lunes, 29 de noviembre de 2010

Más detalles de Tin Tan; más detalles de la Real Academia

Imposible revisar todos los detalles de una obra, a menos que uno decida pasar buena parte de la vida haciendo eso; reprochar a los críticos que no hayan advertido ciertos gestos, algunos movimientos en algunos actores, es exigirles demasiado, porque observan minuciosamente muchas cintas como para detenerse en una sola, o en la obra de un solo cineasta; lo mismo puede decirse de la literatura.
Además, uno se harta de ver la misma cinta muchas veces, y hay que dejar pasar tiempo para, en una nueva exhibición, encontrar algo que antes no habíamos advertido.
Uno de los errores de la programación televisiva es que escogen a un actor (pocas veces a un director, a menos que hagan “maratones” de Buñuel) y transmiten, semana a semana, todas sus películas; uno se cansa de ver siempre las mismas cintas con Pedro Infante, y ahora pretenden hacer lo mismo con Tin Tan; pero luego de más de un año de evitar incluso sus actuaciones más afamadas, hemos podido, haciendo caso omiso del argumento, que ya lo sabemos y que muchas veces es caótico, observar lo que habíamos obviado.
En Los tres mosqueteros y medio me sigue alarmando la última escena, cuando Tin Tan besa a Rosita Arenas mientras, detrás de ellos, Marcelo Chávez, Luis Aldás y Wolf Ruvinsky se dan de besos entre sí, aunque en la mejilla; pero hay otros asuntos: cuando Artañán pretende irse a Londres a rescatar los herretes (y cada rato algún personaje de la cinta pregunta, con mucha insistencia, qué son herretes; la misma pregunta que se hace uno al leer la novela de Dumas, en donde se relata que Lord Buckingham es obsequiado con un collar de 12 herretes, pero ante la trampa del cardenal, debe regresarlos, sólo que Milady, hciendo gala de sus habilidades amatorias, le ha robado dos al inglés; por la pronunciación, uno los asocia con aretes, y en la novela hay que hacer dos en menos de una semana, para no fallarle a la reina, y los hacen con diamantes; la definición es “cabo de alambre, hojalata u otro metal, que se pone a las agujetas, cordones, cintas, para que puedan entrar fácilmente por los ojetes; los hay de adorno y se usan en los extremos de los cordones militares, de los de librea y de algunos lazos que llevan las damas”; para que no vayan a pensar mal, como dice Andrés Soler, ojete es una abertura pequeña y redonda para meter por ella un cordón o “cualquier otra cosa que afiance”; la segunda acepción es un “agujero redondo u oval con que se adornan algunos bordados” la cuarta es persona tonta, pero la Academia no incluye la expresión mexicana, y Guido Gómez de Silva la califica de voz malsonante porque se refiere a un tonto, a alguien despreciable e infame, aunque en realidad con ella calificamos a alguien que se porta mal a propósito, al que intenta pedalear las bicicletas ajenas, a programar los IPod de otros, a quien traiciona a los amigos), llega a una aduana, y el encargado, luego de expedir un salvoconducto, abre un cajón para que los viajeros se pongan a mano con lo que sea su voluntad; mientras acepta la mordida, un bolero le da grasa a las botas; antes, Tin Tan ha hecho un agujero en el piso de su habitación, encima de la de Arenas, para observarla mientras se cambia de ropa; en las cintas de Tin Tan son muy frecuentes las escenas de voyeurismo: en El rey del barrio, en Calabacitas tiernas, El Ceniciento, El sultán descalzo, El revoltoso, son muy explícitas; los mosqueteros cambian la letra de “El bodeguero”, y arruinan ese muy sabroso chachachá, pero lo rescatan unas bailarinas que se avientan un can can tan atrevido como el de ¡Ay, qué tiempos señor don Simón!; Ramón Valdés hace un papel muy importante, pero no lo aprovecharon mejor en el cine. Rafael Banquells, o sea Lord Buckingham, antes de aceptar los herretes, dice que el anillo que le ofrece Aurora Segura, la reina, es muy poca cosa, que esperaba cuando menos acciones de la cervecería.
En El vizconde de Montecristo, además de las alusiones muy explícitas a la mariguana (¡pásala, pues si no es bacha!, dice cuando le piden otros presos que “pase” a Ana Bertha Lepe), hay otra en el cabaret donde la lleva a bailar: “vámonos, aquí huele a petate”.
En El rey del barrio hay una escena en la que se descuidaron director y el editor: cuando baila Tongolele, uno de los músicos negros que la acompañan, de pronto levanta su bongó, mostrándole al director que se le rompió; sin corte ninguno, en la misma escena, segundos después, está tocando uno nuevo, como si nada (si la revisaran los de IMDb lo catalogarían como “error de continuidad”; por desgracia, no ven muchas cintas mexicanas; se divertirían mucho); ese error me lo hizo ver Ramón Córdoba.
Pero una de las cintas con más detalles es ¡Ay, amor, cómo me has puesto!, que me informa Marco Pulido se iba a llamar ¡Ay, amor, cómo me has ponido!, frase que sí pronuncia en una escena bastante divertida. No interfieren con la trama, pero agregan picardía. Para empezar, Mimí Derba, que hizo muchos melodramas desde el cine mudo (y los vivió: fue directora a la que no dejaron hacer más cintas; su vida íntima interfirió en su carrera, y fue de las que, insinuaron, que tuvo que ver con los generales carrancistas que asolaron la ciudad a finales de los años diez del siglo XX), aquí hace un papel muy divertido: cuando Tin Tan exagera sus peripecias en una de las cruces, ella y Vitola están muertas de la risa mientras Rebeca Iturbide las escucha con gesto inalterable; en un momento que pasa casi inadvertido, Vitola, que es la sirvienta, hace un gesto “igualado”: da una palmada en el hombro de Derba, quien deja de reír y la mira con gesto adusto, como volviendo a poner las distancias que separan a señora y sirvienta; cuando Tin Tan se queja de que Arturo Soto Rangel (otro especializado en melodramas) lo trata muy mal, Vitola le aconseja: “no le hagas caso, ya ves que está loco”; Derba repite la frase cuando Soto Rangel recrimina a Iturbide que le haga confianza a Tin Tan, y exclama que a esos pelados “les da uno el pie y se toman la mano”; en una escena perturbadora, cuando Tin Tan se hace invitar a una cena, alburea a Vitola con una frase que en los años cuarenta evitaban las familias bien educadas; Vitola dice que es sopa de habas y Tin Tan completa: te las tuesto en el lomo y no te las acabas, ante la incomodidad de Derba; al partir un pan muy duro, Tin Tan golpea a Derba y a Soto Rangel; a ella le provoca hemorragia nasal y a él le parte el labio. En la cena es de destacar la presencia de Manuel Sánchez Navarro, el padre de Manolo Fábregas, en una actuación especial por la que no le dieron crédito.
Como en El mariachi desconocido, hay dos enanos en escena; en El mariachi son umpires en el juego de beisbol; Tin Tan se queja de uno de ellos, y el otro le revira: no le hagas caso, así son de maloras los chaparros; en ¡Ay, amor, cómo me has puesto! están en un baile, y cuando se desata una pelea, los lanzan a uno contra otro; a uno no le dan crédito; el otro es Tun Tun, quien lleva papel semiestelar, y que se burla mucho de Tin Tan: a ti no te gustan las mujeres, le dice a cada rato; se burla mucho de él, pero en una cantina, cuando Lucrecia Muñoz y otra actriz deciden irse porque no va a regresar Tin Tan, le espetan: y tú vete a tu casa, que hay muchos robachicos; Tun Tun se sale de la cantina corriendo, y en la carrera le soba los glúteos a una de ellas, como de pasada. Cuando Tin Tan relata sus amoríos con Rebeca Iturbide, Marcelo Chávez, jefe de la panadería para la que trabajan los dos Valdés (Ramón y Germán) y Tun Tun, hace muecas sinceras de que no le cree nada. En la cinta interviene otro Valdés, Manuel, conocido como El Loco en la televisión; está en otra mesa en la cantina La guerra de Corea, y le echa los perros a una de las muchachas que están con Marcelo y Tin Tan. Van a esa cantina cuando Tin Tan exprfesa su desilusión por la boda de Iturbide: es más, me voy a la guerra de Corea, y todos lo apoyan; en esa época Estados Unidos intervenía en zaquel país (conflicto que 60 años más tarde sigue latente) y muchos mexicanos se iban, casi como mercenarios, en el ejército estadounidense.
También es lamentable que no le den crédito a Martita, una actriz muy pizpireta y muy alta, y que saca a bailar a Soto Rangel, quien a los pocos segundos baila con ella de cachetito; en otra escena, en el campo de futbol, vuelve a coquetearle (si ya nos conocíamos, ¿verdad, Manuelito?, ante la mirada feroz de Mimí Derba: ya sé por qué no querías venir, le reclama a Soto Rangel, quien escenas antes había declarado que “nunca me han gustado las grandotas”, y ante el reclamo de Derba, aclara: Tú, nada más tú. Cuado Tin Tan despierta en el hospital por la golpiza que le dieron, exclama: no vuelvo a jugar futbol, como si se quejara de una cruda.
En ese juego de futbol, supuestamente entre Panaderos y Repartidores de carne, aparte de Tin Tan, Ramón Valdés, Tun Tun y el pésimo portero Marcelo Chávez, intervienen los integrantes del equipo Marte, uno de los puntales de la Liga Mexicana de Futbol en los años cuarenta y parte de los cincuenta, que jugaba en Morelos; ante su desaparición, su popularidad la heredó el Zacatepec. Fueron extras de lujo. Tres años después de la filmación, el Marte fue campeón en la temporada 53-54; en su alineación estaba Manuel Alonso, que había sido campeón goleador; otros: Romo, Blanco, Ochoa, el Pichojos Pérez, Turcato (luego con Necaxa) y Enrique Sesma, luego con el Atlante, donde fue conocido como “El Loco”. El equipo desapareció en 1954, con tres campeonatos en su récord.
Otro error de continuidad que sólo pueden advertir los que viven o vivieron en la Industrial o en la Lindavista, entonces de moda: Tin Tan recorre las calles de la Lindavista vendiendo pan, e incluso se observa el parque Miguel Alemán, y en pocos segundos se aparece por el lago de Chapultepec.
En otra escena, al principio de la cinta, cuando Tin Tan carga a la atropellada Rebeca Iturbide, no sed preocupa de agarrarle la falda, pero cuando toca en la puerta, la tiene cargada con la falda bien puesta. Al final de la cinta, cuando se besan Iturbide y Tin Tan, parecen darse un beso de verdad, no con los labios cerrados; corre la leyenda de que Tin Tan metía le lengua en la boca a sus coestrellas, pero en todas las cintas se observa que no abren la boca, excepto en ésta. La falta de expresividad y lo falso de algunas de sus carcajadas, Iturbide las suple con una belleza muy elegante; Tin Tan casi siempre se hizo acompañar de mujeres muy bellas.

Que siempre no son definitivos los cambios en la ortografía comandada por la Real Academia, que quiénes son ellos para no reconocer la antigüedad y legitimidad de la y griega aunque insisten en que 40 millones valen más que 400 y que lo más correcto es decirle ye; que no se van a disgustar ni hacer muecas cuando digamos be alta o be grande o ve chica o ve baja, pero levantarán la ceja porque insisten en que la v es una deformación de la u y que entonces tenemos que decirle uve, y a la w doble uve, hasta que nos vayamos acostumbrando; no dicen nada acerca de los que pronunciemos b labial y v labiodental; que tampoco sancionarán con su desprecio a quienes pongamos guión y truhán aunque insisten en que son monosílabos; me encantará escuchar cómo las pronuncian como monosílabos; que todo el relajo se armó porque dieron información anticipada e incorrecta, pero que reconocen la legitimidad de los objetores (si quiere objetar, objete, reta Óscar Pulido en Una viuda sin sostén; lástima que los académicos no le entiendan) y que entonces no son tan definitivos los cambios, que en eso consistió el error, porque estaban estudiándolos y no estaban aprobados; y que la ch y la ll ya estaban suprimidas como letras independientes, que no nos asustemos. Y que la supresión de acentos en palabras diferentes se debe a que no hay diferencia fonética en ellas; pos para eso se necesitan los acentos; o qué, ¿van a quitar el acento en qué y en qué, que se pronuncian igual que que? ¿Y van a unificar cima y cima porque se pronuncian igual, o nos van a obligar a cecear (si queremos)?

¿Quién es el alto funcionario de un periódico que está feliz ante la posible jubilación de la ortografía porque así no tendrá que poner acento en su nombre, pues nunca entendió por qué lo lleva?

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