domingo, 19 de agosto de 2012

Paréntesis: dos viajes de un sedentario

Antes de seguir con el recuento de la pasión de Woody Allen, y algunos otros directores, por las mujeres bellas e inteligentes (y si saben cocinar, mejor, como diría Eulalio González Piporro), hago el relato de dos viajes en dos semanas, y con éstos, tres en el año, yo que me precio de ser sedentario, de aburrirme en las carreteras, de pensar en el avión de la maravilla que es que se sostenga en el aire un objeto más pesado que el aire (la reflexión es de Arturo Serrano), que creo que todas las playas son iguales, de no conocer en los viajes más que el lobby de los hoteles, y de considerar que viajar ya no conlleva más conocimientos que la diferencia de precios entre la provincia y la capital. Adolfo Castañón me embarcó en el primero; me invitaba a dar una conferencia en el Museo Andrés Lira; asombrado por el reconocimiento a un historiador en plena vida y juventud, acepté; en realidad se trataba de una charla en el Museo Miguel N. Lira, en Tlaxcala, Tlaxcala, y acerca de Rosario Castellanos; pasaron por nosotros, nos alojaron en un hotel que invitaba a conocer la ciudad (por lo estrecho del cuarto), aunque con la ventaja de una regadera cómoda, y de la cercanía con la sede del Museo, aunque con la desventaja de que está de subidita, y como hace años (cerca de 25) dejé de jugar beisbol, cualquier esfuerzo extra me cansa mucho (fuera del beisbol, nunca he hecho demasiado ejercicio: prefiero las escaleras eléctricas del Metro a las fijas, sobre todo por la recomendación de los médicos, pues presumir de fortaleza conlleva un debilitamiento de las rodillas, las mías débiles de por sí a causa del pie plano y baro); la ventaja al salir es que estaba de bajadita, y desemboca en uno de los muchos jardines que hay en Tlaxcala. Viajar ilustra, dicen los viajeros, pero eso era cuando los viajes eran en barco, y entonces lo mejor era estarse semanas en la ciudad que se visitara, pero ahora que estar más de una semana desestabiliza el presupuesto, viajar no hace que uno conozca nada; a pesar de eso, tuve que contestar, al día siguiente de haber llegado, qué me parecía Tlaxcala, Tlax. Me parecía extraño que la vida, excepto la que se lleva en las cafeterías, terminara tan temprano. Salimos de la Anzures cerca de las 16:30 horas, y 120 minutos después apenas íbamos entrando en la carretera a Puebla: obras en el Circuito, embotellamientos a causa del embotellamiento en Ejército Nacional, marchas con cualquier motivo, provocaron una velocidad de siete kilómetros por hora en varios tramos; parece venganza de los funcionarios capitalinos contra los capitalinos; algo que entorpece más es el carril exclusivo del metrobús, que no ayuda a la circulación y en cambio reduce a la mitad, o a nada en ciertas calles, el tránsito vehicular. Cuando llegamos a Tlaxcala apenas tuvimos tiempo de registrarnos; me comuniqué con la maestra Guadalupe Ruiz, una anfitriona amable y divertida, que nos aconsejó que cenáramos, y que al día siguiente ya nos veríamos; de cualquier manera salimos, sólo para encontrar vacías las calles, los comercios cerrados, y mucha gente tomando café y ejerciendo su derecho a la crítica. La comida fue mejor; es el mixiote más sabroso que he comido en muchísimos años, aunque me llevé una reprimenda de la profesora Ruiz por comer los sopes con cubiertos; deben comerse, dijo, a mano, pero siempre los utilizo. El Museo tiene una imprenta como debe ser, con su linotipo, su prensa plana, su caja de formación; lástima que esté prohibido tocarlos. También, expuestos, casi todos los libros de don Miguel N. Lira, y muchos ejemplares de su revista Fábula, que la tuve completa excepto el primer número; una exposición de Angelina Beloff, breve pero rica, y una biblioteca que merece ser aumentada. Antes de la charla, una entrevista con tres reporteros; uno me fotografiaba, otro me apuntaba con una grabadora, y otra hacía las preguntas; ella, es notorio, ha leído a Rosario Castellanos; ya cuando pasé a la mesa, en medio de la profesora Ruiz y la poetisa Minerva Aguilar, me aterré: las poco más de 20 personas tenían expresión de incredulidad, reprobación y rechazo; el tema: los libros inéditos de Rosario Castellanos. Narré cómo los busqué, cómo no los encontré, cómo me los describieron (en realidad, sólo Rito de iniciación; del otro desconocía su existencia), los acontecimientos en que me vi envuelto y cómo me desenvolví en la publicación de las Obras I y II; narré la coincidencia de que el día que entregué Obras II me haya topado con Rafael Vargas y le haya contado mis aventuras con ese tomo, y cómo él, que se sabe de memoria tres mil poemas, y en otros 15 mil sólo le falla alguna coma o un punto y aparte, se olvida de todo lo demás; no se olvidó mi intervención en las obras de Castellanos porque ese mismo día se vio con Jaime García Terrés y con Daniel Leyva, quienes planeaban hacer la exposición Materia Memorable, que Rafael propuso mi nombre como curador de la exposición, lo que me llevó a encontrarme con los manuscritos que tanto había buscado; cómo se dio la coincidencia de que José Saramago le pidiera a Marisol Schütz un ejemplar de Ciudad Real porque Marcos le había contado que ese libro lo impulsó a la rebelión zapatista en Chiapas, y cómo eso llevó a que Alfaguara pudiera editar Rito de iniciación y Declaración de fe, que ahora están reeditándose. Como hablé sin script, improvisando, la charla fue de mucha fluidez y logré hacerla amena, y el momento que temía, el de las preguntas y respuestas, me dio oportunidad de establecer mis gustos literarios, de contar varias anécdotas, de hacer citas que no identifica ningún auditorio, aunque tuve que aclarar una, de Mafalda; sobre todo, de regañar a un joven que me preguntó qué era Castellanos, además de poeta; si te oyera te agarraría a bofetadas porque ella se consideraba muy mujer, y las mujeres que escriben poesía se llaman poetisas; una de ellas declara que abomina la palabra poetisa, y estoy de acuerdo: abomino a muchas poetisas; decir que poetisa es peyorativo equivale a pensar que actriz es peyorativo, y pretender que una mujer es tan buena mujer que parece hombre. Un buen poeta las califica que poetrices. Por cortesía no me lincharon cuando recordé que Castellanos se quejaba de que la mujer escribiera como desahogo, como confesión, y de la carencia de pintoras, de músicas, de pensadoras. También declaré que no he leído una novela que en teoría parece atractiva, porque en su primera obra la autora hace que su personaje, de principios del siglo XIX, le rece a San Martín de Porres, canonizado a finales de los cincuenta del siglo XX, así como tampoco se me antoja leer que Santa Anna caminaba por el malecón que construyó, muchos después de la muerte de ese personaje, Porfirio Díaz. Allí recibí la aprobación unánime de los asistentes, cuando menos de los que sabían que San Martín de Porres fue santo hasta el siglo XX, y que Díaz fue quien construyó el malecón. La charla, que debía terminar a las 19:30, se prolongó hasta las 21:30 horas; aunque el hotel está a la vuelta de la esquina, estremecía ver las calles que están rete solas. Del viaje a Mazatlán debo decir que es la primera vez que no terminé de leer, allí, el único libro que leí, que las olas me revolcaron, y que fui testigo de la falta de ética de un médico, quien ante la petición de una madre de que atendiera a su hija, grave, se negó a salir de la alberca y sólo concedió que la llevaran al hospital donde trabaja, antes de las 9 de la mañana siguiente; también, que no tengo respuestas para muchas de las preguntas que nos hace Nahúm. Mis tropiezos cardiacos me afectaron al bajar del avión, no allá, sino aquí; llegué el miércoles y hoy, domingo, aún no me aclimato; a María José le fue peor, y Lourdes y Nahúm no querían regresarse. Volvimos nada más para comprobar que los sabios mexicanos son muy coscolinos. *Ana Clavel es una narradora que sabe recrear atmósferas lúdicas; es también una editora de muchos méritos, y responsable que publicar un tomo de más de 600 páginas con apenas seis erratas; sin embargo, es capaz de igualar en deméritos a varios académicos; en el número del 19 de agosto de La Revista, de El Universal, se quejó de la carencia de ilación, de gramática y de ortografía en las breves pero muy frecuentes intervenciones incluso de las celebridades literarias de México y de otros países en las redes sociales; intervenciones en las que, dice, se dan de golpes, se insultan y se denostan; denostar, dice la muy denostada Academia, se conjuga como “contar”. No es infrecuente que una editora y literata de méritos desbarre con alguna conjugación; en el capítulo de uno de sus libros, sobre Rosario Castellanos, Elena Poniatowska dice que a Castellanos “la asola” ya no me acuerdo qué, pero la asola en vez de que la asuele; y como el académico que, repito, pone a sus personajes a comer sentados en las mesas, los muy groseros. *Marco Pulido me aclara los nombres de algunas de las cintas a las que me he referido, cuando menos de los títulos con que se estrenaron en México; tiene razón, pero me defiendo con el pretexto de que muchas las he visto recientemente, por Cablevisión, y allí las retitulan; cuando menos a Una Eva y dos Adanes aún no le ponen Algunos prefieren quemarse o Con faldas y a lo loco; la del héroe de John Ford que no va más que un día a la guerra la vi una sola vez, y la recuerdo casi íntegra, excepto el título, que la tomo de la filmografía puesta por Bogdanovich en su larguísima entrevista con Ford, también uno de los favoritos de José de la Colina, quien me aclara que Dallas se llama Dallas por su apellido; lo acepto, aunque sigo creyendo que Howard Hawks la apellidó D’Allesandro para ponerle Dallas, como la heroína de La diligencia. Pero me halaga coincidir en gustos con De la Colina, quien vive el cine hasta para escribir. *Adrián González ha tenido una recuperación fabulosa, y está bateando arriba de .450 en los últimos 25 juegos, con una buena cantidad de carreras empujadas, pero se está ganando la salida de Boston porque fue de chilletas con el dueño de Medias Rojas para quejarse de cómo maneja Bobby Valentine al equipo; con el de hoy ha pegado ya 15 jonrones y lleva dos juegos seguidos conectando; Yovani Gallardo lleva cuatro victorias seguidas (en las secciones de deporte dirían que lleva una racha ganadora de cuatro ganados al hilo), y en su último juego produjo dos carreras, que hubieran sido suficientes para darle el triunfo a Milwaukee; Miguel González lleva cuatro ganados con Baltimore, Aceves llegó a 25 salvados, y el Cochito (así le dice, sabe por qué) Cruz es líder de bateo con los Dodgers en los últimos 20 juegos, y también ha pegado cuadrangular dos días seguidos. *Acaban de salir al mercado una compilación de Elton John, una de Tom Petty, además de tres conciertos suyos en video; una reimpresión de Jesucristo Superestrella; la reimpresión de un clásico de Ted Nuget, un álbum con todo Roxy Music en estudio, el tercer disco de Darkness, el más reciente de ZZ Top, uno de Lon and Derrek Van Eaton, otro de Kinks en la BBC, el más reciente de Ry Cooder, más la reimpresión de Men Opening Umbrellas Ahead, que aunque es de Vivian Stanshall es como si fuera de Traffic; conciertos de Don Preston, y recomiendan una novedad de John Murray; en cuanto a música de concierto, anuncian la Novena de Bruckner, con Simon Ratlle, y también con él, las cuatro sinfonías de Brahms, varios conciertos de violín, entre ellos el de Tchaikovsky, con Baiba Skride; las nueve sinfonías de Beethoven con Baremboid (aunque no las califican de excelentes, sólo de buenas); tres obras de Pierre Boulez, con Fabrice Jünger; una sinfonía de Ravi Shankar, con la Filarmónica de Londres; arias de Vivaldi interpretadas dicen que magistralmente por Roberta Invernizzi; un Ave María y otras piezas con el ensamble Brabant dirigido por Stephen Rice, al que dan calificación perfecta; Una Pasión de San Juan, también perfecta, afirman; unos quintetos de Dvorák y de Mendelssohn con el Ensamble Aronowitz; unos divertimentos y un quinteto de oboe de Bocherini, más unas sonatas de chelo, que eran su especialidad, con Nasillo y Christensen, imperdibles; y unas transcripciones de las segunda y sexta sinfonías de Beethoven, para piano, consideradas perfectas, con Yury Martynov, más todas las sonatas para piano de Beethoven, con HJ Lim, con calificación de nueve, como intérprete, pero que es tan bonita como si fuera violinista japonesa. ¿Y dónde se consiguen? Y quienes lamentan la desaparición de la Margolín deben aceptar que ya desde hace tiempo mostraba un deterioro irreversible; y lo único que puedo decir es que cómo que desapareció si me debían. *Tres años y medio después, la historia me da la razón. *Y no, no me olvidado de las mujeres de Allen, a las que regresaré en la próxima.

No hay comentarios: