lunes, 19 de marzo de 2018

Condenar el pasado


En días pasados programaron en televisión de paga una de las primeras cintas con Jorge Negrete, aún con aspiraciones a cantante de ópera (véase mi artículo en Contenido, hace casi tres décadas, de cómo Negrete fue todo lo que no quería ser); de hecho, tres cintas antes de ¡Ay, Jalisco, no te rajes!, que lo consagró como charro; en Juntos pero no revueltos conoció a Elisa Christy, madre de su única hija, y que aparece en camisón transparente junto a la después enigmática y provocativa Virginia Serret aunque sus dos apariciones eróticas fueron reducidas a una; fue galán de la muy bella pero inexpresiva Susana Guízar y amigo de Rafael Falcón, quien tenía todo para ser galán, menos el atractivo animal del propio Negrete y después de Pedro Infante.
                En la cinta aparecen el extraordinario Agustín Isunza, el estrella de radio Arturo Manrique Panzón Panseco, El Chicote aunque no como escudero de Negrete como lo fue después; Manuel Esperón haciendo dos o tres chistes; el pianista Juan García Esquivel, después célebre en Estados Unidos y de mala memoria en México; Hernán Vera, en una de sus 306 apariciones en el cine mexicano, de las que sólo he visto 243; Miguel Inclán de revolucionario no villano; una inquietante Emilie Egert en su única aparición cinematográfica, haciendo de gringa coscolina que le pone los cuernos al marido Clifford Carr, y quien mucho después sería el padre de Marga López en Los tres García; y varios más; es una de las pocas cintas auténticamente cómicas con Negrete (es decir, no involuntarias como Historia de un gran amor), como No basta ser charro y Un gallo en corral ajeno; curiosamente se pinta de negro para cantar ante un público que aplaude y se va; Falcón canta “gringuita, yo no sé lo que daría por saber hablar inglés” antes de besar a Egert (Luis Aguilar la canta en ATM, pero no tan bien) y con un verso inolvidable: “con tu histérico goodbye”; antes de NCIS, Chicote arma un automóvil en un cuarto pequeño del que después no podrá sacarlo; él mismo canta una divertida pieza, “si tú tienes curvas yo tengo un tobogán” mientras que Manrique, Jorge Treviño y otro cantan, acompañados por Esperón al piano, “Ah qué la coneja tan vieja tan vieja” en un supuesto alemán muy divertido (hasta donde recuerdo, sólo se vuelve a cantar en El charro y la dama, en voz de Pedro Armendáriz, que no sabía cantar, y quien pronuncia allí la célebre frase “nunca fuera caballero de damas tan bien servido”, enunciada antes por sir Lanzarote; Armendáriz concluye: ”yo también tengo mi cultura, no se crea”).
                Pero la cinta tiene algunos ángulos que ahora podrían prohibir: Guízar es deshonrada en su pueblo, aunque su tío lo dice de otra manera: “burlada”, lo que no le importa a Negrete, quien la toma por esposa y se vuelve padre adoptivo de su hijo (inevitable: si es deshonrada queda embarazada); Falcón se consuela con Lucha María Ávila, hermana de Guízar, niña curiosa e impertinente y que no pasa de los 12 años, con lo cual se supondría que Falcón es pederasta o cuando menos pedófilo, lo que no es lo mismo; hay un par de escenas que supondrían una homosexualidad no muy disimulada entre Negrete y Falcón; Manrique comanda una banda de niños a los que explota y los pone a cantar en la calle y a vender billetes de lotería, en complicidad con un supuesto ciego; hay apología del delito porque argumentista y director (Ernesto Cortázar y Fernando Rivero) simpatizan más con el hábil ladrón Chicote que con el torpe policía José Arias (quien se despidió del cine en Al este del paraíso, con James Dean); hay promiscuidad y varias mujeres comparten cama, lo mismo que algunos hombres, aunque Negrete y Falcón  sólo comparten cuarto; se burlan de la autoridad encarnada en Arturo Soto Rangel (en su séptima cinta de las 261 en que intervino, de las que he visto sólo 169) mientras proponen el nombre del niño a registrar (en honor de la portera Paz, alguien sugiere “Pazo” o “Pazillo”).
                Una cinta muy divertida de la que dice Emilio García Riera que se adivinan las carcajadas de los miembro del staff. Cierto, pero es provocativo que la exhiban en estos tiempos porque no se castiga al burlador de la heroína, que se insinúen amores ilícitos, que le pongan los cuernos a un gringo baboso, que no se castigue a un galán que sienta en sus piernas a una inquietante preadolescente, que quien sale ganador es un licenciado en leyes que transa a todos; cinta políticamente incorrecta.

No la linchan como lincharon a Mario Vargas Llosa en redes sociales por afirmar que en estos tiempos de nueva inquisición estaría prohibido hasta Lolita de Nabokov, una de las obras maestras del siglo XX porque la leen con otros ojos; Vargas Llosa ha mostrado en sus novelas amores lésbicos (mal narrados, pero en fin), no persigue a las prostitutas (las que cobran y las que no), ve a los dictadores desde su propia perspectiva (Odría, Trujillo), e incluso la pederastia (en sus menos buenas novelas); su afán de experimentar con tiempos, lenguaje, perspectiva; su intromisión en las almas de hasta sus más insignificantes personajes, su excelente prosa (la mayoría de las veces), han sido impugnados, sólo por advertir la persecución de las nuevas savonarolas. Dice Lourdes que a este paso las únicas novelas permitidas serán en las que los hombres sean desterrados, en que haya una sociedad de puras mujeres que se embarazan sin la intervención de los hombres, y que cuando paren hombres los abandonan porque no los consideran necesario. (Por cierto, eso sucede en una novela escrita por una mujer.)
                Lo lamentable es que no había argumentos, sólo descalificaciones contra Vargas Llosa; lo más cínico es que la mayoría de las que lo impugnaron confesaron no haber leído sus libros, sólo algunos de sus artículos en El País. No hay críticas a las artistas (de alguna manera se les califica) cuyas cualidades las muestran cuando menos una vez por semana, con o sin calzones.
                Pese a sus esfuerzos, no pueden borrar el pasado, ni condenarlo; lo único, que deje de haber supremacía de un sexo contra otro, de un país sobre otro, de un partido político sobre otros; pero al condenar la literatura, el arte subversivos, lograrán lo que los alimentos light: hacer aburrido todo sin que mejore la salud. Rosario Castellanos estaría muerta de la risa (o de la vergüenza).

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