lunes, 4 de mayo de 2009

Tin Tan y García Riera, dos leyendas juntas / II

Se ha llegado a afirmar que Tin Tan representa un movimiento antigubernamental, o por lo menos es precursor de ciertas tendencias actuales que, aunque se pretendan minoritarias, ya no lo son.
Germán Valdés es desde luego atípico: no rehúye los chistes, y en muchas de sus cintas hay muchas menciones a cuestiones que estaban de moda en el momento de la filmación, lo que provoca que algunas de las situaciones se vuelvan incomprensibles (como las menciones a canciones de moda; un ejemplo concreto: “Pobre gente de París”, popular en la época en que se filma Los tres mosqueteros y medio; a medio siglo de distancia muy difícilmente se escucha esa pieza en ninguna estación de radio); se afirma que era más atrevido que otros cómicos de esos años: aun los peores basaban su éxito en frases o situaciones de doble sentido, que pocas veces pasaban a la pantalla, pero que en los teatros de revista se hacían famosos: incluso los inocuos Campos y Henaine tenían una rutina en la que afirmaban que los bisquets se hacían poniendo la masa en el ombligo, y luego Henaine preguntaba que entonces cómo se hacían las donas; en la televisión se presentaban como los campeones del humorismo blanco.
Una de las leyendas afirma que Valdés besaba en verdad a sus compañeras de reparto; puede ser cierto, y lo afirmaba Meche Barba; sin embargo, esos besos “de lengüita” no llegaron a la pantalla.
Sin embargo, son muchas las frases y las situaciones que ciertamente se escaparon a la censura. Y a Emilio García Riera, en Tin Tan (2007, coedición de varias instituciones, sobre todo CNCA y la Universidad de Guadalajara). Veamos algunas:
En El revoltoso, la portera de la vecindad, Lupe Inclán, está tratando de arreglar la luz, y Tin Tan se ofrece a hacerlo: “deje que el toque me lo dé yo”; en la plaza María Luisa de la colonia Industrial ofrece a un anciano bolearle los zapatos: “grasa, joven”, a lo que el hombre responde “gracias, joven”, sin que nadie se inmute; al observar un choque, da un discurso improvisado contra los ricos hambreadores, que aplaude hasta el mismo Wolf Ruvinskys, el aludido; en la vecindad hace que pelee un matrimonio, y se da a entender que la mujer es adúltera; finalmente, ella golpea al marido y persigue a Tin Tan. Lupita (Perla Aguiar) acepta ir al cine con él, y le pregunta si La marca del Zorrillo es de ese que dicen que se parece a él, y Valdés responde que el “actor” está muy hocicón. No es la única mención que hace de sí mismo.
En El Ceniciento, en la escena en la que pide una fichita como la que le dan a las ficheras, Tin Tan le pregunta a “mi hado padrino” (“no me digas así que se oye muy feo”) si esas muchachas son decentes: “son las hermanas Dávalos, de la mejor sociedad de la colonia Juan Polainas”, contesta Andrés Soler, en una de las líneas más albureras del cine mexicano antes del cine de ficheras de los setenta y ochenta, y mucho más fina. En una tienda sorprende a una ladrona y salva a Alicia Caro, acusada del robo, pero aclara que le estaba viendo el refajo. Otro dato que omite García Riera es que la canción sobre el conejo, el perro y el cazador que canta Valdés es de Francisco Gabilondo Soler, que nunca grabó Cri Cri. Con la misma música pero letra diferente, la canta en Chucho el Remendado (ambas están recogidas en Cri Cri, canciones completas, editado por Gabriel Zaid). También, al principio, luego de negarle la entrada a la casa, Marcelo, al creer que Tin Tan tiene propiedades, lo invita a que entre: “pasa, güero”, le dice; era la invitación de las prostitutas al ofrecer sus servicios en la zona roja; al final de la cinta hay una curiosa alusión: al escapar de la policía Tin Tan se mete a una patrulla pretendiendo que era un ruletero (aún no los uniformaban ni les colocaban taxímetro): “¿Cuánto a Perú 25?”, pregunta; era la dirección de un centro nocturno predominantemente de homosexuales.
En El bello durmiente, en la prehistoria, Ruvinskys le reclama que no vaya a la cacería de dinosaurios grandes: “acá está la caza grande”, a lo que Tin Tan responde: “yo prefiero casa chica”, lo que repite poco más tarde.
En Me traes de un ala, en la mansión misteriosa, de pronto aparece un vendedor como los de los cines de antes, ofreciendo, entre otras cosas, “paletas al tiempo”.
En El mariachi desconocido, después de caer borracho en un cabaret, despierta en un hotel lujoso; observa la piyama a rayas y exclama: “otra vez en la Peni”; mientras, Alta Mae Stone, cuando su marido le pregunta si ya está lista, responde con tono “pachuco”: “ya mero”, lo que da gran ambigüedad a la escena; en el cabaret Tropicana de La Habana, Tin Tan canta rodeado de bailarinas exuberantes “Piel canela”, y cuando pasa a su lado la de caderas más amplias y rotundas, coincide con el verso “y que pierda el ancho mar su inmensidad”, y al exclamar “inmensidad” hace un ademán con las manos extendidas hacia el frente, y mira las caderas “inmensas”, lo que recalca con el gesto aprobatorio. En la escena final baila con una mujer muy alta una especie de danzón muy sensual; hay que agregar una buena línea de Marcelo, cuando le dice a Rosa de Castilla que su tía le mandó unos tamales, pero “en el camino me los comí, fíjese qué mala suerte”. Entre algunos versos que declama cuando está anunciando el espectáculo de la carpa, sobresale uno: “el amor de las mujeres es como el del alacrán; nomás ven un hombre pobre, paran la cola y se van”, y al pronunciarlo, tira un caderazo.
El hombre inquieto da más oportunidad a Joaquín Pardavé de quebrar las buenas costumbres: cuando arropa a Tin Tan, creyéndolo su hijo, le saca las manos de la cobija: “las manitas afuera”, le ordena (dato aportado por Juan José Utrilla); Pardavé y Sara García hablan en un supuesto lenguaje árabe, y ella dice que está “encarajinada”; Valdés pregunta “¿de coraje?”.
En El vizconde de Montecristo Ana Bertha Lepe, preparándole una trampa, le pregunta si no le gustaría labrarse su destino, y Valdés, con gesto compungido, responde: “no sé labrar”; ella hace que repita frases sobre la noche, la luna, “no sé”, y de pronto él se detiene: “perdóneme las cosas que le digo”; posteriormente ella va a verlo a la cárcel, y los presos le preguntan quién es: “pásala”, le dicen; “ni que fuera bacha”; antes, en un cabaret de tercera, baila con Lepe mientras Borolas y Vitola lo hacen cerca de ellos; luego de cantar algo no muy relevante, Tin Tan le dice: “vámonos, aquí huele a petate”. En otra escena, varias mujeres muy bellas cantan “somos las manicuristas”, y uno de los versos dicen que quisieran limpiar la placa de platino de Pedro Infante. Esas cantantes no figuran en los créditos: Héctor de Mauleón afirma que eran conquistas de Valdés a las que prometía que trabajarían en el cine; no se sabe que ninguna de ellas haya vuelto a actuar.
El sultán descalzo tiene a unos intérpretes que se roban la película, además de la escena en que Valdés le soba las piernas a Yolanda Varela: Liliana Durán, la coquetísima esposa de Borolas. La mejor escena es cuando Tin Tan ve a Varela por la cámara fotográfica y le dice: “venga a ver qué bonita se ve”, y Varela hace un ademán de acercarse a la cámara. García Riera sí apunta que Valdés le soba las piernas a Varela, lastimada en un accidente que provoca Tin Tan. Pancho Conde, quien discrepa que Marcelo menosprecie el letrero de “Se vende” en el trasero de Cochita Gentil Arcos –más bien, dice, hace gesto de que no le alcanza el dinero—, me señala que en ésta, Liliana Durán le insinúa a Valdés: “tú dirás qué hacemos, porque dinero no tengo”, y que cuando Tin Tan le soba la pierna lastimada a Varela, exclama: “estás muy rodilloncita”.
Lo más sobresaliente de Lo que le pasó a Sansón son unos chachachás muy sensuales bailados con mucho sabor por Elvira Quintana, Ana Bertha Lepe y una muy pícara y bella Yolanda Varela; es en esta escena donde mejor se aprovecha su típico gesto de desdén (mucho mejor que el de llanto que tanto prodigó en otras cintas), y una invitación a la fiesta que convoca Andrés Soler, fechada en 1955 “antes de Jesucristo”.
Las aventuras de Pito Pérez contiene una frase procaz: al leer los méritos de Marcelo, Tin Tan lee: exdiputado, exsenador, extúpido. Son muy cachondas sus escenas con Maribel Gutiérrez.
Los tres mosqueteros y medio termina con un beso de Valdés y Rosita Arenas, pero tras ellos, Marcelo, Luis Aldás y Wolf Ruvinskys se besan en las mejillas; en otra escena, el funcionario que otorga los salvoconductos abre el cajón del escritorio para que le pongan allí la mordida. En un baile con coristas muy bellas, en vez de "Bodeguero, paga lo que debes", cantan Mosquetero; culmina con una especie de can-can muy sensual. Tampoco se sabe que hayan actuado en otras cintas.
(Muchas de estas estas escenas me las hizo notar Marco Antonio Pulido, quien me informa que cuando se filmaba Ay amor, cómo me has puesto, pensaban titularla Ay amor, cómo me has ponido, pero que la censura lo impidió.)

1 comentario:

Anónimo dijo...

LE HICE UN PEQUEÑO HOMENAJE A TIN TAN HACE YA VARIOS DÍAS EN MI BLOG.

SALUDOS!!!