lunes, 19 de septiembre de 2011

Otro enijma de López Velarde

En su precioso ensayo sobre las erratas fecundas, Alfonso Reyes cuenta que, ante la insistencia de Juan Ramón Jiménez por el uso de la jota cuando es sonido fuerte, contra la g cuando es sonido suave, los amigos de Juan Ramón afirmaban que una virjen, así con jota, dejaba de serlo.
Reyes llegó a sostener polémicas, en su tono amable, por defender la X de México frente a escritores que insistían en escribir Méjico; aunque aceptaba que la jota era más aceptable en términos fonéticos y etimológicos, se impuso el uso de la X por recalcar nuestro pasado mexica, frente al colonialismo de una España que se aferra a escribir Méjico aun en sus más recientes ediciones de sus diccionarios; por referirse a las palabras usadas u originarias en México, no dejan de escribir “mejicanismo”, aunque remitan a “mexicanismo”, y así seguirán, porque también insisten en que 25 son más que cien y que mil.
Y en fin, Reyes usaba “México”, y uno de sus libros, donde habla de México, se llama La X en la frente. Hay que recordar que fue la generación de la Reforma la que propuso esa X, para acentuar la nacionalidad mexicana. Si nos atenemos a la colección Clásicos de la Historia de México, publicada por el Fondo de Cultura Económica, todos los tomos, facsímiles, dicen “México”, excepto los escritos antes de las guerras de Reforma y contra la Intervención, o sea el conservador Lucas Alamán y el muy liberal José María Luis Mora, quienes escribieron “Méjico”.
Una de las quejas constantes de Raúl Prieto contra la Madre Academia era su tozudez en seguir escribiendo (y diciendo) “Méjico” (y lo recalcan), como si Madrid siguiera siendo la metrópoli (Nueva Madre Academia, pág. 654, edición de Grijalbo, 1981).

Pues López Velarde escribía “Méjico”.
Si nos atenemos a la Poesía moderna de México, la antología preparada por los Contemporáneos y firmada por Jorge Cuesta, López Velarde dice “mientras una mexicana en su tápalo lleve los dobleces...” (“La suave Patria”), y en “El sueño de los guantes negros”, dice “Oh, prisionera del Valle de México”; Manuel Maples Arce, en su antología homónima no incluye “El sueño de los guantes negros”, por lo que sólo escribe “mexicanas” en “La suave Patria”; en una antología casi contemporánea, Poemas escogidos de Ramón López Velarde, con un estudio de Xavier Villaurrutia, Nueva Cvltvra, 1940), se usa la X en “México” y “mexicana”, y desde luego se repite en la reedición de la Biblioteca del Estudiante Universitario, El león y la virgen, en la que ya se le atribuyen a Villaurrutia el prólogo y la selección (hay diferencias en el prólogo y en el estudio). Villaurrutia y Cuesta conocieron a López Velarde, lo trataron, aunque con respeto y distancia, según lo refiere Salvador Novo, y a ratos con un poco de irrespeto. Manuel Maples Arce fue su amigo y lector, y no se sabe por qué no le respetó a López Velarde su uso de la jota.
Desde luego, en toda antología que se respete se incluyen “El sueño de los guantes negros” y “La suave Patria”, y en todos lados se respeta la X, no la jota: lo hace José Emilio Pacheco en Antología del modernismo, aunque no lo incluye en Poesía modernista, una antología general; Carlos Monsiváis, en sus tres versiones de Poesía Mexicana del siglo XX, incluye “La suave Patria” y en las tres versiones está con X. Así están “El sueño…” y “La suave Patria” en Ómnibus de poesía mexicana, de Gabriel Zaid, y en La suave Patria y otros poemas, con el prodigioso prólogo de Octavio Paz tomado de Cuadrivio; así está en la cuidadosa antología de Juan Domingo Argüelles, Dos siglos de poesía mexicana.
Existen las X en el Calendario de Ramón López Velarde, pese a que todo el material lo prestaba Alí Chumacero de su selecta pero nutrida biblioteca.
En cambio, en las Obras de Ramón López Velarde, la edición de José Luis Martínez para el Fondo de Cultura Económica, se respeta la jota; en su momento se lo comenté a Felipe Garrido y me recomendó que me fuera a las fuentes originales; era lo obvio: tengo El son del corazón, y en él aparecen con X tanto “México” como “mexicana”; “Viste primeras ediciones, no primeras publicaciones”, me amonestó. Y sí, acudí a El Maestro, la revista vasconcelista que dirigían Enrique Monteverde y Agustín Loera y Chávez, y en su número de septiembre de 1921 se publica por vez primera “La suave Patria”, dos meses y medio después de la muerte de López Velarde, y en sus páginas se conserva la jota de “mejicana”; también Guillermo Sheridan deja la jota en “El sueño…”, en su biografía de López Velarde, Un corazón adicto. Pero con jota está en la antología mínima preparada por Hugo Gutiérrez Vega para Material de Lectura de la UNAM, con un prólogo insistente en el erotismo de López Velarde, y con jota en Poesía en movimiento.

Tenía razón Felipe Garrido: hay que acudir a las fuentes originales. Así, sólo José Luis Martínez respetó la curiosa caligrafía y ortografía de López Velarde, cuyas jotas no pueden deberse a una errata; en algunas de sus prosas salta la palabra “México”: no muchas veces, pero salta; por ejemplo, en “Semana mayor”, de El minutero, en el primer párrafo, dice “Méjico fingía una necrópolis”; así aparece en el número 5 de la portada de la revista Pegaso (en la que participaba López Velarde, al lado de Efrén Rebolledo y Enrique González Martínez), de abril de 1917, pero en Obras (pág. 300) está “México”. ¿Por qué José Luis Martínez dejó la jota en los poemas pero la cambió por una X en la prosa?
El “Méjico fingía” muy cuidadoso significa que no creía que la g fuerte debía escribirse con jota, como ordena Juan Ramón Jiménez; sus “enigmas” y sus “vírgenes” con ge las diferencia muy bien de la jota de México, como decía Alfonso Junco en sus disputas con su tocayo Alfonso Reyes; ¿por qué razón López Velarde, mexicano como pocos, escribía la palabra con la jota tan española (“En la mitad de la clase / me reprendió el profesor / cuando dije que la jota / era un bailable español”, dice Francisco Gabilondo Soler en su muy hermosa jota “Jota de la jota”). Otro dato curioso es que en su antología Novedad de la patria y otros prosas de Ramón López Velarde (edición del Día Nacional del Libro, 1987), Felipe Garrido incluye “Semana mayor” y escribe México con X.
¿Se debía a su formación religiosa (de López Velarde)? Su prosa política, encomiada por muchos pero abjurada por otros, lo muestra partidario de Madero, pero no de la Revolución; tras el golpe contra Madero, López Velarde no se sumó al grupo de intelectuales que apoyó a Victoriano Huerta, aunque como muchos de ellos, rechazó el “baño de sangre” que dejó al país con muchas heridas; para muchos, Huerta representaba la vuelta al orden luego de la anarquía desatada por Madero, o por su gobierno; así, colaboraron con Huerta, Enrique González Martínez, Salvador Díaz Mirón, José Juan Tablada, Nemesio García Naranjo, José María Lozano, Alberto García Granados, Querido Moheno (estos últimos, presos en el Porfiriato por atacar al régimen; uno pensaría que era natural su acercamiento a Madero, no a Huerta), Jorge Vera Estañol, Carlos Rincón Gallardo, y muchos diplomáticos que no renunciaron a sus puestos, y que fueron depuestos a la caída de Huerta cuando Carranza asumió la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista.
López Velarde colaboró, de manera mínima, apenas secundaria, con Venustiano Carranza, y al final de su vida, por gestiones de José Vasconcelos, en el gobierno de Obregón, pero sin tratar con él, sólo con Vasconcelos.

Vasconcelos es uno de los principales promotores del arte mexicano, promovió a músicos, pintores y escritores, a que exaltaron al país, a la Revolución, y a la nueva grandeza mexicana; protegió y promovió a López Velarde en más de una ocasión, y se dice que tuvo que ver con el origen de “La suave Patria”, y ésta se publica por primera vez en El Maestro, que era el órgano, la voz oficial del Ministro Vasconcelos. ¿Cómo es que Vasconcelos, tan mexicano, haya permitido la jota en el “mexicana” de “La suave Patria”? ¿Cómo es que tantos antologadores han cambiado la X por la jota, en prosas y poemas? ¿Es traicionarlo escribiendo “México” y “mexicana” cuando él escribió “Méjico” y “mejicana”?

Apenas se sabe algo de los familiares de Ramón López Velarde; algo de sus padres, de sus tíos y de sus hermanos; nada de otros parientes, como los Berumen, los que no cambiaron el apellido. Uno de ellos, llamado Juan, un militar sin mucha fama (de militar, pero sí de castigador), casó con Marcela Mejía, hija de Pedro Mejía y Feliciana Salazar; de ese matrimonio nació Ramón Berumen Mejía, conocido como “El Hermoso Berumen”, famoso réferi de boxeo, el primer mexicano (¿mejicano?) en arbitrar una pelea de campeonato mundial de boxeo en que no estuviera involucrado un mexicano, y el réferi que apareció en más cintas mexicanas (en Pepe el Toro es su amigo César Arroyo el que sólo amonesta a Wolf Ruvinsky por abrirle una ceja al Torito de un cabezazo); hasta cerca de los ochenta años daba clases de volibol en el Parque Alemán, donde jugaba la Liga Lindavista. Mi tío Pepe, que vive ahora en la angustiosa Saltillo, me envía una fotografía donde aparecen López Velarde y el señor José González, segundo esposo de Mamá Chana, por lo tanto mi bisabuelo; no es raro, la provincia era muy chica y todos se conocían ("Esas gentes de Jerez / miel y veneno a la vez; / todititos son parientes / y ni uno se puede ver", Eugenio del Hoyo); pero conociéndose todos, ¿por qué se sabe tan poco de la vida de López Velarde y por qué haya tantos enigmas? ¿No es curioso que José Luis Martínez, cuidadoso editor de la obra de López Velarde, no haya mencionado a Maples Arce, no sólo porque hayan compartido andanzas de chirriscos, sino por innegables lazos entre la poesía de ambos? ¿Cuántas cosas desconocemos de nuestros escritores? ¿Y esas cosas deben influir en nuestra lectura de su obra? En el caso de Renato Leduc, por ejemplo, han estorbado. Se sabe, porque él lo dijo, que se involucró en la Revolución porque en donde trabajaba como telegrafista, una hermosa joven villista hablaba en las manifestaciones, hacía arengas, y Leduc y algún amigo se acercaban para espiarle las piernas bajo las faldas (los famosos upskirts actuales), y la siguieron a otras poblaciones, para seguir espiándole las piernas; ese dato, y muchas anécdotas han influido para ver en sus poemas un candente lenguaje erótico, combinado con un sentido del humor desarmante, iconoclasta, subversivo (“no creí que un favor tan ruin se me negase. ¿Solicitar tu mano? No conozco esos vicios”; “Soez, majadero, que prendan la luz”); por perseguir esos poemas se pierde de vista su excelente manejo del ritmo, de la acentuación, de la rima; poemas inteligentes, aunque perdamos de vista la inteligencia opacada por el albur, la petición sexual, el piropo atrevido, la descripción de la belleza femenina. Por seguir al poeta ingenioso dejamos de ver al poeta inteligente.

Hay muchos enijmas en la vida y la obra de López Velarde.

Según Óscar Sarquiz, un joven guitarrista, pianista, cantante y compositor famoso era el vivo retrato de Dorian Gray, porque envejecía mientras sus colegas se mantenían juveniles; así, Dèjá Lu envejece muchísimo mientras los demás siguen como si apenas tuvieran 50 años.

Adrián González no puede con la presión; no era lo mismo ser el mejor bateador de un equipo colero, que cargar con el peso de un equipo contendiente. ¿Síndrome del deportista mexicano? ¿Seguirá el mal fario de cuando fueron a verlo Carlos Slim y Marco Pulido?

No hay comentarios: