martes, 2 de enero de 2018

Pacheco, traductor de Eliot

En 1989 se publicó en la más o menos efímera colección Cuadernos de la Gaceta, del Fondo de Cultura Económica, la primera versión de José Emilio Pacheco de los Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot. Desde entonces le quedó el deseo de hacer una nueva versión (“aproximación”, decía) más cercana al original, y eso que ya era mucho mejor que las realizadas por Vicente Gaos (Realp, 1951, Barral Editores, 1971 y Premià, 1977) y José María Valverde (Alianza Editorial, 1977).
                Esta nueva aproximación, por la benemérita Era y El Colegio Nacional (y con presentación de Luis García Montero, una edición simultánea en Alianza Editorial que poco llegará a México) hace más que correcciones, precisiones; el lector encontrará pequeñas diferencias con respecto a la edición anterior, ya legendaria y agotados muy pronto sus dos mil ejemplares (y a la que se llamó “traducción”); cambios apenas perceptibles, pero importantes.
                En realidad, lo que llama la atención son las abundantes notas y sobre todo la biografía, concisa pero llena de datos que acentúan la importancia de uno de los más grandes poemas del siglo XX.
                En las notas el lector encuentra la causa por la que Pacheco trabajó tanto en la “aproximación” de este poema, o conjunto de poemas: como con Antonio Machado, César Vallejo y Luis Cernuda, en Eliot hay una intención muy precisa de definir el tiempo, en que el presente se eterniza ante la desaparición del pasado y la imposibilidad del futuro, tema que abunda no sólo en la poesía de Pacheco, sino en sus obras en otros géneros; también, la Segunda Guerra Mundial, sus antecedentes y sus consecuencias a plazos mediatos e inmediatos (varios cuentos de El principio del placer, “Tarde de agosto” en El viento distante, Las batallas en el desierto y sobre todo Morirás lejos); la no tan inesperada e inadvertida presencia de varios capítulos mitológicos, también presentes en la obra de Pacheco, y en especial la erudición, que ilustra pasajes que pudieran parecer oscuros en el poema; erudición borgeana, y con la misma intención: mostrar que la cultura, antes que entorpecer la lectura, la hace menos densa, más clara.
                Si se compara con las “versiones” y “traducciones” de Gaos y de Valverde, es clara la superioridad de la “aproximación” de Pacheco: un solo ejemplo: los versos iniciales “El tiempo presente y el tiempo pasado / Están tal vez ambos presentes en el tiempo futuro / Y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado” (Gaos); “El tiempo presente y el tiempo pasado /están quizá presentes los dos en el tiempo futuro / y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado” (Valverde), en Pacheco quedan “El tiempo presente y el tiempo pasado / Acaso estén presentes en el tiempo futuro. Tal vez a ese futuro lo contenga el pasado.” Dice lo mismo pero mejor, sin calcar el “both” de Eliot, que en español queda implícito y obvio. En alguno de sus célebres “Calendarios” Pacheco recordaba que para ser buen traductor no es indispensable el manejo del idioma del que se traduce, sino el dominio del idioma al que se traduce.
                Sin mencionarlos, Pacheco hace evidente que sigue la ruta de “el mejor artesano”, según calificación de Eliot al fuego purificador de Ezra Pound, quien aconseja que la poesía debe estar tan bien escrita como la prosa, sin redundancias, sinalefas innecesarias, sin rimas involuntarias, que pueda leerse con claridad aunque el poema sea difícil, hermético, lleno de citas eruditas. Pound en El arte de la poesía (Joaquín Mortiz, 1970) y en Introducción a Ezra Pound (Barral Editores, 1973), traducciones de una parte de Ensayos literarios, seleccionados por Eliot, da lecciones claras sobre cómo leer y escribir poesía, consejos seguidos fielmente por Eliot y por Pacheco.

                Eliot o una de sus esposas dio preferencia a Vicente Gaos para que vertiera los Cuatro cuartetos al español; él y Valverde tradujeron palabra por palabra a Eliot; Pacheco reescribió el poema, como lo hubiera hecho Eliot (lector, por cierto, de los Modernistas, aunque no apreció a su coetáneo López Velarde, tan parecidos en ciertos aspectos). Excelente libro, excepto por la abundancia de erratas, sobre todo en la Cronología.

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