lunes, 14 de junio de 2010

Steve Winwood, en vivo

El 23 de mayo de 1998, 19 días después de cumplir 50 años y unos meses después de sacar a la luz su séptimo disco como solista, Steve Winwood se presentó en el Teatro Metropólitan de la ciudad de México; llevaba varios meses de gira, y venía de paso, mientras llegaba dos días después a Río de Janeiro y luego a Buenos Aires (o al revés) donde se presentaría dos días en la primera y uno en la segunda.
Estaba, digamos, en una etapa de transición, que no acababa de cuajar; Russ Titelman, un productor bastante audaz, lo convenció de que tenía que modernizar su imagen y hacer cosas que no había hecho: ya había aceptado que, en una antología, “remasterizaran” dos canciones, y le había producido unos videos donde, ante su incapacidad para la farándula, lo rodeaba de mujeres muy atractivas, al estilo de las que aparecían con Robert Palmer (aunque no tan inexpresivas), y hacía como que bailaba.
En esta gira había dejado de bailar, aunque más o menos hacía como que, cuando se acordaba; pero quienes fuimos a oírlo no queríamos verlo, sino oírlo. Y resultó un concierto extraordinario; desde hacía mucho tiempo producía o coproducía sus propios discos y contaba con excelentes ingenieros, que, me parece, se los trajo para que los más escépticos pensaran que hacían pantomima y en realidad estábamos oyendo grabaciones. Ni una falla, ninguna distorsión, ningún rechinido de los micrófonos; lo único que se salió de tono fue que el saxofonista, Randall Bramlett (creo) regresó al encore con sombrero de Viva México Cabrones, que se quitó cuando Winwood lo vio feo.

Los conciertos en México, sean de rock o sinfónicos, tienen la mala suerte de contar con estática, con pésima acústica o hay espacios privilegiados y otros donde no se oye bien; uno de los lugares donde se presentan más conciertos, el Palacio de los Deportres, es conocido como el Palacio de los Rebotes; y pensar que ahí actuaron Dylan, Clapton, McCartney y otros muchos, cuyos seguidores se conformaron con medio oírlos y medio verlos (Paul Simon estuvo en el Auditorio, pero para estar seguro que era él, había que pagar mil pesos por boleto; de otra manera había dudas; Jesús Iturralde opinaba que nunca se sabría si era Simon o el Chómpiras –Simon andaba de cachucha ya por entonces).
Y asombró el de Winwood: todo se escuchaba perfecto; es posible que el espectador carezca de perspectiva y de parcialidad, pero después de varios años, o uno lo idealiza más, o se convence más de que, cuando menos técnicamente, no había habido fallas.
El problema es que en el Metropólitan, y al parecer en el Auditorio, no se pueden grabar los conciertos; ni siquiera Muni lo consiguió; y ya había pasado demasiado tiempo y se perdían las esperanzas de que uno volviera a escucharlo. Pero resulta que sí hay; en una de las páginas de Winwood en internet se tiene el dato de cuando menos cuatro de las presentaciones se habían grabado. De una de ellas, sucedida el 22 de junio de 1997 en Alemania, se tomaron las pistas y se lanzó un disco doble que en gran parte es el concierto que se presentó en México.

La muy extensa discografía de Winwood, la oficial, no incluye sus antologías, y la excelente de WinwoodFansite.com no llega más que al 2001; no está la excelente Keep on Running, que va desde Spencer Davis Group hasta dos canciones de su primer álbum de solista; tampoco Chronicles, una selección de Steve Winwood, Arc of a Diver, Talkin’ Back to the Night y Back in the High Life Again; por supuesto, tampoco Keep on Dancin’, una especie de antología en concierto, en Massachussets en 1989, pero editado en Italia por un sello que tiene en su catálogo un concierto de Springsteen, Dylan, Jagger, Harrison, Elton John, Billy Joel, John Fogerty, Jeff Beck, Beach Boys y otros; grabaciones perdidas de Lennon, Van Morrison, Frank Zappa y varios de Clapton.
En esa discografía oficial tampoco está The Finner Things, una caja con tres discos con selecciones de toda la carrera de Winwood, incluidas sus canciones para cine, ni Smiling Faces, recopilación sólo de Traffic (aunque sí está Best of Traffic, la primera compilación, cuando pensaron, una de tantas veces, que ya se había desintegrado para siempre el conjunto –Winwood y Jim Capaldi habían jurado que nunca volverían a usar el nombre del conjunto a menos que lo integraran ellos dos con invitados; Capaldi ya no está con nosotros, por lo que ahora sí ya se acabó para siempre) pero tampoco otras muchas compilaciones que han aparecido en colecciones como Millenium y otras, como tres de Traffic y tres de Winwood. Tampoco menciona siquiera otras antologías célebres: Heavy Traffic, More Heavy Traffic, Winwood, y otra que urge se reedite: Winwood and Friends (¿o Clapton and Friendo?)
En esa discografía, que obviamente incluye ahora las dos nuevas antologías, The Very Best en versiones de uno y de cuatro discos, tampoco incluye Back in the High Life Live, que es al que me estoy refiriendo tan difusamente, y que pude conseguir de milagro.

Es, como dije, algo muy cercano a lo que presentó en México; faltan cinco canciones pero vienen tres que no tocó aquí; al parecer, excluyeron las piezas donde tocó la guitarra; en especial, "Dear Mr. Fantasy", con la guitarra que le regaló Clapton cuando hicieron el Rainbow Concert, que sirvió para la reaparición de Clapton luego de su caída en la dirty heroin, o donde se escucha el sintetizador. Como dije, casi no tiene falla; pero sí las tiene.
En “Gotta get back to my babe” sólo hay un piano, y sin el sabor latino que le imprime Rebeca Mauleón-Santana, una excelente intérprete (hay que verla en sus videos de Samba I, II y III); pero hasta donde recordamos algunos de los que estábamos en la séptima fila del Metropólitan, aquí no se notó falla, y se tocaron dos pianos; en ciertas partes le falta fuerza y el ritmo lo ponen las percusiones, no los teclados; y en “Can’t find my way home”, al principio rechina el micrófono, algo extraño en el muy exigente Winwood; el disco no da crédito al productor, pero en Junction Seven los productores fueron Narada Michael Walden y Winwood, y los ingenieros Dave Frazer y Mick Dolan; es probable que haya sido el mismo Winwood quien se haya encargado de esas secciones; en la misma canción no se puede dejar de recordar el duelo entre Clapton y Winwood con guitarras acústicas (la versión eléctrica es bastante menos explosiva); y sin rival no hay duelo que valga la pena; el órgano no sustituye a la guitarra, y hay que recordar que ése fue uno de los problemas de las giras y presentaciones en vivo de Blind Faith: la ausencia de los duelos de guitarra de Winwood-Clapton.

Por lo demás, el disco es impecable; aguantaría oír las piezas donde toca sintetizador; Arc of a Diver es un disco basado en ese instrumento, y no se pudo apreciar su habilidad con él, aunque en México sí incluyó “While you see a chance”, donde se luce como músico completo; abre y cierra con sus dos piezas clásicas de Spencer Davis: “I’m a man” y “Gimme some lovin’” (ésta la baila Demi Moore en paños menores en Striptease; Madeleine Stow escucha “Higher love”en Stakeout; Winwood debe haber estado varias noches sin dormir pensando en ellas dos relacionadas con su música) y desde allí impone el ritmo que quiere: lo mismo hace levantar a los espectadores, con ganas de bailar, que de inmediato hace que se sienten a escuchar con atención los alardes de la instrumentación, y la impresionante voz de tenor de Winwood (las dos coristas que lo acompañan no lo opacan ni lo alcanzan; en nada se comparan con Chaka Khan, con quien alterna en “Higher love” en el disco).
Sobraría acotar que todos sus acompañantes cumplen sin falla en sus partes; no hay alardes, pero cuando Mike McEvoy suple a Winwood en el órgano mientras toca piano en “Glad”, ni desentona ni se adelanta ni intenta sobresalir, pero no le resta la importancia que Winwood le da en John Barleycorn; cuando Bramlett toca el saxofón en esa misma pieza, no lo hace para imitar a Chris Wood, el tercero en discordia en Traffic, pero hace que se sienta el vacío cuando no toca.

El 22 de mayo de 1998 los que asistimos al concierto en el Metropólitan salimos sintiendo un ámbito especial; cumplimos, sentenció Juan Villoro, una cita con el destino.
Este disco, Back in the High Life Live, hace que añoremos ese concierto y esa fecha; también, esperar a que Clapton y Winwood, que andan de gira cada rato, se decidan a venir a México (esperemos que no se les ocurra a Winwood y Santana, aunque quién sabe); el problema es que no vendrían al Metropólitanm sino al Auditorio o a los Rebotes.

Posdata: ya ha habido tres juegos sin hit, dos de ellos perfectos que debieron ser tres, cuatro juegos de un hit, varios de dos, tres o cuatro, y muchas blanqueadas (sólo el jueves, tres), ya muchos lanzan juegos completos; hasta hoy lunes 14 había cinco pitcher en la Nacional con promedio debajo de dos carreras limpias por nueve entradas, y más de 20 debajo de tres, y en la Americana, cerca de 20 por debajo de tres y 40 por debajo de cuatro; el jueves, excepto dos juegos, todos terminaron con diferencia de una o dos carreras. Y pensar que los que abarrotan bares y restaurantes se la pasan viendo futbol.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Algunos articulos mmе gustaгon mas pero no esta mal :)

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