Un amigo de la
preparatoria hasta hace poco guardaba las invitaciones a bodas hasta que
pasaban nueve meses de la ceremonia, algo que a últimas fechas ha perdido
chiste, porque es cada vez menor la edad en que los adolescentes comienzan a
tener relaciones sexuales, y a hacer ostentación de ello. Es más, ni siquiera
ocultan sus relaciones premaritales y hacen gala de un buen número de parejas antes
de, como se decía, llegar al altar (en Los tres huastecos, cuando el teniente
Víctor Andrade promete “llevarte al altar” a Toñita, y luego le aclara que a trapear,
¿está insinuando una prueba o ensayo, como también se le decía a la
fornicación, o sea sexo extramarital?). El número de madres solteras va en
aumento, y son protegidas por las leyes para que no las despidan de sus trabajos.
Una de las consecuencias de esto es que las cintas de Fernando de Fuentes
ya sólo deben verse por sus méritos cinematográficos y no por las tramas, que
parecen inocentes a los ojos de los espectadores actuales. Que Cruz salga tarde de la
casa del patrón tal vez indigne a José Francisco, pero no sería objeto de
chismorreo de todo Rancho Grande; la vecindad entera no tendría que atosigar a
don Nicanor para que Clara y Julieta sean aceptadas de regreso, casadas por
todas las leyes; doña Teresita no tiene que aconsejar a Esther para no dar
disgustos a su mamá, ni Doña Bárbara estaría tan amargada; María Morales no
estaría interesada en que sus hijos Pepe y Luis no se vean deshonrados por no
aprovecharse de Gloria y María. (Si a alguien le molesta el “hubiera”, el
“estaría”, pueden sustituirlos por “hubiese” o “tuviese”.)
Tampoco verán con los mismos
ojos las tragedias de Alejandro Galindo, que no tendría por qué regañar a las
adolescentes en peligro de perder la virtud, o a los jóvenes que se aprovechan
del candor de sus enamoradas. En una de las cintas más emblemáticas de Galindo,
Una familia de tantas, Maru sale del hogar paterno sola, porque se casará
contra la voluntad de don Rodrigo, pero antes Estela, la mayor, abandona el
hogar, y quién sabe cómo le vaya, porque don Rodrigo la sorprendió besándose
con el novio (esa escena la recrea con igual dramatismo José Emilio Pacheco en
Las batallas en el desierto, sólo que es Héctor, el hermano mayor de Carlitos,
quien sorprende a Isabel fajando con el novio).
Estela es interpretada, con
convicción, por Isabel del Puerto; si hacemos caso de las filmografías
oficiales, fue la primera de las trece cintas en que apareció. No tuvo papeles
estelares, y más bien le tocó hacer de amante gozosa, de novia despechada o de
infractora de la ley gracias a su belleza, que en su caso no aparentaba
inocencia o inexperiencia; un tercer o cuarto o quinto crédito fue lo más que
consiguió en 12 cintas de 1949 a 1950; algunas son notables: Una familia de
tantas, Hay lugar para…dos, Confidencias de un ruletero, Matrimonio y mortaja,
Rosauro Castro. La última que filmó en México fue El gendarme de la esquina,
obra muy menor de Joaquín Pardavé, antes de participar en una cinta de
Hollywood filmada aquí, Captain Scarlett (El capitán Escarlata), de Thomas
Carr, y en la que alternó, en un quinto crédito, con Leonora Amar, Manolo Fábregas, Eduardo
Noriega, Carlos Múzquiz y Jorge Treviño. Amar es la heroína del protagonista
Richard Greene; a la cinta Leonald Maltin le da una estrella y media, aunque la
califica de entretenida.
Una página de internet le
atribuye a Del Puerto otras cuatro cintas, Mi madre querida, de René Cardona, y
Nunca besaré tu boca; en la primera no le dieron crédito ni Emilio García Riera
ni la base de datos del cine en internet; la segunda ni siquiera existe, al
menos con ese nombre. Muchos años después de su retiro participó en dos cintas,
en papeles pequeñísimos: Querida, encogí a los chicos (que no es de Woody
Allen) y Gringo viejo.
Austriaca, de un belleza nada
gélida aunque su voz se nota siempre artificial, no daba el tipo de mexicana
excepto en esos papeles: hija rebelde en Una familia de tantas; mujer que va a
romper con el amante cuando David Silva choca por ir fajando con Katy Jurado en
Hay lugar para…dos; gansteresa (el vocablo es de Quino) en Confidencias de un
ruletero; amante de Rosauro Castro quien prefiere a otra; gansteresa que enreda
al hijo de Joaquín Pardavé en El gendarme de la esquina.
En especial llaman la atención
dos breves escenas que conmocionaron a los cronistas de cine de aquellos
finales de los años cuarenta: es la novia de Rafael Baledón en Matrimonio y
mortaja, de Fernando Méndez; vive en Mazatlán, a donde pretenden ir Baledón y
Fernando Soto para llevarle serenata, pero en la borrachera se equivocan, van a
un pueblito distinto con nombre parecido, y por uno de los enredos típicos del
cine mexicano, Baledón debe casarse con la modesta pero bonita Carmelita
González; Domingo Soler le telefonea a Del Puerto, y ella, como está en
Mazatlán y es frívola y ambiciosa (al menos lo es su madre, a quien le urge
agenciarse los millones que heredará Baledón), aparece en traje de baño
mostrando unos muslos tersos, duros y muy bien formados; en Entre abogados te
veas, donde personifica a la amante del abogánster (así le dicen en los
créditos a Armando Calvo), es cantante de cabaret, y se despoja de la bata en
su camerino para entrar a la regadera, insinuando un desnudo nada procaz pero
sí provocativo, y otro menos fugaz a través de la cortina del baño. En la
primera pierde ante González, quien vence los resquemores de Baledón y
conquista a un muy simpático Soler; en la segunda ella deja a Calvo con gran
desenfado, sin preocuparse del qué dirán.
Es convincente y conmovedora
cuando, hospitalizada por el accidente del Zócalo-Xochicalco y Anexas, las
autoridades encuentran en su bolso la carta al amante, y con ello se descubre
su infidelidad; oculta su identidad hasta que sabe que llevarán
a don Gregorio para que se caree con los lesionados en el percance, y decide
“disponer de su vida”, como le explica el médico al marido desolado y a los
pequeños hijos cuando esperan, atónitos, visitar a su madre en la Cruz Roja,
entonces en la colonia Roma (ni eso perturba tanto a David Silva como el niño
que desea ser chofer pero está en peligro de perder los brazos); se le cree la
desesperación de que se enteren de su condición de amante de un hombre malo.
Hizo pocos papeles, y luego
desapareció, aunque sólo de las pantallas; como Jane Seymour, como Merle
Oberon, tuvo otras actividades en las que destacó; según sus escuetos datos
biográficos se dedicó a los bienes raíces, a la gastronomía (tuvo un
restaurante de cierta fama en los años de esplendor de la Zona Rosa), publicó un
libro de cuentos infantiles, otro de trama policial y una especie de
autobiografía, ninguno de los cuales apareció en español y no se encuentran
entre los ofrecimientos de Amazon, ni en la página que aglutina a las mejores
librerías de lance del mundo. Otra de sus actividades fue el reportaje
gráfico, con muchas colaboraciones para Time Life, además de trabajos
publicitarios en Estados Unidos. Su nombre real es Elisabeth van Hortenau,
nació en Viena en 1921, y era descendiente de la realeza austriaca; estudió
actuación en Roma, emigró a Estados Unidos, donde tuvo algunas actuaciones en
Broadway antes de llegar a México.
Más o menos por
los mismos años comenzaba a figurar, en pequeños papeles no siempre lucidores,
Norma Jean Baker, nombre ahora tan famoso como el que escogió para su carrera
cinematográfica; Marilyn Monroe nació en 1926, pero muy joven realizó algunas
cintas, la mayoría sin créditos, hasta que se dio a notar en La jungla de
asfalto y All About Eve, y en 1952 apantalló en Monkey Business (Vitaminas
para el amor, en México, Me siento rejuvenecer, en España), de Howard Hawks
(quien la dirigiría en otras cintas notables: Historias de O’Henry, Los
caballeros las prefieren rubias), con Cary Grant y Ginger Rogers. Ahora es
considerada un icono de la actuación aunque no ganó Oscares pero sí Globos de
Oro; es el mejor símbolo de la mujer inteligente que debe fingirse tonta o
aturdida o distraída para que la tomen en cuenta.
¿Cuál es el
paralelo entre estas dos bellas mujeres? Una, con una carrera trunca; la otra,
con una vida trunca. El nexo no es cinematográfico.
Cuando ganó la
presidencia de los Estados Unidos, John F. Kennedy tenía el prestigio de héroe
de la Segunda Guerra Mundial; fue senador por su estado natal, Massachusetts, pero
fue presidente por un azar del destino: su hermano mayor, Joseph, falleció en
una acción de guerra, favorito de su padre, también en la
política pero más en los negocios y en su gusto por las mujeres. Jack,
hipocorístico familiar y entre cuates, fue dado de baja con honores de la
marina estadounidense, y comenzó con cierta rapidez su carrera política, en
remplazo de su hermano.
La familia Kennedy era rica y
numerosa, y contaba con dos jefes: el patriarca Joseph, y su esposa Rose; el
primer Kennedy, Patrick, había hecho su fortuna
al amparo de los negocios en bienes raíces, terreno en que incursionó Joseph,
pero éste la agrandó con importación de whiskey, algunos insinúan que clandestina; intentó triunfos en la
política, pero sus simpatías hacia el nazismo lo excluyeron de la diplomacia, aunque batalló para llegar al poder mediante su hijo Joseph; al
fallecimiento de éste, se enfocó en el carismático Jack.
Éste tuvo la simpatía de la
juventud estadounidense, de los católicos, de los disidentes que le creyeron que
buscaba un cambio (algunos rocanroleros pensaron que con su muerte se acababan
las esperanzas), de las mujeres, quienes lo prefirieron por sobre el menos
simpático Richard Nixon, vicepresidente en el último periodo de Dwigth Eisenhower.
Lo ayudó la discreción, elegancia y belleza de Jacqueline, su no menos
carismática esposa. Pero una de las hermanas de John, Patricia (la más bella de
las hijas Kennedy) estaba casada con un actor secundario, Peter Lawford, cuyos mejores
filmes son Easter Parade, Bodas reales, La rubia fenómeno, Éxodo. Pero como
dicen todas sus biografías, fue más célebre por su amistad con El Clan que por
sus actuaciones; el Clan, o Mafia, estaba integrado por, sobre todo, Frank
Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis y Joey Bishop; en Robin y sus siete Hoods
(Gordon Douglas) aparecen casi todos, menos Lawford; hay muchas leyendas
alrededor del grupo, que se dedicaban más a la pachanga que al arte, que probaban
sustancias prohibidas o no recomendadas, que usaban su influencia para
conseguirle trabajo a las actrices noveles, a cambio de algo así como el
derecho de pernada; en algunas páginas de internet se dice que el presidente
Kennedy salió beneficiado de la amistad de su cuñado con El Clan tanto en
experiencias psicodélicas como en otras más carnales. Ahora ha salido a la luz
que sufría una enfermedad que lo hacía tener excitaciones eróticas a cada rato,
y en situaciones incómodas (para los demás), y que incluso don Joseph llegó a
decir que lo mejor hubiera sido castrarlo de chiquillo, para evitar tantos
problemas. Se dice en muchos lados que tuvo acercamientos del tercer tipo con
Kim Novak, Angie Dickinson, Jayne Mansfield y desde luego con Marilyn Monroe
(“creo que le mejoré la espalda”, dijo ella después de uno de sus encuentros;
la lesión en la espalda la sufrió en la guerra); todas ellas, más otras
becarias, se las presentó Sinatra. Sus biógrafos mencionan unos cuantos
nombres: Judith Campbell, y Mary Meyer, quien lo inició, se dice, en el gusto
por la canabis, cuando se encontraban en la Casa Blanca, y jugaban con la posibilidad
de estar en onda cuando debiera decidir si apretar el botón que desatara la
Tercera Guerra Mundial.
La más duradera
de esas relaciones fue con Marilyn; sus admiradores no sabemos qué hacer cuando
recrean aquella versión cachonda de “Happy Birthday, Mr. President”, vestida de
manera poco adecuada para la Casa Blanca, y derritiéndose mientras la
desentonaba (le puso más calidez que a “I wanna be love by you”, lo que ya es
decir). Pero se dice que fue más obstinada que Monica Lewinsky con Clinton; que
John, que sabía que le provocaría problemas, le pidió a su hermano Robert le
hiciera el quite, y que éste le entró con ganas, perdonando la expresión. Y que
después tampoco sabía cómo quitársela de encima, o de abajo, perdonando la
expresión. Ya Norman Mailer, en Marilyn, habla del famoso helicóptero que
aterrizó y horas después despegó del jardín de MM, horas antes de que la
descubrieran muerta, según algunos por propia mano, y otros que con ayuda
externa. La Casa Blanca, que protege el prestigio de sus ocupantes y ex
ocupantes, no ha podido desmentir categóricamente esos rumores ni menos las
afirmaciones (como tampoco los que se refieren a la salud de Nixon o de
Reagan). Fontanarrosa, en uno de sus cartones sobre Boogie el Aceitoso, alguna
vez insinuó que el asunto no terminó con la muerte de MM, sino con la de Lee Harvey Oswald y la de Jack Ruby, delante de las cámaras de televisión. La cuestión
es que dicen que MM ya había perdido las proporciones y la mesura.
John F. Kennedy tuvo ejemplos a
seguir, aunque fueran malos: su padre se encaprichó con una de las actrices más
bellas, populares y adineradas de su época, Gloria Swanson, a la que engatusó
ofreciéndole su asociación para producir películas, y aunque su romance fue
intenso y productivo para ambos, al terminar ella había perdido cerca de un
millón de dólares de la época, aunque tuvo regalos que con el tiempo llegaron a
compensarla de su descalabro económico, y del moral, porque al marido, para que
no estorbara, lo mandaron a dirigir empresas no muy productivas pero que lo
mantenían entretenido, y luego se lo regresaron. Tales excesos los toleró Rose
Kennedy porque dicen que el clan es firme, no llora ni hace dramas, aunque se
sabe que una vez Jackie le dijo a Jack, un día que se encontró unas tarzaneras
en la recámara presidencial: “Tú sabrás de quién son. No son de mi talla”.
En una de las
mejores biografía del clan Kennedy (Los Kennedy, Peter Collier y David
Horowitz, Tusquets, 1985) no se mencionan las andanzas de Jack antes de que
fuera famoso, pero Elisabeth van Hortenau hace unos pocos años dijo que sí, que
le constaban. En la página que la Wikipedia dedica a Isabel del Puerto, y donde
está su filmografía dudosa, habla de tres matrimonios y tres hijos; el primero
de sus matrimonios fue con un puertorriqueño que le dio su nombre artístico, y
con quien vivió de 1940 a 1947; el segundo con Héctor Mendoza Orozco, su esposo
de 1950 a 1956, y de quien se divorció, igual que del primero, y el tercero,
Joe Oldhman Lanett, quien falleció luego de tres años de matrimonio. Esa página
menciona dos hijos, Joe Charles y Katherina. Se habla de otro hijo, nacido en
1945, Antonio Miguel Bohler; el Bolher es de parte de la abuela materna, que
fue quien lo crió.
Al parecer, John F. Kennedy e
Isabel del Puerto (conocida ahora como Lisa Lanett en las páginas de internet
donde se menciona el idilio) se encontraron varias veces, y pasaron algunos
fines de semana, a ratos en Monterrey, a ratos en Cuba; fruto de esos pasajes
nació Antonio; después de muchos años ella afirma que cuando le informó a
Kennedy del embarazo él le ofreció matrimonio; no se efectuó, y el niño no
llevó nunca su apellido, pero Kennedy cumplió pagando sus estudios y sus
gustos.
“El hijo oculto de Kennedy”, le
llaman en algunas páginas francesas de internet; en algunas páginas
estadounidenses insisten en el origen de Antonio Miguel, ahora de 64 años,
retirado de los negocios, padre de dos hijas. En los árboles genealógicos es
notorio el parecido de Antonio Miguel con sus dos medio hermanos, aunque sus rasgos
sea más finos. Su tío Ted guarda un silencio culpable.
En meses recientes se ha hablado
de un posible embarazo de Marilyn, y que sindudamente fue causa de discusiones
y desavenencias, y de lo mal que se llevaron al final. Si eso es cierto, habría
que decir que el romance con Marilyn duró más tiempo, pero que Isabel del
Puerto sí tuvo al hijo de Kennedy. ¿Lo supo la familia de él, intentaron que no
lo tuviera, la convencieron de que guardara silencio? ¿Lo supieron sus
compañeros en el cine mexicano?
¿Cómo pude confundir
a Karen Black con Karen Allen? Ni de espaldas se parecen.
4 comentarios:
Most interesting decía Charlie Chan mmmmh!
El artículo me parece interesante y muy bien escrito, muy bien indagado, creo es un poco despectivo respecto la filmografía de Isabel, que está correctamente analizada. Ella tiene hoy tiene 92 años y está en busca de editor de sus libros, está escribiendo uno más que se desarrolla en México en 1900. Por otra veo los efectos de hayamos publicado ella y yo su nota biográfica en Wikipedia, y que Lalo (tocayo) haya reparado en su muy reciente publicación. Mi opinión del artículo en este Blog es absolutamente positiva. Eduardo Ruiz Mondragón.
Don Eduardo, gracias por sus comentarios. Si doña Isabel del Puerto está en busca de editores, ¿por qué no platicamos? Puede escribirme a leguiluz@prodigy.net.mx y a lo mejor puedo darle una orientación. Gracias
El articulo esta muy bien escrito, aunque me pareció que se escribió con cierto grado incredulidad en varios hechos de la vida de la actriz Isabel del Puerto.
Vi un par de errores; ella tuvo varios restaurantes en la Zona Rosa, y su tercer esposo, no se llamaba Joe Oldhman Lanett sino Joe Oldham Lanett.
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