lunes, 21 de enero de 2008

Cole Porter, poeta

En los años cincuenta Agustín Lara fue incluido en una antología de poesía mexicana; en 1972, en el insuperable Ómnibus de poesía mexicana de Gabriel Zaid hay un apartado de poesía popular con varias excelentes canciones; después de esa década, antologías de poesía estadounidense o inglesa incluyen a Bob Dylan (recipiendario del Príncipe de Asturias y candidato al Nobel de Literatura), John Lennon, Van Morrison, Joni Mitchel, Lou Reed. En la colección Material de Lectura, publicada en los años ochenta por la UNAM, hay dos cuadernos con traducciones de rocks, algunas muy afortunadas, por Juan Villoro.
Nadie con más méritos, sin embargo, que Cole Porter, el compositor estadounidense muerto en 1964 a los 72 años, y cuya vida ya ha sido motivo de dos cintas: Night and day, de Michael Curtis (el de Casablanca), y una más o menos reciente, De-Lovely, de Irwin Winkler.
Su música ha estado presente en infinidad de películas; podría incluso decirse que en el género de la comedia musical, una irreprochable, High Society (uno de los escasos remakes tan bueno como el original, Philadelphia Story) debe gran parte de su calidad a la música de Porter, y hay dos escenas cumbre, con Frank Sinatra y Bing Crosby cantando “Well, did you evah!”, y “True Love”, con Bing Crosby y Grace Kelly (interpretada también por George Harrison en 33 1/3).
No es posible abordar aquí sus muchos méritos musicales porque no es la especialidad de esta columna, pero al revisar cualquiera de las letras encontramos inteligencia, habilidad literaria, sentido del humor, y sobre todo originalidad para expresar el amor, para narrar situaciones, al mismo tiempo con despliegue de imaginación y con pocas palabras. Sólo puede decirse que han tratado de imitarlo muchos, Armando Manzanero el más destacado de los mexicanos.
La cinta de Winkler contiene varias escenas que muestran lo difíciles, aunque encantadoras, que son estas piezas, pues exigen siempre un buen cantante; están a cargo de los mejores posibles: Elvis Costello, Robbie Williams, Alanis Morrisette, Sherryl Crowl, Diana Krall, Vivian Green y un excelente John Barrowman; hace una docena de años varios rocanroleros y raperos grabaron un disco con canciones de Porter que le quedaron grandes incluso a Sinéad O’Connor, la más escuchable (y visible) de aquel disco.
Pero para hablar en concreto de las letras, aunque tiene más de 300, ninguna desechable, tomemos algunos ejemplos destacables: en “You’re the top” una pareja intercambia adjetivos; el Coliseo el Museo de Louvre, una melodía de Strauss, un soneto de Shakespeare, la torre de Pisa, la sonrisa de la Mona Lisa, el brandy Napoleón, una comida turca, los ojos de Irene Bordón (una de las actrices más bellas del teatro estadounidense de los años treinta), el cuello Arrow, el dólar de Coolidge (la canción es de 1934), un drama de Eugene O’Neill, el queso camembert (mi adjetivo favorito), el Infierno de Dante, una ensalada Wakdirf, una balada de Irving Berlin, un Boticelli; Keats y Shelley, un tamal picoso; a sí mismos, en cambio, se califican como un cheque sin fondos.
En “True love” sobresale la imagen de la guarda ¡que no tiene nada que hacer!; en “Let’s Misbehave” propone el amor como una travesura, pero con la picardía enunciada desde el título: “portémonos mal”.
No parece una respuesta inadecuada la entonada en una canción impresionante: “Let’s do it (Let´s fall in love”): lo hacen todas las criaturas de la naturaleza, libres o en cautiverio, y la enumeración es apabullante porque recurre a ejemplos en todo el mundo.
La lista de las canciones de Cole Porter (“Call Porter!”, le dice Guillermo Cabrera Infante en Tres tristes tigres) es impresionante, y no hay de dónde seleccionar unas cuantas; en todas, el ingrediente es la delicadeza, la rima perfecta, la acentuación inesperada, palabras sorpresivas porque para ejemplificar a una pareja enamorada recurre al ejemplo de unos hipopótamos o unos chimpancés, y nunca suena grotesco (Paul Simon retomó el tema muchos años después en “At the zoo”).

Cuando se publican las letras de las canciones más bellas solemos desilusionarnos porque pierden mucho más de la mitad de lo que son al no ir acompañadas de la música; así sucede con prácticamente todos los compositores; Cole Porte es una de las excepciones, aunque nos gana el prejuicio de saber que son canciones; pero haciendo un esfuerzo podemos encontrar en sus piezas no manifiestos sino declaraciones; no historias sino narraciones, no lugares comunes sino la inteligencia en pleno tratando de mostrar a alguien que es único; canciones de amor carentes de cursilería, que se permiten expresiones tan intensas como “Easy to love” o “You’re sensacional”, sin asomo de patetismo.
Tal vez la más intensa sea la desplegada en “Friendship”, un diálogo en el que hombre y mujer declaran que lo de ellos es amistad, pura y simple, pero excluyen a todos los demás.
Por desgracia no hay disponible en el mercado una discografía aceptable, sólo unos cuantos discos sueltos, desperdigados y mal grabados (desapareció Sinatra sings Cole Porter, por ejemplo), y no hay biografías ni estudios sobre él; el más reciente es Cole, de Brandan Gill y Robert Kimball, de 1971, y nunca traducido. Así, nos estamos perdiendo a uno de los más sensibles poetas del siglo XX, y eso nos empobrece mucho.

(Ésta es una versión levemente corregida y más levemente aumentada de una nota publicada en la sección Cultural de El Financiero, el 4 de julio de 2005.)

1 comentario:

Anónimo dijo...

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