domingo, 7 de octubre de 2007

A propósito de la FILU 2007

A principios de los años cincuenta, aunque la literatura mexicana entraba de lleno en un periodo de auge bastante espectacular, la industria editorial no ofrecía tantas opciones como para satisfacer ni la oferta ni la demanda.
Las editoriales que se ocupaban de publicar a los escritores mexicanos eran Stylo, cuya producción era excelente, pero limitada; Porrúa Hermanos, que sobre todo se abastecía de los que ya tenían un renombre; el Fondo de Cultura Económica, cuyas colecciones que se nutrían de los mexicanos eran Tezontle, que más bien estaba enfocada a los investigadores y becarios del Colegio de México, y Letras Mexicanas, en donde todos querían publicar (allí editaron Juan Rulfo, Juan José Arreola, Carlos Fuentes, Salvador Novo, Edmundo Valadés), Compañía General de Ediciones (casi limitada, en lo mexicano, a Carlo Coccioli y a Martín Luis Guzmán).
Las otras opciones eran Costa-Amic, que más bien coeditaba y en la que los autores debían financiar cuando menos parte de la edición (por ejemplo, algunas de las novelas de Luis Spota); Los Presentes, pequeña editorial artesanal de Juan José Arreola (donde debutaron, entre otros, Elena Poniatowska, Carlos Fuentes, Ricardo Garibay, y se editaron libros de Julio Cortázar, Otaola, Alfonso Reyes), en donde también los autores ayudaban económicamente al editor, y no muchas otras, entre las que deben considerarse los sobretiros de algunas revistas (América, que publicó los primeros libros de Rosario Castellanos), o debían conformarse con ediciones de autor, subsidiadas por ellos mismos y sus familiares, y obviamente eran libros que no llegaban más que a algunas librerías.
Ya había pasado la época de gloria de Cvltvra, y la UNAM aún no se aventuraba a reeditar las obras de los clásicos noveles, mucho menos de los nuevos valores, y faltaban algunos años para el nacimiento de Joaquín Mortiz, ERA, Siglo XXI, Empresas Editoriales, Diógenes, la mexicanización de Grijalbo.
Por eso fue bienvendida la Editorial de la Universidad Veracruzana, ideada por Gonzalo Aguirre Beltrán, dirigida por Fernando Salmerón, y en su colección Ficción, por Sergio Galindo, quien comenzó a publicar a sus contemporáneos (Emilio Carballido, Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Carlo Antonio Castro, Jorge Ibargüengoitia, Luisa Josefina Hernández, Elena Garro) y a los jóvenes de entonces (Juan García Ponce, Sergio Pitol, José de la Colina, Elena Poniatowska, Juan Tovar); ofreció un panorama diferente al traducir a los clásicos (El rey Lear, de Shakespeare, en versión de Luisa Josefina Hernández), Andrejewsky; a traer a los consagrados (Luis Cernuda, Rosa Chacel). En otras colecciones se publicaron libros que ahora son clásicos de la sociología y la política (Enrique González Pedrero, Enrique Florescano) o de la filosofía (José Gaos) o de la literatura (Salvador Novo).
Desde 1957 hasta 1965, más o menos, la colección Ficción alimentó los catálogos de otras editoriales, dio a conocer o a consagrar a muchos de los mejores escritores mexicanos; pero la Editorial dependía de la Universidad Veracruzana, y ésta de la SEP, y todos de los gustos y aficiones de los políticos; hubo gobernadores a los que la cultura le interesaba menos que otras actividades, y se redujo el número de títulos y de autores, y entró en un aletargamiento que hizo que se perdiera prácticamente.
En 1978 la editorial recuperó a Sergio Galindo, quien se había dedicado a otras actividades (fue incluso director de Bellas Artes), y entró en un nuevo periodo fértil, en donde volvió a editar a los jóvenes autores (Ricardo Elizondo Elizondo, José Rafael Calva, Luis Arturo Ramos, Felipe Garrido); reeditó muchos de los títulos que se habían agotado y, aunque su presupuesto era limitado, volvió a estar en las librerías, sobre todo de Xalapa y de la ciudad de México.
Sergio Galindo cedió la dirección de la editorial a Luis Arturo Ramos; la historia desde entonces fue otra.
La Feria Internacional del Libro Universitario, en su versión 2007, con sede en Xalapa, rinde homenaje a sus fundadores, en especial a Sergio Galindo, con una serie de conferencias, mesas redondas y presentaciones de libros, para recordar a quien comenzó a renovar el panorama editorial mexicano, y con ello ayudó al periodo de auge de la literatura mexicana en los años sesenta, y su breve renacimiento en los ochenta.
(Aparecido en El Financiero, el 28 de septiembre de 2007)

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