lunes, 26 de abril de 2010

Nuevas vidas de Lennon

John Lennon escribió dos libros y publicó otros pocos con dibujos; acerca de él se han escrito más de 500, y más de mil sobre Beatles; algunos inciden en los detalles más conocidos de él o del conjunto, otros pretenden descubrir sus secretos más íntimos; algunos, pocos, hacen aportaciones para la comprensión de su música, aunque la mayoría están llenos de opiniones, califican con adjetivos sin emitir juicios, y casi todos son benévolos, porque están dictados por la admiración que se ganó con su música, y otro tanto con sus actitudes ante la vida, la política y el cambio, innegable, que produjo, de una u otras maneras, en quienes han oído sus canciones, en especial en sus contemporáneos.
Philip Norman publicó, hace poco más de un año, una biografía más de Lennon, la que muchos expertos aseguran que es la definitiva; Norman es autor del mejor libro sobre Beatles (Shout!; ¡Gritad!, en el español de España). Tal afirmación es del mismo Norman; pero para apoyar su imparcialidad, la reiteran los editores de Anagrama, responsables de la ¿traducción? (a cargo de Fernando González Corugedo, que sabe muy poco de rock: por ejemplo, la mayoría de las veces en que Norman dice que Lennon o Beatles andaban de gira –on the road es el término– en la versión española se dice que se “lanzaba a la carretera”; hay otras que demuestran que tampoco sabe español: habla de los "chicos más mayores"); para justificar que haya emprendido otro libro más sobre Lennon descalifica algunos de los más destacados, como el de Albert Goldman (Vidas de Lennon), por las afirmaciones malévolas acerca de la vida y obra del beatle, y el de Ray Coleman (Lennon), porque aunque, dice, no cae en las afirmaciones de Goldman, carece de vida y calidad.
El problema de esta afirmación es que Coleman, excelente biógrafo de otros músicos, como Clapton y Wyman, escribió su libro para desmentir a Goldman pero terminó aceptando muchas de las afirmaciones de éste; y para acabarla, Norman es incapaz de desmentir las más graves y las más insidiosas; por ejemplo, Goldman escandalizó cuando dijo que Lennon había vivido un romance intenso con May Pang, y que había sido forzado por Yoko para que regresara con ella; Norman minimiza el romance, pero para hacerlo minimiza también el periodo de mayor creatividad de Lennon, y reduce el papel de Pang en los discos que grabó en el año y medio en que vivieron juntos (Mind Games, Walls and Bridges, Rockanroll –y Roots, poco conocido–, más la mayoría de las canciones de Double Fantasy; Goldman afirmó que Lennon y Ono estaban por separarse cuando ocurrió el asesinato, y aunque Norman no retoma el asunto, la recreación de la vida doméstica de la pareja es tal cual la detalló Goldman, con todo y el tedio, la rutina, la negligencia; Goldman afirmó que la muerte de Stu Sutcliffe derivó de una golpiza en la que Lennon dio puntapiés en la cabeza a su mejor amigo; Norman también lo dice, pero sólo lo achaca a una carta de una hermana de Stu, a quien éste le confesó la causa de las jaquecas que finalmente le provocaron el fallecimiento; pero Norman dice que como no lo confirma Astrid, la chava de Stu, a lo mejor no es cierto; la pelea que Goldman relata en la que un marinero alemán salió acuchillado por Lennon, Norman la cambia: fue el marinero el que sacó el cuchillo, y Lennon el que salió huyendo.
Lennon era un golpeador de mujeres, dijo Goldman; Norman dice que no era para tanto, que les pegaba lo normal, y hasta eso a Cynthia una sola vez aunque a otras un poco más; pero los celos, las tormentas, la paranoia no sólo quedan confirmados, y Norman agrega más nombres, más datos, y menciona a la embarazada antes de que saliera con Cynthia; pero agrega, pícaro, el nombre de la protagonista de “Norwegian Woods”, una vecina y esposa además de un amigo, fotógrafo de las portadas de los discos de Beatles, a quien le pedaleó la bicicleta varios meses, y en el mismo edificio (por desgracia, no incluye las fotos para ver qué tal estaba, porque excepto May Pang, ninguna de las mujeres –fijas– de Lennon era tan guapa como las esposas de Harrison –a quien intentó rallonear su cuaderno en una fiesta en la que Pattie andaba de hurí, con pantalones transparentes–, Starkey –Maureen, quien también contribuyó a una pelea definitiva entre Ringo y George– y la novia de McCartney).
Tampoco es muy fijado en cuanto a la música; Goldman apuntó en Lives of Lennon todas las piezas basadas en notas simples; Norman sólo acepta una, pero que es la menos evidente; intenta mostrar que pone mucha atención a los detalles, en especial las influencias, y se le escapa que la frase principal de “Run for your Life” está calcada de una pieza de Elvis Presley, “Nena, ¿jugamos a la casita?”; habla de la influencia de Mahler en “Not a Second Time” (bueno, es de McCartney) y se le escapa la utilización del solo de “Claro de luna” de Beethoven en “And I Love Her” (de Paul, pero la guitarra acústica es de John) y la de Tchaikovsky en “I Feel Fine” (confesada por el propio Lennon).

¿En qué radica la novedad del libro de Norman? Las más de 800 páginas en la edición de Anagrama, que deben ser más en la original pero que no llegó a México, tienen datos que no se habían difundido mucho; por ejemplo, desmiente la afirmación de todas las demás biografías, de que el 9 de octubre de 1940, la noche en que nació John, la fuerza aérea alemana había bombardeado Liverpool; Norman se fue a la hemeroteca (no a la de la UNAM, horriblemente saqueada y tasajeada) y vio que precisamente ese día fue el único de esa semana en que no habían caído bombas; es el primero de muchos datos que aporta Norman; pero fuera de lo anecdótico, es un dato sin mayor importancia; es más relevante que la agarre contra Mimí, quien decidió por sus enaguas que el niño, fruto del pecado –no porque no hubiera habido matrimonio entre Julia y Fred, más bien porque ella no aprobaba a la pareja descocada–, tenía que ser suyo, y luchó de tal manera que deshizo ese desventurado matrimonio, además de correr de Liverpool al de cualquier manera desbalagado, informal y aventurero Fred; pero uno de los datos más importantes de este episodio es que Fred no abandonó a Lennon, que pretendía llevárselo con él y que había perdonado la infidelidad de Julia, embarazada de otro sin haberse divorciado de él; sin embargo, ya lo había narrado, sin tono melodramático, el repudiado Goldman.
No es al único que cita sin darle crédito; a la única que menciona es a Cynthia, y eso porque acababa de publicar su segundo libro (John) donde relata su matrimonio y su rompimiento, la trampa que le puso Lennon para divorciarse sin pagar manutención y sin ser acusado de adulterio (pero Yoko tuvo la ocurrencia de embarazarse y además hacerlo público por un inoportuno aborto; más cizañoso fue Goldman al contar ese episodio, y Norman trata de entender qué le vio Lennon a Yoko para cambiar por completo su vida; Cynthia intenta demostrar en su libro que fue el verdadero amor de Lennon, la que le dio el impulso necesario para ser un artista en vez de un cantante, y que de no haber sido por las giras, las sesiones en estudio a deshoras, y las mujeres interesadas, más las muchachas ofrecidas, hubieran sido muy felices; a partir del surgimiento de Yoko, apunta Cynthia, Lennon cambió; si de por sí no era un padre amoroso con Julian, el hijo que obligó a Lennon a cumplir la palabra de matrimonio, mucho menos después. Y pese a que ya se había casado con Yoko, John seguía celándola, la acusaba de serle infiel. Norman sigue al pie de la letra el relato de Cynthia y es cuando da más crédito a Pang, quien logró que Lennon, aún arisco, invitara a su exesposa a su casa en California y se acercara a Julian; hasta aceptó que se incluyera una cancioncita con el adolescente a la batería en un disco oficial.
Fuera de eso, no da créditos a nadie más. Hay muchos detalles que o no aparecen o están minimizados en otros libros; por ejemplo, mientras otros quieren salir del paso de la infancia, Norman se detiene en muchos relatos que presentan a John como un colegial que encabezaba al grupo de los traviesos y agresivos que se burlaban de los maestros más timoratos, que retaban la autoridad y que en pago recibió castigos severos e incluso azotes; que se vestía con desdén y sólo se comportaba cuando quería impresionar a alguien.
También resalta que fue una exageración de los publicistas, encabezados por Brian Epstein y que utilizaron a Hunter Davis, al afirmar que John quedó huérfano en la niñez, cuando en realidad la muerte de Julia sucedió cuando él tenía 17 años; también, su difícil relación con Alfred, el padre desaparecido, a quien en otros libros califican de interesado, rabo verde, despreocupado excepto cuando se trataba de sacarle dinero al hijo famoso; Norman lo reivindica y le hace justicia; pero hay que recordar que también lo hizo Goldman, y por ello recibió críticas y descalificaciones.

Norman hace difícil la admiración por Lennon, porque no separa al músico y el hombre; quienes lo siguieron incondicionalmente por su actitud frente a la guerra de Vietnam, por regresar la medalla de miembro del imperio británico, por su reiterada petición por la paz, por su afirmación de que sería posible un mundo sin riquezas ni religiones, ¿no sufrirán desconcierto por saber que Lennon se empeñaba en poner la efigie de Hitler en el cartel de admirados en la portada de Sargento Pimienta? Y no fue la única vez, pues en la lista de quienes lo decepcionaron, incluida en una de sus grandes canciones, “God”, se encuentra otra vez Hitler; otra vez Norman silencia que el dato también lo proporcionó Goldman en el libro que repudiaron los seguidores de Lennon. También muestra confusión y contradicción entre el autor de “Woman” y el de “You Can’t Do That” y “Run for your Life”; ¿el autor de “I’ll Cry Instead” es el mismo de “You’re Going to Lose that Girl”? Norman comete el error de confundir al creador con el ser humano, y pensar que sus canciones son confesiones autobiográficas, y hace un análisis simplista y superficial del artista; se pierde entonces la complejidad de una pieza como “Girl”, que sí es una toma de posición frente a la religión –los del Vaticano se preocuparon más por la comparación del aplausómetro que por las acusaciones de chantaje, persecución y presión–; cae en la ingenuidad de creerle a Lennon que escribió “Help!” como un grito desesperado por su gordura (¿cuál? No la hay si creemos que la escribió por la misma época en que filmaron la película) y se pierde en cambio la complejidad de “I Am the Walrus” y de “Come Together” –junto con “Lovely Rita” y “All Together Now”, las canciones con más referencias eróticas de Beatles.
Hace bien en cambio en no tomarse muy en serio las desesperadas, confusas y agresivas declaraciones a varios medios en la época en que comenzó a grabar como solista: no eran tanto contra Paul como contra él mismo; su reacción es como la de cualquiera que haya sufrido una separación, porque aunque Norman intente minimizar la relación Lennon-McCartney, es obvio que se trataba de una pareja con el mismo nivel de creatividad, talento e inteligencia –lo que haya hecho Paul después, como solista que no pudo mantener la calidad que tenía en Beatles, es otra cosa; en realidad, ¿alguno de los cuatro pudo hacerlo?–; parece un esposo despechado; pero apenas menciona, en cambio, que luego de esos arranques se atemperó y vio a Paul con una óptica menos rencorosa que la mostrada en “How do you Sleep?”; Norman cae en el mismo error de los lectores que creen que el poeta habla de sí mismo, que el personaje central de las novelas es el escritor apenas disfrazado, y que el arte debe ser sincero, en el sentido de que cuente historias ciertas, no sólo verídicas.
En cambio, apenas hay palabras para la música, harto más compleja que las letras de Lennon, sea en el conjunto, sea como solista.

La clave de la tibieza del libro John Lennon, de Philip Norman, está al final: quiso desmentir a Goldman (sin lograrlo) y superar a Coleman (sin éxito), pero sobre todo complacer a Yoko; tampoco lo consiguió, porque aunque es muy benévolo con ella, siempre resulta la villana: culpable de la ruptura de Beatles (aunque hace que comparta la responsabilidad con Linda Eastman), de la sumisión de Lennon, de la persecución a Cynthia, de la confusión ideológica y política, de su alejamiento del mundo de la música (con Pang no sólo hizo excelentes discos, sino que sus palomazos con Nilsson, Ringo, Bowie, Keith Moon son sobresalientes), de su veneración por el poder y el dinero, y de otros males. Pero quería algo menos cruel, que la colocara como la inspiradora, la madre sustituta, el sostén del genio; nadie puede hacerlo; por ello, Yoko rechazó el libro y no cuenta con su bendición, para desolación de Norman, quien quedó mal con Dios y con el Diablo; se quedó entre el jilguero y el detractor, no habló del músico y pinta a un hombre contradictorio, sin consistencia ni integridad, desorientado; por su conducta sexual (también ambigua: ni afirma ni desmiente el rumor de su “caída” con Epstein; también en eso es más contundente Goldman), parece dar la razón al Vaticano de que llevó una vida disipada, aunque acorde con la de todos los dedicados al arte, o famosos, de cualquier época: ¿quién resiste el asedio de tanta admiradora “dispuesta a todo”? No Elvis, uno de sus ídolos, quien explicaba su reticencia a casarse porque si tenía la leche gratis, para qué comprar la vaca; no Paul ni George ni Ringo ni Pete Best, ni los Stones ni los Who, ni Sinatra ni Clark Gable. Al menos, podemos decir los admiradores, no cometió actos de pederastia; también da la razón en cuanto al consumo de drogas, a las que se hizo adicto, como casi todos sus colegas contemporáneos, y no es que sea disculpa, pero eso fue también producto de esa época, aunque Norman deja entrever una dependencia peligrosa.
Norman aporta muchas anécdotas, nombres, fechas, sino desconocidas sí poco divulgadas, pero que no aportan nada a la biografía de Lennon, uno de los hombres más influyentes del siglo XX, aunque estaba poco preparado para ser un guía espiritual y político. Se necesita que alguien haga una nueva biografía, más centrada y más imparcial; se necesita distancia, rigor y no temerle a Yoko. Falta mucho para ello.

1 comentario:

Arturo Federico Valdez Olmedo dijo...

Lalo, la tarea es tuya ¿qué falta para el error de confundir al creador con el ser humano,que seas tú quien haga la definitiva y objetiva historia del Lenon? Pudiers hacerla por entegas, y no necsariamente crónologica; sin referencias cruzadas, corriendo todos los riesgos como siempre los has corrido.

Otro tema verdaderamente importa a tratar es el de el error de "no confundir al creador con el ser humano" hay también tienes para rato y de una tremenda utilidad para poder disfrutar mas las lecturas y l amúsica.

Un abrazo