sábado, 9 de febrero de 2008

Mis canciones favoritas

Me invita Hugo García Michel a que en 500 caracteres hable de mi canción favorita, de todos los tiempos y en todos los géneros, para su revista La mosca;* durante varios días intenté definirla, y llegaron a la memoria decenas, no sé si cientos de títulos, y no todas de rock, que es lo que más me gusta. Soy tan rocanrolero que nunca digo “va a llover”, sino “It’s a hard rain's a-gonna fall”, ni “está temblando”, sino “the whole world it’s shakin’ out, can,t you feelin?”.
Pero los primeros títulos que recordé fueron rancheras: “Tú, sólo tú”, la primera que me aprendí cuando apenas estaba de moda y yo tenía un año; “Juan Charrasqueado”, que me cantaba mi tío Pepe; “No te puedo querer” en la versión de Los Churumbeles de España; “El mala estrella”, más con Jorge Negrete que con Pedro Infante; “La carreta”, con Luis Pérez Meza y que no he vuelto a encontrar; también “La carreta”, con Luis Mariano y que era el lado B de “Violetas imperiales” y que era una de las favoritas de mi queridísima amiga Alba Rojo.
De la época en que me aficioné al cine también lo hice a las canciones de Pedro Infante, y la mayoría de mis favoritas son de Rubén Fuentes: “La verdolaga”, “El papalote”, “Carta a Eufemia”, “Ni por favor”, y una de las que más me conmueven: “Qué vulgares somos”, aunque no olvido muchas de José Alfredo Jiménez: “Los dos perdimos”, la espléndida “Corazón, corazón”, “Serenata sin luna”, “Si tú también te vas”, “La noche de mi mal” (ésta, con Amalia Mendoza La Tariácuri), y la maravillosa “Serenata Huasteca” (que nomás no encuentro una buena versión grabada con Infante, porque en sus obras completas no está, y en otros discos está tomada de Cuidado con el amor, acompañado por Matilde Ramos); aunque las mejores versiones de las clásicas de José Alfredo son de Jorge Negrete: “La que se fue” y “Tu recuerdo y yo” (al “estoy en el rincón de una cantina” sólo se le compara otro verso del mismo José Alfredo: “otra vez a brindar con extraños”).
“Cucurrucucú Paloma” es tan buena la versión de Lola Beltrán como la de Pedro Infante, y “La calandria” con Infante es todo un himno al amor no correspondido por una ingrata.
¿Por qué asocio a Jiménez con Chava Flores?, no lo sé, porque éste se burló de Jiménez en “Un chorro de voz”, que es tan difícil que exige del cantante tanto como “Nocturnal”, el mejor esfuerzo de Infante; sin embargo, la versión que más me gusta es con Manolín, que canta en Ahi vienen los gorrones. Pero otras canciones de Flores son muy buenas: “Gato viudo”, “Peso sobre peso” (sobre todo con Infante), “La interesada”, “La tertulia” (insuperable con Infante), “Sábado Distrito Federal”, “No es justu” (aunque no hay grabación de su versión en vivo: "no es justu que le hagan estoi a Uruchurto... pore Dios que se me chispó"), las muy albureras “Herculano” y “La tienda de mi pueblo”, “El bautizo de Cheto”, “El apartamiento”, “La casa de Lupe”, “Vámonos al parque Céfira” (que tiene una letra tan buena que parece de opereta) y mi favorita “Oiga asté”. Mención aparte merece “Dos horas de balazos”, uno de los mejores homenajes al cine, y que disfruto recordando a los personajes mencionados: Tom Mix, Buck Jones, Bill Boyd (después, Hopalong Cassidy), Tim McCoy, todos héroes de los primeros western.
Más fino que todos (menos que Rubén Fuentes), Francisco Gabilondo Soler, tiene unas canciones maravillosas, sin importar que lo hayan catalogado como autor de piezas infantiles: “La cacería”, “Negrita Cucurumbé”, “Las brujas” “Lunada”, “El jicote aguamielero” (que resume en unos cuantos versos tres capítulos conmovedores de El Quijote, donde se habla del conflicto entre estar enamorado o que estén enamoradas de uno); no tiene canción mala, y sus versos tienen más calidad literaria que casi toda la música popular.
Y hablando de letras, casi toda la música tropical hecha en México carece de letras buenas, pero su música es muy buena: “La blusa azul”, “Calculadora” (que habla no de una máquina de sumar, sino de una contadora pública titulada), “Explotadora” (que en uno de los puentes hay un solo de flauta que cita nada menos que a Lizt), “El bodeguero”, “Vieja, pobre, flaca, fea” (de Severo Mirón, que mucho después fue tema, posiblemente sin que se enterara Cabrera Infante, de su mejor relato, “La plus que lent”), “Señor juez”, “Pimpollo”, “El maletero” (hay una versión con Pompín Iglesias, Marcelo Chávez y Germán Valdés Tin Tan, acompañados por un grupo coreográfico de ancianos, que supera cualquier otro chachachá del cine mexicano, excepto los bailes de Yolanda Varela), y “Sabrosona”, choteada por ser el tema musical de una estación de radio, pero con unas percusiones que seguramente hubieran envidiado Ravel y Debussy, y que probablemente envidió Carlos Chávez.
A propósito de Tin Tan, muchos consideran su versión de “Bonita” superior incluso a la de Luis Alcaraz, pero me gusta mucho más la que contiene uno de los versos más pícaros: “cantando en el baño me acuerdo mucho de ti”, pero mis favoritas son “El panadero”, que canta en su mejor película (Ay, amor, cómo me has puesto, y “El cazador, el perro y el conejo”, preciosa obra de Cri Cri que canta en El Ceniciento, su película más alburera.
Y más que él, su hermano Manuel tiene tres canciones maravillosas: “Médico brujo”, “Gorda” y “El dengue del Loco Valdés”, de Severo Mirón ("primero vino el mambo del carefoca, que todo el traía en la boca, y Niní Mondéjar con su chachachá hiuzo que bailaran de aquí para allá; y luego Elvis Presley con su rocanrol hizo que bailaran la luna y el sol, y ahora el mundo se vuelve otra vez, al ritmo del dengue del Loco Valdés"; gloso, no cito).
Añado una canción increíble de la Santaneca, “El barbarazo”. Pero entre las tropicales, un lugar aparte merece Acerina, del que hablaré más extensamente en unos días.
Eso, después de hablar de boleros y de trovas y de canción sentimental, y antes de salirme del ámbito mexicano.

*Me invita Hugo a que seleccione mi canción favorita; escojo entre muchas "La noche y tú", de Rubén Fuentes; describe como pocos no el amor, sino el enamoramiento; en optimista, dice lo que el poema de Efrén Rebolledo "Tú no sabes lo que es ser esclavo"; la letra es tan es alegre como la música, no importa el intérprete: Miguel Aceves Mejía, Aída Cuevas, los Hermanos Silva; la letra es memorable pero exige gran voz, e invita a bailar: Me hubiera gustado oírla con Pedro Infante, pero me temo que la voz no le alcanzara.

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