domingo, 24 de enero de 2010

¿Quién con quién?

Hace unos días aparecieron notas anunciando la próxima publicación de una especie de autobiografía de Warren Beatty en la que confiesa haber disfrutado de la compañía íntima de unas doce mil mujeres, la mayoría dispuestas, a lo largo de su vida hasta que el cuerpo aguantó, hace unos pocos años, porque envejeció bastante mal; en una cinta en la que alterna con Diane Keaton y Goldie Hawn (dos de las doce mil) uno no cree que pueda seducirlas porque dio el viejazo y no conserva el atractivo que lo hizo uno de los más perseguidos por las liberales actrices de Hollywood, más otras de teatro, extras, maquillistas, guionistas, miembros del staff y otras del mundo no artístico. Parece que después se apagiguó y dijo que no eran tantas ni para tanto.
Esa confesión, aunque haya sido desmentida, no escandalizó a nadie, cuando mucho nos asombró, no por el hecho sino por el número; y no escandaliza porque, como ya se ha dicho bastante en este blog, ahora el sexo es público y todos andan en pos de quien los oiga y los reproduzca en las revistas de espectáculos; el peligro de esas divulgaciones es que luego hacen quedar mal a los ídolos más deseados, porque el viernes tempranito se divulgó que una locutora, curiosa o jariosa, quiso sopesar qué tanto le veían a un futbolista famoso tanto por cómo juega, cuánto gana y la mujer que comparte con él la intimidad, y luego que estiró la mano en busca de la pasión, la retiró desilusionada porque dijo que no era para tanto, porque el tamaño sí importa.
Hace no muchos años nomás se sospechaba que los famosos se aprovechaban de su fama para anotar goles; que si no fueran famosos nomás no la harían; la revista Mad, canalla como era, publicó una serie de caricaturas en las que retrataban qué sería de los famosos si no fueran famosos, y por ejemplo ponían a Paul Williams ridiculizado por su estatura, a Kojak amenazado por las mujeres de que lo acusarían con sus maridos si seguía diciéndoles “baby”, y a la señora de Greg Allman regañada por el dueño del restaurante en donde sería mesera, y reconvenida de que perdería su empleo si seguía mostrando el ombligo porque le quitaría el apetito a los comensales (la señora Allman dejó de serlo pocos días después, su matrimonio duró unas cuantas semanas, y volvió a ser Cher, a secas).
Tiempo después apareció un libro que, aunque desactualizado, y con unos cuantos datos erróneos y desmentidos, daba cuenta de quién con quién, a lo largo de unos cuantos siglos, y sigue siendo útil para escudriñar en la vida íntima de los demás.
El libro se llama Who’s had who, lo escribieron Simon Bell, Richard Curtis y Helen Fielding, y lo publicó Warner Books, una filial de la productora de cine Warner Bros. En la portada se promueve como el primer registro histórico de la sexualidad mundial, y que incluye líneas que vinculan la cama de los famosos con otros que uno ni se imaginaba; luego del prefacio y de la, perdón, introducción, se habla del roger que cambió al mundo. Una de las acepciones de roger no podía escribirse en diarios ni revistas, y en libros serios se traducía de manera incorrecta como fornicación; incorrecta porque fornicar implica a personas no atadas por lazos matrimoniales (Carlos Fuentes, siempre tan provocador, recuerda en Cambio de piel que las parejas disfrazaban sus deseos exclamando, a la hora de la hora, “no es por vicio ni por fornicio; es por hacer un angelito a tu santo servicio”; y hablando de “vicios”, una de las despechadas por Tiger Woods opina que éste no es un enfermo, sino un cerdo; olvida que en la intimidad muchas acrobacias y audacias que ayudan a hacer más placentero el roger, fuera de contexto casi siempre es catalogado como “sucio”, y a veces mientras más “sucio” sea alguien más éxito tiene, no por nada Nastassia Kinsky es conocida en su ámbito familiar como Nasty, y que una de las líneas más famosas de Mae West reza “When I’m good, I’m very good; when I’m bad, I’m better”. Tampoco confiesa si Tiger se mostró “sucio” una vez o varias, y si fue así, cómo fue que lo aguantó).
El libro tiene alrededor de 400 páginas, por lo que no abarca demasiado, pero los ejemplos son suficientes. Antes de entrar en materia, enumeran varios errores achacables a los escribas de la Biblia; errores o incestos; capítulo divertido, pero que posiblemente moleste a algunas personas; lo que no molestará es el roger que cambió al mundo: el encuentro de Enrique VIII con una sexoservidora lo contagió de sífilis, que en poco tiempo le llegó al cerebro, cambió su conducta, no sólo la íntima (cinco esposas en diez años, jubiladas prematuramente y de forma violenta), sino la política; su divorcio de Catalina de Aragón provocó el distanciamiento entre Inglaterra y la iglesia católica, lo que influyó en la distribución de las colonias en América; y de allí, todas las acciones posteriores.
Pero si esas elucubraciones están encaminadas a que el lector tome conciencia de la importancia de la actividad sexual, es más divertido, aunque enredado, el resto del libro, que comienza por el recuento de las ligas eróticas de Enrique VIII, aunque sólo se puede dar el nombre de nueve de ellas, muy lejanas de las doce mil de Beatty (el Hermoso, se autonombra), como lejanas están también las 700 esposas y 300 concubinas del rey David, hijo del no menos ansioso rey Salomón, a quien un solo pasaje lo presenta como juicioso, pero en realidad bastante inquieto.
Lo curioso es que las compañeras digámosle sentimentales de Enrique VIII tampoco tendían a la monogamia, porque Catalina Parr anduvo también con Lord Seymour, quien anduvo con Elizabeth I, quien apapachó a sir Robert Dudley, al duque de Norfolk y a sir Walter Raleigh (“he was such a stupid get”), y el duque de Norfolk anduvo con la reina María de Escocia quien anduvo con Franciso de Francia, el conde de Darnley y David Rizzio.
Así está todo el libro, que abarca diferentes épocas y distintas profesiones, sobre todo del mundo político y del espectáculo.
Por ejemplo, Luis XV estuvo ligado con Madame Pompadour, Madame du Barry, Madame de Mailly, Madame de Vintimille, Madame de la Tournelle y la reina María Leczinska, con quien finalmente casó. Du Barry tuvo a sus pies, literalmente, al príncipe de Ligne, a lord March, al duque de Queensbury, a José II de Austria, Henry Seymour y al conde Jean du Barry, pese a ser iletrada y bastante primitiva. Entre las favoritas de Napoleón estuvieron, entre otras, Carolina Colombier, Desirée Clary, Josefina Beaharnais (a quien los autores del libro apodan “Esta noche no”), Mademoiselle de Montansler, Madame Permon, Pauline Forres, Eleanore Denuelle, María Antonieta Duchatel, Marguerite Weymer, la condesa Marie Walewska y la archiduquesa María Luisa de Austria; lo destacable es que una de ellas, Marguerite Weymer fue una de las compañeras del duque de Wellington, el mayor enemigo de Napoleón, no sólo en la política (lo derrotó en Waterloo), sino también rival de amores, porque tuvo a once amantes célebres, entre la nobleza y otras mujeres notables aunque no fueran nobles.
En terrenos menos escabrosos como la política, destacan Lola Montez (apodada en el libro “Lo que Lola quiere, Lola tiene”), que entre sus amantes se cuentan Franz Liszt, Víctor Hugo y Alejandro Dumas; o la diva Sarah Bernhardt, actriz y vampiresa con tanta actividad sexual que es imposible enumerar, aunque aparezcan en la lista otras celebridades, como Gustav Doré, Emile Zola, Edmund Rostand, Alfonso XIII, el rey Humberto de Italia, el rey Cristal IX de Dinamarca, Eduardo VII, Napoleón III y el emperador Francisco José; se dice que tuvo amoríos con Oscar Wilde.
A Carolina Otero, conocida como La Bella, se le cuentan, entre otros, el rey Leopoldo II, Nicolás I de Montenegro, el príncipe Alberto de Mónaco, Nicolás de Rusia, Alfonso XIII, el conde Luis Guillermo, el Káiser Guillermo de Alemania, el Zar Nicolás II y el rey Eduardo VII, pese a su incómoda estatura de 1.78, y a que era todo menos discreta (su sostén, dicen, era 36D).
Los autores se la arreglan para hacer una liga que va de Gertrude Stein a Clint Eastwood, mediante Alice Toklas, Mercedes D’Acosta, Marlene Dietrich, Michael Wilding, Liz Taylor, Henry Wynberg y Maggie Eastwood, con la presencia, en medio de este lío, de Pablo Picasso, Fritz Lang, James Stewart, John Wayne, Yul Brynner, Douglas Fairbanks Jr., Gary Cooper, John Gilbert, Jean Gabin, Erich Marie Remarque, Joseph von Stenberg, Gretta Garbo, Burt Bacharach y Richard Burton. Se cuelan Joan Crawford, Clark Gable, Ava Gardnedr, Jean Harlow, Carole Lombard y Nancy Reagan, y de manera colateral, Frank Sinatra, Howard Hughes, Porfirio Rubirosa y Peter Lawford, y mediante éste, Marilyn Monroe, Joe DiMaggio y los hermanos Kennedy. Uff.
Rubirosa, prototipo del playboy, tiene un récord envidiable, no por el número (no enlistan a muchas seguramente anónimas), sino por los nombres de sus conquistas: Ava Gardner, Flor de Trujillo, Danielle Darleux, Doris Duke, Eva Perón, Kim Novak, Zsa Zsa Gabor, Barbara Hutton y Odile Rodin; cinco de ellas, sus esposas.
Son lo suficientemente indiscretos como para develar el rumor de que Imelda Marcos estuvo ligada con George Hamilton, quien anduvo con Sylvia Kristel, Britt Ekland, Vanessa Redgrave y Alana Stewart, quien anduvo con el roquero Rod Stewart, aficionado a las rubias (Dee Harrington, Bebe Bluebvell, Britt Ekland, Nelly Emburg, Joanna Lumley y Sabrina Guinness –el recuento termina en 1990). Ya puestos en gastos, el exgobernador de California Jerry Brown anduvo con Stevie Nicks, Arianna Stassinopoulus –¿recuerdan sus espantosos libros?—, Liv Ullman, Candice Bergen, Natalie Wood y Linda Ronstadt; ésta, con George Lucas, Peter Hamill y Mick Jagger, a quien le adjudican, además de las célebres (Bianca, Marianne Faithful, Carly Simon, Jerry Hall, Anita Pallenburg –la chava de Brian Jones y víctima de Keith Richard), mil mujeres más, lo que desmiente Billy Wyman, quien dice que Jagger y Richard estaban muy ocupados componiendo y fingiendo que ligaban, mientras él se aprovechaba de cientos de gruppies, de las que da nombres y fechas en su autobiografía, que llega apenas a 1968.
De los estrellas del libro brillan dos, con los que terminaré este larguísimo recuento: Sinatra (Angie Dickinson, Dorothy Provine, Juliet Prowse, Jill St. John, Natalie Wood, Marilyn Maxwell, Lana Turner, Judy Garland, Anita Ekberg, Donna Reed, MM, Kim Novak, Lauren Bacall, Carol White, y sus esposas Nancy, Ava Gardner, Mia Farrow y Barbara Marx) y Warren Beatty, a quien ligan con Mynah Bird, Leslie Caron, Joan Collins, Julie Christie, Britt Ekland, Goldie Hawn, Kate Jackson, Diane Keaton, Carole Moore, Michelle Phillips, Natalie Wood, Brigitte Bardot, Diana Ross, Liv Ullman, Candice Bergen y Carly Simon. Si es cierto lo que dice en su autobiografía, faltan los nombres de 11 984 más. ¿Será por eso que fue tan mal actor?

El año empezó tan mal como terminó 2009, y uno anda aturdido, enfurecido, destanteado, con bruma que no se sabe cuándo se atenuará. De cualquier manera, se sigue trabajando; el viernes 29 de enero será bautizado y confirmado México y el beisbol, que escribimos Diego Mejía Eguiluz y yo, gracias a la generosidad de Stella María González Cicero y el impulso definitivo de Salvador González Vilchis; los padrinos serán nuestros amigos, justos pero críticos, Marco Antonio Campos, Marco Antonio Pulido y Marisol Schulz. El lugar, el Aula Magna José Vasconcelos, del Centro Nacional de las Artes, Tlalpan y Churubusco, a las 19 horas. Habrá vino de honor para el desempance.

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