpiada Cultural y que habla del 2 de octubre, mereció un público numeroso y ardiente y fanático, aunque no por ello menos buen lector, y que le dio a Paz una nueva generación de seguidores. Una segunda edición de 1972 muestra la popularidad de este libro, en el que están incluidos los Topoemas y, completo, Blanco. En algunas páginas de Internet este libro se ofrece a cerca de mil euros.
El segundo libro de ese año fue Ladera este, que recoge la poesía de Paz de 1962 a 1968; pese a su carácter experimental, es muy político, gracias a las “Intermitencias del Oeste”. Incluye Blanco, con un formato más tradicional; la primera edición apareció encuadernada, con tapas blancas con título y crédito, más un par de viñetas. en negro, calados; el colofón que trae fecha del 30 de mayo de 1969, da cuenta de 3,150 ejemplares, numerados. Una segunda edición, de julio de 1970, da cuenta de la creciente popularidad de Paz. Están incluidos en sus páginas los Discos Visuales, los Topoemas y Blanco.
Los Topoemas, que habían aparecido en la Revista de la Universidad de México, fueron editados por Era en 1971, otra edición limitada: seis poemas impresos en hojas sueltas guardadas en un gran sobre blanco. Los 200 ejemplares están numerados y firmados por Paz (el mío es el 154).
Ya metido de plano en la experimentación, también en 1971 apareció Vuelta (como habría de llamarse su revista, y otro libro, pocos años más tarde), en Ediciones El Mendrugo, donde la poetisa argentina Elena Jordana (Amores 109 era la dirección) hacía libros utilizando papel de estraza y cartón de desecho, con obras de Marco Antonio Montes de Oca, José Joaquín Blanco, Nicanor Parra y otros.
El Vuelta de Paz es un solo poema (dedicado a José Alvarado) en 16 páginas, incluidas en ocho cartoncillos, amarrados con un lazo azul. Tiene un dibujo de Kasuya Sakai; el poema está fechado el 2 de junio de 1971, pero en la edición no figuran datos, aunque se sabe que se editaron 75 ejemplares, firmados por el autor (“Cordiales saludos. Octavio Paz”) y tiene unas siglas (A/P), al menos en mi ejemplar.
Igualmente bello, aunque no tan raro, es Renga, poema escrito a cuatro manos, por Jacques Roubaud, Edoardo Sanguineti, Charles Tomlison y Paz, cada quien en su idioma. Viene precedido por una introducción de Claude Roy, un prólogo de Paz, y ensayos de Roubaud y Tomplison; están traducidos por Salvador Elizondo. La edición, de Joaquín Mortiz, es sobria y elegante. La portada amarilla disimula la extravagancia del formato horizontal; recuerda la de Salamandra.
Después aparecieron dos ediciones simultáneas de Pasado en claro, en 1975, cuando Paz volvió a publicar en el Fondo de Cultura Económica. Una, popular, de 44 páginas, con formato pequeño, con portada blanca y lomo rojo, y otra de lujo, en un estuche de cartón, diseñada por Vicente Rojo y corregida por Adolfo Castañón y Ana María Cama, de gran formato y escasa venta, pues sus 500 ejemplares numerados y firmados por el autor, se tardaron años en venderse (nota personal: mi ejemplar es el 111).
En 1976 apareció Vuelta, en Seix-Barral, cuando Paz comenzó a publicar, a veces simultáneamente, en España y en México; contiene algunos de los mejores poemas de la etapa posterior de Paz, pero también alguno de los menos memorables. Durante mucho tiempo carecí de esta edición, pues mi ejemplar se lo quedó el doctor Nájera y Felipe Garrido no pudo hacer nada por recuperarla.
Los Hijos del aire, de 1979, es una edición bilingüe, con Charles Tomlison: rara, con un extraño número de 391 ejemplares, 16 numerados con romanos; de los 375 sobrantes, 75 llevan una ilustración de Tomlison y están firmados por los autores. Los otros 300 sólo están numerados, y a pesar de eso costaban 200 pesos de aquella época. Tal vez porque están hechos a mano.
Después, en 1979, se habló de la candidatura de Paz al Premio Nobel; entonces apareció Poemas (1935-1977), que es otro intento de reunión de toda la poesía de Paz, ahora por las series Libertad bajo palabra, Salamandra, Ladera este, aunque con una nueva división, que agrega La hija de Rapaccini, obra de teatro descrita para Poesía en Voz Alta, que tiene su edición definitiva en Era (una menos bella, en Plaza y Valdés), aunque antes fue publicada en diversas antologías de teatro, y con un fragmento de ¿Águila o sol?, en Alianza Cien, en uno de los intentos, fallidos, de libros populares.
Están también incluidos Días hábiles y Homenaje y profanaciones, Sólo a dos voces, Hacia el comienzo y Blanco (que eranj partes de Salamandra y Ladera este), además de los Topoemas, Vuelta y Pasado en claro. Incluye El mono gramático, de Seix-Barral, que hasta entonces se había considerado de prosa y ensayo.
Hay una edición posterior, de 1988, con lo publicado después de éste: Kostas y Árbol adentro; Kostas, de 1984, incluye una traducción al francés de Claude Roy; Árbol adentro, de 1987, apareció en Seix-Barral, con cuatro secciones, y en una de ellas, Kostas. Cierra el volumen con una explicación de algunos de los poemas, que, como dice el propio Paz, es prescindible.
Con la edición de los Poemas, muy bella y también en un estuche azul muy incómoda, fue la quinta vez que Paz recopilaba su poesía; hay algunas antologías, nada memorables excepto una, pero por el espantoso título de Lo mejor de Octavio Paz. La edición de los tomos XI y XII de las Obras completas, que son los más elegantes y mejor editadas de la colección (imprime Blanco en páginas azules y tipografía a dos tintas), es el intento definitivo de reunir (con los poemas en el tomo XIII) toda la obra poética de Paz y pese a todas estas ediciones, siempre se lee como si fuera nueva.
(Esta segunda parte es una versión muy corregida del artículo “Las ediciones totalitarias de Paz/ II, aparecido en El Financiero el 23 de septiembre de 1997; no hablo de Vrindaban y otras ediciones que enumera Hugo J. Verani en la Bibliografía crítica de OP, porque no las conozco; son demasiadas ediciones de unos cuantos ejemplares, acompañadas de litografías, de muy limitada circulación, o nula. Admito mi envidia hacie quienes lo tienen, y mi incapacidad económica parea adquirirlos, y sobre todo para guardarlas. Estas notas no quieren ser críticas de la poesía de Paz, sólo un recuento de sus ediciones que están compuestas de tirajes raros, limitados, y casi todas, de gran gusto y belleza editoriales. Y pronto, un recuento de las rarezas bibliográficas de Paz de sus obras en prosa.)

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