lunes, 1 de agosto de 2011

Mexicanas escupefuego

En sus ya muchas guías anuales de cine, Leonald Maltin hace una acotación curiosa que los exhibidores no han sabido aprovechar; cuando comenta Drácula, dice que la versión en español, dirigida por George Melford, es casi tan buena como la célebre de Tod Browning (la de Bela Lugosi), hechas al mismo tiempo (para los públicos “hispánicos”, que no tenían tiempo para leer los letreritos, o eran analfabetas), pero con el atractivo de que estaba filmada por la noche, con una atmósfera más adecuada para la trama, y con actrices mucho más sensuales que las gringas: es decir, Lupita Tovar y Carmen Guerrero eran más bellas y vestían más provocadoras que Helen Chanderfl y Frances Dade.
Poco después Guerrero y Tovar desquiciaban en los estudios a los gringos que, puestos a comparar, preferían a las mexicanas, a las que solían asestar el sobrenombre de “escupefuego”, hasta que se le quedó para siempre a Lupe Vélez. (Más recientemente también se lo adjudicaron a Linda Christian, mexicana agringada, y eso que no la hizo su hermana Ariadna Welter. Pero las mexicanas se ligaron a actores célebres y fueron “el amor de su vida” cuando menos unos buenos años.)
(Reginald Horsman, en La raza y el Destino Manifiesto –FCE—, comenta que en los años cuarenta del siglo XIX los expansionistas gringos no veían la hora de invadir México, extinguir a los mexicanos flojos, poco aptos intelectualmente, sumisos y nada dados a la rebeldía; a los sobrevivientes tenerlos por esclavos eficaces y obedientes; pero los observadores repararon en que las mexicanas eran bellas, coquetas, vestían menos tapadas que las cuáqueras, y con ojos de papel volando; “el viajero anglosajón queda no poco sorprendido ante la apariencia de Eva y los escasos ropajes de las mujeres mexicanas… las formas del bello sexo [tienen] una redondez, una plenitud que la severidad de los lazos apretados nunca permite a sus partidarias… son criaturas alegres, sociables, bondadosas casi universalmente, liberales hasta la exageración, fácil y naturalmente graciosas en sus modales… Las damas presentan un sorprendente contraste con sus paisanos en su carácter general aparte de la moral”.)
No pocas mexicanas han causado alboroto en Hollywood, no tanto por su habilidad histriónica sino por las bajas pasiones que despiertan en los espectadores, y en la vida real, ante la belleza fría, inalterable de las estadounidenses. Dolores del Río causó un impacto general, y tuvo el privilegio de bailar con Fred Astaire antes que Ginger Rogers, y se habla de las fiestas en donde los invitados literalmente enloquecían al verla bailar encima de una mesa, despojada de inhibiciones y dicen que de ropa; excepto Volando a Río, y luego ya muy madurita como mamá de Elvis Presley o como india (dirigida por John Ford en una de sus últimas cintas), no hay película que destaque más que por llevarla como protagonista. Bueno, Journey to Fear, donde alterna, es un decir, con Orson Welles, quien tuvo para ella un elogio muy poco repetible en público, pues opinaba que nadie usaba como Del Río la ropa íntima con tanta elegancia. Welles estuvo enamorado de ella, como de otras muchas mujeres bellas, como Rita Hayworth, mexicana, casi, nacida en Chihuahua y que también enloqueció a varias celebridades, sobre todo a Welles, con quien casó, tuvo una hija y se divorció, dejándolo turulato por algún tiempo; a ella le dedica una de las frases cumbres del cine, “Maybe I’ll live so long that I’ll forget her. Maybe I’ll die trying” (La dama de Shangai); en tiempos de la Segunda Guerra Mundial , dicen los memoriosos, su foto era la segunda favorita de los soldados en el frente (y ya sabemos para qué servían esos posters); fue en sus tiempos, y aun ahora, considerada una de las actrices más sensuales, al mismo tiempo que buena actriz; es de las pocas que tuvo el privilegio de bailar tanto con Fred Astaire como con Gene Kelly; fue la primera actriz que se convirtió en princesa, antes que Grace Kelly, y recuerdan que encabeza el reparto en cuando menos cinco de los filmes considerados clásicos de todos los tiempos. Castaña convertida en pelirroja gracias a los tintes para el cabello, consideraba que era una buena persona, pero con la de malas de que le gustaba a los malditillos, niños rebeldes, gandallas de Hollywood; durante mucho tiempo era un orgullo para los mexicanos saberse paisanos de Rita Hayworth, Margarita Cansino, y a quien Ava Gardner rindió homenaje público.
Begoña Palacios sabía bailar, y en los bailes enseñaba pierna cuidando de no exponer las pantarraf; debutó al lado de Pedro Infante en El mil amores sin que se notara lo bella que iba a ser; en la mayoría de sus primeras cintas aparecía como bailarina; en una, totalmente olvidable, le bajó el novio a Angélica María sin mostrar ni arrepentimiento ni nada, y a Enrique Guzmán lo dejó chiflando en la loma; pero al ver los bailes que enmarcaban las canciones que él “interpretaba”, uno entiende por qué pasó lo que pasó; no fue buena actriz; son memorables las escenas donde, interpretando a una sirvienta, camina con la elegancia de las modelos, cosa que no hacían las protagonistas principales; pero enloqueció a Sam Peckinpah, uno de los directores de culto del western de la tercera época; al verla en las cintas, donde no mostraba talento más que bailando, uno se pregunta qué le vio Peckinpah, y luego uno ve ciertas escenas y ve lo que le vio. Fue memorable un comercial que hizo en los años sesenta al promover V8, un jugo de frutas enlatado: “Guau, esto no sabe a jugo de tomate”, con tal cachondería (en el sentido mexicano de la palabra, no en el español, con significado insulso) que fue parodiado, imitado, y por fortuna no lo censuraron, pero seguramente porque los censores tenían jugo de tomate en vez de sangre en las venas. Se entiende que Peckinpah la haya preferido por sobre otras actrices con las que trabajó (Susan George, Stella Stevens, Ali McGraw, Senta Berger, Rita Coolidge).
Poco hay que agregar a lo que escribió Gabriel Ramírez sobre Lupe Vélez en su libro homenaje a si no la primera “escupefuego”, sí la más célebre, con una filmografía en la que nada sobresale, excepto su presencia, que alborotaba a actores y público con sus escenas candentes, llenos de una sexualidad primitiva que encendían el set; Johnny Weissmuller casó con ella, vivieron etapas intensas de amor y desesperación, se separaron, y no pudieron olvidarse mutuamente, por ambos motivos; dice Ramírez que Gary Cooper fue el amor de su vida, pero dicen que él no quiso casar con ella; a su suicidio, o muerte por vómito, estaba embarazada de un actor secundario; su muerte trágica empaña los escándalos que causaba donde se presentaba, desde sus apariciones en teatro rivalizando con Lupe Rivas Cacho y Celia Montalbán, sus peleas con ellas (se dice que Celestino Gorostiza fue de los primeros admiradores ardientes que tuvo Vélez), una escena picaresca con Oliver Hardy, una escena ambigua con Laurel y Hardy en una cinta donde los tres eran invitados, y la conmoción que causaba apenas aparecía en la pantalla; si bien su carrera fue decayendo, es célebre que era una dinamita que necesitaba pocas chispas para estallar.
Katy Jurado perturbó a Pedro Armendáriz en El Bruto, pero también a Gary Cooper en High Noon; si éste termina quedándose con Grace Kelly es a fuerza de voluntad, porque en realidad tenía más tendencia que una carreta jalada por bueyes, a ser jalado por Jurado, sensual, agresiva, mandona, y haciéndole recordar cuando retozaban. Jurado, espléndida como actriz, también había vencido a La Romántica, pero se la cede a Pepe, porque sabe que con ella no va a ser feliz; Jurado fue candidata a un Oscar como mejor actriz de reparto, y mucho me temo que no se lo hayan dado porque hubiera sido un premio a la sensualidad frente a la belleza fría de Kelly, políticamente correcta. Jurado iba y venía de Hollywood, y aunque el tipo de su belleza era ruda, primitiva, imponía su presencia de “india brava”; Ernest Borgnine, su primer marido, la apodaba Bullito, o sea un pequeño toro, y opinaba que era una belleza, pero también una tigresa; filmó al lado de Marlon Brando, John Wayne y otros; alguna vez (estos últimos datos los aportan los de IMdb) Frank Sinatra le hizo proposiciones poco menos que indecorosas y ella lo tranquilizó diciéndole “amigos, sólo amigos”, como Carmen Molina a Pedro Infante en No desearás la mujer de tu hijo.
Salma Hayek fue la segunda mexicana nominada para un Oscar, que merecidamente no se llevó; parece ser digna sucesora de Lupe Vélez, tanto por las pasiones que desata como por la carrera sin muchas películas dignas, ni por ser de estatura elevada (mide 1.57; Vélez medía 1.52; Hayworth, en sus mejores épocas, medía 36-25-36), pero será recordada por una escena de Wild Wild West, donde deja ver su “butt crack” y deja turbados y tartamudos a Kevin Kline y a Will Smith; Lupe Vélez no necesitó mostrar tanto para provocar la misma reacción. Igualmente atractiva resultó Salma para Penélope Cruz, quien le hizo una caricia atrevida en plena calle, fotografiada por muchos fotógrafos al acecho de cualquier travesura de alguna de las dos. Parece que después de eso Salma tomó distancia de Cruz. Es de las actrices favoritas de Tarantino, a saber por qué. Tiene algunos títulos no menospreciables, pero más por la trama (Mariachi, After the Sunset –ésta, por las escenas candentes con Pierce Brosnan).
Carmen Guerrero fue pareja, o compañera, de Charly Chase en varios cortos, y es memorable su aparición como la esposa de El compadre Mendoza.
Lupita Tovar, nuestra segunda Santa, tuvo una carrera discreta pero no menospreciable; para los anales del cine será recordada tanto por su belleza como por ser madre del productor Pancho Kohner, y de Susan Kohner, dirigida por John Huston en Freud, y por la nominación al Oscar por la segunda versión de Imitation of Life. Quienes eran fanáticos de Ruta 66 la habrán visto en cuando menos un capítulo de la serie.

Seguiremos informando (muchos de estos datos los obtuve de Roberto Sosa, quien me apabulla con sus conocimientos de cine, en respuesta de que siempre le gano en conocimientos de beisbol. Otros datos, igual de importantes, son de Marco Pulido. Las fotografías de Lupe Vélez con Oliver Hardy, y con Stan Laurel y Oliver Hardy, en complicidad con Marco Antonio Campos).

Que dice Schopenhauer que los hombres se la pasan buscando mujeres de hombros estrechos y caderas anchas, de facciones finas líneas y cuerpo exuberante, pensando que esos solos atributos le proporcionarán más placer que otras menos agraciadas. Y que eso no es cierto.

¿Ichiro Suzuki dio el viejazo? Hasta la noche del domingo 31 de julio llevaba 118 hits en la campaña, para un cálculo aproximado de 180 imparables para la temporada; de ser así, quedaría con menos de 200 hits por primera vez en su carrera de Ligas Mayores; tiene porcentaje de .267, muy por debajo de su promedio en Grandes Ligas de .327, y su slugging anda por los suelos; 38 años no son muchos, pero no son pocos para un pelotero; es la edad en que comienzan a endurecerse los huesos; lo mismo está pasando con Albert Pujols, supuestamente sucesor de Stan Musial, quien fue excelente bateador hasta los 44 años. Claro, puede que sean malas rachas; en los últimos diez juegos Suzuki ha bateado para .333, pero no ha sido suficiente para alcanzar sus números de siempre.

Ahi la llevamos, mucho mejor que antes; y en el otro aspecto aparte del médico, también ahi la llevamos gracias a Carlos Ramírez. Seguiremos informando

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