lunes, 3 de diciembre de 2007

Carlos Fuentes, renovado

Acaban de aparecer, casi, dos nuevos títulos de Carlos Fuentes, que no son nuevos aunque traigan novedades; aparecen en una época mala porque las librerías se inundan de otras novedades, y con reimpresiones en formato de bolsillo de los libros de Doris Lessing que se esperaban para febrero aunque ya les madrugaron a los editores originales; y aparecen cuando Fuentes hace declaraciones contra Hugo Chávez que enfurecen a lectores maniqueos y que además ya la traían contra él porque no se sumó a las filas de López Obrador.
Pero en estos dos títulos, que parecen uno solo, los lectores tienen oportunidad de releer una de las mejores facetas de Fuentes, en un género donde ha vertido, de manera condensada y no desbordada como suele hacer en sus novelas, las dos tendencias principales de su literatura: el retratista de la posrevolución que se ha convertido en la corrupción priista, y el que coquetea con el mundo fantasmal, el que comprende a los monstruos y que abre rendijas por donde entran la magia y la brujería que se apoderan del mundo ¿real?
En cuentos naturales y cuentos sobrenaturales (Alfaguara, septiembre pero en realidad octubre de 2007) Fuentes reúne, quizá por razones de derechos de autor, relatos que aparecieron originalmente en Los días enmascarados, Cantar de ciegos, La frontera de cristal y Todas las familias felices, y uno en Cuerpos y ofrendas que en realidad es como un fragmento modificado de La región más transparente; tanta movilidad de relatos provoca cierta confusión, porque uno se había acostumbrado a un orden y a un ritmo, y aquí busca un orden diferente y complicado, pero que ocasionó que en la cuarta de forros de cuentos sobrenaturales se omitiera el más renombrado y más emblemático de esta faceta, nada menos que “Chac-Mool”, el más citado de su narrativa breve.
Pero no son simples reuniones antológicas de cuentos porque varios serán parte de la publicación de su obra completa en Alfaguara (que será distinta de la que aparecerá en el Fondo de Cultura Económica y que también requiere de otro ritmo y otra interpretación –y en ambas excluye Casa de dos puertas, su mejor libro de ensayos, y El mundo de José Luis Cuevas, aunque éste aparece en aquél; tampoco se anuncia París: La revolución de mayo); en los cuentos sobrenaturales incluye tres relatos inéditos en libro y casi desconocidos, aunque alguno de ellos haya aparecido en una revista universitaria antes de que Fuentes ganara su primera celebridad con Los días enmascarados.
Estos tres relatos son los más atractivos de los dos volúmenes, no porque no sean buenos los otros relatos: se encuentran Aura, “Las dos Elenas”, “Muñeca reina”, “Un alma pura”, “Por boca de los dioses”, que son magníficos, pero de los que hay suficientes ediciones, y además están en el proyecto de la obra completa en Alfaguara (y del FCE); pero es la oportunidad de leer a un Fuentes un tanto diferente, en donde se pueden rastrear preocupaciones que no habían llamado la atención.
“Un fantasma tropical”, sin ser un cuento malo, no tiene nada diferente; pero “Pantera en jazz” nos permite ver influencias inesperadas, por más que Fuentes siempre nos haga saber que es un aficionado al cine, que ha permeado toda su obra (si no, reléase, con todo y lo difícil que resulta en esta época, Cambio de piel –la literatura digerida y facilota de hoy nos atrofia para leer los libros complicados de hace apenas tres y cuatro décadas—, una novela llena de referencias cinematográficas, u Orquídeas a la luz de la luna, una cita directa de Flying down to Rio); Cat People, una cinta de 1942 dirigida por Jacques Tourneur y protagonizada por Kent Smith y Simone Simon, habla de una mujer que se transforma en pantera, así sea metafóricamente (hay un remake célebre, con el mismo título, realizado por Paul Schrader en 1982, con Malcolm McDowell –icono desde Naranja mecánica—, Annette O’Toole –erotismo sin perversidad pero placentero— y sobre todo Nastassia Kinski –Nasty, para los cuates— mucho más violenta y mucho más agresiva sexualmente, pero no mucho más erótica); Fuentes parece haber tomado si no la historia, cuando menos la idea de un hombre que se transforma en fiera, así sea de manera involuntaria e inconsciente.
Cuento subversivo y contundente, pero no se sabe si la subversión va por el lado del misterio, de la unión entre hombre y bestia, el bien y el mal unidos en un solo cuerpo; lo sobrenatural que se impone a la realidad mediocre; o si la subversión va por otra vía, la de suplantar la realidad con imaginación.
No hay que olvidar un cuento magistral de Julio Cortázar, “Bestiario”, que apareció en Bestiario (Sudamericana, 1951), y aunque en México eran pocos quienes lo conocían, Fuentes siempre ha sido un lector que está al día, que conoce a los autores importantes antes que a nadie (en 1974 ya citaba a Kundera casi diez años antes de que se pusiera de moda); a veces se equivoca, pero muchas veces acierta. “Pantera en jazz” parece un relato salido de esas fuentes, porque además tiene la atmósfera erótica de la cinta, emanada de la etérea Simone (Nasty no es tan etérea), y el ritmo endemoniado de la prosa de Cortázar, con la visión fantasmagórica de Fuentes.
“El robot sacramentado” es mucho más reciente y pone al descubierto actitudes inusuales en la narrativa, que no de la obra de Carlos Fuentes; en primer lugar habla de Dios, algo nada frecuente en él; no sólo eso, sino que lo pone como personaje, y le atribuye características de las que sólo se habla cuando se habla de herejías, es decir, de errores, de olvidos y distracciones más dignas de los humanos que de las divinidades (a menos que sean las del Olimpo, celosos, envidiosos, lujuriosos, golosos, débiles); reta los dogmas, pone en duda la teología tradicional, y lo mejor, no lo hace con una actitud provocativa, sino con un humor que tampoco es frecuente en él, aunque haya en La frontera de cristal algunas páginas desternillantes, o en algún relato de Todas las familias felices, aunque en éstas, sean más bien corrosivas que subversivas.
“El robot sacramentado” es un cuento excelente, bien escrito, pero sobre todo original y sorprendente, algo que habla de la vitalidad de Fuentes, un autor desigual, con caídas y con textos que no alcanzan la altura de otros, pero que cuando es bueno, está a la altura de sus amigos Julio Cortázar y Norman Mailer. Aunque tenga apenas unas cuantas páginas, este relato es memorable, y justifica y hace necesaria esta recopilación de cuentos, que sirve para recordar dos de los rostros de Carlos Fuentes: el natural y el sobrenatural.
Queda añadir la belleza de estas ediciones, casi limpias, aunque con algunas erratas, tal vez para recordar que a Carlos Fuentes lo persiguen casi tanto como sus admiradoras.
Eduardo Mejía

7 comentarios:

Depto. Editorial dijo...

hola... tengo una pregunta: eres "el" Eduardo Mejia cuyo comentario a Rito de iniciacion de Rosario Castellanos aparece en la edicion de Alfaguara de 1997?

Lalo dijo...

Sí, en efecto, fui quien encontró, después de diez años de buscarla, la novela perdida de Rosario Castellanos; y soy quien ha compilado y anotado las Obras y la Obra reunida de doña Rosario.
A suas órdenes

Depto. Editorial dijo...

Pues que emocion!!!
Estoy haciendo mi tesis doctoral sobre Rito de iniciacion. Conozco tu
edicion de la obra completa, y tengo un par (es un eufemismo, claro) de
preguntas que hacerte.... empiezo ya??

Lalo dijo...

Sí, puede, pero no veo pocas veces al día el correo, pero si no tiene apuro, le contesto lo que requiera.

Depto. Editorial dijo...

Veamos... creo que lo que mas me intriga, es la influencia de la nouveau roman en RI. Me cuesta trabajo encontrarla. He leido a Buttor, y muy recientemente a Robbe-Grillet, pero no puedo establecer una similitud entre sus trabajos y la novela de CAstellanos en cuestion, sobre todo porque en la NR no pasa "nada" y en RI pasa "todo"... podria orientarme al respecto?

Lalo dijo...

Deme una direción electrónica, la respuesta es larga

Depto. Editorial dijo...

Con gusto: michel.torresg@gmail.com