domingo, 12 de octubre de 2008

Montero, entre Lessing y Fowles

Comienza a circular la nueva novela de Rosa Montero, Instrucciones para salvar el mundo (Alfaguara, 2008); el título, aunque recuerda uno de Doris Lessing, no recuerda la novela de Doris Lessing, Instrucciones para un viaje al infierno, entre otras cosas porque aunque Montero aborda el tema de las obsesiones angustiantes y enloquecedoras, no lo hace con la fuerza de Lessing, quien se acerca mucho más a la paranoia, a la locura.
No es el primer acercamiento de Montero a Lessing, a quien además en su faceta de periodista la entrevistó, y a quien se parece en ciertos aspectos: su crítica al realsocialismo, su postura antioficial, y en algunos de los temas de sus libros, como la integridad, la ética, el envejecimiento, el desamor, e incluso en la incursión a la ciencia ficción, aunque en Lessing esto sirve para hacer más acerba su crítica al mundo actual.
La trama de Instrucciones para salvar el mundo se abordan algunos de los aspectos más constantes en la obra de Montero, quien ha publicado un buen número de novelas: Crónica del desamor, La función Delta, Te trataré como a una reina, la espléndida Amado amo, la maravillosa Temblor, Bella y oscura (una visita al mundo más sórdido posible), La hija del Caníbal (que la dio a conocer masivamente en México –y que en la solapa de esta nueva escriben “caníbal”, aunque es un pronombre y no un oficio), El corazón del tártaro y El rey transparente, más el libro de relatos Amantes y enemigos. Entre esos aspectos se encuentra, aunque no es el tema central, el amor, tanto el afortunado ( pero obsesivo, enfermizo, dependiente) como el desdichado, pero no por inalcanzable sino por fastidioso, lamentable, rencoroso y también dependiente; como en El corazón del tártaro, se acerca al mundo ilegal; apenas se mencionan las drogas pero son cotidianas, y la prostitución es una conducta no trágica, pero sí inevitable (aunque no hay una condena implícita y, por el contrario, es una salvación para el personaje que la ejerce); lo que sí critica con el ceño fruncido son los vicios considerados menores, como el alcoholismo, aunque para una de las protagonistas es un bálsamo para la vida insoportable, y el cigarro, visto como una debilidad aunque también un refugio.
Por el final feliz para una trama complicada, pudiera pensarse que Instrucciones para salvar el mundo es una novela floja, pero es tal vez donde Montero utiliza con más eficacia su oficio de narradora; aunque los personajes son previsibles, la anécdota sorprende al lector a cada página, y con maestría va enlazando a los protagonistas, que no tienen nada que ver entre sí (una de ellas no conoce al más débil de todos, y quien hubiera aprovechado mejor sus enseñanzas), e incluso desperdicia a algún personaje menor pero rico en matices y en conductas, un guarura sensible y enamoradizo pero no libidinoso (aunque se acuesta con la mujer deseada, pero no se conforma, no es deseo lo que siente).
Cómo va enredando la trama es lo de menos; cómo lo va solucionando es lo mejor; y otra vez, como en sus mejores libros, muestra cómo daña la dependencia, y cómo el amor suele ser una trampa, aunque el desamor sea tan terrible, y sobre todo más angustiante, como aquél, y cómo las relaciones enfermizas son irrompibles, esclavizantes. Montero además une estos elementos con otro, menos constante en sus novelas: la aventura, y como en los más memorables libros policiales, el lector ve desconcertado que se acerca el final sin que se vislumbre un posible final (como en La joven desaparecida, Corra cuando diga ya, Enigma para divorciadas).
Pero el lector, incluso el más fanático, se ve sorprendido por un elemento inesperado: la intervención constante de la propia Montero en la trama.
En este aspecto, Instrucciones para salvar el mundo recuerda una de las obras maestras de la literatura contemporánea, La mujer del teniente francés, de John Fowles, en donde el autor es uno de los principales protagonistas del libro, y con sus intervenciones obliga al lector a reflexionar sobre aspectos políticos, sociales y culturales que afectan la trama sin que los protagonistas se enteren ni siquiera de qué es lo que sucede en su ámbito, y además plantea e impone sus ideas políticas, por lo que el lector no puede evadir una lectura política y hacer sólo una historia de amor imposible, dramática y tiránica, aunque disimule estas dos últimas posiciones.
Rosa Montero no intenta darle un tinte político, finalmente los expone cada semana en sus artículos en El País, y ha recogido muchos de ellos en libros como Pasiones, Historias de mujeres, Entrevistas, y otros que no han llegado a México; en esta novela (con un solo par de erratas, aunque demasiado lenguaje coloquial no siempre comprensible a la primera; impresa en México pero obviamente preparada en España –de otra manera no se entenderían las cajas y callejones que deslucen la edición) no explica el destino de los personajes dependiendo de la política, de la frágil situación económica de España (y del mundo, por lo menos hasta mediados de noviembre), del titubeante futuro europeo; lo explica en función del destino, de las oportunidades que se le vayan presentando, y en un par de páginas narra qué va a ser de ellos.
Con este recurso deshace el estigma de “y vivieron felices” o, peor, de saber que un final feliz sólo lo es de un libro, pero que la vida cotidiana tiende a no prolongarlo, a ponerle obstáculos a quienes, al cerrar las páginas, parecen haberse sobrepuesto a las malas circunstancias. Además, nos recuerda que el libro es suyo, que no lo comparte, que cuando mucho nos lo presta y nos deja disfrutarlo, pero que ella decide qué será de cada uno de sus protagonistas, e incluso se da el lujo, como en La loca de la casa, de darnos dos versiones del futuro de uno de ellos, aunque no nos permite seleccionar alguno.
Montero, que como periodista siempre está al día, introduce dos elemento de moda en algunos tipos de libro: las casualidades: las relaciones entre tres de los cuatro personajes principales son demasiado casuales; ya sabemos que así es la vida, aunque Montero, en sus intervenciones de autora se encarga de subrayarlas. Y el terrorismo, presente en muchos lados en la forma de kamikaces y de idealistas solitarios, en muchos países, incluidos España y, en forma incipiente –y tal vez con otro matiz— en México; pero incide poco en la trama y nada en la vida de los protagonistas.
Llama la atención, sin embargo, que se cuele una crítica hacia el tabaco, y que de cierta forma sea un libro sin retos sociales (a no ser su simpatía por personajes feos, haraganes, incultos, toscos, feos, y sin condena a las prostitutas y a las borrachas); en la mayoría de sus libros anteriores es, como los grandes literatos, como su admirada (sin dejar de criticarla) Lessing,una escritora a contracorriente, inconforme, enemiga de los finales felices. Tal vez los finales felices de Instrucciones para salvar el mundo sean una forma de rebeldía e inconformismo.

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