viernes, 22 de febrero de 2008

Literatos humoristas

Hay sentido del humor en la literatura mexicana, pero los autores de los textos humorísticos no suelen ser humoristas; Jorge Ibargüengoitia, autor de varios libros regocijantes, se molestaba si le decían humorista, y le chocaba la idea de que los lectores tomaran el diario donde aparecían sus artículos, con la idea preconcebida de que iban a reírse; no es de extrañar que algunos de los libros en que puso más empeño no sean sino trágicos, como Las muertas.
Sergio Golwartz, autor de un memorable Cuentos para idiotas que lo emparentaban con Jardiel Poncela, terminó su vida por propia mano, y un autor, del que no cito su nombre para no merecerme su desmentido acostumbrado, nos dijo a Lucy Balzadúa y a mí, cuando lo felicitamos por la aparición de un libro suyo divertidísimo: “Así es, lo que para uno es una tragedia para los demás es una comedia”, lo que no provocó en nosotros sino una carcajada estruendosa que lo molestó más aún, y se retiró con cara de incomprendido.
Hay grandes, aunque no muy abundantes, literatos bromistas; uno de ellos, quizás el que más, don Octavio G. Barreda.
Es difícil encontrar sus libros (al menos en mis libreros; llevo varios días tratando de recordar en dónde está el tomo de Obras completas, publicado por la UNAM, pero se me esconde); más fácil es leerlo en sus reseñas, ensayos, breves poemas, publicados con su nombre o con seudónimo en las más prestigiadas revistas literarias: San-Ev-Ank, Gladios, Letras de México, El Hijo Pródigo, que él administró, dirigió, patrocinó y promovió. Un buen ejercicio es localizar sus notas y descifrarlas, aunque la mayoría son demasiado directas, como esta versión de uno de los más conocidos poemas de Enrique González Martínez:
--¡¡Tuércele el cuello a Porrúa, librero engañoso
que da su nota sucia, del Reloj a la calle!,
Él no tiene la gracia del cisne,(1) mas su inquieta
pupila que se clava en tu bolsa interpreta
el misterioso libro del su “modus vivendi”…
(1) ¡¡Qué va a tener!!
¿O será creación de Luis Enrique Erro, literato y astrónomo autor de una deliciosa novela, Los pies descalzos, de lo más divertido de la literatura mexicana? ¿O del entonces aún no furibundo pero sí intransigente Rubén Salazar Mallén? Lo cierto es que esas revistas deben haber sido confeccionadas en medio de muchas risas y algunas maldades que no se sabe si sólo se planearon o las llevaron a cabo.)

Dos ejemplos a la mano, y que además pueden citarse (porque muchas de sus ocurrencias no pueden decirse tan en público): en uno de sus más recientes libros, Miguel Covarrubias. Vida y mundos (Ediciones Era, 2004), Elena Poniatowska reproduce una entrevista que le hizo a Barreda, en 1957, a raíz de la muerte de Covarrubias, el dibujante mexicano que conquistó Nueva York y sobre todo a Rosa Rolando, una de las mujeres más hermosas del México de los años veinte y treinta, y de todas las décadas.
En uno de los párrafos Barreda dice que en Nueva York de 1925 “era la época de Picasso, de Joyce, esa literatura distorsionada, los gloriosos veinte con Scot Fitzgerald dirigiendo la orquesta de los jóvenes disipados, geniales y borrachos…”.
Como se sabe, Picasso, Joyce y Scot Fitzgerald son París, no Nueva York, pero algunos tomaron literales las palabras de Barreda.
Un ejemplo más directo: en la Colección Lunes, que publicaban los hermanos Henrique y Pablo González Casanova y que ha reeditado la UNAM, apareció, con el número 9, un cuento de Octavio G. Barreda: “El Dr. Fu Chang Li”, adornado con viñetas de Rigol, y según el colofón se terminó de imprimir el 25 de marzo de 1945. Consta de 28 páginas foliadas, y Barreda lo hace aparecer no como cuento, sino como anécdota; en el texto desfilan con su nombre León Felipe, Xavier Villaurrutia, Ermilo Abreu Gómez, Juan Ramón Jiménez, Enrique González Martínez, Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet, a todos los cuales Barreda les da un raspón crítico en boca de un personaje; aparecen también María Tereza Montoya y María Asúnsolo, tal vez la mexicana más hermosa del siglo XX según quienes la conocieron, trataron y los muchos pintores que la tomaron como musa, de Diego Rivera a Juan Soriano.
En especial aparecen como personajes Antonio Sánchez Barbudo, uno de los mejores críticos que ha habido en la literatura mexicana (muchos siguen sus descubrimientos de los años treinta, sin saberlo; fue el primer gran lector de José Revueltas, y su rigor no le impedía la generosidad; no aparece en el Diccionario de Escritores Mexicanos, pero sí es mencionado cuatro veces en el Diccionario de Literatura Mexicana del siglo XX, coordinado por Armando Pereira, como colaborador de El Hijo Pródigo, Romance –dirigida por Juan Rejano—y Taller; allí mismo se consigna un ensayo sobre la inmigración española); según la anécdota, Sánchez Barbudo y Barreda, luego de corregir Letras de México (donde no lo consigna Pererira), salen a cenar a un café de chinos cerca de Excélsior y El Universal, donde tienen una experiencia asombrosa, que Sánchez Barbudo atribuye al opio, pero que comienza desde antes que prueben un té y unos cigarrillos que le ofrece un chino que ha leído no sólo a ambos, sino a todos los escritores de ese momento.
La anécdota es lo de menos, sino la habilidad con que Barreda retrata al enojón Sánchez Barbudo y a la sensual pero caprichosa Asúnsolo, además de la manera en que, en boca de su personaje, califica a la literatura mexicana.
Un relato delicioso, ligero pero agudo, punzante, de uno de los escritores mexicanos menos conocidos, o mejor conocidos por su labor de promotor de la literatura, diplomático y un excelente lector, pero al que hay que releer con toda la calma que se merece, para no perderse una literatura que si no es excelente, sí es inteligente y malévola, dos cualidades que juntas son peligrosas, y más si van ligadas la cultura y al sentido del humor.

OJO: en la Feria de Minería hay algunos ejemplares de mi Baúl de recuerdos (editorial Océano), más baratos que en Amazon, sólo que hay que pedirlo porque los vendedores lo ponen hasta atrás.

1 comentario:

GENOVEVA CABALLERO dijo...

¡Lalo!, ¡no puedo creer que cuentes los versos de las canciones!, ¿"pasasteS a mi lado?, ¿para que dé 7?,¿tanta meticulosidad?, ¡da miedo!¡ya es trastorno de la personalidad!... ¡Qué bárbaro!...eres un hombre del Renamcimiento, (me cae)...