martes, 14 de julio de 2009

Mis problemas con la Z...

“Amigo Eduardo Leguiluz Mejía, va para tu cuadrito de comentarios y lo publicas si quieres… o no lo publicas porque de repente sufriste una insolación de rubor: Muy buena tu serie de artículos sobre Pedro Infante, en ella late un librito que saldrá tras ampliarla un poco y peinarla. Y… hablando de peinar. Veo que dices al comienzo de la tercera entrega que Infante 'va a la saga’ (es decir a un género de la antigua literatura nórdicas) de Negrete, en lugar de ‘va a la zaga’ (es decir detrás o en la parte de atrás) del casi siempre inaguantable superacharro cantor, que visto y oído hoy carece de la simpatía y la ductilidad de su ‘zaguero’. Supongo que es un descuido como los que nos afligen a todos, pero también me temo que esas cosas pasan cuando en México, como también en regiones de España, la S no se distingue de la Z en la oralidad. En su perfecto quienes así hablen, qué caray… Pero, decía Otaola, ¿cómo distinguir la carne acecinada de la carne asesinada?
Un abrazo
Josedelacolina”

Al transcribir el párrafo del maestro De la Colina omití algo que lo hizo parecer lo que no es; todo por rubor sincero; pero me hizo recordar uno de los mayores reclamos en El Financiero, cuando, junto con Fernando García dejé pasar, en un aviso de la portada, el efecto samba; con esa manía de los diarios de calificar y tratar de imponer nombres a los fenómenos políticos y a los eventos financieros, se dio en llamar así, pero con Z, a las repercusiones mundiales, pero sobre todo en América, de la crisis económica en Brasil. Y sin embargo, en la vigésimo segunda edición del Diccionario de la Real Academia, samba es, en su segunda acepción, “Música con que se acompaña esta danza”.
En los libros de gramática hay diferencias entre la S y la Z, y ciertas palabras con C, y entre la B y la V; para la Gramática española, de Juan Alcina Franch y José María Blecua, la S es un fonema alveolar fricativa sorda, y la Z es alveolar fricativa sonora; en el mismo libro, se dice que “En América es frecuente, como también sucede en la Península (sic, la mayúscula), la aparición de una [v] en hablantes semicultos, que intentan articular con una fonética visual”. En su Diccionario de Dudas, Manuel Seco habla de la S como “consonante alveolar (o mejor, apicoalveolar) fricativa sorda… El ápice de la lengua se apoya en los alvéolos, dejando una salida redondeada para el aire. El predorso, mientras tanto, adquiere una forma ligeramente cóncava. No hay vibración de las cuerdas vocales. Sin embargo, la s resulta sonora cuando está en contacto con una consonante sonora. […] La s que se articula sonora en otras lenguas –s predorsal— se articula mediante el contacto del predorso de la lengua con los alvéolos, contacto incompleto, ya que deja en el centro una pequeña abertura por donde sale el aire. En las zonas de lengua española donde no se emplea la s apicoalveolar, es la s predorsal la que se usa, en numerosas variantes. Así en Andalucía y en la mayor parte de Hispanoamérica. La s predorsal propiamente dicha se da en zonas de las provincias de Málaga, Córdoba y Granada; la variante llamada coronal, articulada entre los incisivos superiores y los alvéolos, con la lengua plana, se presenta en parte de las provincias de Huelva, Sevilla, Córdoba, Jaén, Granada y Almería. […] El defecto más importante que se presenta en relación con la s es el ceceo, que consiste en identificar los fonemas s y z bajo la única forma de z: sopa [zópa], señor [señó]; […] en todas partes, aun en la misma Andalucía, es censurado como rústico y extraordinariamente inculto. […] Más extendido, pero menos grave, es el defecto que consiste en aspirar la s en final de sílaba o de palabra, transformándola en un sonido semejante al de h inglesa, … o a veces , en el sonido de j española, como ocurre en el habla popular de Madrid…”
También para Seco, la Z es “consonante interdental fricativa sorda. Se articula intercalando el ápice de la lengua entre los bordes incisivos superiores e inferiores. El aire escapa por los resquicios que dejan entre sí dientes y lengua, tanto por la parte superior de ésta como por la inferior. No hay vibración de las cuerdas vocales; sin embargo, cuando el fonema se encuentra en contacto con una consonante sonora, se hace sonoro a su vez: juzgar. […] En zonas muy extensas del idioma este fonema no existe….”
En la Ortografía de la lengua española, de la Real Academia Española, de 1999, no hay indicaciones para el uso y pronunciación de la S; en cambio, advierten que la C “puede presentar dos fonemas: uno oclusivo velar sordo ante las vocales a, o, u, ante consonante y en posición final de sílaba… y otro fricativo interdental sordo ante las vocales e, i… En zonas de seseo, ante i, representa el sonido correspondiente a s.”
Y “la letra z representa el fonema fricativo interdental sordo ante las vocales a, o, u y en posición final de sílaba o de palabra… Además, en algunas palabras procede, representando el mismo fonema, a las vocales e, i. En zonas de seseo representa el sonido correspondiente a s.”
(Por fin, ¿ceceo o seseo?)
Es terrible confesar que aprendimos mal el alfabeto; si en muchos lados donde se supone que debemos hablar bien el español, pronunciamos tres letras como si fuera una sola, y hacemos poco caso de otras características; por ejemplo, dicen los que se fijan, la D está destinada a desaparecer, en un plazo no demasiado largo, porque cuando es la primera de una palabra por lo regular la pronunciamos como T, y si es al final, la suprimimos, ¿verdá?; u otras palabras con elementos sorpresivos, como “celeste”, que tiene una sola vocal, pero con diferente sonido, abriéndola, cortándola, prolongándola, se sube o se baja el tono para pronunciarla; si la escribiéramos como la pronunciamos, la gráfica mostraría tres fonemas diferentes; ¿pero con la S, la C y la Z?; en “casas”, la S siempre es la misma; y el caso de acecinada y asesinada, me temo que la gráfica sería la misma para ambas palabras. ¿Eso justifica que dude cada vez que escribo rebozo, me detenga y busque si es con S o con Z? Podría decir que no recuerdo demasiados textos que traigan la palabra, que el DRAE no dice qué es en México, sino que define acciones de simulación, que el Panhispánico de Dudas no lo incluye, y que en la edición de la DRAE de La región más transparente es un chal, mantilla o pañoleta que la mujer de clase media y pobre (sic) suele llevar echada sobre los hombros o cubriéndole la cabeza (¿y las que lo muerden, como Gloria Marín cuando le canta el supercharro cantor que tan poco le simpatiza a José de la Colina? ¿Y las que lo usan para cargar a los niños de brazos?); ¿eso justifica que cuando tengo que escribir despedazado lo piense y mejor ponga destrozado porque tengo menos dudas (en realidad, remedo una escena de Mauricio Garcés, quien toma clases con Miguel Suárez para enamorar a la hija, Irma Lozano, y cuando el profesor le pide que deletree “cempasúchil”, Garcés exclama: “mejor rosa”)?
No justifico el error, lo explico: el mejor jugador cuando vi futbol por gusto (por culpa de Otaola, Polo Duarte, Paco Villarejo, Paco Alvarado) era Zague, y era delantero; de cualquier manera nunca he escrito saguero, pero dudo ante saga y zaga (¿como una camisa se llama Zaga?), aunque nunca dudo entre cause y cauce; tampoco me detengo a escoger entre injerir e ingerir.
Quiero creer que mi ortografía es razonada, no aprendida; por eso no tengo duda cuando tengo que escribir quizá o quizás, y siempre me asombró que la mayoría incluso de los grandes escritores ni siquiera sopese la diferencia; tampoco dudo entre incluso e inclusive; es más, desde que el profesor Mendoza nos regañó a Manuel Gutiérrez y a mí por el mal uso del “le”, no he vuelto a usarlo mal, aunque muestro incapacidad para explicárselo a cualquiera, e incluso hay quienes se niegan a escuchar razones, y siempre suponen que se refiere al sujeto, y no al verbo.
¿Por qué Seco, Alcina, Blecua y la Real Academia Española insisten en las diferencias entre S, C y Z, y en cambio regañan a quienes intenta pronunciar la V labiodental e insinúan que se trata de una cursilería y presunción de mal gusto, y que en algún momento, como la D, esa V va a desaparecer pues sólo es respeto por la etimología, pero que como ha habido casos de antietimología en algún momento puede unificarse para evitar problemas de ortografía? ¿Por qué ese tono de ironía cuando advierten que hay quien insiste en pronunciar vino en vez de bino (claro, tampoco habría que exagerar como los que piden “un fino fino”)?
Una de las piezas más divertidas de Les Luthiers, “Romance del Joven Conde, la Sirena y el Pájaro Cucú. Y la Oveja” nos pone alertas sobre esas explicaciones sobre las diferencias de pronunciación de la B, la V y la E, pero en realidad, al tratar de usar correctamente la S y la Z, me viene a la mente la respuesta de Yogi Berra cuando Casey Stangel (o Frankie Crosetti) le advirtió que debía pensar bien cómo batearle a un pitcher especialmente difícil: ¿quieres que piense o que batee?
Le doy muchas vueltas al asunto; no tiene razón José de la Colina al creer que fue distracción; en realidad, fue atarugamiento, pero no prometo que no volverá a suceder, y me acojo al dicho de los diarios: “fue un error involuntario”.

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