lunes, 19 de octubre de 2009

La saga de los motociclistas

Las siguientes cintas de Pedro Infante en 1951 son de las más significativas de su carrera, porque contienen muchas de las escenas más recordadas, citadas, refriteadas, memorizadas del cine mexicano; fueron dirigidas por Ismael Rodríguez, y tienen en contra que la pareja de Infante sea el menos espontáneo, fresco y natural Luis Aguilar, quien nunca pudo superar su actuación en El Gallo Giro, ni la de El muchacho alegre, aunque posteriormente haría buena mancuerna con Jorge Negrete en Tal para cual.
ATM (a la que le pusieron entre paréntesis el más moderado A toda máquina, aunque los espectadores de entonces y de ahora saben que quiere decir “A toda madre”) y ¿Qué te ha dado esa mujer? Ambas con argumento de Rodríguez y de Pedro de Urdimalas, el responsable de las exageraciones de Nosotros los pobres y de Ustedes los ricos; exageraciones y cursilerías que Rodríguez salvó aunque no dejó de cometer excesos.
No es la primera, ni sería la última, serie de cintas: las de los pobres (a la que se le añadiría Pepe el Toro), más las de los García, las de los Treviño Martínez de la Garza, y luego Un rincón cerca del cielo y Ahora soy rico y las de Martín Corona; pero es diferente; ¿Qué te ha dado esa mujer? no tiene nada que ver con ATM, excepto que los personajes (Pedro Chávez y Luis Macías) y sus intérpretes, son los mismos (Infante y Aguilar); en ambas hay unos cuantos personajes secundarios, uno de ellos interpretado por Emma Rodríguez, es de suponer que familiar del director, y su marido, a quien Amelia Wilhelmy hace un chiste procaz; el portero tiene varias chambas, y apenas le queda tiempo para llegar corriendo, cambiarse de ropa (es bombero, mariachi, velador y otras cosas), con un estribillo: “ya vine, vieja” y “ya me voy, vieja”, y apenas se le puede ver. En una de ésas entra, y con él Emma Rodríguez; salen de inmediato y se despide (“ya me voy, vieja”) al tiempo que le da un beso. “¿Quién es?”, pregunta Wilhelmy, quien ha ido a investigar si hay departamentos vacíos en el edificio nuevo, flamante, muy habitado; “es mi marido”, responde orgullosa y un tanto pícara Rodríguez; “yo creí que era el gaucho veloz”; es posible que ahora ya no se entienda el chiste, que duró de moda cuando menos una década más; es una referencia a las relaciones fugaces (“rapidines”), efímeras, y en el chiste, contra la voluntad de la víctima. Como muchos otros chistes de doble sentido, éste, muy gráfico, se le pasó a la censura; es de suponer que con las acciones contra la filmación de Memorias de mis putas tristes, basada en la novela homónima de Gabriel García Márquez a su vez basada en un relato de Yasunari Kawabata, estas dos cintas no volverán a ser exhibidas ni en cine ni menos en televisión; no sólo por el chiste del gaucho veloz: hay aproximaciones de pederastia, apología de la prostitución y degradación de personajes femeninos; ambas se estrenaron con permiso para niños y adultos, y se han proyectado por más de cinco décadas en horarios abiertos.
Las tramas, bastante conocidas, son ingeniosas, divertidas y originales, y los personajes, no sólo los principales, son graciosos, verosímiles, y aunque Infante cuenta con la simpatía y la parcialidad de guionistas y director, las acciones están equilibradas. Sólo que mientras en ATM hay una rivalidad masculina basada en la competencia entre machos (aunque sin la sensibilidad que hay entre Victor McLaglen y John Wayne en El hombre quieto; o entre John Wayne y Montgomery Clif, Dean Martin, Robert Mitchum o Jorge Rivero en Río Rojo, Río Bravo, El Dorado y Río Lobo; o entre McLaglen y Pedro Armendáriz en Fuerte Apache, o Wayne, Armendáriz y Carey Jr. en 3 Godfathers, o en casi todas las cintas de John Ford o de Howard Hawks, en que la amistad masculina se expresa a chingadazos, muy virilmente), y la segunda es sospechosa no sólo de misoginia, sino también de extravío, porque se la pasan ahuyentándose mutuamente a las posibles enamoradas, con el pretexto más viejo y quejumbroso: no te conviene.
En ATM Infante sigue a Aguilar por todas partes, pero aún no hay sospechas de nada; la explicación es que busca un amigo; Aguilar se hace del rogar; al principio hay muchas diferencias entre ambos; Aguilar anda trajeado, o cuando menos de corbata, tiene donde dormir; Infante anda harapiento, recoge las colillas de los cigarros que fuma Aguilar; éste, por lástima, le ofrece comida, ropa, y después alojamiento; Infante no se conforma con lo que le da, se toma a la mala cosas mejores, se aprovecha de la conmiseración que le tiene Aguilar, hasta que llegan a estar en igualdad de circunstancias. Compiten por una vacante en Tránsito, y aunque Infante vence, le dan una plaza de barrendero, por mentiroso e indisciplinado; Aguilar se queda de motociclista, aunque después Infante asciende; se establece una competencia, que no termina porque cuando uno le hace una mala pasada al otro, éste decide vengarse; así, el vínculo no se termina, ni siquiera cuando se estrella la ambulancia que los traslada a la Cruz Roja, se supone que por la mala suerte que sigue a quienes Infante brinda su amistad.
Al principio de la cinta, a ambos se les aparece la conciencia, tanto en forma de diablo como de ángel; a los pocos minutos Rodríguez desiste, pues se convertiría en una escena rutinaria y perdería chiste la trama; sin embargo, en su tiempo fueron consideradas muy graciosas, porque tanto la conciencia buena como la mala se expresan con desparpajo; Aguilar, aunque desconfía de Infante por encontrarlo harapiento, lo deja solo en el departamento: a cambio de comida y ropa, debe asear la habitación: toma un plumero, pero sólo para sacudir una silla en donde se sienta a descansar; no se reparó en la incongruencia de que primero se baña y luego debe limpiar la casa, demasiado polvorienta, ni tampoco que Aguilar ande atildado y pulcro mientras que su casa está sucia y desordenada. Infante, en boxers, abre la puerta; Alma Delia Fuentes y otras jovencitas buscan a Aguilar; al verlo en calzones se vuelven y se tapan la cara (si se vuelven, ¿para qué se tapan los ojos?); Infante, sin apenarse ni apresurarse, se tapa con una bata; explican que van a invitar a Aguilar a los 15 años de Fuentes; en otra de las escenas célebres, Infante explica que no pueden ir por el desorden de la casa; ellas se ofrecen a ordenarlo; Aguilar acepta llevar a Infante a la fiesta, donde se aclara que no fue él sino ellas las que limpiaron; allí comienza la rivalidad.
En la fiesta, Infante advierte que Fuentes está enamorada de Aguilar, pero él es novio de Aurora Segura, que a su vez le da picones con Carlos Valadez; en otra escena memorable, Aguilar bebe coñac directamente de la botella; lo reconvienen, y en la siguiente escena se le ve tomando de la botella, pero con popote; Infante le canta a la quinceañera, y luego de que Aguilar pone en ridículo a Segura y Valadez se retira, Infante se lleva en hombros a Aguilar borrachísimo; al día siguiente Aguilar despierta en calzoncillos, en el suelo, mientras que Infante despierta en la cama, con la pijama de Aguilar. Alma Delia Fuentes, infringiendo el reglamento de Tránsito, maneja un automóvil, ante unos imperturbables Aguilar, Infante y otras autoridades, quienes sólo la regañan por besar a un Infante que cuando menos le dobla la edad, y ni se llevan a él a la cárcel ni a ella le recogen el automóvil; Infante provoca que entamben a Aguilar, a quien sorprenden dentro del Deportivo Chapultepec, ante una muy guapa Segura en traje de baño; pero sólo lo castigan, no lo suspenden. No pueden mover un pequeño auto que maneja Wilhelmy y que causa un embotellamiento, y ella los acusa de acosarla, en una escena muy divertida (“¿por qué por qué por qué?”). Ambos vuelven a infringir el reglamento cuando acosan sexualmente a una gringa, a cuyo auto se le cuatrapean las velocidades; Infante engaña a Aguilar para fajarse a la gringa, y en desquite Aguilar le quita una bujía a la motocicleta de Infante; Aguilar recibe la advertencia de unos guaruras que vigilan a una amiga; si lo vuelven a ver con ella, ellos, o los de otros turnos, le darán una paliza; en otra escena célebre, Infante imita a Frank Sinatra y canta “Bésame Schumann” en inglés champurrado; en el cabaret acompaña a la amiga de Aguilar, ignorando que la vigila el novio; los pistoleros golpean a Infante, quien llega al departamento sangrando, con la ropa rota, sin que lo interroguen las autoridades ni que el taxista lo lleve a servicios de emergencia; en venganza, Infante llama a las amigas de Aguilar (bastante feas, lo que desmiente su proclamado buen gusto) que golpean a Segura, quien había ido a reconciliarse con Aguilar, sólo que éste le exige que le pida perdón de rodillas; pelean y los tienen que separar; entambados, los excarcelan en beneficio de sus acrobacias con la motocicleta, y por pelearse en plena exhibición, son suspendidos, pero se le adelantan a un bobo, uno se le cierra al otro en el fuego, y chocan en una escena muy mal filmada; en la ambulancia declaran que lo suyo no era odio, sino amistad, sólo que el antónimo de amistad es enemistad, y el de odio, amor (Juan Vicente Melo decía que la amistad es variante de la cobardía).
En ¿Qué te ha dado esa mujer? la rivalidad continúa, pero de otra manera; Infante se hace novio de la muy joven (apenas mayor que Alma Delia Fuentes) Gloria Mange; Aguilar se inconforma e Infante la corta haciendo una escena grotesca en la petición de mano, para complacer a su amigo (escena muy divertida, donde se burla de la madre de Mange y canta muy exagerado pero muy bien “Te he de querer”; Infante se enoja porque en cambio Aguilar no rompe con Rosita Arenas; eso hace que le cante por segunda vez “si te vienen a contar cositas malas de mí”, y le prepara un purgante que pudo causarle la muerte; en vez de acusarlo, Aguilar le promete que Arenas será una hermana para él; ante la débil advertencia de su tío el cura, Arenas pretende andar con los dos; reconvenida, prefiere a Infante, quien la regaña: ¿qué ha hecho, niña tonta? Ella lo increpa: ¿no le importo yo? ¡Me importa más mi amigo!, clama Infante; ante el reclamo de Aguilar, Arenas afirma: ¡cómo te quiere!
Antes, Infante protege a Yolanda (Carmen Montejo), prostituta lamentable y que le advierte con frecuencia a Infante que no intente redimirla; Aguilar la humilla, la ofende y ella sólo acierta a contestar “sí, señor”; Aguilar la ve con asco, Infante con lástima; ella, en una carta patética, da a entender que ése es su destino. Infante le dice a Aguilar que se enamoró de ella porque son muy parecidos (!), pero que lo suyo es imposible: no le importa su pasado sino sus muchos conocidos.
Le toca a Aguilar hacer el papel de chillón, e Infante le limpia las lágrimas, delante de otros motociclistas que observan pasivos el final del pleito doméstico que entablan a lo largo de toda la cinta, y se alternan el papel del dominante y dominado; en otra de las escenas célebres se observa a Aguilar, con delantal y paliacate en la cabeza, barriendo la casa (¿no que era muy fodongo en ATM?); en otra, usa una coqueta bata china, que le baja a Infante; Infante encarcela, por celos, a Aguilar, y Arenas paga la multa con las propinas que le roba a Aguilar; Aguilar le había ocultado que andaba con ella, y al verse descubierto, miente.
Hay muchas escenas memorables también: Aguilar es amonestado porque no levanta infracciones; Infante, por infraccionar sólo transporte con comida (¿no es de suponer que deben cuidar el tránsito, y sólo levantar infracciones a los que violen en reglamento?); un viejo, en una nevería, dice que no desea nada, que sólo va a ver cómo traga Infante; Aguilar, aunque tiene enfrente a la muy bella Arenas (dice Javier Ibarrola que las tres actrices más guapas cuyo nombre empiece con M son María Félix, Miroslava y Mi Rosita Arenas), sólo piensa en Infante y pide que le sirvan un “Pedro Chávez Special”; Arenas tiene constantemente a un San Antonio de cabeza; aunque Infante no la conoce, accede a cantarle por teléfono, el único teléfono que hay en el edificio, Aguilar sin camisa e Infante en calzones; Aguilar ahuyenta a un pretendiente de Arenas, que además molestaba a los niños, y lo detiene para que los niños le peguen; el sacerdote Manuel Noriega dice que no, y ante el reclamo de Aguilar, pide que se formen para que le peguen por turnos; Infante come a todas horas, menos cuando, ante un plato de pozole, escucha una canción que le recuerda a Aguilar; entre ambos, en otra escena que se le pasó a la censura, persiguen, semidesnudos, a una Gloria Mange en ropa interior de satín, muy guapa; fuera del departamento, la madre de ella escucha a Infante pedir ayuda, y ella imagina un (sur)ménage a trois; cuando la policía entra al departamento, con la ayuda de la portera Rodríguez, Aguilar e Infante se esconden tras una almohada; cuando piden que un policía tome nota de cómo encuentra a Mange, éste apunta: ¡muy bien! En la delegación, cuando Mange descubre que Infante va a excarcelar a Montejo, declara que estuvo a punto de suicidarse por él (aunque antes se muestra muy contenta): “la arrepentida que me hubiera dado” (frase excelente que suena más a Carlos Orellana que a Pedro de Urdimalas); en la azotea del edificio, Emma Rodríguez comienza a cantar “Corazón”, una de las mejores de Chelito Velásquez; Infante la completa de manera extraordinaria; Infante se la pasa hablando con refranes, en ambas películas; una de ellas, ante el chillón Aguilar: “el amor quita el hambre, yo por eso nunca me enamoro”.
Es de llamar la atención que en su reseña en la Historia documental del cine mexicano, Emilio García Riera comienza a apuntar los equívocos y el enamoramiento entre Infante y Aguilar, pero se detiene, y en cambio hace referencia de la popularidad de los personajes, y cita una escena de La tumba, de José Agustín.
De nuevo, se pone en duda la virilidad de los personajes, como en El gavilán pollero, o se insinúa que el machismo extremo es sospechoso de lo contrario; las dos cintas culminan con los protagonistas dándose la mano y reafirmando su amistad, por encima de todas las cosas.

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