lunes, 24 de agosto de 2009

Pedro Infante en su mejor momento

Pedro Infante tiene en el resto de 1949 tres de sus mejores actuaciones, si bien una de esas películas pudo haber sido menos melodramática, aunque el hecho de que sea la última vez que hicieron pareja Infante y Blanca Estela Pavón la llena de una atmósfera tétrica; poco después ella murió en el mismo avionazo en que perdió la vida Gabriel Ramos Millán, el llamado “apóstol del maíz”.
La primera, La mujer que yo perdí, tuvo la desventaja de no haber sido dirigida por Ismael, sino por Roberto Rodríguez, que aunque tenía mejor técnica que sus hermanos, carecía de la sensibilidad y el buen ritmo de Ismael; cuenta, como se prevé desde el título, un drama en que el héroe, que vuelve a ser un prófugo por ser un vengador social, ve morir en sus brazos a la dama joven. Algo más interesante: hay un buen duelo de actuación entre un contenido Pedro Infante y una pícara, incontenible Silvia Pinal, en la primera de las cintas que filmaron juntos.
La batalla entre Pinal y Pavón por Infante la gana Pavón, a costa de su vida; el duelo de actuación lo gana Pinal; el problema es que la cinta está llena de simbolismos, la historia es maniquea, y no tiene mucho chiste que Infante sea el mejor de la cinta, porque no hay competencia, aunque el reparto tiene buenos intérpretes: Antonio R. Frausto, Eduardo Arozamena, Aurora Walker (rara, en una cinta de ambiente rural y bucólico); las imprecisiones cronológicas hacen que la cinta se vuelva confusa, por más que Infante intente no distraerse; lo que mejor le sale es no darse cuenta que Pavón se enamora de él; ese papel lo hizo muy bien en varias cintas.
La segunda película es una de las mejores, no sólo de Infante sino de la cinematografía mexicana, y su secuela es casi tan buena: La oveja negra y No desearás la mujer de tu hijo. Dije al principio que se trata de sus mejores películas, y debo decir que de sus mejores actuaciones; el problema es que todos los actores están tan bien como él, y algunos mejor. ¿Es posible?
La trama, bastante conocida, se presta a varios duelos; por una vez, Ismael Rodríguez se contiene, no deja sueltos a los intérpretes, no se engolosina ni siquiera con sus mejores momentos ni con los hallazgos; deja el sentimentalismo hasta el final de cada cinta, y en uno de ellos surge el humor que impide las lágrimas baratas; a cambio, deja cabos sueltos que aunque no impiden el desarrollo de la trama, hubiera estado bien que los resolviera. Muestra de que no le gustó contenerse es que muchísimos años después, en una cinta con uno de los hijos o de los sobrinos de Infante, repite una de las mejores líneas en esta película en dos partes, la famosa frase de Amelia Wilhelmy: “¡tas consufo, tas tarugo! ¿Quieres de querer o de hacerse bueyes'n?”.
Es imposible que haya cintas perfectas; los canallas de IMDb le encuentran errores hasta a las cintas de los muy cuidadosos Howard Hawks, John Ford, Alfred Hitchcock o George Cukor; por desgracia consideran poco al cine mexicano y uno debe encontrar por sí mismo esos errores; pero es difícil con éstas porque son tan intensas, la trama envuelve, y los aciertos de los actores hacen que uno no se fije si hay fallas; cuando mucho podemos reprochar algunos excesos, como el tiempo que se le dedica al caballo Cancia, donde se pierde ritmo, o la exageración de Dalia Iñiguez, cursi y melodramática, tanto que se merece que la trate tan mal Cruz Treviño Martínez de la Garza, el extraordinario Fernando Soler.
Me cuenta Roberto Sosa que Infante tenía pavor de actuar frente a Fernando Soler, y que por eso puso mucho empeño, intentó no lucirse, sino estar a la altura de su alternante; la mayoría de las veces lo consigue; pero hay altibajos: cuando parece que le retoba, al principio de La oveja negra y come con gusto forzado la sopa que Fernando Soler ha rechazado diciendo que está fría; momentos antes Cruz Treviño muestra azoro porque Silvano Treviño ocupe su lugar en la cabecera, aunque han pasado varios días sin que se presente a ninguna hora; allí comienza una lucha entre padre e hijo, y un duelo entre los dos actores; la diferencia es que Fernando Soler nunca se sale de la línea: se muestre cariñoso con la esposa, condescendiente con el hijo, amistoso con el compadre Laureano, lascivo con la piruja del pueblo, ambicioso por poder político, aturdido por su comportamiento, lamentando sus debilidades (“enamorado no; débil, débil y sentimental”, se define ante Rosita Quintana en Mi querido capitán), estremecido ante la agonía de la esposa, Fernando Soler siempre es el mismo, y los matices los marca con la actuación, el tono de voz, la mirada profunda. Infante en cambio los marca –sin que eso sea reprochable– con cambios radicales: se comporta lastimero ante la rabia del padre que amenaza con matarlo, y no muestra mucha diferencia cuando está ante Amanda del Llano o con Virginia Serret; uno de sus mejores momentos no es frente a Soler, sino ante Dalia Iñiguez: “¿y yo, amá?”, ruega con naturalidad cuando ella muestra su preferencia por Cruz Treviño.
Infante está excelente en casi todos los momentos, y está más natural frente al otro Soler, Andrés, el maravilloso Tío Laureano que comprende a padre e hijo, que la hace de mediador, que les resuelve los problemas, que tapa a uno y otro; Andrés Soler, cito palabras de Rogelio Carbajal, no tiene actuación mala en su larguísima carrera, como también podría decirse de Domingo; en cambio Julián y Fernando tienen caídas notables; por eso resulta asombroso que ante un material que se prestaba a la sordidez, como este argumento de Ismael Rodríguez y Rogelio González, Fernando no se haya excedido, y aun haya marcado pautas para otros papeles igual de complejos, porque Cruz Treviño no es un villano, como podría pensarse frente a un casi siempre bueno e intachable Silvano Treviño: ni cuando se violenta Fernando Soler se sale de su papel; no pretendo (a lo mejor porque no puedo) superar los análisis ni de Emilio García Riera ni de Jorge Ayala Blanco, que coinciden en varias cosas, ni menos quiero hacer un análisis sociológico de dos personajes incasillables, que pueden sorprender con su conducta, porque no son planos ni lineales, y responden a circunstancias específicas.
En estas dos cintas Pedro Infante llegó a grandes alturas, y pocas veces volvió a alcanzar esa excelencia; pero casi todo el elenco está en el mismo nivel; tanto, que el espectador siente alivio cuando en medio del conflicto entre padre e hijo aparecen la nana Agustina o el Tío Laureano, porque hacen que aminoran la violencia latente entre ellos; Virginia Serret, en la primera, derrama erotismo frente a padre e hijo, por más que sea más atrevida con Cruz que con Silvano, aunque pretende al hijo y se desquita con el padre; su caminar es provocativo, su voz es sensual, y cuando acaba de tener un coito con Cruz, su expresión y su tono de voz son de triunfo, de venganza y de desquite, pero no de satisfacción sexual; cuando amenaza a Infante con irse con Soler no lo hace como propuesta sexual, sino en tono de superioridad; Amanda del Llano es la novia de aparente inocencia, pero destila más sensualidad que en las cintas donde aparece desnuda; su belleza es natural, prometedora, y con la mirada incita a Infante a cosas desconocidas; está excelente al final de la primera, cuando se va del pueblo dolida porque Infante aparentemente prefiere a la Justina (Serret), y está mejor cuando Infante le lee, en verso, las cartas que ella le mandó en prosa. Por cierto, la única referencia a que Serret es la prostituta del pueblo es precisamente cómo la nombran: “la” Justina.
El padre de Del Llano es el por lo regular excelente y desaprovechado Frausto, quien se atreve a desafiar, lleno de miedo pero también de orgullo, a un furioso Cruz Treviño: “Tas loco, Cruz”. Está excelente también Wolf Ruvinskis como el boxeador que se deja sobornar para poner en ridículo a Fernando Soler; si por lo regular está muy bien en las cintas con Tin Tan, con Infante siempre se lució; se hace odioso, pero no con las mismas armas que en Pepe el Toro, y hasta uno termina dándole la razón; está excelente cuando acepta la oferta de Sotero, Chucho, Jacinto y José (uno de los pocos chistes en esta saga: “Fue mujer de Secundino / de Pancho y de Catalino, / y con desdichado afán / Carolina vivió con Juan / Chucho, Jacinto y José”; los nombres también los cantan Cantinflas en Ahí está el detalle y Tin Tan en Calabacitas tiernas, aunque sólo el final), y está excelente cuando Soler le da excusas (“siempre doy, no pido”; esta frase causa controversias gramaticales; Moliner está por “dar excusas”, Seco acepta ambas, Corripio está por “ofrecer”) y con aparente humildad las recibe; esa escena, sin Infante, es extraordinaria, con Soler repitiendo todos los insultos por los que debe presentar excusas; excelentes están Francisco Jambrina (el compadre Sotero), José Muñoz (Chucho), Guillermo Bravo Sosa (Jacinto) y José Pardavé (José), sobre todo el primero como el intrigoso que se aprovecha de la rivalidad de Cruz y Silvano; excelente está, como siempre, Alejandro Ciangherotti como el marido de Amanda del Llano (no todos los amores son eternos), sobre todo cuando conoce a Infante: “¡las vueltas que da el mundo!”; excelente está Irma Dorantes cuando, obedeciendo a la nana Agustina, se pone a trapear, arrodillada, para mostrarle el cabuz a Soler, quien vuelve a caer en la tentación; menos bien está Carmen Molina, aunque tiene escenas formidables, como cuando intenta explicarle a Soler que está enamorada de Silvano, no de Cruz (“mi Cruz”, exclama cuando se le cae una cruz al estarse columpiando, y provoca emoción en don Cruz, quien antes se ha mostrado lujurioso –que no es lo mismo que lascivo– cuando la columpia y obviamente le acaricia los glúteos, aunque no se ve, pero se insinúa muy gráficamente); está excelente Wilhelmy cuando dice que ya no sabe qué va a pasar con las jovencitas como ella; muchas de las mejores escenas suceden en las cantinas, cuando Soler le da permiso a Infante de fumar, pero a sus espaldas (un atisbo de rubor hace que Ismael Rodríguez muestre a los tertulianos burlarse de la cursilería de los Treviño); cuando cantan “Con el tiempo y un ganchito”, los dos Soler desentonados e Infante muy vivaz; cuando la Justina se aparece por la cantina y pone en aprietos a padre e hijo; cuando Infante "se juega" la vida por Cancia; o cuando van los dos Soler e Infante (que tiene el corazón rompido) al otro pueblo, donde aparecen las “comadres” y los “ahijados” de don Cruz, y una muchacha se le insinúa a Infante, quien le pide que sea (ante el entusiasmo de ella) su comadre (y se echa para atrás); momento estupendo es cuando en todo el pueblo, sobre todo Hernán Vera, le niegan crédito a don Cruz (“cheques no, don Cruz”); pero entre tanto momento extraordinario, el mejor es cuando los dos Soler están solos, y Cruz le dice a Laureano que es el diablo; la excelente fotografía de Jack Draper le da el tono sórdido necesario para que la atmósfera sea verosímil; con Gabriel Figueroa se hubiera diluido. El verdadero duelo de actuación está entre ellos dos; es una lástima que no hayan quedado testimonios de cómo la prepararon, cómo montaron el momento cada quien forjando de manera diferente los cigarros de hoja, cómo van alterando el tono de voz para darle intensidad a los diálogos, y cómo la relajan con una sola palabra. La escena es ejemplar en todos los sentidos. Y para Infante resulta apabullante que sus mejores actuaciones sean opacadas por Fernando y Andrés Soler. Hay frases inolvidables, pero pierden fuerza si no estánm pronunciadas por los Soler, Ciangherotti, Serret, Frausto, Infante, Wilhelmy.
En cambio uno quisiera saber qué pasa con la Justina, que desaparece sin dejar rastro: ¿la elimina Cruz Treviño, o Silvano Treviño? ¿Por fin se hacen amigos Ciangherotti y Silvano? ¿Cruz se consolaría con Polita (Dorantes) de no haberse lastimado las agarraderas de la voluntad? ¿No es un peligro que Polita quede al servicio del nuevo matrimonio entre Molina e Infante? ¿El nuevo caballo de Silvano será tan entendido como Cancia? ¿Sotero y sus secuaces son castigados por sus tropelías? ¿Andrés Soler sigue como prefecto o convoca a nuevas elecciones? ¿Cómo reaccionará Silvano si se hace amigo de Ciangherotti y por casualidad ve sola a Del Llano? Demasiados cabos sueltos hacen que estas obras maestras no sean del todo magistrales.
El Ariel al mejor actor se lo dieron a Fernando Soler; Infante no fue considerado para la terna; las dos cintas fueron estrenadas en el cine Orfeón, que entonces cobraba cuatro pesos por boleto, la tarifa más cara de ese momento; la primera duró tres semanas, la segunda dos, en estreno; ese año se filmaron, entre otras La venenosa, con la muy bella Gloria Marín mostrando sus piernas casi invisibles en el cine mexicano, aunque está igual de bella en Rincón brujo (le hacía bien no actuar con Negrete); Soy charro de levita, una de las mejores obras de Tin Tan, junto con la que consideran su mejor cinta, El rey del barrio, también de 1949; Coqueta, con Ninón Sevilla; San Felipe de Jesús, muy elogiada por Salvador Elizondo; El miedo llegó a Jalisco, con Emilio Tuero de charro; La liga de las muchachas, uno de los mejores desfiles de piernas femeninas; El sol sale para todos, con Fermín Rivera, pero con las espléndidas Katy Jurado y Gloria Marín; Confidencias de un ruletero, con Lilia Prado enseñando las ligas (y las tarzaneras); Nosotros los rateros, de las mejores de Manolín y Schillinsky; El diablo no es tan diablo, una de las más originales y bien actuadas comedias mexicanas; Hipócrita, con la escena culminante en que Antonio Badú le canta la canción a Leticia Palma, quien la inspira (y que por cierto aparece en una cinta posterior de Infante, También de dolor se canta); Doña Diabla, que consolida el prestigio (¿o la reputación?) de María Félix; Vino el remolino y nos alevantó, ahora tan olvidada; Aventurera, elogiada por Truffaut; El charro y la dama, con Pedro Armendáriz cantando “ah qué la coneja” y recitando a Lanzarote a través de Cervantes (“yo también tengo mi cultura, no se crea”), y comienza con furor el cine de rumberas y ombliguistas. Un año bastante nutrido; pese a ello, la saga de los Treviño Martínez de la Garza sigue intacta, igual de fresca y conmocionante.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente comentario, Leguiluz. Sigue muy bien la seria "infantiana". Y van tres anotaciones:
1) Una errata:Antonio R. Fausto en lugar de Antonio R. Frausto (por cierto uno de los grandes actores del cine mexicano, bastaría recordar sus personajes en "El compadre Mendoza", en "Vámonos con Pancho Villa", y su don Porfirio en "México de mis recuerdos").
2) Una pregunta. ¿Qué es MMDb, quiénes son sus canallas?
3) Una opinión: En efecto, es muy bueno el diálogo entre los dos Soler a propósito de que Cruz Treviño sería el Diablo. Aunque nunca me han gustado los efectismos a los que siempre fue tan querendón don Ismael: en ese momento hay un cambio de iluminación que subraya el momento "diabolizándolo". Es el realizador excediéndose en inútilmente subrayar la escena, dejando ver la mano del titiritero.
josedelacolina

Anónimo dijo...

1) Ya me habían advertido de la errata, pero no la había localizado; gracias.
2) Es una página de internet, una base de datos de miles de películas, con una ficha más completa que cualquier otra guía, con nombres de todos los actores hasta los que no están consignados en los créditos; los canallas son los que redactan la página, porque llevan un recuento de las fallas, tanto cronológicas, de continuidad ("cuando el héroe está en el caballo trae la bolsa de la camisa abierta, y abajo del caballo está cerrado", por ejemplo); lo malo es que prestan muy poca atención al cine mexicano.
3) En efecto, Ismael Rodríguez le gustaba remarcar, por si no lo habíamos advertido; por eso sus excesos a veces restan calidad a sus cintas.
Eduardo Mejía

Anónimo dijo...

Buenos aportes los que hacen todos en este foro de tan grandes artistas como los Soler, Infante y los grandes "detrás de las cámaras"... sin embargo, sólo quiero hacer el apunte del nombre del caballo utilizado por Infante. No se llama "Cancia", sino "KAMCIA", tremendo animal que en realidad era una yegua y que perteneció al General Manuel Ávila Camacho.... SALUDOS

Unknown dijo...

Pregunta a Anonimo:
Donde obtuviste la informacion que Kamcia era yegua?
En los creditos de la pelicula se dice que es caballo.

ROCKO dijo...

Aquí una entrevista al nieto del entrenador de Kamcia donde comenta que era yegua. Por cierto que también hay versiones que comentan que Kamcia significaba Camacho (por el propietario) y Compañía.

https://www.excelsior.com.mx/adrenalina/2013/05/14/898948